Sunday, October 23, 2011
La ética del consumo/MIRANDO DE ARRIBA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Leo un interesante artículo del periodista Rob Walker acerca del café, su precio en los Estados Unidos, la lucha por el mercado y las consecuencias que ésta lleva a los trabajadores de este cultivo en el Tercer Mundo.
Lo que no sabe el consumidor, que lógicamente busca aquello que esté al alcance de su bolsillo, es que las "ofertas" producto de la competencia tienen un impacto directo en la economía de los trabajadores rurales de los países productores. La gama de variedades de café es muy extensa, desde Sumatra a Colombia, pasando por especialidades costarricenses, javanesas, y demás. Las multinacionales dueñas de plantaciones o compradoras de la producción de cultivadores menores manejan a su arbitrio el mercado: si la compañía rival ofrece café más barato, presionan a sus proveedores para que les entreguen el producto a menor precio, sin importarles que a su vez los salarios de la mano de obra que cosecha los granos se vean afectados.
Propone Walker, siguiendo la experimentación de grupos consumidores que no desean comprar café a un costo humano elevado, que exista una caracterización en la etiqueta que especifique que la producción de tal producto respeta los derechos de los trabajadores en el extranjero, en suma que no ha habido explotación en producirlos. Por supuesto el precio del café bajo estas condiciones se triplica y el consumidor está ante la disyuntiva de pagar por un objeto de lujo o simplemente dejar de consumirlo. A la larga, el café no es parte necesaria de la alimentación básica y puede prescindirse de él.
En nuestro medio, ahora que un texto así invita a meditar, hallamos la "tradición" (alabada por muchos como símbolo del folklorismo nacional, y adoptada por los extranjeros que se bolivianizan) de pedir rebaja. Si tomamos la papa como ejemplo, se sabe que quienes la comercializan son los rescatadores y no los productores. Cierto que el vendedor pide un monto mayor para poder entrar en el regateo y conseguir casi siempre lo que espera. Pero en casos de crisis cuando sí tiene que rebajar porque no hay venta, quien sufre las peores consecuencias es el productor pequeño o el asalariado que verán mermados sus ingresos al pagar el rescatador menos por aquello que ha costado lo mismo o más producir. Una regulación real de precios, desde el productor al consumidor, pasando por el intermediario, sería lo adecuado para proteger a los más débiles y terminar así con la nada ética tradición del "rebajame, caserita".
13/6/04
Publicado en Opinión (Cochabamba), junio, 2004
Imagen: Cafetero guatemalteco
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