Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
No fue Pilatos el
que presentó al Bienamado al público en el momento de su coronación. Dicen que
intelectuales de nota “anotaron” cambios climáticos que narraban una epopeya.
Por ahí, ni vale la pena recordar, también Eduardo Galeano sucumbió al encanto
del padre de la Madre Tierra y se desmayó. Lenguas hablan, lenguas comentan,
desprestigian, insultan, difaman y lamen culos. Y a Evo Morales, el Bienamado
(de la novela brasilera), le dejaron el trasero brillando como si lo hubiesen
encerado. Le lamen las ¿?, quería decir abarcas pero no he visto sus pies o lo
que calzan. Tal vez botas, que militarista es, del arma de la serpentina y trago,
elementos vitales de nuestras fuerzas armadas que hasta hoy no ganaron nada:
una tutuma allí, una camioneta allá, botín de guerra de pequeña intensidad, de
preste y ceremonia.
He aquí Evo, tan
diferente al Cristo nazareno. Aunque el afable Linera, tan bonachón como la
Gioconda, los comparó a pesar de la diferencia coronaria (de la corona y
también del corazón). Bueno, entonces Evo es el Hombre o el Jesús. Habrá que
decidir para no incurrir en líos con el Vaticano donde reina el otro populista
de sayal de terciopelo. Carajo, si parecen manzanas, de esas diminutas y
multitudinarias que pueblan las calles de los Estados Unidos y cuyos frutos, de
tantos, ya ni los pájaros comen. Estos populistas cuelgan como ellas y
muchísimos terminan pudriéndose a la intemperie. Algunos, sin embargo, y el
ecce homo por excelencia entre ellos, parecen dorados en el jardín de las
Hespérides.
Quieren al Evo
para la eternidad. La cabellera dura como morrión tarabuqueño o español ha
hecho ya historia. Lo mencionan las tribus de Norteamérica y los mecánicos de
Michoacán. Que es un genio del marketing no cabe duda, y que hubiese llegado
lejos en la empresa privada, tampoco, pero prefirió la divinidad, olvidando que
los dioses y momias de sus ancestros fueron pisoteados por muleros extremeños
en el Coricancha del Cusco, que nada garantiza impunidad, ni siquiera ser el
hijo de Dios, quien, como nadie, y hablo del galileo, oía nítido el clavetear
de sus pies y manos en el Gólgota de los maderos cruzados.
Tanto o más
vanidoso que Melania Trump, la modelo tártara que ejerce como presidente
alterno de los EUA, el señor Morales tiene un espejo en casa importado directo
desde los estudios Disney, aquel donde la reina mala averigua si alguien sobre
la tierra se compara a su belleza. Si lo hay, manda de inmediato a sus lebreles
a cazarlo y quedar así consagrado como único. Hasta, diré siendo optimista,
tendrá su cuerpo embalsamado un lugar preferencial en el Museo del Hombre, en
París, o, ya que ocurrió la tragedia del Museo Nacional de Rio de Janeiro, lo
pondrán en reemplazo de Luzia, la hembra más antigua de las Américas y recién
desaparecida entre el fuego. Para el caso tal vez importar una decorosa pollera
multicolor, de preferencia larga según la moda aymara, y ponerlo en su sitial
ambidextro dentro del Satiricón socialista del siglo XXI.
He aquí el Evo.
Él termina esa tonta discusión que atribuyen al Almirante que nos descubrió,
entre el huevo y la gallina. Huevo, con mayúscula, hay uno solo, y habita en el
extremo territorial más alto del mundo; no en el Tibet donde están sus
antecesores, sino en La Paz, urbe nefasta y luminosa al mismo tiempo, claro
reflejo de la simbiosis contradictoria de esta terrible e interesante raza a la
que nos toca pertenecer.
No hay epílogo
para el Ecce Evo. No en ciernes. Evo corazón, le gritaría la hinchada futbolera
argentina, país donde goza de inmenso prestigio. Ya es el Cristo; ahora le toca
ser Pilatos, y después el Che, luego Lola Montes y terminando en Gagarin. Ubicuo,el
hombre. Versátil.
10/09/18
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 11/09/2018
Imagen: Busto en silicona a medio trabajar por Diego Licenblat
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