Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El refrigerador
suena como un pulmón. El 4 de julio y sus banderas han dejado la modorra de
resabio. Sangrantes hamburguesas y metafísicos perros calientes. Frijol dulce y
choclo en marlo.
No salimos a
trabajar hoy. Atisbamos el paso de nadie por las persianas cerradas. El
ambiente pide música pero me la he prohibido por ahora. Leo distraído o no leo.
Me alegro que Bélgica le gana a Brasil. Converso acerca de irse a vivir a
Europa. A Bolivia… ya no hay salida ni escape.
Zara escribe
desde Francia que detesta los hombres débiles. Será que débil es lo opuesto de
musculoso o que a pesar de los músculos el débil llora. Dice, sin embargo y en
son de triunfo, que tenía razón. El tren se aleja hacia Lyon y en el andén
varios hombres sollozan la partida del amor. Manejo en medio de un complejo de
apartamentos. Se supone que al menos tres mil personas viven allí. Pero un
chanchito de goma, rosado y gordinflón continúa echado en el mismo lugar por
dos décadas. Esas sombras no se mueven.
Quiero recurrir a
Cioran pero el revoltijo de la fuga dejó espacios vacíos. Tardaré un tiempo en
sopesar las pérdidas. Rompo mientras tanto un afiche de actuación en SP. Lo
hago con fruición, como comiendo un chocolate. Un gato rojo maúlla y músicas de
cabaret, de mujeres de cafetín, traen aires de lupanar. La acompaño, le pido,
robo y tengo un beso en la puerta de la casa de su marido. Otro día la ven las
barrenderas en fornicación con otro en un garaje metido: polera arriba, sostén
arriba, calzón abajo, falda en el estómago, y el verraco que puja y puja a la
manera de una gata de automóvil. La mujer desfallece, luego se arregla y por
las piernas, susurra, el esperma le quema la piel cayendo en gotas. Llega a
casa, el esposo le pide un beso de cuatro de la mañana. Sudas, le dice,
mientras sus dedos tocan la entrepierna mojada. Eres tú, le contesta ella, por
ti me mojo, escurro y sudo. Y abre los muslos a la manera de los pollos, y sube
los pies y el hombre remoja su sexo en el jugo del sexo del otro y goza. Estás
diferente hoy, afirma, muy húmeda, pegajosa. Creo que desleché más de la
cuenta, que andaba cargado. Se mete en la cocina, fabrica un café, y ella sube
las gradas chorreando un esperma frío y otro tibio, y pensando en el beso que
dio a aquel que no pedía vulvas sino solo caminar junto a ella y olerla como a
cedrón.
2018
Un poema espermático. Qué buenas imágenes, querido Claudio. Un abrazo grande.
ReplyDeleteTitulo prometo mucho, crea expectación pero el bla-bla de los párrafos la disuelve, y sientes que quedas solo con aire entre medio de los dientes, y eso no ocurre muy a menudo en un 4 de Julio....
ReplyDelete