El hombre llegó
más lejos de lo que se esperaba. Aunque todavía no está todo dicho. Molesta a
los conservadores.
¿Razón de su
éxito? Ha tocado una cuerda sensible en la gran masa blanca ignorante,
pervertida, religiosa aunque parezca contradictorio; esa que nutrió los
ejércitos norteamericanos con fenomenales soldados que luchaban por ilusiones más
que por realidades. La que se creyó en la cima del mundo, sin darse cuenta de que
eran los poderosos quienes se situaban allí, mientras que ellos, carne de
cañón, seguían debatiéndose entre miseria y vicio.
Mucho tiene que
ver la “experiencia Obama”, dos mandatos consecutivos de un negro, que si bien
extiende sus raíces hacia el África y no hacia la esclavitud en tierra
americana, mantiene la maldición del color, asunto que se creyó enterrado luego
de la lucha por los derechos civiles y que se ha vuelto a destapar. Se añade a
ello el crecimiento inusitado, económicamente poderoso, de otros “colored”, la
gran masa latina que llegó para quedarse (como los godos del emperador Valente
que recordó hace poco Pérez Reverte). Ellos, los de Trump por ahora, se sienten
desplazados, desde la altura de la Casa Blanca hasta la más terrestre de la
construcción y los servicios, gremios en donde los inmigrantes del sur se han
afianzado y logrado “su” América.
Donald Trump
exhibe un burdo discurso. No necesita más que simple retórica para encandilar
al norteamericano de medio para abajo, a pesar de que también ha ganado
posiciones entre gente que se podría considerar educada y que se siente
sospechosamente frágil ante no solo la aparición del Otro sino su peligroso
ascenso. Para colmo, fueron dos cubanos que pugnaban en contra suya por la presidencia,
algo jamás visto. Ted Cruz, el demonio de la extrema derecha religiosa de los
Estados Unidos, quiso mimetizarse en la campaña con la población sajona pero
fue exhibido en su origen por Trump en repetidas ocasiones. El mensaje: que ya
se acercan, que están a las puertas; a alambrar, a alambrar…
Llegamos al
cénit, que de inicio podría resultar un epílogo, y Donald Trump es presidente.
Los trabajadores latinos temen una expulsión. Los Reyes Católicos arrojando a
los judíos y a los árabes; los alemanes a los judíos; los turcos a los
armenios. Cada cruel jugada de estas resultó en fracaso. Para España significó
quedarse en la penumbra de la historia, con velos de luto y nodrizas de negro,
mientras Holanda e Inglaterra avanzaban. Les duró cinco siglos, como a nosotros
en América colonizada, si bien en otras circunstancias. Iríamos a lo mismo, con
la salvedad de que el magnate es un bocón mussoliniano, un histérico
hitlerista, pero también un empresario exitoso que conoce las virtudes de la
mano de obra barata y de lo caro que le saldría en lo personal, y peor en el
espectro mayor, contar solo con la audiencia que lo respalda hoy y que no
trabajará mañana.
Hay un objetivo:
la silla, y la vanidad de emular el donaire de los Kennedy, la absurda Camelot
que inventó Norteamérica para retratar a la familia presidencial y que resultó
humo, humo sin fogata. Fuegos fatuos. Fata morgana.
Que se puede dar,
quizá. La jerarquía republicana no está de acuerdo en su mayoría. Trump dista
mucho de ser un conservador. Su reputación tiene mácula, pero cómo enfrentar el
riesgo de contradecir a multitudes ávidas otra vez de un sueño, de ver a Elvis
redivivo. A tomarlo con pinzas, a diseccionar con escalpelo.
Es de temer el
espaldarazo que acaba de darle Dick Cheney, criminal de guerra, orfebre del
genocidio en el Medio Oriente. Tal vez los “halcones” decidan hacer la vista
gorda en cuanto a ética partidista y utilizar al idiota para otras
aventuras de sangre.
09/05/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 10/05/2016
El idiota útil de turno. Excelente artículo, querido amigo. Un fuerte abrazo.
ReplyDeleteEl poder está en las sombras. Lo sabemos. Los figurones en el estrado. Abrazos.
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