Wednesday, September 22, 2010
Literatos cochabambinos o cochabambinos literatos
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
El 2002, en la Nueva Orléans que todavía no había arrasado Katrina, el fraile Xavier Albó dijo, peyorativamente creo, que en Bolivia los literatos "tenían que ser" cochabambinos. Aseveración con muchos cabos, sobre todo viniendo de un hombre -inteligente- que más gusta de tratos y placeres con y del diablo que los supuestos de la roída sotana que no lleva. Allí, en una conferencia de Estudios Bolivianos, tres escritores, cochabambinos -claro-, leían los frutos de sus quién sabe qué, con todo derecho. Albó, la noche antes, dio una charla que versaba sobre el Mallku y Evo, aymaras ambos, recalcó, con ribetes apologéticos que hoy vemos plasmados en la dura realidad del reino de los curacas hipócritas, que soñó, como hipócrita sacerdote es él.
Pero no es Albó ni sus pecados nefandos lo que interesa sino ese su "literatos cochabambinos", que arroja la pregunta si en este precioso valle cada vez más sucio y cada vez más precioso desde afuera, es el lugar, la región, la idiosincracia, los que forman y predominan en la psiquis del vasto número de escribientes, yo incluido, por encima de lo simplemente literario.
Ser cochabambino implica, según nos ve el resto del país, cierta malicia no exenta de maldad, celos, envidias, rencores, esquizofrenias que tal vez traen las deliciosas comidas... un picante de maní, un chorizo de origen dudoso y de inmortal sabor, locotos, garapiñas, chichas blancas y cafés, mezclas olímpicas pero también letales que, añadidas a un sol que calienta los adobes así parezcan camas, aroma de eucalipto y susurrar de molles, crean un ambiente de bucolismo, desidia, inmovilidad y diría, pero no por los alcoholes, contemplación... todo lo que en teoría debiese ser enemigo de una producción literaria calificada.
El cochabambino escribe, y cómo, si revisamos la hojarasca retórica de los manes de la patria, los doctores del Alto Perú; no me refiero a los grandes que sí hubo en Chuquisaca, sino a los tinterillos que ajustaron sus ambiciones al despertar de una era nueva que abría inmensas posibilidades. De allí venimos; esa es nuestra tradición local.
Discernir que algo falta a la literatura boliviana, a la cochabambina en este particular, no busca los exabruptos de quienes se sentirán ofendidos por palabras de este tono. Pero, al igual que en casi cada aspecto de nosotros como país, donde las cosas se hacen a medias, o no se hacen, se encuentra la manera más sencilla, se elude el sacrificio, la investigación, se prefiere el manipuleo de las relaciones, los compradazgos y amigueríos a lo duro y difícil que significa progresar y sobre todo crear. Entonces, decíamos, al igual que el país la literatura nacional tiende a balbuceos que son suficientes para el mercado y la admiración zonal, pero que no se desparraman más allá de sus fronteras y, si lo hacen, es también utilizando los hilos que el cochabambino sabe tan bien manejar, ofreciendo una imagen falsa, aprovechándose de la infimidad de lo nuestro afuera, donde, si alguien hay, llega a ser el tuerto-rey de aquella nación de ciegos. Lo hace el reyezuelo Morales para embobar la estúpida candidez de los malintencionados y fementidos liberales y revolucionarios en la vieja y culposa Europa.
Entonces, ya que la tangente parece irse volando ¿hay o no hay una literatura cochabambina? Hay escritores, algunos buenos. Existen búsquedas, algunas valiosas, pero el ambiente carga tanta negatividad que el color ocre se adueña del panorama e impide ver, como las quemazones inducidas de los que quieren lotear los parques nacionales y crecer un universo de coca de efímera vida en un país ya sin bosques. La respuesta la darían los cochabambinos en una reunión cualquiera, de diez, de veinte personas donde el individuo que afirme haber escrito algo tropezará con que sus diez, veinte acompañantes de mesa son todos escritores, todos poetas, ensayistas, científicos, cazadores, futbolistas, aviadores, entomólogos, patólogos, valientes, vergudos, mujeriegos, desalmados, peleadores, y poetas al fin que pueden ver en las rosas el amor de sus amores, y en la obra de sus rivales deficiencias que ojalá sean (ojalá no...) resueltas a largo plazo. ¿Cómo escribir así?
19/09/10
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Publicado en el blog URBANDINA, 22/09/2010
Imagen: Antoni Tàpies/Fora, 1976
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