Thursday, April 7, 2011
La Nueva Era/MIRANDO DE ARRIBA
Queda siempre la esperanza de que todo cambie para mejor. Y el caso de la subida al gobierno de Evo Morales no se excluye.
Cuesta sin embargo creer que en un país de tendencias racistas tan marcadas se permita que Morales gobierne (a secas). Cierto que él como diputado nacional, y parte del juego democrático, no ha sido fervoroso defensor ni de instituciones ni de leyes; ahora le toca lidiar con los mismos problemas pero estando del otro lado. Está por verse su calidad de estadista, o de chofer si consideramos que Bolivia es como un automóvil siempre a punto de desmoronarse por el risco.
Por lo pronto ha sido hábil en disminuir su retórica a tiempo de posesionarse del cargo y lisonjear a sus "enemigos" norteamericanos. Está bien cuando afirma que de ahora en adelante hay que transar con las compañías extranjeras en términos justos. Sería ideal si así fuese el mundo que habitamos. Lo triste radica en la ausencia de medios para enfrentarnos en condiciones iguales. Resta jugar a la política según nos convenga, con China, con la Unión Europea, incluso con EUA. Y alejarse de la cháchara insulsa, a no ser que se decida de una vez por todas a tomar un camino radical con las consecuencias que traiga, cosa que no va a suceder.
Veo a Morales como un litigante que cuando alcance la plataforma necesaria para caminar con firmeza comenzará a hacer concesiones a aquellos que atacaba y a olvidar, quizá obligado por la realidad, su base sustancial de campesinos y desheredados. Una cosa es jugar con la parafernalia incásica y otra ejecutar el pragmatismo que le permita sobrevivir.
Pobre Che Guevara que esperó cuarenta años para de algún modo ser reconocido en el país en que murió, a nivel gubernamental me refiero. La mención de su nombre en la entrega de mando me place. Merece un sitio privilegiado en nuestra historia, mayor que el de sus carniceros. Habría que derribar la estatua del lacayo Barrientos en el Kilómetro Cero, en Cochabamba, y poner en su lugar la imagen del guerrillero. Sencilla pero justa retribución a su inútil sacrificio. Y siguiendo con el Che, cabe agregar su desdén por la hoja de coca -tan mentada al momento-. denigrarla como causante de profundos males en la sociedad india. ¿Un punto de contradicción quizá? ¿O se trata de no ser ortodoxos? Valorizar las culturas ancestrales no pasa por aceptar las taras que toda cultura acarrea. Fuera de los pros a favor de la coca, esta planta es la mejor expresión de dominio y explotación en términos simbólicos. Y si no que le pregunten a España.
23/1/06
Publicado en Opinión (Cochabamba), enero, 2006
Imagen: Joe Tilson/Che Guevara, 1969
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