Friday, August 30, 2013

Eterno lloriqueo/MONÓCULO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Sensación de vergüenza, de impotencia, de faltar voz a pesar de hablar, de formar parte de un país donde los hombres se arrean como bestias y los caciques se doran de supuesta inmortalidad.  

Evo Morales se recuperó de la mudez, y apareció con esa cansadora ropa, disfraz mejor decirlo, que le prepara la modista. No puede vestirse con normalidad. Siempre tiene que aparecer de payaso. En su tiempo, viveza criolla, se presentaba con una chompita que detonó la estulticia general, hasta mundial, por su… modestia. Con ella le besó las manos al Borbón, aunque su herencia quiso lanzarlo a los pies del monarca y ejercitar la rugosa lengua que trescientos años de esclavo le impusieron en la psiquis. Los tiempos cambiaron, la trama ideológica también.

Curioso caso el suyo, el del presidente como muestra ejemplar de un estado, que conserva esas lacras de sirviente que no puede dominar y afloran en presencia de gente más poderosa que él, mientras que, por otro lado, le confieren dotes de déspota y tirano, ágil en castigar a quien le sirve la sopa, ducho en seducir a las que consideran deber político y revolucionario aflojar las bragas. Humilla al tonto Cala desde su silla segura, pero realiza genuflexiones ante el papa o sonríe como sonríen los lacayos ante mandatarios cuya talla extradimensiona. Futbolista que da de rodillazos a un rival inerme, desarmado por el poder, y que hace de pasapelotas, en sentido figurado, ante Leonel Messi que lo desdeña. Chávez tuvo su Maradona y Morales quiso su Messi. No se le dio.

El bestiario “socialista” del siglo XXI, inaugurado por el ya perecido mono mayor, representa una tragicomedia inverosímil. Gente de fango, nunca gente trabajadora; de circo no de sacrificio, con perdón de los circenses cuya existencia no es fácil. Tanto daño han hecho y hacen a la América Latina, gigantesco esfuerzo por derechizar la lucha de los desposeídos, por andar de ñañas con el fascismo y con descaro. Hay signos de deterioro, cómo no. Total, se irán, huirán a los paraísos fiscales que febriles han preparado, con fortunas que no soñarían ni los peores dictadores militares. Dejarán un vacío que se ha de apropiar la derecha, que en comparación con ellos estará a la izquierda a no dudarlo.

Entre ellos, como un infame apéndice con ínfulas de costilla de Adán, el plurinacionalismo boliviano. De la mano de un peligroso mesías y de un mentecato semi- ilustrado, sacando a flote extremas manifestaciones de abyección de una historia conflictiva y de un pueblo abusado, instándolo a permanecer ruin e ignorante, disfrazado como el curaca de una tradición que ellos mismos desconocen, imbuidos de retazos coloniales, mestizos, locales, hispánicos que poco tienen que ver con el ilusorio pasado que les inventaron ideólogos de afuera.

Duele, porque uno ha nacido allí, y por lo arduo de desligarse de una memoria, cosa que ni hago ni quiero. Pero, lejos, con la angustia no de no poder hacer nada, sino con certeza de que nada se puede hacer ante un pueblo complacido, de abajo arriba, de arriba abajo, con quien lo representa mejor que nadie, de oriente a occidente, norte a sur, de maravilla, mintiéndose a sí mismo, y destrozando lo que podría garantizar un futuro. Al fin, cuando no quede brote verde en el yermo, cuando el narcotráfico haya encontrado mejores sitios para instalarse, quedará la reacción boliviana, la del mendigo, la del que llora y lloriquea pidiendo ayuda, que alguien le saque la caldera del horno, que lo alimente y lo vista, porque pobrecitos somos, indiecitos, violaditos, maltrataditos. Pueblo que necesita amo, pueblo que no sirve.
29/08/13

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 30/08/2013
Publicado en SEMANARIO UNO (Santa Cruz de la Sierra), 18/09/2013

Imagen: Rembrandt/Mendigo apoyado en bastón

Thursday, August 29, 2013

Leeds/EJERCICIOS DE MEMORIA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Las ciudades industriales son aparentemente frías. Sin embargo Julián Tuwim, el gran poeta polaco, cantó a su ciudad, Lodz, y al grato humo de las fábricas. Influenciado por su voz me deleito contemplando la humedad oscura que crece en las casas del sur de la ciudad.

Leeds es inglesa y proletaria. En ella tuve buenos momentos con cerveza olorosa. Las mujeres apoyaban blancos codos encima de los mostradores; muchachas ojos de sábana azul depositaban labios de cristal sobre vasos que se hundían en la innumerabilidad de la embriaguez.

Chicas inglesas y Glenfiddich. El whisky es la antesala de los callejones pobres donde los pakistaníes cultivan bigotes.

Yo no sé (no puedo saberlo todo) durante qué siglos la industria textil de Leeds fue importante, pero está consignado en los libros, supongo. Hoy es una urbe, populosa y hosca de principio, mas acogedora cuando las horas ya se acumularon en los bolsillos. Quizá se tenga la suerte de tropezar con un grupo de mujeres jóvenes (que se llamen, por ejemplo, Maureen, Pamela, Fran, Dawn, Jane, etc...) Entonces, de sus manos, penetraremos la noche, y durante una centuria caminaremos subterráneos.


Los parques, las calles, las barriadas obreras, los pubs, Grafton Villas... Leeds se difumina en la remembranza. De pronto deseo que aparezca el espectro de Mark Twain y me susurre con su varita mágica: “yo soy Merlín y dormirás diez siglos”, para conservarme allí.

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Publicado en TEXTOS PARA NADA, Opinión (Cochabamba), 30/10/1987

Imagen: Boar Lane, Leeds, 1881


Wednesday, August 28, 2013

Cross-examination

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Denver es ciudad grande, muy extendida. Con algo más de dos millones de habitantes, semeja una urbe de por lo menos diez. Al igual que a Buenos Aires, se le adhiere un cúmulo de ciudades pequeñas. Se diferencian entre ellas por las etnias que las habitan o por el grado de criminalidad. Donde hay negros y latinos: robo, asesinato y violación. Los crímenes cometidos por blancos, anglosajones, eslavos, europeos no se tratan igual a los de las minorías referidas. Y son, estadísticamente cierto, menores.

Denver es una hermosa ciudad dentro de un hermoso país, cuyo gran defecto es ser un estado policial. La mentada democracia está presente si no se transgreden las normas. El rigor de la ley es ante todo duro con los ajenos. Además de ser una fuente de ingreso económico de la nación, el sistema judicial sirve para decantar el elemento "bueno" del "malo", cuando se habla de inmigración. Es. dirán, una forma de seleccionar quién merece o no vivir en los Estados Unidos de América.

