Claudio Ferrufino-Coqueugniot
“Ultimátum. Evo quiere que Álvaro utilice el portabebé que le regaló para su matrimonio. Por ello, en el acto reconoció que en el departamento en el que vive el vicepresidente hay tantos libros que no hay espacio para un niño. Por eso, en broma, ordenó al ministro de Obras Públicas construirle una casa en tres meses donde entren niños y libros. García Linera tendrá nueve meses para traer un niño al mundo o deberá devolver el regalo”.
“Ultimátum. Evo quiere que Álvaro utilice el portabebé que le regaló para su matrimonio. Por ello, en el acto reconoció que en el departamento en el que vive el vicepresidente hay tantos libros que no hay espacio para un niño. Por eso, en broma, ordenó al ministro de Obras Públicas construirle una casa en tres meses donde entren niños y libros. García Linera tendrá nueve meses para traer un niño al mundo o deberá devolver el regalo”.
Este párrafo
extractado de la prensa nacional parece una broma, sin serlo. Es parte de la
tragicomedia que se desarrolla en el país. A este paso, el Cacique (lo llamaría
el Supremo, pero no hay un ápice de comparación entre el doctor Francia y el
doctor Morales) querrá regular pronto hasta el coito de sus correligionarios,
amén del populacho que deberá seguir a pies juntillas las instrucciones del amo
en cuanto a estilo y calidad, sin siquiera preguntar si sus dotes en el campo a
tratar son, o importen ser, de las mejores. Ese es el peligro del despotismo, que
comienza casi siempre en temas cotidianos como el del sexo. De ahí al derecho
de pernada hay un paso, así sea simbólico, hasta el dominio incluso de la
intimidad.
Entre déspotas
hay matices, como en todo. Y admitamos que la euforia plurinacional no ha
llegado todavía a extremos como los del rey Bokassa en África Central o Idi
Amin en Uganda, los referentes más cercanos a “nuestro” presidente, pero
algunas cosas suelen ser cuestión de tiempo y no estaremos lejos cuando el
inefable Evo vaya por su tercera, cuarta, quinta reelección, tras las huellas
brutales del nigromante Duvalier. Allí apuntamos. Para ello se está creando un
estado criminal, donde la corrupción, violencia y crimen son azuzados desde las
más altas esferas, porque al tirano le conviene una estructura endeble y
viciosa, no una educada y sobria. Déjà vu.
La democracia no
da derecho de eternidad. Ningún bien le hacen al país los cobardes (incluidos
algún director de un matutino “independiente” y sus columnistas) que chillan
cuando se explica esto, que la votación no es carta blanca ni concede
impunidad. Así piensan los lacayos, los que no han conocido otra cosa que
agacharse y lambisconear. Esos son tan peligrosos como los otros. Una sociedad
de abusivos y cobardes es la solución perfecta para que Bolivia nunca llegue a
nada.
Volviendo a la
mofa del párrafo inicial, ¿qué trascendencia puede tener para la gente que los
mandatarios visiten el lecho, o no lo visiten, y lo que hagan en él. Y si sus
hembras paren o no? ¿Va a cambiar la perspectiva de la nación, incentivar su
desarrollo? O, por el contrario, ya que se festeja en grande las travesuras del
malicioso amo, amolda a un pueblo ya de tradición esclavo a su perpetua
ignominia.
Se habla de
trivialidades semejantes para decorar la putrefacción del régimen. Bastó que un
buen actor hollywoodense, que no cambiaría su holgura capitalista por el
paraíso de Evo, removiese el caldo para que comenzaran a flotar las cucarachas.
Como siempre se ejecutará -a medias- a segundones que si bien se benefician no
lo hacen con la destreza y magnitud de los por encima de ellos; borrón y cuenta
nueva, hasta que aparezca otra hija de ministra transparente explotando al
indígena, una modelo con cargado maletín Bond, un zar de narcóticos
supervisando las entregas del perico, etc, anécdotas que trazan un claro perfil
para la Bolivia que boquea en el fango de lo inenarrable, lo surreal y el
vulgar raterío. Larga vida a la revolución social.
Pronto los
sacerdotes de la nueva moral (no cuenta para ellos) instituirán el estilo “misionero”
como el único aceptable. O tal vez se implante de norma el amor a la manera de
Evo y Garcilinera, convirtiendo Tiwanaku en la Las Vegas local donde uno podrá
ir a casarse muy fácil en un carro tirado por burros, ya que no abundan los
convertibles, y recibir consagración de la mano inmunda de un narcoprofeta en
esta avanzadilla de la Arcadia socialista. Amén.
3/12/12
Eres m´ágico en el arte de escribir y decir las cosas, simplemente que bueno tenerte coomo compañero
ReplyDeleteGracias, Richar. Abrazos.
ReplyDeleteY no sólo Evo. Buena parte de los líderes mundiales están optando por transformarse en arlequines, en entretenedores, en selectos dandys de la farándula y la banalidad.
ReplyDeleteYa conforman una sociedad universal. Y el resto a observarlos, eso si pueden pagarse la entrada al espectáculo.
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