Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Cada vez
más escucho acerca de lo que pasará ¿Qué pasará? La gente en Bolivia teme,
comienza a no gastar, ni en el pequeño pote de ajos en escabeche de la feria
ecológica. Los pueblos se parecen, pero este, el nuestro, guarda un instinto
ancestral, animal, que le permitió sobrevivir las tormentas. Se cuida, ahorra,
prepara los capotes para el vendaval.
La
izquierda depredadora hace oídos sordos. Extiende la mano, escarba la plata del
narco para las apariencias. Coacciona, corrompe, tienta al que parecía serio,
Luis Almagro, y lo compra, para que vocee en la esquina las dotes del hijo de
Dios, perdón, del dios aymara que engorda como porcino no como elemento divino
que supuestamente se la pasa con ambrosía, o con coca si se da el caso, pero no con filet mignon. Este
dios caga demasiado, diría con razón el encargado de baño de palacio. Este no
es dios, lo digo, traga y defeca como bulldog.
Momentos de
incertidumbre no son buenos para invertir. Si ves que el pueblo guarda sus
monedas, algo va a pasar. Como las hormigas que huelen la lluvia. O la sienten.
Pero la tierra del Perú Alto es impredecible. Por ahí se mantiene la calma
chicha. A veces parece pueblo enraizado en roca. Apariencia peligrosa. El
concepto de tiempo quizá difiere con el de otros pueblos atenazados por el
spleen, desesperados, taciturnos, esquizofrénicos, dementes. Este pueblo si
pierde la cabeza lo hace como tromba explosiva. Luego la pausa infinita, la
mirada perdida aunque astuta, la mano en el bolsillo y la espera. Espera,
espera… Casi bíblico.
¿Y qué va a
pasar? Lo obvio, sabemos. Evo y Eva se quedan, permanecen. La incertidumbre
está en las reacciones, pero quién va a reaccionar es pregunta de respuesta
fácil. ¿Los puchuchuracos, como llamaba mi padre a los milicos? Esa rama
prostituida de la sociedad solo responde a cañonazos en dólares. Es puta de
mejor postor. Ya ahí, depende de quién tiene y quién quiere gastar. Cuando los
gringos se decidan, irán al alto mando con ofertas y tendrán a los generales
culipelados esperando el turno; gruesos, toscos, rechonchos, como meretrices de
burdel de Botero. Presa fácil para quien quiera gastar. Quién otro podría
reaccionar, no sé. Me parece que lejos estamos de la explosión masiva,
insurreccional, que caracteriza al país. La coca nos ha adormecido, la baba
verde, el cristal y la pasta base mezclada con trago.
Releo
crónicas chapareñas del gran Roberto Navia Gabriel y pienso, ya que hablamos de
la Biblia, si no estamos ante el preámbulo del castigo, la destrucción de
Sodoma, porque ya vivimos la Gomorra de Saviano, desde el 2006, y, para ser
preciso, desde mucho antes. Es país del fin del mundo, de ese faro al sur de la
nada que puso Julio Verne y donde los hombres se destrozaban a sí mismos en la
ambición y el egoísmo.
La historia
de todos, afirmarán, del mundo entero y no sin razón. Pero nosotros solo
sabemos y nunca podremos explicarlo porque está en lo profundo de la
idiosincrasia lo que sucede y lo que no. Cada etnia lo suyo, seguro, pero lo
nuestro refleja nuestra posibilidad de vivir, de continuar, y siempre hay esa
esperanza innombrable, presente pero escondida, de que un día lleguemos a la
normalidad, que dejemos ese perturbador misterio del que no se sabe adónde va a
enfilar, ni cuándo ni cómo.
02/06/19
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Publicado
en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 05/06/2019
Imagen: Jackson Pollock
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