1995

Tuesday, August 27, 2013

La horca para Assad/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Aunque me tienta hablar de la burla que le hicieron a Evo I, rey de la coca y emperador del cártel chapareño, me referiré a otra cosa que sí importa: Siria. Sin embargo, unas puñaladas de filosa daga no vendrán de más…

El senador Pinto se les escapó. Ahora podrá hablar con libertad de los nexos del gobierno con las mafias. Eso debe estar preocupando a varios. El cacique se ha callado. No es extraño. Siempre huye o se esconde cuando las papas queman. Abandona su sitial de mayoral y se pone traje de cobarde, que es el que calza a perfección.

La pluricomedia juega a ser Suiza, a contar con servicios de inteligencia superiores, a la profecía y a la divinidad. Juega a todo, con arlequines y saltimbanquis de lo más variado. Y Momo, el amo, el Mamo, arriba de todo, con bastón pequeñito para sus manos de mujer. Engaña con parodias a la europeidad imbécil -no es difícil- y féminas que desdicen la inteligencia femenina, que se bajan los calzones ante conjuros aymaras de dudoso origen. Pues bien, el Idi Amin aymara tuvo su Entebbe. Se habrá revolcado en grititos y amenazas, correteando en paños menores por los pasillos de palacio, perseguido por el alocado caniche de terno italiano. Abandonar el lecho nupcial a medianoche, esta larga luna de miel de los célibes, atenazado, o atenazados, por la penumbra que sube escalones de a uno, como lenta niebla. (Idi Amin es el personaje más cercano al orinoquense, orinoqueño, orinoco, odorico, o como les digan a los de allí, donde en el desierto juegan jurbol en canchas sintéticas, al mejor estilo de Corea. Idi Amin Morales, Evo Amin Ayma, primos hermanos, acusados injustamente, violados en su soberanía por los imperios, antropófagos ellos…)

Dejemos al gobierno allí, en llanto magdalena y en caricias nefandas, lamentando la incomprensión de un mundo no preparado para ellos. “Pero nos tenemos uno a otro ¿o no, amor?” Perdón, me puse a copiar el diálogo de un culebrón mexicano en tevé para una monografía sobre los amantes de… Teruel, que escribo. Nada parecido a la realidad.

Siria. Bashar al-Assad, otro excremento de la naturaleza, igual a su padre y a tantos que rigen destinos en el Oriente Medio. Norteamérica, entre muchos, ha sido siempre condescendiente con las dictaduras. A sabiendas del genocidio judío bajo el nazismo, se negaba a intervenir. No se debe a la necesidad de un policía mundial, como se creía Inglaterra en Crimea en el siglo XIX, sino a que algunos tienen capacidad de frenar los atropellos y otros no. Como se tuvo que intervenir en Kosovo, a diferencia de la aberración de Irak, hay intervenciones humanitarias. Siria debiera ser una de ellas.

¿A qué el juego de investigar el uso de armas químicas? En Siria están acostumbrados a masacrar utilizando cualquier medio. Luego el risueño Bashar aparece en la mezquita acariciándose las orejas, según el absurdo rito musulmán, y su esposa esgrime moderna elegancia. Una normal y poderosa pareja del siglo XXI que duerme plácida porque guía a las ignorantes ovejas que la divinidad le encargó cuidar. En algún lugar se alista una afilada pica para mostrarle al sirio que aparenta ser fino inglés, que aquí las culpas se las paga del modo en que se vive, y que terminará sodomizado como Qadafi que lloraba por clemencia. Qué poco somos los hombres, y qué nada los tiranos.

Putin y los ayatolas amenazan. A Putin y a los ayatolas hay que darles una lección. Y si no la aceptan, darles otra. Demasiada cautela y medias tintas. Un misil teledirigido enviaría a los representantes de dios en viaje sin escalas de Teherán al infierno. Para Assad, lo más dadivoso que se le puede dar, es colgarlo del cuello hasta que muera.
26/08/13

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 27/08/2013 

Monday, August 26, 2013

Calles 20 y K/VIRGINIANOS

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Oscuridad. Voces de la noche. Alcohol. Leonard Cohen cantando. Vicio y sentimiento.

"So long, Marianne".

Ronald, Mirella y yo. Otros, sin rostro en la sombra. Otros, que sólo sostienen nuestros brazos cansados de vasos.

Salimos para Nueva York, impactando la niebla, abriéndonos paso por Baltimore, por las rugosas torres de Philadelphia.

La noche es ahora Nueva York, pub de piernas pálidas claras piernas de la barra, lejos de mí, mientras me cuesta deletrear un poema en papel de servilleta.

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De VIRGINIANOS (Los Amigos del Libro, Cochabamba, 1991)
Publicado en Presencia Literaria (Presencia/La Paz), 25/11/1990
Publicado en Opinión (Cochabamba), 14/04/1990

Imagen: Paula Scher/Washington DC, 2002


Sunday, August 25, 2013

Providence/CUADERNOS DE NORTEAMERICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Nueva Inglaterra tiene poemas y maleficios. Vetustos árboles esconden las casas, las ciudades que parecen bosques de extraños ruidos.


Navíos fantasmas, sombras de antiguos indios ejercen sus ritos bajo la luna ensangrentada.


En Rhode Island, roja costa de mar, Providence, ciudad, es apacible ocio. Poetas, pintores y casas de trescientos años entre crecidos jardines.


Bancos de piedra dispersos por las colinas, en las silenciosas calles de musgo. Lovecraft imagina el horror, la muerte oculta. Cierro los ojos y escucho el mar contra las piedras. Brisa fría del agua, tiempo para taberna. La luz opaca de un puerto anciano tiene color de cerveza.


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Publicado en Opinión (Cochabamba), 18/04/1992

Imagen: Oscar Florianus Bluemner/Dock-Square at Providence, 1930

Friday, August 23, 2013

El POP de Alex Aillón Valverde

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Me pregunto si el espíritu de Saint-Exupéry rondaba la casa de Alex Aillón cuando se puso a escribir POP. Relatos de soledad, amistad, amor, pérdida, acercan las obras de ambos. Y fina ironía.

El piloto de Le Petit Prince, y el Principito, son el autor que conversa consigo mismo y pregunta el por qué no lo comprenden ¿Quiénes? Los adultos. Sabe que está solo, pero la grande y hermosa paradoja del libro aquel radica en que se está solo, pero en un entorno filosófico, donde en los viajes se aprende, y se comienza a lidiar con la vida mientras otros tratan de consumar la muerte. Un geógrafo, en algún planeta, le dice al principito no querer retratar las cosas efímeras, la rosa que riega el niño en cuestión, pero, al fin, la breve existencia del personaje, lo obvio de su fragilidad, semejante a la flor, termina en hacerlo eterno. Quizá refleja lo que somos, recuerda lo que escondemos.

