Hace unos días el
Wall Street Journal, que no es diario liberal, escribía un editorial acerca del
presidente y su tozudez en seguir afirmando que Barack Obama ordenó que lo
espiaran. El texto fue contundente: que cómo podría creerse a Donald Trump
cuando dijera, o diga, que Corea del Norte envió un misil con cabeza nuclear
contra los Estados Unidos y que habría que responder. Ya en programas de
televisión hablan de él como de un “mentiroso patológico”, reafirmando lo que
en su momento sugirió Obama, retratándolo como un embaucador. El Wall Street
culminó su alegato casi advirtiendo, que cuidado no se llegase a pensar, en
medio de tanta falsedad, que el presidente formaba parte de ella.
A pesar de la
sociedad de prensa libre que han sido los Estados Unidos, todavía se guardaba,
desde tiempos de Nixon, una especie de respeto hacia el primer mandatario. No
existe más, tanto periodistas como opinadores ríen abiertamente ante cámaras
con las estupideces a las que el empresario ha acostumbrado al público, y que
son paradójicamente su fuerte entre sus fervorosos seguidores, norteamericanos
semianalfabetos, campesinos, ignorantes, alcohólicos y tarados, aquella masa
que culpa a los inmigrantes de haberles arrebatado el trabajo, cuando la
realidad es que ellos representan una pésima masa laboral incapaz de alcanzar
ninguna meta que implicara esfuerzo y dedicación. Pues bien, ahora el líder
está arriba y el maná habrá de caer desde el cielo para alimentar gandules.
Trump miente a
izquierda y derecha; sus crías lo mismo. La afamada Ivanka que quiere dar a su
burdo rostro de labrador checo aires de aristocracia, está envuelta en oscuras
transacciones en Azerbaiján, por dar un ejemplo. Compra ropa china en
cantidades industriales. Allí no pesa el slogan de “contratar y comprar
americano”. Los amos no se sujetan a normas colectivas, incluso si ellos las
proponen y autorizan.
Es tanta la
incoherencia de esta administración, que tonta y brutalmente intenta ocultar
los conflictos de interés que la pueblan, que cuesta poco comparar a los
Estados Unidos con sus pares venezolano, boliviano, nicaragüense. El imperio
familiar y el negocio, mientras engorde las arcas personales, bienvenido.
Sorprende que un pueblo que parecía en esencia tan patriótico no tenga hoy
ningún reparo en venderse a Rusia si es necesario, o a China o a quien ofrezca
más al Donald que pone luces de color roja sobre la Casa Blanca transformada en
casa de putas para atrapar clientes.
Sin embargo, y
vale en descargo de lo mejor que tiene este país, hay una oposición
inteligente, investigadora, liberal, que cuelga en constante vigilia sobre el
riesgo de convertirse en otra república bananera. Se sabe que existe un dossier
compilado por un ex espía británico que explica con detalle las fuentes del
chantaje ruso hacia Trump, aparte de los negocios petroleros cerrados en
paraísos fiscales a medianoche, y que incluyen videos del depredador sexual hoy
presidente en hoteles de Moscú. O sigues mis instrucciones, dice Vladimir
Putin, o muestro tu culo pelado. Amenaza que debe ser tan escabrosa que excede
la simple exposición de unas nalgas de treinta kilos cada una.
Dossier
mencionado por un representante demócrata de Texas o California el día que
declaró el jefe del FBI en público. De eso no se habla, o no por ahora…
Se está
acorralando a The Donald. El inmenso y real peligro es que para escapar a un
panorama que se perfila duro para él y que quizá le asegure un impeachment y
tal vez la cárcel, Trump apueste por la guerra: Corea del Norte, Irán… con
abiertas posibilidades nucleares. Tendría que pensarlo dos veces: los Estados
Unidos y su tremendo poder militar y tecnológico hasta ahora no han podido
derrotar a grupos tribales afganos o a la insurgencia iraquí. En Vietnam los
arrearon hasta el mar. Pueda que suceda de nuevo.
27/03/17
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 28/03/2017
Imagen 1: Caricatura del Columbia Daily Tribune
Imagen 2: Caricatura eslovaca
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