Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Ser cobarde es
una elección, y quizá hasta un derecho. Además, de valientes se llenan los
cementerios y de cobardes las presidencias. No hay disonancia, entonces, con la
patética figura que nos ha tocado vivir, idolatrada por unos, sufrida por los
más, de Evo Morales Ayma, el Kim Jong-un aymara, el Idi Amin andino, no el
Mandela que se preciaba de ser; el Rafael Leónidas Trujillo del sur por una
mentada avidez sexual y la colección de calzones que seguro tendrá con rótulos
de diputadas, ministras y señoritas jóvenes pero núbiles.
Mientras Chile
festeja un Oscar y Colombia casi. Mientras una científica argentina de la
universidad de Louisiana habla sobre los rastros del pasado estelar que
recibimos del universo a través de ondas gravitacionales, Bolivia se debate con
muertos vivos, con la cortejé pero no le vi la cara, no me dijeron que eso
sucedería, me mintieron, si yo no hice nada, todo en medio de un festejo de
billetes y alcahuetería dignos de Calígula, con acusaciones que se acumulan en
oficinas gringas, nombres y apellidos, del tráfico de cocaína y las ligazones con
las fieras del ISIS musulmán y del islámico Boko Haram. Lejos llegaremos con
semejantes y peligrosos bufones. El mundo ríe de los desdenes tontos del
mandatario “indígena”, sus acusaciones de niña mimada, de travieso discriminado
(él, el gran discriminador). Cuando capto noticias en la televisión extranjera
sobre nosotros no dejo de percibir el rictus burlón de los informadores, porque
parece que hablasen de bromas pesadas, de conventilleros episodios de mal
gusto, y sin embargo narran la realidad boliviana secuestrada por una pandilla
de vividores. Así pronto llegaremos al mar, a ver si Morales puede lavar allí su
inmensidad pecaminosa.
Evo Morales
lloriquea por la Zapata y el zapato, por cualquier cosa ya que solo él se levanta
a las cuatro de la mañana a trabajar, solo él sufre, solo él el malentendido,
el insultado, el despreciado. Pendejo. Tuvo una mujer o casi mujer a la que
hizo parir. El por qué no nos interesa a no ser que hubiese cuestiones de edad
y abuso de poder, que son delitos. Ahora que el asunto ha recalentado los
ánimos y hecho tambalear su ansia de eternidad, se vuelca contra ella. No se
necesita que cante el gallo tres veces para que Evo desconozca a sus cercanos
(cuídense acólitos porque este tipo no es seguro, ni fiel).
Volvamos a lo del
mar, el último recurso que le queda al individuo. Su credibilidad, su imagen,
están tan arrastradas por el fango que la resolución no dejará de ser negativa
para Bolivia, a pesar de la seriedad y no compromiso de los jueces. No puede un
bufón de talla semejante demandar a nadie porque su descrédito es mayor que sus
requerimientos. Otro triunfo del que será vetado el “presidente”. Esperemos ya
las jeremiadas del pobrecito pastor aymara. A este no lo salvan ni sus hienas diputadas
ni la historieta que se inventaron con ambición épica. De él y ellos no queda
otra cosa que lo que siempre fueron: escoria arribista, mácula que no toca
felizmente, excepto a los “deregentes”, las justas reivindicaciones étnicas,
sociales, culturales de la mayoría indígena. Hablamos de una cosa que no tiene
que ver con la otra.
No encontró
Morales mejor salida a su porquería que hacer encerrar a su amante. Gato por
liebre. Ha perdido la razón, cree que tales movidas lo limpian. Está
desquiciado, se le nota, y tomará la venganza de los cobardes que es siempre la
peor. Al valiente no se teme porque se sabe por dónde irá, pero a este grupo de
escarabajos sí. Se viene la represalia que tiene mucho de preámbulo del fin. El
culebrón va a tomar tintes dramáticos (Evo Morales supera a Corín Tellado en
creatividad), pero el drama final se posará sobre su cabezota a la que no
socorrerá ningún Espíritu Santo.
29/02/16
_____
Columna impublicable.