POP es tanto un poema como una fábula, escritos por poetas y ratones que intercambian labores, a pesar de que estos -ahora-, son “enemigos mortales”, tan mortales que unos son vates pobres y los otros editores. Casi una declaración política que da comienzo al texto y que va diluyéndose como tal a medida que place (a los personajes), y a ratos agobia, la ternura.

Es emblemática del libro la imagen del persecutor de ratones, escoba en mano, acorralando alguno en un callejón. Estamos tan acostumbrados a la tragedia que ni siquiera pensaríamos en otra posibilidad que un escobazo aplastando al “bicho”. En el mundo de POP no sucede así. El dibujo de Daniela Peterito Salas (ilustradora) nos ayuda a pensar que no todo es como parece: el llamémosle “asesino” está sentado en un planeta pequeño, en medio de un universo colorido con infantiles estrellas y soles, con la “víctima”, el ratón, fumándose un cigarrillo, que al encenderse era último deseo de condenado, y al pitarse con la lumbre quemando el tabaco, se convierte en motivo de charla, conversación… amistad mientras hablan sobre la luna. Poema, entonces; fábula, también.

Hay un conglomerado de emociones y pensamientos. Allí donde hallamos dulzura, de pronto encontramos sutileza. Por eso POP es libro para niños sin serlo, igual que El Principito. Reflexión de adulto acerca de la existencia, y de niño sobre el mismo tema. Dualidad que de seguro forzamos, para cubrir las espaldas de escudos y evitar el atropello de un puñal traidor que, aunque la historia muestre que existe, tal vez no. Caso complejo en sus páginas; libro que desmitifica esa separación tajante que hemos creado, que obliga a ocultar el niño que cargamos, que el miedo más que la realidad han inventado para supuestamente protegernos.

Héroes y antihéroes. Poetas y ratones, sin la intención de separar unos de otros, dejando al lector guiarse por instinto más que por razonamiento dentro de un universo rico y simple a la vez. Hay una historia notable entre muchas, la de Teseo en el laberinto. Ariadna, sabiendo que el Minotauro teme a las arañas, deposita una en la entrada del pavoroso recinto. Cuando el héroe arriba, el monstruo está deshecho, lloroso, aterrado por la araña que teje mansamente su tela. Se dispone a matarlo, empuña la espada, pero, antes, de un manotazo, tira a la araña al suelo y la aplasta con el pie. Entonces el Minotauro vuelve a ser el mismo y estrella la cabeza de Teseo contra el muro. El POP prosigue: “Cuando Ariadna se enteró de lo ocurrido, decidió que ya estaba cansada de las estupideces de los héroes y semanas después, en una ceremonia sencilla, frente a un ensangrentado sol en el crepúsculo, se casó con el Minotauro”. Kafka encuentra a Georg Christoph Lichtenberg.

A veces, dice el POP, soy cucaracha. Cada lunes, a pedido, me convierto en cucaracha. Pero otros días no lo soy, prefiero ser otras cosas, un aliento de salamandra, una luciérnaga, un semáforo de tránsito. Gregorio Samsa revisitado, más bien redivivo… Pinceladas, hálitos, ángeles borrachos, pero no demonios, no he visto demonios y eso me hace pensar en que estas páginas son de esperanza, no porque los demonios no la tengan consigo, que el ángel caído de Milton es oda esperanzadora, sino porque más que con los miedos, Aillón Valverde juega con la dulce ironía de vivir, de hilar palabras como redes, cositas pequeñas que en su momento, como cuando el condenado a muerte deja la celda y mira la luminosidad de lo que la araña ha tejido por la noche, enseñan que allá al fondo del cadalso, tal vez comience la eternidad.

Ground Control to Major Tom, Ground Control to Major Tom, llama con cadencia terrible la lírica de Space Oddity. David Bowie, perdido en el espacio sideral, en la máquina de volar que lo acercaría a Dios, pide que le digan a su esposa que la ama… Luego el silencio, el nunca más. En POP, un astronauta ruso, rota su órbita y sentenciado ya, ve que en la estación espacial hay una araña. Lo último que escucha el control de tierra es que André Kobalenco murmura “te llamarás Natalia”. Después se lo traga la galaxia. Pero, algún dios no lo ha abandonado del todo. Tiene a Natalia, la araña.

Eso, esto, es POP.

08/13

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Publicado en Revista OH (Los Tiempos/Cochabamba), 01/09/2013

Tuesday, August 20, 2013

¿Qué somos, dónde estamos?/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Eduardo Ruiz Healy dice, hablando sobre México, que un 20 por ciento, los privilegiados, viven muy bien, y que el ochenta por ciento, “en una estructura de quinta”, vive muy mal. ¿Qué podríamos decir de nosotros? ¿En qué porcentaje nos ubicamos? ¿Y cuáles son esos porcentajes? El tema mexicano del momento es la transformación de las políticas petroleras y sus posibilidades de aliviar alguno de estos males; otro, el paramilitarismo comunitario como reacción a la violencia del narcotráfico y a la ausencia de ley.

Los porcentajes en Bolivia son con mucho más dramáticos. El gobierno, que se encaramó al poder con mensaje de cambio, ha ampliado algo el espacio de privilegio, para sus jerarcas, y ha en cierta manera “democratizado” el asunto, con la inclusión preferentemente aymara, y “costumbres ancestrales” o “malas costumbres”, al club de los millonarios, incluyendo al presidente y su segundo. Pero nada más. No ha reformulado, ni reformado, ni tocado el status quo que nos mantiene en atraso. Optó por la eterna opción de cambio de mando: un patrón por otro.

Tiene a los cocaleros. Este grupo social, de considerable poder económico y mejor representante del capitalismo salvaje, se ha erigido en un ente de decisión per se; niño mimado del gobierno y dotado de extraordinarias prerrogativas, acumula casi el total del ingreso del narcotráfico, la migaja que la mafia internacional de la droga deja en Bolivia, pero que satisface su avidez delincuencial tercermundista. Movimiento social, como se llaman hoy, y movimiento paramilitar, es el frente que protege a Morales & Cia. Y con quien se tendrá que lidiar de manera frontal y creo que brutal al momento de defenestrar a la elite más corrupta jamás vista en el país.

Los cocaleros viven y actúan al margen de la ley; peor que eso, son la ley, su propia, plagada de corruptela y rosca dirigente. La fuerza torpe que convocan hacia las ciudades cuando los de arriba sienten peligrar su bonanza. Sin ellos, la pulseta con el masismo tendría 50 por ciento de posibilidades de doblarles el codo. Ya no es una brega democrática, y quienes lo entienden así, se condenan, y condenan a la población, que aunque de soslayo recibe monedas del narco, nunca saldrá de esa condición pedigüeña. La ilusión democrática hace mucho que dejó en Bolivia de ser alternativa. Es la indignación popular, la de aquellos que trabajan para comer y no sobreviven de donación gubernamental, la que debe reinstaurar la democracia, la encargada de remover la escoria, hasta el último lugar en que se esconda. Sin contemplaciones.

