Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Inauguran un
programa de radio en aymara, que será traducido al quechua, castellano y
guaraní, sobre la vida del señor Evo Morales, autonombrado primer -y único-
presidente indígena de Bolivia, y desesperado adalid de campañas en su favor
para que se lo reconozca como referente mundial.
Es lógico
comprender que cuando poder se asocia a ignorancia, megalomanía y vanidad son
secuelas inmediatas. Porqueros como Francisco Pizarro, pintores fracasados como
Hitler, segundones como Yugashvili, quisieron en su momento sepultar los
desdenes del pasado y reinventar el mundo y no solo su propia historia. El
precio a pagar fue muy alto. Morales, en un escalafón muy inferior a los
nombrados, pero con los mismos enfermizos síntomas, se desvive por pervivir,
sin tener la suerte entre comillas de Johannes Faustus de aparecérsele un
Mefistófeles y ofrecerle eternidad. Tal vez por eso Choquehuanca mandó a un
desquiciado Cárdenas a recuperar el ekeko de un museo suizo. Hay que
ficcionalizar, inventar, mentir, para armar un entarimado que aunque sea castillo
de naipes, soporta el momento y gana tiempo ¿Cuánto? No lo sabemos.
Cárdenas, racista
confeso y Let it Be tee shirt´s guy, el descolonizador más colonizado por la lujuria
occidental, es posible que lo consiga, que traiga la figurilla desde Suiza,
porque los europeos apenas soportan el peso de sus culpas y creen que
lambisconeando pies indios lavan la sangre. Digamos que lo hacen, que el ekeko
se aposenta en palacio, entonces el comunista Linera le rezará, invocará, amén
de revolcarse en el suelo luego de la milluda que le propine algún otro
narcoamauta, porque así vamos en este mundo del nunca jamás. Entre Garfio y Peter
Pan o Blanca Nieves y los cuarenta enanos.
Rafael Leónidas
Trujillo, de herencia haitiana, lo que entonces (y hoy) era baldón
imperdonable; Tacho Somoza, que de lavador de urinarios se entronizó como amo y
fundador de dinastía, o cualquiera de los gánsters de la realidad y la ficción
norteamericanas, que naciendo de labradores y pastores en Sicilia, adquieren,
burdamente eso sí, gustos y refinamientos de ricos, queriendo comprar con oro
una escuela de vida privativa de los oligarcas. Les sale mal, porque el pobre
origen sumado a la riqueza funciona como receta kitsch. Morales hoy, que juega
a dos bandos: por uno el de presentarse como el humilde llamero enviado por los
achachilas, y por otro el desesperado buscador de parecerse cada vez más a
quienes odia y admira en el fondo. Sin la hidalguía de un Mandela, sin la soltura
de Nasser. Jocosa comedia de trágicas consecuencias colectivas.
Hay frenesí,
impaciencia por quemar etapas. Cada vez los plazos de sus representaciones se
acortan. En los últimos meses un satélite, el Dakar, el G-77, el teleférico, éxtasis
pero también desesperanza, hasta angustia por no saber si los resultados
devendrán en una transformación inesperada de la historia, de la vida misma, de
dejar de ser humano y convertirse en dios. Algo de religioso, de prometeico
pero en miserable intento, sin épica ni gloria. Danza de millones para
comprarse una memoria, un espacio, certeza de inmortalidad, aunque al sacarse
las botas le hiedan los pies y este sencillo y natural aroma humano destierre
cualquier posibilidad divina.
A Trujillo y a
Somoza los cosieron a tiros. Otros terminaron en santidad, pero murieron. ¿Para
qué lidiar con lo inevitable? ¿No sería más fácil ser cuerdos, aprender a
razonar? ¿O los complejos son tan inmensos que los líderes y sus ton ton
macutes andinos, tienen incapacidad de superarlos?
Ahora es posible
que los suizos, quienes le deben al ekeko y no a Guillermo Tell lo que tienen y
son, luchen a ultranza por preservarlo. No sea que cediéndolo los bancos se
trasladen a Orinoca y las bartolinas, fierecillas indómitas, reemplacen a los
adustos economistas que los dirigen.
Ave César.
20/01/14
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 20/01/2014