Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Andrés Manuel
López Obrador, presidente de México. “Al fin”, dirá, luego de tanta infructuosa
búsqueda y posesiones líricas. Está por verse hacia dónde va a encarar. Trump
está al norte, pero sin embargo no necesariamente implica distancia entre ambos.
Trump camina más cerca de Maduro y Evo Morales de lo que se piensa. Dado el
caso, AMLO sería un complemento ideal hablando en términos globales; en lo
singular, el nacionalismo, otro sería el cantar.
Pero López
Obrador, el mundial de Rusia, la destrucción de la judicatura norteamericana en
manos de The Donald, son asuntos de relleno en una vida que de pronto navega en
el mar de la zozobra. Dudas que azuzan dolores y rabias; odios que atormentan
hasta el extremo de haber deseado la derrota brasilera a manos de México en el
fútbol. Lo privado reflejándose en el panorama amplio por un lado, y lamiéndose
enrollado sobre sí mismo las más. Qué culpa tiene Neymar dando vueltas como pangolín,
exagerando a la manera de su pueblo un toquecito desafortunado, de lo que
sucede. Hasta un par de semanas atrás hubiera deseado que la ola atlántica y
morena arrasase con todo. Hoy, hasta espero que Croacia, Rusia o Bélgica
empujen a la soberbia al insalvable abismo.
Deja tus
pasiones, aconsejan, que el exceso no lleva (errado estaba Rimbaud) a ningún
palacio y menos trae sabiduría. Pero, volvemos a enroscarnos como cochinito de
humedad de caparazón duro y flexible al mismo tiempo, y deseamos cierta venganza
que alivie la pena de haberse ahogado entre deslealtad y mentira.
Desde Fairfax,
Virginia, alguien cercano reflexiona acerca del olvido de los déspotas, que ni
pena vale ocuparse ya de ellos, que el rodillo marcha sin obstáculo que lo
detenga y que las palabras pesan menos que aquella vieja canción de los Bee
Gees: son solo palabras.
Bailarla,
entonces, agarrarse de la propia sombra y ejercitar pasos de baile lento,
difícil en el tango, complicado en el danzón, obviar sentimientos e imágenes,
burdas generalizaciones que catalogarían a todos los calabreses como
delincuentes y a sus mujeres como desmedidas mitómanas. Hay que sopesar los
alcances de la ira, así como los del amor, que entre ellos, y en el revoltijo
de las mañas, parecen entremezclarse y perder características propias.
Intento (tengo
mucha prensa a mano) indagar los detalles en la elección mexicana. Se venía
venir, desde ya mucho. Hay que observar cómo reaccionan a ello los cárteles de
la droga, que varias cosas se dicen y hasta ahora no podemos inclinar el cuerpo
a creer nada.
Mientras tanto la
tarde avanza, se consume en pagos de deudas y listas de compras. Sobres y
papeles rotos a la basura; otros al archivo. Amontono los diarios del día; ni
siquiera leí la columna de Charles Blow en el NYT. Sé lo que me pasa, que ando
vagando por una sendas de silencio que sonaban a samba hasta hace muy poco. Tal
vez que esta música esconde en su ritmo pegajoso un rictus amargo. Por eso le
pusieron tamaño Cristo, allí en la playa, para que con sus brazos gigantes
acoja el millón de mentiras que se tejen alrededor.
En el Mar de
Cortés se disparan desde la profundidad los diablos rojos; se los atrapa,
pedacea, fríe y vende como aperitivo en los lugares gourmet. A Denver le cae el
calor como una bomba atómica. Por allí, por el sur de Sao Paulo, se me perdió la
pasión de mis letras. Ahora escribo con un muñón, un lapicero afirmado con
cinta a la muñeca y que igual se cae. Luego vendrá San Francisco, la vida en
hoteles rellenos de chinches, los rostros picados, el sudor apestando en la
ropa. Quiero hablar de política, opinar sobre esto trascendente, y no puedo. La
muchedumbre se guía por instinto. Es el 2018 y parece que fuese una década
atrás. Tu nariz se perfila en la distancia, tus carnes recuesto sobre el
cubrecama verde. Duermes y aunque quiera no puedo llevarte en alas hasta el más
allá de nosotros. Me llaman Ícaro y la cera se derrite ante el sol.
02/07/18
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 03/07/2018
Diría que estamos ante una incógnita politica. Pero por definición, tiendo a desconfiar de todos los izquierdosos sueltos por el mundo, pues siempre se aprovechan de las coyunturas politicas, de las aspiraciones de los más necesitados y de los hartazgos de la gente. Lopez Obrador, me temo que es otro oportunista que se está aprovechando del vacío de poder y es preocupante el giro de Mexico hacia el populismo, aunque nada extraño, considerando el caso de Trump y de los autócratas sudamericanos. Ojalá nos equivoquemos en cuanto a las percepciones. El tiempo dirá. Saludos.
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