Se menciona al ejército como el brazo ejecutor de la represión, garantía de eternidad para el tirano. Cierto, pero esta institución les cuesta. Los salarios de los generales aumentan. Hay que multiplicar los cañonazos de cincuenta mil pesos que mencionara Álvaro Obregón para mantenerlos a paso de gansa, en femenino, porque las armas se convirtieron, quizá siempre lo fueron, en lupanar donde se compran putas. Esta experiencia de sumisión de las Fuerzas Armadas al MAS, y a Morales en persona, debe dar espacio a la discusión de si en mejores circunstancias no debemos considerar su disolución definitiva. ¿Para qué sirven? ¿Para esto? ¿Para hacer de cueros del déspota? Mejor deshacerse de ellas.

Volvamos a los privilegios. Nada ha cambiado desde el inicio republicano. La invención del plurinacionalismo es pura paja, onanismo de la peor especie, no de erotismo y placer sino de enfermiza angurria. Han sabido captar la desazón de la multitud y prometer ilusiones. Pueblo y país atrasado, poco cuesta alegrarlo. Una cancha de fútbol por aquí, chicha por allá y listo. Suficiente. ¿Pero, nos consideramos todos parte de ello? ¿O las expectativas que la modernidad trae nos permiten soñar con una vida mejor, con un país libre de caciques, ya no feudal? La posibilidad está. Hay que superar taras y eliminar escollos. El costo será elevado y quizá no limpio. Sin contemplaciones.
19/08/13

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 20/08/2013

Imagen: Rabanus Maurus (c. 780-856)

Monday, August 19, 2013

Henry David Thoreau, a different man/EJERCICIOS DE MEMORIA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

“A man thinking or working is always alone, let him be where he will.”

Thoreau escribió: “El mejor gobierno es el que no gobierna nada". Es la tesis de su individualismo.

Nació en Concord, Estados Unidos, en 1817. Murió tuberculoso el 6 de mayo de 1862. Erudito y solitario fue uno de los hombres más brillantes de su época. Amigo de Emerson, e idolatrado por él, Thoreau compartió la etapa quizá mejor de las letras norteamericanas. Contemporáneo suyo es Nathaniel Hawthorne, por citar alguno.

Cuando Thoreau editó su primer libro fue un fracaso. Tuvo que llevar los ejemplares a su casa. Entonces se jactaba de ser uno de los pocos hombres que contaba, en su biblioteca, con la mayor parte de los libros escritos por él.

Activo antiesclavista, fue importante en el funcionamiento del “tren subterráneo” que pasaba negros fugados del sur a los estados norteños. Si mal no recuerdo, se opuso a la condena a muerte de John Brown y ello lo condujo a la cárcel. Cuentan que Ralph Waldo Emerson lo visitó y, al verlo, le dijo: “¿mi querido amigo, qué hace usted aquí?”, a lo que Thoreau respondió: “¿Waldo, qué hace usted allí fuera?”

En 1967, el correo norteamericano emitió un sello postal con el rostro de Thoreau dibujado. Inmediatamente, agrupaciones cristianas y conservadoras se quejaron al gobierno alegando que aquel dibujo parecía el retrato de un criminal o un anarquista. Imagino a Thoreau riéndose al saberlo. No es casual que los idiotas se lamenten de los grandes.

Un día, Thoreau se retiró de la vida citadina y se marchó al campo. De ese lapso nos queda su hermoso escrito “Walden, o la vida en los bosques”, fruto de dos años de soledad, ascetismo y sabiduría.

“No truer American existed than Thoreau”, termina Emerson.

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Publicado en TEXTOS PARA NADA, Opinión (Cochabamba), 09/10/1987

Imagen: Sello postal norteamericano de Thoreau



Friday, August 16, 2013

Pobreza franciscana/MONÓCULO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Un diputado del partido gobernante (MAS) respondía esta mañana a una televisora local acerca del viaje de Evo al Vaticano. Tenía consigo un papel impreso con partes resaltadas a color.

Comenzó la conversación, que incluía a un diputado opositor. Este dijo lo que supongo debía decir, alegando lógicas y razonamientos referidos al anti-catolicismo del presidente, a sus por lo general infaustas declaraciones sobre la iglesia y a lo incoherente de su viaje a entrevistarse con el papa Bergoglio.

El oficialista comenzó una perorata, acompañada de miradas bizcas al documento referido, que giraba en torno a cierta “teoría de la liberación”. Machacó el asunto, mencionando el análisis marxista y la importancia de esta “teoría” que mostraba nuevos horizontes para la institución eclesial. En ese contexto, la reunión de Morales con Francisco, versaría en ello y se podrían sacar conclusiones cuyo fin sería, a la usanza de Evo, que el mundo aprendiese de su sabiduría, dignamente compartida con el pontífice. Porque, seguía el diputado Marka, “nuestro papa san Francisco” se caracterizaba por esto, y “nuestro papa san Francisco” por lo otro, además de ser “querendón” de su grey amerindia, igual que el mandatario. Nada mejor, por así decirlo, que la cumbre entre dos sublimes revolucionarios obsesionados con salvar el insalvable mundo.

Era yo niño cuando Dom Hélder Câmara tendría 70 o más en su diócesis de Olinda, Recife. Esta novedad de la teoría, perdón, teología de la liberación venía de antiguo, aunque no obsoleta porque poco ha cambiado la brecha entre pobres y ricos, muy poco entre el presidente Morales y los que jura representar. Con astucia, dados los antecedentes anti-clericales, Evo se agarra de esto para un acercamiento. Justicia, igualdad, no están en su agenda. El objetivo es chupar como vampiro la notable popularidad del uncido de Roma y acarrearla en favor suyo. El actor necesita público, el público, renovación constante. De la charla saldrá, en el país mitómano, que el “santo” Francisco invitó al “santo” Evo para nutrirse de él, y de allí la cantaleta y ansia de notoriedad a cualquier costo que nos caracteriza. Pasará de boca en boca, de generación en generación, que un indígena de Bolivia “dictó” el accionar vaticano. Y se le rezará en los cubículos alcohólicos al lado del espadachín de Bombori, en otra controversial afición boliviana, de idolatrar a Santiago apóstol, que es el santo de la espada y la conquista, el matador de infieles, bañado en sangre de indios.

Respecto a la santidad del papa que el oficioso masista le dio dos veces, qué decir. ¿Equivocación? Simple y llana estulticia de la oclocracia reinante.

