Monday, December 13, 2010
Los Diarios de motocicleta y los críticos/ECLECTICA
No habiendo leído los originales de Ernesto Guevara y Alberto Granado en su viaje por América del Sur en 1952, no puedo opinar acerca de la verosimilitud de todo lo que el directos brasilero Walter Salles narra en su nueva película "Los diarios de motocicleta", recién estrenada en los Estados Unidos, que trata de aquella empresa cuyas experiencias -no se dice pero se presume- transformarán al joven estudiante de medicina, Guevara, en el "fiero" Che, revolucionario y hoy omnipresente figura de la sociedad de consumo. Si he de creer a los críticos, el seguimiento de Salles es veraz, aunque algunos, norteamericanos, le endilgan cierto espíritu kerouquiano, refiriéndose al libro "On the Road" (1957) de Jack Kerouac, cuyas implicancias no tienen nada que ver con las que tratamos y que es, además, cronológicamente posterior aunque más antiguo en su publicación por el olvido, o pérdida de los textos guevarianos. Unos y otros concuerdan en la calidad del filme y en la soberbia puesta en escena de un fabuloso y extraño continente.
Extraordinarios paisajes sellan la validez de esta búsqueda más que turística de los dos protagonistas. Afirmar la aventura como el propósito central del viaje es engañoso. Tal vez para la mente anglosajona no podría ser de otra manera, pero ¿quién se embarca en un periplo de hambre e incomodidad sólo por viajar? Ernesto responde a una pareja de comunistas chilenos, en medio de la frigidez del desierto de Atacama, que así lo hacen, sin convencer.
Alguien del New York Times la define como una historia de amor, entre un hombre, o dos, con la tierra. Desnudar a esa amada, sentirla en su piel viva y sufrida, para terminar enamorado de ella.
Salles elude con inteligencia crear un alegato político. La única referencia al respecto será al final de la cinta cuando anota el fin de Ernesto Guevara en manos de la CIA y los matarifes locales o, también, en un discurso que hace en el leprosario amazónico de San Pablo donde enuncia alguna base de lo que sería su ideario político: América Latina unida.
Peter Travers, de la revista Rolling Stone, escribe por lo general buena crítica de cine. Alaba esta producción internacional pero condena al Che Guevara de forma ignorante llamándolo verdugo y "demostrando" sus violentas inclinaciones al arrojar una piedra contra un camión de la Anaconda Mining Co. en Chuquicamata, furioso por el trato a los trabajadores. En descarga de Travers diré que primero es gringo y luego crítico, y que debe ser muy difícil desprenderse del constante lavado de cerebro que reciben los niños de este país y que los priva de mucho entendimiento. No en vano escribía Octavio Paz acerca de ello en "El laberinto de la soledad". Para alguien como Travers, un enojo justificado, de origen social como éste en cuestión, es ante todo una reacción patológica, no justificable y peligrosa; otro es su significado; lo sabemos. Alguno, de olvidable nombre, asegura que Che "arruinó" Cuba, el Congo y quiso descalabrar a Bolivia. Supongo que piensa en su ejecución como justo castigo a sus delirios destructores.
Salles tiende hacia cierta ternura que no me inflama. Lo hizo en "Estación Central", lo repitió en "Detrás del sol" y lo vuelve a hacer en los Diarios. No desmerezco su trabajo ya que los tres filmes tienen estatura, fabulosa en su presentación geográfica, pero con un algo suave que evado y que quizá es falsa percepción.
Excelentes las actuaciones del mexicano Gael García Bernal y del argentino Rodrigo de la Serna; convincentes y relajadas. Importante el contraste entre un sanguíneo Granado y un reservado Guevara -a quien igual tientan los placeres incluso si son prohibidos.
Desmitificar la figura del Che, rejuvenecerlo en su persona, darle forma humana en este instante en que se ha convertido en un lucrativo símbolo pop o en casi religión, quizá es el mejor punto de esta producción. Rolando Pérez Betancourt, de Granma, escribe: "El triunfo de este filme hay que buscarlo en la aparente 'no intencionalidad' de su intencionalidad". No es como quieren mostrar ingenuos o detractores una simple historia de aventuras sino los esbozos de un gran luchador social. Más que hazañas, son pasos firmes de quien se despidiera de su madre en futuras circunstancias autocalificándose como un pequeño condotiero moderno.
7/10/04
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), Domingo, 10 de octubre, 2004
Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), Domingo, 10 de octubre, 2004
Imagen: Gael García Bernal como Ernesto Guevara
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