Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Me presto el título
de una columna de Lúcia Guimarães en O Estado de Sao Paulo (se puede ver en mi sugieroleerblogspot.com),
para hablar de un tema siempre presente en la historia desde la ya antigua
diferenciación entre cromañones y neandertales. Valga referir que según últimos
descubrimientos en España pareciera que los de Neandertal ya hacían
representaciones de arte en las cavernas, lo que desmitificaría tantas ideas
aceptadas como verdades de la superioridad de unos sobre los otros.
Guimarães cuenta
de una periodista norteamericana en una fiesta de socialites con muy pocos negros invitados. La reportera se fijó en
uno de ellos, aislado, y procedió a hablarle: senador por Illinois. Al salir,
un conocido escritor se le acercó y le preguntó quién era el negro con el que hablaba,
porque él creyó que se trataba de un garzón e iba a pedirle que le trajese una
bebida. Era Barack Obama.
Soy un vicioso
del cine, esa la palabra; si no veo al menos cinco filmes por semana me siento
fracasado, en una especie de limbo de orfandad. Pues con tanto machacar este
arte en mi cabeza, y leer además sobre él, creo que he formado criterios que si
bien no especialmente brillantes al menos tienen sólida base referencial.
Erudición para suplantar falencias de otra índole. Pues con este vicio a
cuestas, cierta vez, decidí ir a las oficinas del Denver Internacional Film
Festival, para averiguar acerca de afiches, películas, fechas, etc. Supuse que
al menos iba a encontrar a alguien con quien entablar una jugosa charla del
tema. Antes de ello, recogí una carta que llevaba en la mano para no perderla.
Entré y observé a un grupo de intelectuales gringos en animada conversación. Me
acerqué. Uno de ellos, barbado, sin duda buen hombre de izquierda, me miró,
miró el sobre y me preguntó si era mandadero. Asumía que al ser latino no podía
estar allí por otro asunto que no fuese de servicios.
Guimarães habla
de los “buenos racistas”, de aquellos que niegan serlo y se justifican con el
banal “tengo muchos amigos negros”. Dado el lugar en que me encontraba, centro
de un festival de cine internacional, supongo que el idiota que sin querer me
insultaba (por su concepto, no por la profesión de cartero), pertenecía a
estos.
En otra ocasión,
y siendo mi esposa asistente de maestra en las escuelas de Aurora, Colorado,
fui a entregarle algo. Había que pasar por secretaría y explicar mi presencia.
Indiqué que necesitaba ver a mi cónyuge. La mujer afroamericana a cargo
preguntó, creo que sin mala intención, si ella trabajaba en la cocina.
Reaccioné y le dije “qué le hace pensar, so tal, que mi mujer trabaja en la
cocina”. El racismo latente allí no es drama exclusivo de un país calificado de
racista por su oscura historia. Sucede en todos lados y cubre la pirámide
humana de arriba abajo. Y está muy enraizado, incluso dentro de las víctimas. Vale
leer Why Are All the Black Kids Sitting
Together in the Cafeteria? (Beverly
Daniel Tatum, Ph. D.), acerca de las barreras raciales y el espíritu de ghetto.
Bolivia ha sido y
es tanto o más racista que los Estados Unidos. Drama que Evo Morales y la
amalgama masista han sabido aprovechar bien a favor suyo, y en lugar de tratar
de revertirlo lo ahondaron más con elementales fundamentos fascistas, muy
similares a la prédica nacionalsocialista sobre la primacía de una raza sobre
otra. Poco favor le han hecho a combatir una lacra que nos detiene en el
tiempo.
El “indio”, en el
país, es la maldición de la que todos quieren alejarse, incluido el presidente.
“Blanquearse” se torna una obsesión, así el lavado de cal sea interno ya que no
hay transplantes totales de piel.
La falsa retórica
indigenista, acomplejada, defiende valores que nos legó la conquista: el
chicote como el más claro ejemplo. Discurso que da pingües réditos a quienes lo
exponen, y que permite a nombre de la tradición, un esputo multiforme que no
hace referencia a ninguna cultura, a ninguna tradición. Y que aparte de
oportunista es racista en esencia y obra.
21/07/13
_____
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 23/07/2013
Imagen: Anida Alí/Mistaken for Muslim, 2010
Buenas reflexiones acerca d una faceta d la miseria humana y q toca, en algún inevitable momento, a todos sin excepción. Nada peor q el autoracismo: Miguelito Jackson, el negro q se repudiaba y se repudió solito, hasta su teatral muerte."No soy racista, para nada. Yo nada tengo contra los asquerosos negritos..", reza el humor negro popular. Negros, ignaros, féos, gordos,flacos, brutos, ebrios, cabezahuecas o simplemente guapas..sobran defectos pa pecar d racistas.
ReplyDeleteSaludos, estimado Claudio.
Tan complejo e incomprensible. Extenso, de matices brutales o sutiles. Eterno, diría, con lástima.
DeleteGracias Antelito.
ReplyDelete