Imagino septiembre, en los edificios alrededor de la plaza aquella que guarda, dicen aunque no creo, el alma de Cristo. Un Evo solícito que -con pena lo digo- demuestra una norma de comportamiento de los pueblos esclavos: pura sonrisa y afirmación, cerviz gacha, manos sudadas, entrelazadas, sin discutir, aceptando todo, sintiéndose halagado por el amo. Luego, ya de vuelta, el déspota, el infalible. Tristes pueblos, serviles con el poderoso, abusivos con el débil. “Sí, ingeniero; sí, doctorcito; claro, patroncito; seguro, padrecito”; después chicote con sus hermanos, a degollar perros, a maltratar empleados, mujeres y niños. Típico, detestable.

A la asunción del presidente paraguayo asisten los presidentes de América del sur, menos los tres mosquitos: Correa, Maduro, Morales. Los tres ponen énfasis en la comedia, tragedia para sus congéneres, que ha de preservarlos eternos. No leen la historia, o no la leen bien. Ni siquiera tienen el pragmatismo de la Kirchner o Mujica que saludan a todo lado. Evo desdeña al nuevo gobierno vecino mientras prepara la parafernalia de su asunción como virgen a altares pontificios. Imagino su apoteósico retorno. Le llevará hoja de coca a Francisco, sin darse cuenta que la sonrisa del Vaticano, por más santo que ejerza, suele helar la sangre.
15/08/13

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 16/08/2013

Imagen: Dibujo de Max Hunziker (1901-1976) para el Simplicius Simplicissimus, (Zurich, 1945)

Tuesday, August 13, 2013

Demonización de lo ordinario

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Marssac-sur-Tarn, en el Mediodía francés, a decir mío en la juventud, la región más hermosa del mundo. Y tal vez una de las más sombrías.

De Lille grisácea bajé a la lodosa Amiens, atravesé el bosque de Compiègne, de tan alegres, alguna vez, y posteriormente nefastos recuerdos. París. Poitiers, hacia el sur, cuando se perdieron las grandes ciudades y deambulé en la noche perdida de Lodève, en el Larzac. Percibí, ya entonces, la sombra del lugar, que años después se confirmó con las historias de la Bestia de Gevaudan, bestiarios medievales, piras humanas que iluminaban el cielo de los fatales albigenses, la tragedia cátara.

Béziers, Narbonne, lo mismo. Inmensos muros como queriendo detener el futuro; helados, negros, marcados de orín sus metales. Languedoc, Rosellón, trashumar por la geografía con los vellos erizados.

En Marssac-sur Tarn, cerca de Albi, entre no más de tres mil habitantes, vive Guillermo Augusto Ruiz Plaza, escritor boliviano, poeta y cuentista, hábil prestidigitador de las oscuridades que abundan en los resquicios de ese otro sur. Que cómo dio con su humanidad allí, es una interesante historia que podría servir para analizar la sabrosa hibridez literaria que lo caracteriza. Autor premiado, Guillermo parece trajinar con calma, en sus letras, una senda segura, de paso y pulso firmes, con garantía de buena literatura, sin para ello caer en la avidez de brillo, simple neón, que aparece en algunos contemporáneos suyos. No la necesita.

Guillermo ha escrito La última pieza del puzzle, volumen de relatos que leí de corrido. Eso dice mucho de un texto, su dinámica. Detalle que inmuniza a un libro contra desglosadores y críticos con ánimo de charcuteros.

Temas de entorno cotidiano, por lo general familiar, a veces reexpuestos como en un réquiem de pesadas pausas, que hablan de abuso, dominio, obsesiones, miserias, elementos que en una sociedad cerrada no se hacen circunstanciales sino característicos, y que, por tanto, van a despertar no sabemos cuándo una reacción que a través de cada relato casi se va haciendo cadena, no de horrores en mi opinión, pero sí de hálitos vivificantes. Suerte de redención bíblica, Isaac eternamente sacrificado, en aras de la concordia colectiva. Consciente o inconscientemente. El Demonio de la Vida, el Ángel de la Muerte. Por otro lado, el divertimento de intercambiar uno por otro, trastocar los roles, hacer que la circunstancia fortuita desequilibre lo esperado, destruya las expectativas, invente otras. Un péndulo que pareciera moverse al mismo ritmo, pero no a la misma hora. Dentro de una coherencia narrativa.

Dividido en dos secciones, La última pieza del puzzle explora en la primera, FUGA, los meandros por los que la gente trashuma para desembarazarse de esa carga que significa la sociedad, siendo la familia su mejor representación, y dentro de cuyos muros se sofoca el ser humano. Vale recordar a Octavio Paz en El laberinto de la soledad, y una explicación, la pongo sintetizada, del porqué de los asesinos y los asesinatos en Norteamérica. La violencia como último recurso, sino el único, para huirle a la sordidez de las paredes que han tapado el sol. Violencia que en estos relatos guarda cierta cadencia y refiere al término -en música- de una variación que se repite. No en vano los epígrafes salen de grupos de rock y señalan el anti-establishment que dichas acciones conllevan.

Poco valdría deshojar los relatos como unidades aisladas. Si bien se puede hacerlo, y disfrutar cada uno en su excelencia singular, está en el conjunto que se transmite, habilidad del escritor, una compleja sensación de horror -también alivio- y sorpresa no exenta de miedo y asco, cuando los personajes, en FISURAS -segunda parte-, quebrantan las normas de lo aceptado, lo “real”, con bizarros e inesperados escenarios.  Me gustaría anotar un par, mas eso quitaría al lector ese delirio de ir descubriendo un sutil entramado que lo envuelve y lo atrapa. Juego de lo macabro donde la opción de tomar partido se guía por la lógica -parte de lo establecido- que nos inclina a aceptar lo que no subvierte, lo incólume, lo acostumbrado y que de pronto en un giro nos pone a cuestionar la validez de lo que vemos y tocamos. Ilusión de los sentidos, y desarreglo de ellos. Fisuras, brechas, en muros que parecieran frágiles aunque al fin, asunto que no toca la narración, no lo sean.

Dos epígrafes inician la demonización de lo ordinario que caracteriza a este libro: una de The Wall, Pink Floyd, y otra de Pitol. La sentencia de Waters-Gilmour de que no somos otra cosa que un ladrillo en la pared, y que cada uno compone en comandita el muro que supuestamente protege pero que luego aprisiona, basta para desatar rebeldía. En algún momento, lo frustrante de esta sofisticada y viciosa prisión, burda al mismo tiempo, y canalla, donde todo se acepta mientras esté escondido, tiene que estallar en violencia, en hijos contra padres, por ejemplo, emblema transgresor per se, ya explorado con horrorosa magia por Ambrose Bierce en El club de los parricidas.

