Wednesday, October 6, 2010
Festejando la muerte/MIRANDO DE ARRIBA
Algo se calmaron los ánimos en Miami. Fidel Castro no reapareció aún, pero los danzarines y bacantes que inundaron las calles festejando su supuesta muerte se retiran ya. La paz ha seguido a la algazara pero no ha amodorrado la angustia. Fidel Castro, ducho en lides de decepción, les ha vetado de nuevo el triunfo de su entierro...
Lo que avergüenza es la multitud de jóvenes sumados a los ancianos. En éstos se puede entender una historia de rencor, de prerrogativas cortadas, de explotación en freno, mas no en aquellos que ni siquiera nacieron en Cuba para engendrar tal odio. A pesar de que en Miami hay grupos y publicaciones de avanzada que sin idolatrar al líder de la isla reconocen los logros alcanzados y que hay pasos en reversa imposibles ya, tenemos -y así lo quiere la media norteamericana- una imagen estandarizada del gusano y de sus nietos.
La retórica de libertad que inundó las calles, azuzada por la reacción yanqui, en medio del desenfreno, nalgas, tetas y colores, más que resabios de seriedad dejó la impresión de una farándula donde se veneraba a Momo. Recuas y recuas de ignorantes bailando desesperados como si los caderazos fuesen bastantes para desplazar al viejo zorro, se sucedían en las pantallas. Very nice, diría el público gringo, very nice estos latinos tan alegres por la muerte del dictador. Como si de pronto, como del rayo, se hubiese iluminado la vida y Cuba floreciera de la nada en despampanante esplendor.
Quizá "suceda", si triunfan los báquicos trasnochados que sin idea del antes y el después quieren instalar el espejismo del capital allí, restaurar Habana vieja, echarse al pecho unos rones y sacar del olvido los trajes de luces para poder prostituir a Cuba otra vez. Lindo, bello, fantástico como era antes de que los barbudos llegaran. Resarcir de las ruinas la isla de Meyer Lanski, la del infame Lucky Luciano, el mercado de hembritas de once para arriba sin exceder los catorce para satisfacer la gula de los creyentes cristianos que llegan de Norteamérica y pagan en dólares el sexo infantil. A decir verdad, a ello aprecio más el sonido de las balas, los cuerpos degenerados de traficantes y torturadores, de militares y corruptos claveteados por balas como si fueran alfombras en los extramuros.
Entrevistan a algunos. En entrecortado español un adolescente lanza diatribas contra el barbón mayor. Dudo que sepa historia, siquiera leer y escribir bien. Recuerdo a Remarque y sus viejos que impulsaban a los jóvenes a la debacle. Son memorias de espanto.
7/8/06
Publicado en Opinión (Cochabamba), agosto 2006
Imagen: Vista del Hotel Nacional en La Habana
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