Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Sensación de
vergüenza, de impotencia, de faltar voz a pesar de hablar, de formar parte de
un país donde los hombres se arrean como bestias y los caciques se doran de
supuesta inmortalidad.
Evo Morales se
recuperó de la mudez, y apareció con esa cansadora ropa, disfraz mejor decirlo,
que le prepara la modista. No puede vestirse con normalidad. Siempre tiene que
aparecer de payaso. En su tiempo, viveza criolla, se presentaba con una
chompita que detonó la estulticia general, hasta mundial, por su… modestia. Con
ella le besó las manos al Borbón, aunque su herencia quiso lanzarlo a los pies
del monarca y ejercitar la rugosa lengua que trescientos años de esclavo le
impusieron en la psiquis. Los tiempos cambiaron, la trama ideológica también.
Curioso caso el
suyo, el del presidente como muestra ejemplar de un estado, que conserva esas
lacras de sirviente que no puede dominar y afloran en presencia de gente más
poderosa que él, mientras que, por otro lado, le confieren dotes de déspota y
tirano, ágil en castigar a quien le sirve la sopa, ducho en seducir a las que
consideran deber político y revolucionario aflojar las bragas. Humilla al tonto
Cala desde su silla segura, pero realiza genuflexiones ante el papa o sonríe
como sonríen los lacayos ante mandatarios cuya talla extradimensiona. Futbolista
que da de rodillazos a un rival inerme, desarmado por el poder, y que hace de pasapelotas,
en sentido figurado, ante Leonel Messi que lo desdeña. Chávez tuvo su
Maradona y Morales quiso su Messi. No se le dio.
El bestiario “socialista”
del siglo XXI, inaugurado por el ya perecido mono mayor, representa una
tragicomedia inverosímil. Gente de fango, nunca gente trabajadora; de circo no
de sacrificio, con perdón de los circenses cuya existencia no es fácil. Tanto
daño han hecho y hacen a la América Latina, gigantesco esfuerzo por derechizar
la lucha de los desposeídos, por andar de ñañas con el fascismo y con descaro.
Hay signos de deterioro, cómo no. Total, se irán, huirán a los paraísos
fiscales que febriles han preparado, con fortunas que no soñarían ni los peores
dictadores militares. Dejarán un vacío que se ha de apropiar la derecha, que en
comparación con ellos estará a la izquierda a no dudarlo.
Entre ellos, como
un infame apéndice con ínfulas de costilla de Adán, el plurinacionalismo
boliviano. De la mano de un peligroso mesías y de un mentecato semi- ilustrado,
sacando a flote extremas manifestaciones de abyección de una historia
conflictiva y de un pueblo abusado, instándolo a permanecer ruin e ignorante,
disfrazado como el curaca de una tradición que ellos mismos desconocen,
imbuidos de retazos coloniales, mestizos, locales, hispánicos que poco tienen
que ver con el ilusorio pasado que les inventaron ideólogos de afuera.
Duele, porque uno
ha nacido allí, y por lo arduo de desligarse de una memoria, cosa que ni hago
ni quiero. Pero, lejos, con la angustia no de no poder hacer nada, sino con
certeza de que nada se puede hacer ante un pueblo complacido, de abajo arriba,
de arriba abajo, con quien lo representa mejor que nadie, de oriente a
occidente, norte a sur, de maravilla, mintiéndose a sí mismo, y destrozando lo
que podría garantizar un futuro. Al fin, cuando no quede brote verde en el
yermo, cuando el narcotráfico haya encontrado mejores sitios para instalarse, quedará
la reacción boliviana, la del mendigo, la del que llora y lloriquea pidiendo
ayuda, que alguien le saque la caldera del horno, que lo alimente y lo vista,
porque pobrecitos somos, indiecitos, violaditos, maltrataditos. Pueblo que
necesita amo, pueblo que no sirve.
29/08/13
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 30/08/2013
Publicado en SEMANARIO UNO (Santa Cruz de la Sierra), 18/09/2013
Publicado en SEMANARIO UNO (Santa Cruz de la Sierra), 18/09/2013
Imagen: Rembrandt/Mendigo apoyado en bastón