Monday, December 13, 2010
La Alemania de Remarque/ECLÉCTICA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
El primer libro de Erich Maria Remarque que me dio a leer mi padre fue "El obelisco negro". Me impresionó. Había leído sobre la Primera Guerra, la Guerra Europea, sobre Verdún y el Marne, pero este retrato de primera mano, auténtico, llenaba de figuras humanas la abstracción de la Historia. Luego, ya conocido el autor, buscamos un ejemplar que había perdido las tapas, por viejo y usado, y me introduje en "Sin novedad en el frente", la obra mayor del escritor nacido en Osnabrück el año 98.
"El obelisco negro" forma parte de una serie de novelas posteriores del escritor. Proviene de 1957, cuando ya Remarque había emigrado a los Estados Unidos. Trata del mismo tema mas hay un amplio espacio temporal con los hechos que toca. En cambio, "Sin novedad en el frente", y la subsecuente "De regreso", escrita una en 1929 y la otra en 1931, son textos inmediatos, con sólo una década desde el fin del conflicto. Incluyen, entre las iniciales y las tardías, además, los albores del nazismo donde aquel grupo de jóvenes veteranos, fogueados, descorazonados, perdido su idealismo, no creen ya en la retórica de la victoria o de la revancha. Mucho dolor ha pasado por sus ojos y los acontecimientos han corrido con excesiva velocidad. La abdicación del Kaiser, la inflación, el avance socialdemócrata y comunista, Spartakus, Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, la república de Weimar...
Pasados los años repienso aquellas lecturas y comprendo la ausencia de compromiso ideológico, no de simpatía -en los personajes de Remarque- hacia quienes querían cambiar las cosas, hablar de revolución. El problema radica en que fueron a la guerra, en el despertar de la juventud, con ideas engañosas y vieron sus sueños destruidos, uno a uno. Reavivar los discursos, transformar de acuerdo al ejemplo ruso, quizá marchase con parte de la masa que retornaba de las trincheras, pero a los hombres de Remarque los distingue un aura pesimista que los hace susceptibles a la incredulidad que acarrea la guerra y, peor aún, la derrota; los hace desconfiados. Han tenido en sus años de frente demasiados jefes, excesivas órdenes, saber que mueren para que empresarios y militares -según retratan George Grosz y el también veterano Otto Dix- medren con su sangre.
La obra de Remarque es de carácter pacifista y antimilitarista. Expone los males de su época pero no oferta soluciones de tipo social, mientras Henri Barbusse, en las líneas francesas, escribe "El Fuego" que sí las augura.
Si se lee el Diario del líder comunista búlgaro Georgi Dimitrov, concerniente a los años de 1933-1949, veremos que la apatía política de los actores de "Sin novedad en el frente", "De regreso", "El obelisco negro", "Tres camaradas", "Arco de triunfo" -incluso del mismo Remarque- no estaba errada. Dimitrov comienza su diario en una cárcel de Berlín, acusado, con otros búlgaros y un supuesto anarquista holandés (Marinus van der Lubbe), de haber incediado el Reichstag. Esposado durante cinco meses, ataca a sus acusadores, entre ellos Göring y Goebbels, durante el juicio del que saldrán los búlgaros libres de cargo y se ejecutará al holandés. El editor del libro en inglés, Ivo Banac, sugiere en la parte introductoria informes de ciertas tratativas ya entonces entre Stalin y el nazismo, que como consecuencia evitarían las condenas de los activistas mencionados. La asquerosa política staliniana que sobrevendría bastaría para validar al Remarque de entonces y la obra que legó. Sirva como ejemplo el momento en que el comunista chino Wang Ming informa a Moscú que tiene preso a Chiang Kai Shek para terrible enojo de Stalin que ordena su libertad, aliarse con él y sugerir que la guerra contra el invasor tiene carácter nacional y no es momento de revolución agraria o expropiación.
La Alemania de Erich Maria Remarque, la de postguerra, es oscura con algo de romántica. Hay viajes a las zonas rurales para conseguir comida, hambre, desocupación, filosofía, y bellas y sórdidas mujeres, angustiosas mujeres que despuntan el vicio y acompañan. Es la Alemania de Döblin, la del sueco Bergman, de los pintores expresionistas, de los arabescos de Lasker-Schüler, los manifiestos espartaquistas y las novelas de Thomas Mann. Un mundo decadente, rico, profético, dramático, muy distinto al "inmaculado" horror del fascismo que llegaba.
17/03/05
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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), Domingo, 20 de marzo, 2005
Imagen: Sin novedad en el frente, en edición alemana
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