Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Cuenta Huber
Matos en sus memorias (Cómo llegó la noche/Fábula-Tusquets, 2004) que cuando
llegó con su columna a la proximidad de Majaguabo, territorio de Raúl Castro,
se asombró de cómo marchaban las cosas allí: todo limpio y eficiente, con
revolucionarios en impecables camisas blancas de manga corta, muy diferentes a
los barbados combatientes que lo acompañaban.
El comandante que
meses después caería en desgracia por supuestos actos contrarrevolucionarios,
tropezó allí con una pantomima semejante a la que le sobrevendría pronto, un
juicio fraguado y ridículo. Raúl Castro, hombre de dos caras, jugaba ya a gran
visir en la modestia de su posición; ejercitaba para un futuro de opulencia que
en su caso de notable burócrata, vislumbraba.
¿Quién les cree a
los Castro la cháchara rebelde? El ejercicio del poder los ha acomodado a ni
siquiera sonrojarse. Con tal retórica agruparon en torno suyo a rémoras de la
especie humana con cargos de presidentes, el peor lastre de América Latina
luego de las dictaduras militares; eso sí, bien decorados de muertos, miles de
tontos útiles que solo sirvieron para reinventar el oprobio.
Ahora Castro
vuelca la mirada hacia el norte, dando la espalda a la nomenklatura criolla del
sur, recordando según narraba Matos esa sospechosa ambigüedad. La bobalicona
argentina, el tenebroso aymara, y los que siguen en la lista, sufren de pasmo
¿Dónde queda ahora el discurso anti-imperial? Aplauden, porque entre la izquierda
aplaudir al amo es cuestión de fe. Pero se sienten aturdidos.
Hay dos jugadas
maestras en la novel relación entre la isla y el continente gringo. Obama movió
sus alfiles para con fuego cruzado aislar a los eunucos de la llamada
revolución cubana (además de expandir mercado). Estos, cavilosos han de
preguntarse si necesitan también hacer aspaviento de paz, amor y fraternidad de
los pueblos. Castro, observando la oscuridad, no propiamente de petróleo, que
comienza a aposentarse sobre Caracas, busca una salida. Pero, según escribe un
columnista brasilero, con armas de peso en mano: el moderno puerto de Mariel,
capaz de albergar buques de gran calado que no pueden cruzar Panamá. Castro lo
ofreció primero a los EUA, pero también a Rusia. Practica una suerte de enroque
que en apariencia lo blinda contra el fracaso. Tiene que, y sabe hacerlo,
venderse al mejor postor. Obsoletos son los tiempos de himnos y banderas rojas,
que se sacan a relucir de cuando en cuando para que la gente no se confunda.
Existe una deuda
histórica, desigual pero deuda, entre los Estados Unidos y Cuba. Es el socio
natural comenzando con la geografía. Las calles de Cuba se pueblan de ilusión,
no porque Washington merezca ovacionarse, pero cualquier cosa supera al hambre
y el puterío que esta trae consigo. Puede ser una transacción beneficiosa. Que
traerá reclamos y juicios, seguro, pero qué otra salida le queda al menor de
los hermanos, el tonto y el debilucho, que apostar a todas las salidas con
ánimos de eternizarse. No juega ya con famélicos idealistas que aceptaban el
castigo en aras de una fantasía. El rival-socio es un tigre de afiladas uñas.
La momia de Fidel
no tiene voz ni voto. Escribe todavía con dotes de gran embaucador. Morirá
rico, sin nadie que le aplaste la cabeza como lo hubiera merecido, al que asome la cabeza, duro con él, Fidel
Fidel. Se salieron con la suya, a punta de pistola sacaron al Che y
desaparecieron a Camilo. Los camaradas del Escambray terminaron de “bandidos”.
Cincuenta años pasaron y del sueño quedan pesadillas, familias de aristócratas
de nuevo cuño, patrones más sofisticados que los brutos de otrora.
Cuando bajé en el
José Martí se me acercaron dos de la secreta que querían “entrevistarme”. En
papel usado, una cara estaba ya impresa, y con diminuto lápiz tajado a navaja,
anotaron a mano el monto de cuánto tenía y dónde pensaba gastarlo. Si hay un
sustantivo que pesa más que el de revolución, es el de dinero. En eso estamos.
22/12/14
Llama la atención que Evo Morales como sus rabiosos compadres del Alba no se hayan pronunciado (por lo menos en nuestro país no se ha oído nada) respecto a la astuta maniobra de Obama para normalizar las relaciones con Cuba. Ni una sola proclama a la “traición” del “hermano” Raúl. Tal vez siguen rumiando qué van a decir, entre mascadas virtuales de coca o estarán consultando a los apus a través de un yatiri. Raúl, a pesar de sus pocas dotes y falta de carisma no es ningún tonto y como todo buen pragmático se estará asegurando de alguna manera su futuro político, por lo menos se quita un gran enemigo de encima (EEUU). Como bien dices, la única ideología que vale al final es la del dinero, lo demás son cuentos para niños. Un abrazo y felices fiestas para toda la familia.
ReplyDeleteGracias, José. Lo mismo para ti y los tuyos.
DeleteEmblemático el silencio de los imbéciles, "totalmente comunistas", a decir del tonto mayor, vicepresidente a cargo. La maniobra los dejó "pagando", como Garrincha jugueteó con su marcador de punta inglés el 62. Creo que hasta ahora no hay pronunciamientos. Cuando el motor de la historia es el latrocinio, y nada más, poco se puede esperar en comentarios sobrios, análisis político. Y veremos qué otras nos trae este próximo futuro, no muy venturoso al parecer para los 40 ladrones.