La cita de Sergio Pitol sugiere la crueldad del encierro pero habla de prodigios. Estos vienen en Ruiz Plaza con tintes oscuros, también violentos. En FUGA, la violencia implica el ataque a lo más cercano, lo íntimo, lo que nos justifica y define: los padres y en suma Dios, el estatus quo que permite el horror codificado y aceptable. En FISURAS toma otras formas que se desfasan de lo considerado normal por su matiz fantástico. Ambas atentan contra esas construcciones que hemos creado y seguimos creando para beneplácito y amargor nuestro, por paradójico que parezca.

La última pieza del puzzle
 no solo es un trabajo bien logrado en emociones extremas. Es pulcro, escrito con precisión y finura. La temática podría anunciar un universo de exabruptos y truculencia innecesaria y no es así. El narrador se mantiene en sus cabales. No forma parte del rito de la muerte ni se permite ser fascinado y mareado por ella; no pierde la compostura y dice lo que quiere decir. Hay suspenso y espanto; la fascinación le corresponde a quien está del otro lado de la página. Podríamos hablar de una complicidad que se crea, del lector con el personaje -victimario o irreverente, casi nunca víctima o conformista-. Sugerente, brutal, incluso apacible cuando el “trabajo” se ha “cumplido”, aunque esto signifique estar asando los restos del padre en la chimenea de casa.

Lectura vital, de riesgo, subversiva y sin embargo lúdica, que atenta a los cimientos que sostienen el estrado, donde los actores, cotidianos y terrestres, de pronto se ven enfrascados en actividades liberadoras, individuales y titánicas para sobrevivir, pero donde la intención no radica en la sangre sino en el juego. En Goya, Saturno devora a sus hijos (importa el arte, no la imagen). Acá es a la inversa. O abstraemos lo obvio de que la sociedad se regenera a sí misma, se permite aberraciones y fomenta rebeliones siempre calculadas con meta de eternidad. Lo sabremos al colocar la última pieza del rompecabezas… si la encontramos. Aquí retorno al autor y cito: “(…) el puzzle es la metáfora de la realidad, donde casi siempre falta una pieza. Responde así, de forma indirecta, a la pregunta: ¿es posible llegar a conocer la realidad? ¿O estamos condenados a solo interpretarla, es decir, a llenar sus huecos con nuestra propia imaginación?”.
2013



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Prólogo a La última pieza del puzzle, de Guillermo Ruiz Plaza (3600, La Paz-BOLIVIA, 2013)
Publicado en Ideas (Página Siete/La Paz), 22/09/2013

Imagen: Portada del libro


Necrofilia, ornitología y otras prácticas neosocialistas/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Nada asombra en este oscuro manto que los falsos socialistas han arrojado sobre el sur. La viuda argentina, toda vestida de luto a pesar de periodistas que afirman que lo desnuda muy fácil, quema sahumerios e invoca a dioses que no son suyos, pero útiles para el entorno de discursos y poses engañosos.

Il castrato (lo digo por la voz) Correa sale con la luminosa idea de que se apruebe una enmienda constitucional para aceptar la reelección indefinida. ¿No huele ya a monarquía este excremento del siglo XXI? Dicho, y en la brega con Evo Morales para ver quién se encarama sobre el legado del occiso de Caracas, Correa expondrá la excepcional tesis de que sin él Ecuador no existe, no en las condiciones “soberanas” y deliciosas que trajo consigo. Ahora Morales tiene la palabra, y con celo feminoide (perdón, mujeres) que lo obliga a sobrepasar al adversario, chillará que su presidencia viene de arriba (o de abajo) directamente, que para él el poder debe ser eterno e inmutable por tratarse de divino don. Ya ni necesitará reelegirse; las boletas de sufragio insultan su omnipotencia mayor a la de la iglesia; en ella reina triunvirato, la Trinidad, mientras que él es único, el mejor futbolista, eximio quita calzones, y más por demás. Gracias, achachilas del Ande, por habernos enviado al iluminado y su cabello en permanente como casco de conquistador. Gracias por sus cortos dedos sentenciosos y por sus manitos de niño travieso. Gracias por el eunuco que le sugiere, sugestiona, susurra y practica nefandas lides que no nos compete juzgar.

Qué mundo vivimos, me dice un padre ochentón. Aunque siempre fue lo que es, de pronto ha habido mejoras. Pero hoy, con la cháchara del “vivir bien”, sacada de la fiebre uterina de la izquierda europea e impuesta a los súbditos nativos como discurso propio, hemos llegado al límite. Los millonarios masistas dan mueras al capitalismo. Aquí se abre la gran interrogante de si somos un pueblo imbécil o qué. Los ladrones gritan que robar está mal, los violadores escupen contra el estupro mientras lo siguen practicando en recintos gubernamentales. Patas arriba, decía Galeano, a pesar de que el viento también lo tumbó. Los socialistas de nuevo cuño tienen a esta tierra de decúbito prono y ensalzan su festín marica y desquiciado.

Más al norte rebuzna el jumento, ji-jo, ji-jo, atravesado por la banda presidencial de la cuna de Bolívar. Este al menos sabe que no puede apostar a convertirse en líder continental. Apenas se mantiene en el puesto, que paga mejor que el de chofer valga decirlo. Nicolás Maduro echa mano de lo fantástico para crearse un delicado estatus. Si Evo dice huevadas, Maduro burradas. Triste espectáculo de los pensadores “revolucionarios” sudamericanos del siglo.

Nicolás incursionó con genio en la ornitología, descubriendo un nuevo pajarraco endémico, el Chavis mentirosus, ave de rapiña disfrazada de pichón. Parece que le sobrevuela el cerebro y lo hace piar como pollito bebé. Nada sería, pero ahora ha penetrado en la región de Cerbero y se acuesta con los muertos. Hasta cama le prepararon, dicen, al lado del comandante, en detrimento de su hoy esposa legal, ese pequeño icono casi chino que lo acompaña y que parece lleva las riendas de la ambición.

Ya, bastante. Entre el iluminado y su docto segundo, que no es más tonto por falta de tiempo, Cristinita y la vida es un novelón, el sandipederasta, los octógonos (perdón, octogenarios) cubanos, el falsete ecuatoriano, el necrofílico de Venezuela, los defenestrados Zelaya (paramilitar), Lugo, depredador sexual, y el monstruo que acecha en la oscuridad, el Narcolula, tenemos suficiente. No hace falta más.

