Tuesday, January 17, 2017

Disquisiciones acerca del derecho a ser puta/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Lo principal: el desastre que comienza el viernes con la entronización de su majestad Donald Trump el Único. Luego, la ausencia de su mujer, eslovena escultural y desnuda, ya con matices de vieja excavando concavidades de ojo y barriguita inconcebible, inevitable y triunfal.

Apareció en las primarias republicanas algo, también en la contienda que derrotó a Clinton. La ejercitaron con miseria en dotes de orador hembra y se burlaron del fracaso de su siempre menor condición de inmigrante. Después desapareció. Algún tabloide la mostró desnuda; otros semidesnuda, con pezones amarronados de amplia sombra, no de aquellos chicos y puntiagudos que parecen lápices. Allí comenzó su declive, la penumbra de un exilio cercano pero obvio, además de la imposición de que dijese que era su voluntad el alejamiento y que la educación de su hijo, el ambiente, la escuela, etc., para mantenerla al margen. Claro, si supuestamente Melania Trump ejerció de meretriz en sus días italianos, como tantas mujeres de Europa del Este castigadas por la historia y con el único recurso de su cuerpo, no quedaría bien con el conservadurismo del partido del elefante, el de la moralidad sin tacha, de las armas descontroladas y atrocidades semejantes. No podían ellos, pacatos e hipócritas, permitir que la figura en cueros de Melania se mezclase con el ropaje “decente” de las matronas de la antigua-nueva “América”. La hicieron a un lado. En su lugar depositaron la vil pero rubia y bastante Barbie hija: Ivanka, a pesar del inocultable eslavismo de sus rasgos físicos porque viene de checa, como la segunda es eslovena.

Ha lugar, conociendo el historial perverso y pervertido del presidente que viene, el de la sospecha infame en cuando a Ivanka. Lo ha dicho él mismo, que si no fuese su hija… el pecado, Electra… bueno. Otra historia será cuando se disipen las nubes de la tormenta. Por ahora esperemos que la Primera Dama legalmente constituida se asome al menos al baile inaugural. Como Cenicienta le corresponde, así la guarden después en caja metálica de galletas para evitar la vergüenza.

Lo tragicómico de todo es que los Estados Unidos que se creyó no solo el policía del mundo sino el ejemplo moral de la humanidad se cebe en el pasado de la esposa para ocultar que no vivimos en una sociedad de azahares. Aquí lo que prima es la actual realidad de que el país no tiene ningún asidero moral para dictar cátedra a nadie. Acaban de colocar en el sitial más alto a un delincuente de variados perfiles: violador, pervertido, abusador, ratero, embaucador, estafador, traidor y tantos sustantivos y adjetivos como quepan en un currículo de abominaciones. Ya no pueden, nunca más, justificar arrebatos guerristas, intervenciones, asesinatos, cambios de gobierno después de esto. Y no lavan, por supuesto, la mácula imborrable que se extiende por su sociedad escondiendo a una mujer que con todo derecho de supervivencia vendió real o supuestamente el culo. Ese es un pecado venial comparado con los del magnate, quien, además, impondrá sobre el planeta sus esquemas libidinosos y retorcidos hasta alcanzar el clímax a que su estupidez apunta: la destrucción general completa.

Al inicio la mujer me cayó pesada. Hizo comentarios tontos sobre el marido que, luego, diseccionándolos descubrían un elemento concreto y peligroso de su carácter. Hace meses que no se la ve, ni a su hijo, de rostro eslavo y de lengua eslovena según dicen. Este delfín pequeño ha sido por igual avasallado por los hijos mayores de Trump, de similares gustos delictivos.

Como en los cuentos familiares medievales da la impresión de que aquí hierve una caldera de conspiraciones, ambición, lujuria, avaricia. Estados Unidos piensa que alejando a la mujer que mostró las entonces apetecibles nalgas en público se lava las manos; se equivoca. Al fin la sociedad corrupta se destapó y entonces cambian las reglas del juego, en cualquier arena.

16/01/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 17/01/2017

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