Friday, October 8, 2010

Love Forgives All/LA VUELTA AL MUNDO EN 80 FILMES


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Janusz Rzeszewski/Polonia, 1981


Basado en la vida de la cantante y estrella de cabaret Hanka Ordonówna (Varsovia, 1902-Beirut, 1950), "El amor perdona todo (a todos)" es un filme sin grandes pretensiones pero de belleza fotográfica, sobre todo en las sesiones que muestran el cabaret polaco de los años de entreguerra, similar al alemán de entonces y al ruso de pre e inmediata post-revolución, con magistrales decorados y picantes líricas, altamente políticas a la vez.


Hanka es una rubia que crece desde un modesto origen hasta convertirse en la diva de la capital polaca y esposa de un aristócrata, amén de amante de personajes tan diversos como un director de escena judío y un militante de la extrema derecha nacional que acogió la ocupación nazi con beneplácito.


La cinta comienza en el desierto de Noráfrica, donde Ordonówna se encarga del cuidado de niños polacos refugiados. La incertidumbre domina tal período, aunque sugerencias sobre El Alamein permiten percibir una pronta victoria británica sobre el Afrika Korps, asociada a las fuerzas expedicionarias polacas que combatieron desde la caída de su país hasta la finalización de la guerra.

Del momento arduo y enfermizo en que la artista vive en el calor africano, hay una constante mirada retrospectiva hacia el tiempo de su valoración artística, su triunfo, viajes y repetidas imágenes de actuaciones, suyas y de sus compañeros de oficio, que permiten al filme una vitalidad y un entretenimiento que jamás aburre.

Su historia es la de Europa toda, pero su nostalgia y su entorno gris y húmedo son perfectamente europeo-centrales. La misma penumbra que hallamos en Kafka, más incluso en Bruno Schulz, en la poética de Rilke y la novelística de Franz Werfel; síntesis casi tenebrosa entre lo germánico, de amplia dominación cultural a lo largo de los siglos, y el también avasallante espíritu eslavo. La belle époque que ya pereció en el oeste luego de la guerra del 14 y que, a pesar de la debacle del imperio austro-húngaro, pervive en las regiones limítrofes de aquel crisol de culturas que fue el reinado de Francisco José.


Hanka representa un período donde la seguridad estatal y la paz han fracasado. El teatro expresionista reemplaza con su lenguaje procaz e inmediatista los sueños de eternidad de toda una generación. Sin embargo, en el personaje en cuestión, quedan resabios del onírico período que sepultó la guerra. Hanka viste como las mujeres de Klimt, preserva aquella elegancia que destruirá en su arte Schiele, más cercano a la realidad, más abyecto y sexual.


El mundo se desmorona; hasta el lenguaje perece en manos de un irlandés tuerto -Joyce- y la melancolía invade porque ya sólo se puede uno aferrar del pasado (léase Proust). El cabaret es burlón, local, y, a la vez, abiertamente universal. Los nacionalismos -cruel falacia- parecieron enterrados en Verdún. La poesía de Else Lasker-Schüler reclama principados de la mente de barroquismo cercano a las mil y una noches.


Ese retorno, circunstancial y constante hacia lo que fue, se opaca ante lo tórrido del desierto africano, que, aun con su oposición al recuerdo, todavía puede traer a Hanka la felicidad y la esperanza con la aparición, luego de largo ausentamiento, de su esposo, oficial de las fuerzas polacas.

El tiempo del cabaret fue aquel mordaz y efímero de un decorado. Historia que permanece como desahuciado interín del género humano. Queda la música, alegre y despreocupada, hasta con tonos tristes. Queda Hanka Ordonówna, bella y sensual como las mujeres de León Bakst.
27/12/08

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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), diciembre 2008

Imagen: Hanka Ordonówna

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