Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Viajo en metro.
Anochecida tarde de Vienna, Virginia. Muy pocas personas. Un hombre gordo,
joven, me pregunta por mi país. Dice que, como miembro del ejército
salvadoreño, vio videos de cómo se derrotó al Ché en Bolivia. Entrenamiento de
contrainsurgencia. Se define como hombre de D’Aubuisson, el asesino. Su grupo
se llamaba “La Jungla”.
Sonríe al contar
que en la noche sacaban a la gente de sus casas. La llevaban al “Pozo” y allí
la martirizaban. Después de decapitar reunían las cabezas en bolsas grandes
para cocos. En la mañana, en camionetas por los mercados, arrojaban las bolsas
en medio de la multitud. En un principio la gente corría a ellas, pensando que
llevaban fruta. Luego se acercaban a reconocer los muertos…
En tres años de
Estados Unidos encontré muchos exsoldados de El Salvador, “refugiados”. Casi
todos eran criminales y se preciaban de serlo.
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Publicado en
OPINIÓN (Cochabamba), 21/01/1992
Fotografía: Escuadrones de la muerte de la Guardia Nacional de El Salvador
bestías...
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