Monday, October 31, 2011
Del recuerdo y la impunidad/MIRANDO DE ARRIBA
El Nuevo Heraldo del último fin de semana, sobre García Meza y sus inmundas secuelas aún presentes, despierta recuerdos amodorrados en veinticuatro años de tiempo. Las noches en vela, el recuento de los amigos amontonados en la sección segunda en La Paz, a donde llegan las ambulancias, alguna que otra con el techo perforado a tiros, y los inconfundibles mañazos argentinos de la triple A.
El artículo habla del dirigente obrero Jaime Solares, con un pasado nebuloso que parece nadie quiere aceptar. Deficiencias de una política provinciana que permite a quienes burlaron su ineficiente virtud permanecer, e incluso crecer, bajo la sombra de una tenue democracia que añoran destruir. Se manejan nombres, se señalan personalidades que tuvieron que ver con crimen, algunos hasta con muerte, sin mayor castigo aparente. Los dices y no dices de nuestro sistema parlamentario y judicial son duchos en denuncias e inhábiles en castigo. Ello conlleva el riesgo de lo que se ve a diario, la ejecución de justicia por mano personal; el linchamiento, que alegra a muchos, no tiene ni fortaleza ni razón para convertirse en un nuevo -y popular- medio de saldar cuentas con nadie, y jamás tendrá la posibilidad de saldarlas con los peces gordos porque a todos les es fácil abusar de los más débiles y evitar a los importantes cuyo contacto puede quemar. Dudo que alguien se anime a linchar a Luis García Meza en Chonchocoro, porque a pesar de las circunstancias del reo sigue siendo, me animo a decir, "el general" y causa temor.
Los asesinos de Marcelo Quiroga Santa Cruz, los de Espinal, o están libres o enfrentan una parodia de papeleos y contrapapeleos que les alargará la vida. La profilaxis de olvidar el pasado quizá resulte sana dentro de una historia sana, pero en este diezmado y despojado país no debe ser vía a tomar. Pero volvemos a punto muerto, para juzgar habrá que cambiar. Remover el mayor obstáculo, el de la corrupción, implicaría reestructurar la nación, cimentar bases firmes y consecuentes, y descabezar a cada pequeño reyezuelo en toda mínima oficina, en el más escondido rincón desde donde ejerzan cualquier tipo de autoridad. Se diría titánica la empresa, o absurda.
Otro de los mencionados en el texto es Sanchez Berzaín, abogado y ministro. Este individuo ya daba en su temprana juventud en La Salle muestras de su ambición sin límites. Mientras sus compañeros se dedicaban al fulbito o al baloncesto, corría por el inmenso patio de la escuela detrás de los curas, en posibles nefandas actividades que le habrán enseñado los entretelones jesuitas de la manipulación del poder. Así estamos.
Publicado en Opinión (Cochabamba), 2004
Imagen: Fotografía de un golpe de estado en Bolivia
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