Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Muy poco
tiempo para la consumación de un proceso electoral espurio. Caímos en la
trampa. El dúo se salió con la suya y ya festeja pronto el centenario de su
ensimismamiento como sátrapas. Eso creen. Junto a la plebe drogada y
alcoholizada, bajo lemas imposibles como “mueran los derechos humanos”,
imposibles instructivas como violar a las mujeres de los otros, defender la
violencia de género, fomentar el estupro, la trata de blancas, el incesto, la
parición indiscriminada para el Chivo, padre fundador del mentado estado
plurinacional que defienden a rajatabla con “sesudos” estudios los
intelectuales cobardes, escoria dispensable.
Ya está
hecho, no hay vuelta atrás. Es extraño ver que algunos que alabaron al régimen
conforman listas de diputaciones en la oposición. Dudo mucho de las
iluminaciones. Esa gente, dispensable también, se juega por premoniciones y
coyunturas. Saben, como sabían los esbirros de Auschwitz, que los cañones
truenan no muy lejos, y apuestan. Su derecho, claro, pero la misma cháchara de
los mismos comensales con el mismo pastel. Que algo cambiará con otros, lo
dudo. A no ser que venga uno con espada férrea a cortar cabezas. En Bolivia,
país de mesnada, de alcohol y grupos, de supuesta valentía colectiva, eso no va
a ocurrir. O decimos un responso por la desde siempre maltrecha república o
tengamos una paciencia de 50 o 100 años para ver si algo cambia en la
“indiosincracia”, de indios y blancos y mestizos por igual: bolivianos (el hado
propicio…).
Hemos sido
pasto de un vanidoso y un tarado. Quizá lo merecemos. Tal vez nadie mejor que
ellos, el Primero antes que el Segundo, reflejan las angustias, las taras,
ambiciones y vicios de todos. Melgarejo, a pesar del historial brutal, sigue
siendo un referente. El macho en celo, descontrolado, torpe, abusivo, con
dengues femeninos y poca honra. Más de cien años después se reencarna en los
susodichos. Sucede en cada pueblo, el asno de Trump renaciendo de las brasas
escondidas del racismo y la intolerancia. Pues bien, en realidad no estamos
ante ninguna encrucijada sino ante un día común de nuestra miserable vida. Nada
va a cambiar si el Cabezón se va, a la cárcel o a la Sorbona; nada si el eunuco
se va, a prisión o a la galería de notables. Seamos precisos y realistas. Las
opciones de Mesa u Ortiz ¿qué representan? Nada. Ahora bien, hay objetivos
primarios: deshacerse de los mellizos malditos vale como primer paso. Luego se
verá, dicen. ¿Qué se va a ver? Lo sabemos de antemano. Estas elecciones nunca
debieron haberse dado de esta manera, pero es el modo nuestro, autodestructivo,
festivo en mal sentido, corrupto y vividor. No queda otra que votar, pobre
solución a un enigmático problema que tenemos como país, insalvable, sin
solución a simple vista. Basta recorrer el listado de postulantes y ver que a
todos se les puede encender la paja de la cola, en mayor o menor grado. Que si
hace falta una revolución, a no dudarlo, pero si a la acción física no le sigue
una introspección seria, si seguimos siendo la tierra de las Alasitas y el
Ekeko ello va a permanecer. Hasta que nos esfumemos como los pascuenses, cuando
detrás haya solo tierra arrasada.
Escucho a
menudo: “no hay mejor trabajador que el boliviano”. Mejores en cada campo,
aseguran. ¿Y por qué no? Entonces existe un problema de matriz, y mental de
quienes habitan el cuerpo enfermo. O extirpamos el cáncer sito en lo profundo
de nuestro ¿pensamiento? O, pues, a morir. Con Cabezón o si él.
14/10/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 15/10/2019
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