Que Evo versus Cala, que Evo con el papa, que Evo aquí y acullá... Basta, carajo. Ama llulla.
11/08/13

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 13/08/2013

Monday, August 12, 2013

Matthias Sindelar/EJERCICIOS DE MEMORIA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La década del treinta representó, para el fútbol europeo, la aparición de una pléyade de talentosos jugadores: Nejedly, en Checoslovaquia; Meazza, Orsi, Guaita, en Italia, etc. Pero, sin duda, el más grande fue Matthias Sindelar, de Austria. Jugador caballeroso y sutil, decoró los estadios convirtiendo al fútbol en una de las bellas artes.

Participante de campeonatos mundiales fue siempre ejemplo de decencia. Profundo amante de su país, consideraba un honor el vestir la camiseta de su selección nacional.

La Europa de los años 30 se agitaba en medio de cambios políticos de importancia: el auge del fascismo, las manifestaciones obreras, economías que intentaban recuperarse... Hitler ambicionaba anexionar Austria al Reich alemán...

Los mundiales de los años 34 y 38 fueron ganados por Italia. Intereses políticos entraron en ambos eventos. Mussolini quería la copa y la consiguió.

Austria intervino durante todos esos años con un nivel que superaba cualquier mediocridad. La figura de Sindelar en el campo daba señorío a cada encuentro. Respetado, era la imagen deportiva de su nación.


En 1938 se produjo la incorporación de Austria al dominio alemán (Anschluss). Se decidió que los mejores jugadores austriacos fuesen convocados para portar el uniforme de la selección germánica. Por supuesto Sindelar encabezaba la lista de las apetencias del Reich. Patriota, optó por el suicidio antes que por la infidelidad. Sindelar jamás vistió la svástica, como correspondía hacer a un caballero.

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 1988

Fotografía: Matthias Sindelar

Thursday, August 8, 2013

Chino


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Qué decir de Néstor Ramiro, Chino, sino que fue nuestro hermano, y que a lo largo de los años, cuarenta y tantos, y de las distancias, cuando estuvo en el exilio, en Suecia, cuando ambos vivimos en los Estados Unidos, jamás perdimos el contacto, y fuera a través del teléfono, de alguna visita mutua, continuamos creciendo en algo que comenzó hacía mucho, en la escuela.

No se puede decir que se haya ido. Que descansa tal vez, de un mundo en exceso azaroso, del que tarde o temprano, para nuestra paz, es necesario alejarse. La fábula de la vida eterna suele convertirse en realidad con la memoria. Así han sobrevivido los pueblos por siglos, a través del recuerdo, que, hay que decirlo, se aviva más cuando a uno de nosotros le toca esa suerte sin blanca, a la que nunca hay que temer, que llamamos muerte. Ella lo preserva para nosotros, porque gracias a ella ya no lo olvidamos. La filosofía de la vida, que parece cruel, es sabia. Por supuesto que en nuestro lógico y comprensible egoísmo queremos guardarnos todo y a todos para siempre. Se rompería así la dinámica de la existencia, y nos extinguiríamos con ella.

No nos lamentemos. Llorar, sí, porque llorar nos limpia. Después del llanto alegrémonos, todos, juntos, igual a cualquier día, que Chino continúa al lado, parco y sentencioso como era, como sigue siendo.
2012

Tuesday, August 6, 2013

Cumbres borrascosas/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Heliogábalo, no Marco Aurelio.

Acaba otra cumbre, borrascosa de nuevo. Plagio de la Bronte el nombre. Borrascoso el líder, borrascas sus aficiones.

Qué más, me pregunto, hasta dónde la fatídica vanidad del individuo que se declara presidente, pero que no actúa así. Los miembros que conforman este gobierno representan la amalgama inmunda de cosas indecibles, con pincelazos seudo-teóricos y lloriqueos de opereta. No saben levantar el puño como se debe, como lo enseñaron en España los que enfrentaban a otro “tirano de miras estrechas”, según definió Churchill a Franco. Estos lo alzan de pacotilla, sin certitud, sin hombría, hasta chueco, con la otra manita en el pecho por el peso del banquete.

No se puede combatir con ideología un esperpento de lugares comunes, taras y aficiones mitómanas de un pueblo en ciernes. Otra tiene que ser la estrategia de derrumbe de cualquier muro de adobe apelmazado. Ni las murallas de Jericó eran inexpugnables; allí Josué no derrotó a los sitiados con asaltos a arma blanca, que hubiesen resultado nulos. Se utilizó trompetas que indica que también con metáforas se puede vencer algo que semeja tener solidez real. Que los israelitas pasaran luego a degüello a la población, incluido el ganado, ya forma argumento de otra historia.

El individuo Evo es ubicuo. Uno no sabe en este momento dónde está. Es aficionado a los juegos de niños, travieso y perverso básico. Ora discursea en China ante chinos que nunca se sabe si sonríen o se aburren, ora se pone al lado de la viuda argentina. Pero siempre, también con el Papa, inventándose su propia leyenda a la manera que aconsejaba Kierkegaard. Tiene su mérito, no es tonto, como lo son aquellos que marchan con entorchados haciendo malamente el paso de ganso debido a pormenores gástricos, a quienes con unos dólares se mantiene marchando.

Tampoco el rival perfecto. Su viveza es característica nacional, la tenemos todos. Nos viene de sobrevivir la larga estupidez hispánica, bruta y desalmada, con rictus indescifrables. Ni para decir que es especial, y menos esencial. Su fuerte está en la representación. Pueblo aficionado al circo y que con circo decide. Ni siquiera del nivel del bien muerto general Barrientos, que no tuvo las ventajas mediáticas del profeta Morales. ¿Torre de marfil, de acero? ¿Cortina de hierro? Nada más falso y más simple. Se pone de contrapeso la hueste cocalera, embravecida, alcohólica, ávida de artículos suntuarios y de comodidades imperiales. Una inteligente quinta columna, actuando como ellos, con facilidad embarranca el carromato de la perpetuidad. Pueblo con precio, dispuesto a mejor postor.

No aludo a golpe de estado, circunstancia nunca alejada y permanente entre nosotros. Por ahora fantasma comprado en abultadas boletas de pago. Materias primas, China, el narco, la modestia con que se alegra el boliviano acostumbrado a migajas dan la impresión de que esto va para largo. La alegría del indigente que como en ningún otro lado se llena la panza de ilusiones suele ser complicado asunto de vencer pero no imposible. El problema en un pueblo de mitos está en romper ese cascarón que presta impunidad y tiempo a los que se benefician de ese halo superpuesto. Hace mucho, los conquistadores estudiaron a los idólatras. Antes del palo y el fuego notaron que cuentas de vidrio y objetos brillantes hacían el trabajo. Los idólatras de hoy continúan los patrones de conducta de ayer. Poco ha cambiado en quinientos años en el Ande boliviano. Todavía se reparten abalorios.

