Azotado el país
por fenómenos naturales, pobre como nunca, su gobierno "socialista"
se debate en una crisis de identidad. Evo Morales anuncia que recibe llamadas
telefónicas, nocturnas aparentemente, demandándole "armar al pueblo"
para "hacerse respetar". No armar al pueblo para defender supuestos logros
sociales, muy mentados y poco concretos, sino para que no le pierdan el
"respeto" al presidente que en cuanto a eso es como una sílfide andina
llena de vericuetos.
Mientras extensas
regiones quedaban anegadas y sin socorro, Evo Morales bailaba en el
Carnaval, siguiendo una tradición que cierta o no, nos llevó según dicen a la
pérdida de la costa pacífica. Es
que el baile y el fútbol parecen ser los
hitos de movilización del líder aunque, a decir verdad, el ejercicio no
parece haberse opuesto en su caso al por lo común engorde de los individuos en
ejercicio de poder.
En cuanto a las
"armas", sus desubicadas
declaraciones, propias de una subjetividad muy
suigéneris no hacen otra cosa que ejercitar la fobia de la derecha, al otro
lado. ¿Bolivia? Después de tantas decenas y mayores muertos, continua
como botín de guerra de cualquiera con carisma.
Un país que
debiera caminar hacia un desarrollo inteligente, prosigue en el cauce de un
retroceso paulatino y permanente. A un anecdótico liderazgo -al fin- de un
indígena en un país racista, le continuará otra anecdótica y muy posiblemente
sangrienta mano dura del neofascismo. Se habla de revolución y su
práctica no existe. Además que la
total ausencia de teóricos aumentan
tal orfandad. La escoria que
arrastra tras suyo Evo Morales está formada
de cagatintas y cagaleches, ávidos de notoriedad y cobardes como ha
sido la característica dominante de la izquierda nacional.
La representación
nativa, cuya importancia debiera ser esencial, juega el papel de souvenir
exótico para la recua de extranjeros que creen ver en esta parodia de
revolución el alumbramiento socialista final.
Detrás de cada figura
"de clase" en el gobierno Morales, se anida un reguero de seudointelectuales
con más angurria que garra y sutilmente decorados con atuendos aborígenes
para mimetizarse.
Dirigentes de las
agrupaciones sociales que apoyan al MAS han sugerido que Evo "se
equivocó" al hablar de armas. Aquel, con su serpenteante dialéctica, un
péndulo de ideas y acciones realmente, ahora quiere dorar la píldora. Evo es como el gato de Alicia en el
País de las Maravillas, alguien a quien
no se puede creer, en quien no se puede confiar, paradigma de la adivinación
y la adivinanza.
18/2/08
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