Saturday, November 14, 2009
Los Cruzados/BAZAAR
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Los caballeros francos, los sueños occidentales, el "heroísmo" de Godofredo de Bouillon, el terror ancestral, de generaciones, por los jenízaros que toman inmemorialmente Constantinopla. Uno y más pretextos para creer que las Cruzadas fueron realizadas bajo inspiración divina. Un par de parientes enterrados bajo pesadas losas de iglesia medieval. Nuestra visión...
Otra cosa es leer a Amin Maalouf, escritor libanés. Su concepto de los francos, y del blanco por extensión, será diferente y, casi seguro, más sujeto a la realidad. La Primera Cruzada, la de Pedro el Ermitaño, es el tema de su libro "La invasión". Cierto es que Maalouf no cuenta que tanto los árabes como los turcos seljúcidas, que soportaron la invasión, eran crueles y dominadores. En una época mala, cada uno de los señores jugaba a ser peor. Pero, en teoría, la Cruzada era una obra de bien: la reconquista del Santo Sepulcro, llevar la luz de Dios a los infieles. Tal luz nunca existió, sí la de los calderos y fogatas donde los soldados de Cristo asaban a niños musulmanes para comérselos en la ciudad mártir de Maarat. Dice Maalouf que a partir de Maarat, las crónicas turcas siempre se referirán a los francos como a antropófagos, y de nada servirán las cartas de aclaración de los caballeros al Papa, la historia no los perdonará.
En Amiens, en el norte de Francia, detrás de la inmensa catedral hay una estatua y una placa que recuerdan a los que partieron de allí hacia la Primera Cruzada: bandas de harapientos, asesinos, curas y fanáticos. Y lo que dicen ser un hito importante de la civilización occidental, no es más que el sombrío festejo del vicio. Y ni religión ni historia lo justifican.
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Publicado en Opinión (Cochabamba), 21/05/1996
Imagen: Caballeros de la Primera Cruzada
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