Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Bolsonaro
allá, Evo Morales aquí, misma escoria del mismo muladar. “Estamos preparados”,
dice. Lo único preparado con esta gente es el bolsillo. Ese reclama la
destrucción del medioambiente, regalar tierras a los depredadores, a los
incendiarios, a los “hermanos” enemigos de la tierra, del árbol. Hermanos míos
no son…
Preparados…
seguro, mientras tanto el fuego devora un millón de hectáreas con insalvable
futuro hecho humo. Quizá hasta adrede, para mandar a las huestes cocaleras a
cultivar la hoja maldita en el país de Coquivia sobre las ruinas de la
destrucción, para satisfacer a las mafias internacionales para quienes el falso
indígena significa Jauja.
Este señor,
que de señor poco tiene, ha hecho todo para acabar con todo y todos. Su
ambición y vanidad son tales que el rey Midas queda manco y cojo ante su
soberbia. Tal vez como Tomiris, reina de los masagetas, hizo al persa Ciro el
Grande, habrá que hacerle tragar oro derretido tanto que lo quiere. Así lo
hicieron indígenas americanos al conquistador. ¿Tanto lo deseas? Cómelo.
Morales es conquistador, no indígena, él es el poderoso brazo del patrón y
patrón a su vez. Es el enemigo del monte y del indio. Cambió la cultura
ancestral, si quedaba alguna, por el desastre del capitalismo furioso, por la
malicia del comunismo recalcitrante. Lo dicho, escoria de un mismo muladar.
Mentiras desde cualquier vértice que se mire.
Bastaría
esta tragedia ecológica para descalificar a cualquier presidente, pero es
Bolivia y el curaca se protege por un rodillo de “deregentes” escalonados, a
quienes permite y dosifica con plata, quienes se adueñaron de instituciones,
provincias, territorios. Casta de malandrines aferrados a la estulticia, el
poder y el robo con garras y rabos de su animal conformación. “Deregentes” de
toda clase e índole, desde el barbilampiño indio hasta el blanquito, cortados
por la misma tijera y pagados. Putas del mejor postor, así sean machos,
varones, lo que se quiera llamar a los indignos humanoides que nos gobiernan.
No es que sean inexpugnables pero el país cuenta con una recua en apariencia
indomable que con migajas que reciba, idolatra. A veces no es ni siquiera
dinero contante en cuanto a la masa, sino un hábil proceder que les hizo creer
que la tortilla se había volcado y era el turno suyo, el de ellos, los
humillados de siempre, con quienes Evo Morales no tiene nada que ver, que la
piel no es garantía ni fraterna ni amigable.
El fuego de
Roboré no bastará para destronar al mandarín. Se diría que Evo Amin Ayma tiene
para rato pero la historia goza con tiempos impredecibles. Casi, casi como que
estamos en manos del destino incierto. El verraco barbón de Cuba duró lo que
quiso y se enriqueció hasta por las orejas. Los Chávez, descendientes de la
momia comandante, también. Recursos que jamás volverán al pueblo, que trabajó
para recolectarlos. A no ser que haya expropiación y fusilamientos masivos,
momentos en que la sangre endereza algo, no soluciona.
Este
pequeño tirano de miras estrechas, como diría Churchill del Generalísimo
Franco, menea sus rubicundas nalgas a más no poder, para deleite de su segundo
y el propio, para jugar el juego trujilliano de ser el macho cabrío, el
chingón, el culeador. El fascismo indigenoide y fálico. El imperio del estupro.
Por ahora inmune hasta al fuego. El falo y la mala poesía, la eternización de
la idiotez. Pero algo cambió desde aquel silencio absoluto de los primeros
años. Hoy hablan, protestan, amenazan, insultan. Los siervos de la gleba afilan
hoces y martillos. El Juicio Final, Apocalipsis. Nadie se libra de él. ¿O sí?
Algunos. Que no sea este; dudo que lo sea. El tiempo del ekeko es breve en un
país que no existe. Neverland…
25/08/19
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Publicado
en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 27/08/2019
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