Tuesday, November 15, 2011
Bolivia hoy/MIRANDO DE ARRIBA
Mentiría si dijera estar anonadado por las últimas noticias de Bolivia, vistas desde una distancia que no es la mejor consejera de opiniones, mas no es así, el país que recuerdo no cambió mucho, y la zozobra de hoy es la misma de ayer. Y ahí radica el mal, que en lo que fuera tanto tiempo atrás no se haya avanzado y por el contrario parezca, o parece, que se camina atrás.
La renuncia del presidente Mesa puede interpretarse de dos formas: una, política, que intenta jugar su última carta y apoyarse ya sea en el congreso o en un masivo respaldo popular, como mano estirada de difunto o, la otra, parafraseando a Evo Morales, como vil chantaje cuya intención es desmovilizar a las masas en su irremediable -y supuesto- ascenso a alguna hegemonía revolucionaria.
Nada se podrá hacer mientras permanezcamos siendo el país de doctorcitos, de Casimiro Olañeta, donde cada uno se cree con derecho y poder de exigir, incluso lo imposible, de quienes cuentan con muy poca decisión en sus manos. Que estamos tocando fondo, lo estamos y que hay muchos culpables del desastre, también. Pero no es con chivos expiatorios ni píldoras doradas que se supera el caos, un caos que no tiene nada que ver con aquel poder creativo de la destrucción del que hablaba Bakunin, porque destruir por inercia, sin respaldo ideológico, político o filosófico es simple labor animal.
Se culpa a los gringos. Gran culpa llevan y hay asimismo en ellos, en el momento actual, gran riesgo para nosotros. Al gobierno Bush le encantaría reavivar las dictaduras militares en Latinoamérica a nombre de su extensiva y vaga campaña antiterrorista. A la larga las acciones de hoy podrían entenderse como jugar de su lado.
Con la corrupción reinante ¿en quién creer? ¿en dirigentes sindicales que recurren a curas para mediar? ¿en dirigentes cocaleros que se niegan a hablar de la utilización de defoliantes prohibidos en las plantaciones de coca de los Yungas por considerarlo anticomunitario -o se apuesta a una "revolución" sacrificando el futuro? ¿en políticos que sacan brillo a las botas de los cuarteles, con la mano o con la lengua, para medrar? ¿o en expresidentes con aún mayores intenciones de lucro que antes?
Todo progreso necesita un programa y tiene que haber decencia tras cualquier ideario; no hablo de voluntarismos mesiánicos sino de trabajo y responsabilidad, en primera instancia, sin intención de minimizar un panorama más complejo que 500 palabras puedan pintar.
7/3/05
Publicado en Opinión (Cochabamba), marzo, 2005
Imagen: Brueghel el Viejo/Esperanza desde el mundo de las Siete Virtudes, circa 1560
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