La Cumbre Antiimperialista redacta decenas de obligaciones para el mundo. A cual más estrafalaria y risueña (¿?). El niño Evo sonríe. La vida marcha viento en popa, locomotora de vapor. Los eunucos chillan con voz de castrati; las hienas también. Amanece azul plurinacional. El estruendo de fondo parecen tambores de fiesta. Nadie espera una tormenta…
5/8/13

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 06/08/2013

Imagen: Keith Haring/Myths: Apocalypse VIII, 1988

Monday, August 5, 2013

Gardel desconocido/BAZAAR

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La Cumparsita suena en la radio. Amanecer de lunes. Amo a Gardel y sin embargo se me ha hecho, ahora, luego de treintaiséis años, controvertido.

En 1995 leí una novela argentina: Frontera Sur. Conocía lo que el autor hablaba, la geografía, población, historia. Pero descubrí, aprendiendo, otras cosas y, entre ellas, la vida de Carlos Gardel, aunque no sé con qué rigurosidad se la habrá recordado. Horacio Vázquez Rial escribe con limpieza excepcional y junta los cabos con tanta destreza que no puedo menos que creer que lo que dice es cierto. De ser así, Carlos Gardel fue hombre de putas, cafisio, explotador de cuerpos que pagaban su lujo personal. En un tiempo en que aquello era común, hubiese sido difícil que él, idolatrado como era, se sustrajera a la tentación de tener su propio rebaño. Rimbaud traficó con esclavos, dirán, pero aquello no tiene que ver con su arte, ni el puterío con la música de Gardel. No deja de ser, sin embargo, extraña la posibilidad de tal ambigüedad.

Aparentemente hubo un Charles Gardés, hijo único de una meretriz francesa que llegó a Montevideo. Por circunstancias que no interesan el muchacho murió, y el hijo de un malevo de Paysandú, Uruguay, tomó su identidad para cubrirse la espalda. Gardés se transformó en Gardel y Charles en Carlos. El verdadero nombre del trovador criollo era Carlos Escayola, y el mundo lo conoció cantando.

Gardel, el único, porque el francés bien muerto está, tuvo un hijo o hija en una de sus mujeres. Este niño fue mantenido a escondidas por el padre. Egoísmo o certeza de no vivir como debiera lo hicieron. Lo cierto es que la leyenda muere en un avión de Medellín, y si vástago hubo fue nominal. Solo existió en el silencio.

Hay un momento del libro en que Gardel disgusta: cuando está con el general asesino Félix Uriburu, golpista de 1930, sus secuaces y putas. El cantor los entretiene. Ahí deja de ser artista para convertirse en clown. Y es algo que no quiero pensar.

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 30/07/1996

Imagen: Gardel-Uriburu (Fuente: La Terminal)

Friday, August 2, 2013

Roberto Navia, perfil de un periodista/MONÓCULO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Treinta años atrás, cerca del aeropuerto de Cochabamba, existía un burdel exclusivamente de “cholitas”. Se servía chicha sobre mesas de fórmica, o garapiña como lujo. Entonces era extraño, atractivo, seductor, misterioso. Hace muy poco, Roberto Navia, periodista de El Deber, y cronista en su propio mundo, escribió un reportaje sobre el ahora masivo fenómeno en tierras del Chapare.

El trabajo, rico y sobrio al mismo tiempo, refleja aspectos de la vida de las prostitutas allí, con detalles que podrían dar espacio a investigaciones sociológicas, económicas, geopolíticas, étnicas. Periodismo que debiésemos ensalzar porque desnuda nuestra realidad como es y no como queremos verla.

Creo que los lectores lo entendieron. El texto, que puse en mi blog (lecoqenfer.blogspot.com), recibió 1466 visitas en menos de una semana, algo inusual. Deduje que el tema, y el lugar geográfico, despertaron curiosidad, porque viviéndose un “proceso de cambio” en Bolivia, y oyendo discursos respecto de notables avances, el asunto como que no concordaba con la idea de un país en franca liberación. Dirán que esta es la profesión más antigua del mundo -dudo que la más fácil- pero se supondría que las lacras capitalistas debiesen desaparecer como por encanto en un régimen de “revolución” permanente. No ha sido así; si seguimos al detalle la crónica de Navia, veremos que esta en particular se multiplicó e incluso se estratificó social y racialmente.

No lo dice el periodista, pero es obvio el nexo que el lector hace entre el gobierno de Morales (el presidente Evo, a decir de los fieles) y el aumento de la prostitución ¿cómo llamarla? ¿Originaria? ¿Chapareña?, a raíz de la prédica anticolonial y a un nivel de reafirmación de valores autóctonos y referidos en este caso a la vestimenta, donde ya no implica vergüenza para una trabajadora del gremio llevar pollera; o simplemente se trata de una reacción lógica al flujo de dinero narcotraficante en el trópico, y lo que las prostitutas vistan no interesa.

Sin embargo, no es tan simple, porque hay una asociación ideológico-política-racial en esencia, o parodia de una tal, a tiempo de elegir los cocaleros las muchachas. Blancas equivalen a q’aras, el enemigo ancestral, el violentador de una dudosa paz pre-existente en el Ande. En el lado opuesto, las de pollera son “hermanas” que merecen dinero y afecto pago, a pesar del aroma incestuoso de declaraciones semejantes. Acerca de este detalle, ocurre algo dramático y jocoso: las muchachas orientales, o extranjeras, disfrazan su origen con polleras para conseguir clientes. La “revolución” se ve engañada con triquiñuelas; los “revolucionarios” caen como chorlitos, rememorando las ilustraciones de Goya para El arte de las putas, de Moratín, donde el macho (andaluz, gallego, cocalero o narco) es solo piltrafa al arbitrio de las piernas de alquiler.

Tal vez duela la realidad a los ilusos; sin duda a los fundamentalistas, porque cosas similares desmitifican la prédica perfeccionista y enfermiza de los apóstoles. Necesitamos más prensa valiente que no se niegue a anotar lo que ve, y, sin juzgar, lo plasme en papel para que otros analicen y discutan causas y efectos, beneficios y desdichas.

Roberto Navia es periodista de la vieja escuela. Lo asocio a John Reed por su audacia. No es culpa suya que la épica de nuestra actualidad no alcance para otros Diez días que conmovieron al mundo; tampoco para México insurgente, por la sencilla razón de que aquellas fueron revoluciones y esto es mala juerga.

De todos modos, calidad y arte no necesitan de colosales espectáculos. En este artículo, en la línea del nuevo periodismo, Roberto Navia ha dado que hablar y sentado un hito. No en vano sus méritos incluyen un Premio Ortega y Gasset. También un Lorenzo Natali (a sus veintiséis años), otorgado por la Unión Europea.

De polleras y polleros hay todavía mucho por hablar en nuestra América.
01/08/13

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 02/08/2013

Fotografía: Roberto Navia Gabriel