MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Lhardy,
rancio, sí, pero ya de capa caída. Se nota mucho. Aperitivos de Lhardy: caldo,
gazpacho, Marsala, «medias combinaciones» a las que tan aficionado era
Abliticas, cuando me lo encontré en 1967, en la barra del bar de la
Universidad, y más tarde, en tantos sitios, hasta que se pasó a los balons
de rouge, pero eso fue en otro mundo, cuando ejercía de proustiano en el
Hôtel Flamel (en realidad un antiguo burdel)… El día que tropezamos con aquel
andoba que había dinamitado un periódico y nos dijo que «últimamente» se había
hecho anarquista, Ablitas, frotándose las manos de muy cuca manera, le replicó:
«¿Ah, sí? pues paga… » Y le chuleamos vino hasta que nos abandonó en La
Palette con una mesa materialmente cubierta de vasos (pagados) y se escapó rue
de Seine adelante. Ay, Ablitas, con todo lo que bebimos, hasta un retrato me
hizo y luego me quería matar con una pistola con historia golpista que sacaba
de casa jurando que antes de que se fuera al otro barrio me iba a llevar por
delante porque yo me había hecho «de la ETA»… Hostia, que sí, que así eran las cosas,
así fueron. Descanse en paz desde hace mucho ya… Mal recuerdo de su velatorio
tengo, malo, con bronca de señoritos fascistas incluida: lo que escribes lo
acabas pagando: «Qué quieres, que encima te aplaudan», dijo Ayanz. Con afecto
lo recuerdo a pesar de todo. Y a veces me tomo una media combinación, o dos, en
Lhardy en su recuerdo y en el de otros de aquel tiempo (Léo Ferré en Richard)
que ya no entraran por esa puerta. En Lhardy, sí, estuve con buena gente, Jorge
Giménez, editor y aficionado al Marsala y con Claudio
Ferrufino-Coqueugniot en día memorable por tantas cosas. Ah sí, se me olvidaba
y también estuve con el erudito Juanito Gambela, en 1994. Él tan flâneur y tan
poeta de las calles madrileñas no había estado nunca ni había probado las exquisiteces
de la casa –croquetas, barquitas de ensaladilla, hojaldres de riñón o de
anchoa…– porque no había llegado el momento de que se las pagara el
Gobierno, allí por donde pasara, porque si no, de las fabadas de tabernón no
pasaba. Se quedó embelesado. Recuerdos durmientes que bailotean con un fondo de
Dexter Gordon y una copa de polvo en mano muerta.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 11/10/2019
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