Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Rod Marsh (Cambridge)
hace un análisis interesante de esta novela de Alejo Carpentier. Donde –dice-
Rodó y Fernández Retamar se centran en la nación, Carpentier lo hace en la
escritura. La pregunta: ¿cómo describiremos esta tierra salvaje con el lenguaje
del Otro, del conquistador? Describir la “barbarie” con la lengua del
“civilizado” ya que no tenemos otra parece ser la única solución. O callarse.
Cita a Roberto
Fernández Retamar en Calibán: “(que)
está la confusión, porque numerosos descendientes de comunidades indígenas,
africanas, europeas, tenemos, para entendernos, unas pocas lenguas: las de los
colonizadores (…) nosotros, los latinoamericanos, seguimos con nuestros idiomas
de colonizadores (…) ¿de qué otra manera (podemos) hacerlo sino en una de sus
lenguas, que es ya también nuestra
lengua, y con tantos de sus instrumentos conceptuales, que también son ya nuestros instrumentos conceptuales?”
Leo una excelente
columna de Gonzalo Mendieta Romero (El Día) acerca de la declaración ante una
comisión legislativa de Félix Patzi,
gobernador de La Paz, en aymara. Causó revuelo, claro, por existir desde
siempre en el país una “discapacidad” (el autor usa el término) idiomática, que
se extiende no solo a un analfabetismo oral y escrito de las lenguas
“originales” sino al mismo pensamiento boliviano que se desarrolló, a medias y
a patadas, hay que decirlo, de espaldas a sus ancestros. El error fatal fue, tema
de larguísima discusión el por qué, dejar viva a la población nativa, a diferencia
de lo que se ejecutó en Estados Unidos y Argentina, sin que ello fuese tampoco
garantía de éxito como se ve. El asunto guarda mayor complejidad de lo que
parece; una simple muerte no suele solucionarlo.
Mi padre fue un
exquisito del quechua, con un magnífico –e inédito- diccionario trilingüe.
Había cierto dejo elitista en él, sin embargo, al diferenciar los “quechuas”
según su origen. Hasta en una lengua “menor”, por llamarla sí en comparación a
otras, el manejo del lenguaje descubre al personaje, de dónde proviene, quién
es y supuestamente qué es. Entonces, como en la cueca, a la que Joaquín
diferenciaba entre la “de los señores” y la del “populacho”, existían en
Bolivia al menos dos quechuas. Contaba que en los viajes a su destino
universitario en Córdoba, en las paradas del tren al sur, había visto a la
aristocracia salteña y a su par de Santiago del Estero, en Argentina, hablando
una refinada lengua y acullicando coca en la sobremesa en platos de porcelana.
Ahí nos encontramos ante un fenómeno que no es contradictorio, que por sobre la
identidad “nacional” aglutinada en el idioma está la clase. Poco importa cohesionarse
alrededor de una lengua común, ancestral, porque adentro resaltarán de
inmediato los matices económicos que determinan al final aquellos de clase. Nos
quedamos cortos.
Con Patzi estamos
ante una manifestación que aporta el panorama general, no los detalles. A varias
décadas de la reforma agraria y la casi desaparición de la casta feudal que
gobernó hasta entonces y cuyos descendientes se refugiaron en el melancólico anonimato
de las ciudades, podríamos decir que las lenguas indias se han estandarizado
entre la población. Vuelvo a otras conflictivas aseveraciones de mi progenitor,
de que Bolivia era “país de indios y de aindiados”, pero que incluso dentro de
esa en apariencia compacta sociedad regida por tradiciones antiguas, mezcladas
con las del conquistador, y vencedoras al fin, había una extrema
discriminación. Recuerdo a un académico aymara en Nueva Orleans, murmurando con
admiración que la investigadora Silvia Rivera Cusicanqui descendía de los
señores aymaras de… No podía esconder la seducción del pongo por el blasón, hacia
el chicote, sin cuestionarse.
El límite
aceptado de caracteres cae como guillotina. No he dicho nada de lo que
quisiera, pero balbuceos valen. Carpentier, entonces, creía en la escritura, la
del otro, no importa, y ello lo liberaba. A veces, cuando leo a mis amigos
españoles, me siento privado del idioma en los términos que usan y no conozco.
¿Cuánto nos dejó España en lengua? No todo. Ahí cabemos nosotros, y nuestro
entorno, para recrearla e inventarla sin olvidar las otras.
02/05/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz), 04/05/2016
Imagen: Guamán Poma/A Topa Amaro le cortan la cabeza en el Cusco
"Esos descendientes que se refugiaron en el melancólico anonimato de las ciudades", bella, desgarradora e ilustrativa frase que resume una época tan conflictiva y traumática para la sociedad boliviana en su conjunto. De pronto, toda esa gente despojada de sus haciendas y tierras se quedó con una sola herencia: la lengua nativa, que por fuerza debió conocer, para entender al Otro o al menos intentarlo. De ahí que muchos "ñaupa runas",como tu padre o mis abuelos, eran perfectamente bilingues, y que además lo hacían con orgullo, indistintamente sin menospreciar a la indígena. Aunque claro, siempre han habido los otros que hasta ahora consideran que hablar quechua u otra lengua es "cosa de indios". Y estoy seguro que varios de esos legisladores masistas de culito blanco asi de incómodos y extrañados se sintieron cuando Patzi les habló en aymara. Dicen que no había traductor a la vista. Saludos.
ReplyDeletePero claro. Se ha visto en Cuba, en ocasión del desfile de modas de Chanel. No se permitió al pueblo asistir, solo la Nomenklatura. Es que esos culitos blancos y los nuestros lo que desean sobre todo es parecerse al Otro, el odiado, en costumbres, en idioma. Creo haber leído que los hijos, o un hijo, de Morales estudia en el Calvert de La Paz. Tamaña contradicción. Respecto al bilingüismo de los antecesores es algo que envidio y que me arrepiento no haber aprendido con mi padre. Cuando se reunía con sus primos, rubios y colorados ellos, hablaban en quechua. Era un placer para nosotros niños aquel misterio. Saludos.
DeleteIncisivo artículo, querido amigo. Efectivamente los matices parecen dejar corto todo estudio. La condición humana, con toda su grandeza y su podredumbre, se superpone en cada contexto, incluso en el lingüístico. Un fuerte abrazo.
ReplyDeleteRecuerdo que a nuestro Marcelo Salas Melinao, ex seleccionado de fútbol y gloria de nuestro balompié, también le impusieron blasones de supuestos príncipes mapuches. Supercherías oportunistas al fin y al cabo.
ReplyDeleteI don´t understand
ReplyDeleteis very good
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