Claudio Ferrufino-Coqueugniot
La propuesta en Venezuela ha sido clara: No a la democracia. Brasil, en actitud tal vez comprensible pero errada, la apoyó. Golpes de estado institucionales, golpes “democráticos”, dan la pauta de los nuevos procesos políticos que se vienen. Con toda lógica, cualquier militar que considere que se están vulnerando no importa cuáles ni cómo derechos, leyes, constituciones, se creerá con la potestad de, a nombre de defenderlos, interrumpir mandatos que ya de hecho, según se ve, serán dudosos y cuestionables.
La propuesta en Venezuela ha sido clara: No a la democracia. Brasil, en actitud tal vez comprensible pero errada, la apoyó. Golpes de estado institucionales, golpes “democráticos”, dan la pauta de los nuevos procesos políticos que se vienen. Con toda lógica, cualquier militar que considere que se están vulnerando no importa cuáles ni cómo derechos, leyes, constituciones, se creerá con la potestad de, a nombre de defenderlos, interrumpir mandatos que ya de hecho, según se ve, serán dudosos y cuestionables.
Pareciera que a América Latina la democracia le quedó
grande, que de acuerdo a sus respectivas realidades e idiosincracias los países
de la región necesitan de otro tipo de regímenes para gobernar. Uno de ellos es
aquel que se eterniza, mejor si funda dinastía, porque se parte de la premisa
de la imbecilidad o discapacidad del pueblo. El caudillo no ha muerto, con la
salvedad de que los caudillos de hoy, despintados, intrascendentes, carecen de
la épica por absurda que fuera, de los antiguos. El patriarca ha sido
reemplazado por tiranuelos quisquillosos y hasta afeminados, imberbes, indignos
de una novela.
Maduro, al que llaman “Nicolás” los opositores venezolanos,
ha partido en gira. Su primera parada, Uruguay, para ser recibido por un
mandatario supuestamente diferente, por austeridad y modestia, con los
millonarios colegas en derredor. Pero incluso este, Mujica, que sin duda tiene
poderosas razones económicas para no malquistarse con la parodia de Hugo
Chávez, sienta pésimo precedente. A la larga, si comparamos a Maduro con
Bordaberry, veremos que las diferencias no son de fondo. Ambos gobiernos eran y
son apoyados, sustentados por una fuerza armada, con características netas de
corte fascista. Incluso semeja que el izquierdismo, ya sin siquiera tintes
distintivos, forma un gremio que decidió hacer del momento suyo, no para sentar
las bases de un socialismo bastante venido a menos, sino para levantar nuevas
oligarquías cubiertas con el manto de oclócratas con dotes de bufones.
Cuesta creer que luego del desastre institucional
democrático podamos esperar una tranquila continuación en el supuesto de que
los actuales caigan víctimas de cáncer o de desgaste. Debiera bastar el ejemplo
actual para eliminar a la izquierda tradicional de cualquier posibilidad de
mandato futuro. La miseria de la ideología sustentada por sus representantes
quitó toda mística a la revolución. Aura perdida, desperdiciada. A menos que
reformule posiciones y proyectos tiene que ser descartada del proceso electoral
por la no validación en las urnas, por la
ausencia de votos para un proyecto que resultó individualista,
oligárquico, delincuente.
Se hace tabla rasa con las constituciones nacionales. La
idea de la longevidad en el poder, de la pega vitalicia ha calado hondo dentro
de la izquierda latinoamericana. Los barbudos que hablaban de igualitarismo no
habían sido tan radicales como se pensaba. Iguales son, pero a los otros, y
consideran que dar limosna al pueblo, para que coma a medias y se alcoholice
bien, basta. Élites, eso es lo que son y lo que les interesa ser, con floridos
discursos de paz y amor, y los bolsillos forrados. Lo triste es que su ambición ha destruido un espacio que costó
mucho recuperar, porque luego de ellos, y gracias a ellos, la democracia está
en oferta al mejor postor.
Por supuesto que tales sujetos permanecen porque alguien los
sustenta. Las burguesías u oligarcas que van creando a su paso representan un
pequeño porcentaje. Significa que la bonanza irreal que pusieron alrededor ha
de desvanecerse, y pronto. Ahí está la Venezuela del ballenato (no delfín) cuyo
destino se escurre con rapidez por los estrechos de la clepsidra.
09/05/13
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 10/05/2013
Un gusto leerte nuevamente estimado Claudio. El panorama es desalentador, y mucho. Solo una reflexión violenta desde el seno militar podria ahuyentar a éstos falsos demòcratas, pero la receta d los bonos tiene a todos contentos. El hampa, la imbecilidad, lo peor d lo peor se ha hecho d america latina. Las hordas d orcos cocaleros han invadido d nuevo Cochabamba, los ha convocado d nuevo el cobarde cocalero mayor, para q defiendan su ostentoso estilo d vida, d magnate y rey. Es el narco q gobierna y sostiene a todos estos rojos payasos. Abrazos, estimado amigo.
ReplyDeleteDe vuelta, Achille. El Orco Mayor, el que juega fulbito televisado mientras el país marcha y protesta. El déspota, rey, amo, magnate. Pero tantos han caído bajo ese embrujo de eternidad desbarrancándose luego que a este lo sorprenderá en cualquier momento también. Abrazos.
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