Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Dice Eyal Halfon, el director, que vio remanentes de la carpa circense alguna
vez. Implicaría certitud del hecho: la visita de un pequeño circo ruso a los
territorios ocupados de Palestina durante la Intifada. Zirkus Palestina (Israel, 1998) no es un filme político en el sentido
de militancia, sino más bien una comedia cuyos entretelones pueden alcanzar
densos tintes políticos.
Halfon
trata a israelitas y a palestinos por igual, con sus defectos, sin hacer
exégesis de ninguno. Hay sensibilidad en su lente aunque su ironía ataca
mayormente a sus compatriotas, a la falsa legitimidad de la ocupación.
El
argumento burlón e incisivo no le quita seriedad. Hay un tenso momento, que
fuera censurado cuando salió la película y que se incluye en el DVD: aquel en
que el productor local del espectáculo es obligado a bajar del automóvil por un
soldado israelí y a sacar de entre los cables de electricidad una bandera
palestina recién colocada. Su hijo lo hace en su lugar, mas, en la noche, el
hombre, quien aparte de contratista tiene negocios ilegales de autos robados
con el coronel judío Oz, confiesa a su mujer que a partir de entonces llenará
de banderas cada esquina de la ciudad.
La mayor
atracción del circo es el viejo león Schweik. Al momento de la primera
representación y cuando la domadora (Evgenia Dudina) lo conmina a aparecer, el
felino no responde: ha huido de su jaula. Divergentes son las opiniones del por
qué; para unos se ha retirado a morir; para otros lo consume la necesidad de
aparearse. De pronto se ha convertido en el problemático centro de actividad de
la población.
Lo que
prosigue viene a ser el corazón de la comedia, la búsqueda del león a cargo del
representante cultural del ejército, el sargento Bleiberg (Yoram Hattav), ajeno
al entorno e hipnotizado por la canción Dalila,
de Tom Jones; casi un imbécil en apariencia. El suceso modifica el aspecto de
la comunidad. Este fenómeno extraño a la cotidianeidad presupone rebelión y
desenmascaramiento. Agitación entre los árabes como entre los colonos, e
investigación de los pormenores que llevarán a descubrimientos profundos y no
deseados (el caso del contrabando de automóviles).
La
desaparición de Schweik y su búsqueda extiende la visión de la cinta hacia la
totalidad de la existencia de los territorios ocupados: los enclaves civiles
judíos en tierra palestina, la ineficacia y la parodia de la fuerza armada, la
corrupción y la desidia. Bleiberg, enamorado de la domadora, inicia una
historia paralela de romance. El león, mientras desnuda las falencias de un
régimen de vida obligatorio -en ambos lados- tiende a unir los sentimientos de
los seres humanos, muy por encima de las diferencias étnicas, políticas o
religiosas.
Los
artistas rusos no comprenden la complejidad del hecho. Su mirada desde afuera
no hace más que denunciar el absurdo de vivir así. Pareciera que algo que
podría ser tan trivial como la aparición de un circo ha desencajado la
estructura de la zona. Otra vez será el gordo palestino que realizó el contrato
quien afirma, en un solo instantáneo y memorable, que "esta región no está
preparada para el entretenimiento... todavía". Palabras que en un par de
años serán proféticas con la explosión de los suicidas, la constante matanza y
acogotamiento económico por parte de Israel hacia Cisjordania y Gaza, la Tormenta
del Desierto, los misiles Scud de Saddam Hussein sobre Tel Aviv.
Bleiberg,
el supuesto idiota, poseerá al fin la única cordura. Logra, gracias al apoyo de
un niño palestino que lleva un parche sobre un ojo a la manera de Moshe Dayan,
y el nombre de Dayan también, descubrir al león y luego de ciertas peripecias
en las que el coronel Oz quiere apropiarse de la bestia, devolverlo a su dueña,
ya su amor. Bleiberg abandona todo y se marcha con el circo. Da la espalda a
una realidad inventada, o al menos mal hecha, y deja Israel. Antes liberan a
Schweik en algún lugar que semeja la sabana africana. Detrás quedan las
absurdidades del sistema, pero a la vez personas buenas e inocentes en esta
comedia de "instintos animales".
01/11/2007
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Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Chuquisaca), noviembre 2007
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