El encuentro se
pacta un jueves en un cafecito de la ciudad, en un patio de paredes rojas: la
gente llega, inusualmente, en gran número y en ese bullicio nos encontramos con
Claudio Ferrufino Coqueugniot bajo una cálida noche de primavera. Acabo de leer
su novela Muerta ciudad viva (El País, 2014) un relato sin
concesiones y de una gran temperatura emocional. Como dato inusual a este
encuentro, arriba también un abogado penalista que llega de La Paz con el único
propósito de conocer, según sus propias palabras, a su escritor predilecto, con
el que lleva una relación vía internet de larga data. Pocas veces uno asiste a
este tipo de encuentros, donde autor y lector luego de un largo diálogo
virtual, al fin se sientan a conversar salvando distancias.
Claudio
Ferrufino Coqueugniot, es un escritor cochabambino y trashumante de
diversas geografías. Sus ojos de viajero parecen confirmarlo. En sus viajes hay
un ser nocturno, buscador de brújulas. Ese que va a vivir la noche. En el
pasado ejercía como estibador o repartidor de periódicos y, a veces, cuando
camina con pasos de cangrejo que van atrás recuerda a Big Mike, su amigo de
piel oscura, uno de los entrañables que lo acompañó por las ciudades del norte,
parte de esos amigos que en su mayoría ignoran su faceta de escritor. También
Ferrufino es ganador del Premio Casa de las Américas y el Premio Nacional de
Novela Alfaguara. Es autor de numerosas novelas como Virginianos, El Señor don
Rómulo o El exilio voluntario, tiene además en ciernes un nuevo proyecto
literario, una novela donde habla de eso que conoce bien, la noche o las
ciudades lugares no lugares y la gente que en ellas deambula, siempre en los
márgenes. Las mujeres que posan su cuerpo tibio en sórdidos moteles o suaves
pastizales.
El color verde de
las caipiriñas acompaña este diálogo y el cielo amenaza lluvia.
¿Cuál es la relación que tienes con la ciudad y en
específico con Cochabamba, estos espacios que son apariciones constantes en tus
relatos?
Si es quizá no
solo el pasado histórico que me interesa mucho, he leído mucho acerca de la
construcción de las ciudades de la época colonial, me interesan las
antigüedades y la ciudad es como una antigüedad muy dinámica, muy viva. La
ciudad de Cochabamba la conocí en mis años jóvenes, una ciudad íntima y también
en su parte más oscura, como se ve en mi novela Muerta ciudad viva.
Creo que esa es la mejor manera de conocer una ciudad, en sus vicios, en sus
oscuridades.
¿En esta última novela Muerta ciudad viva propones casi
una ciudad sonámbula?
Puedes extraer
esa idea de la novela, no es precisamente lo que quise hacer pero he pensado en
el tema y sin duda se puede hacer; sería ideal convertirla en una ciudad zombi,
y producir una serie de historietas de comics que creo que saldrían muy buenas
con el argumento de esa novela.
¿Cuál es tu relación con la noche? ¿La noche es la
misma en Denver donde vives a la noche en Cochabamba? ¿La noche vuelve a las
ciudades iguales?
La noche es muy
similar en todo lado y muy diferente al día. Yo vivo de noche los últimos
treinta años; trabajo de noche. En realidad he vivido más de noche que de día;
tengo una relación más cercana con la noche, me gusta en primer lugar por el
silencio ficticio: hay mucho ruido, muchas voces en la noche, que no es percibido
de día, me gustan las voces escondidas de la ciudad, de la gente.
A propósito de esta novela hay un párrafo que me
llama la atención, porque pareciera que ahí el autor se divide en dos
posibilidades, primero la del hombre que quiere recostarse en la hierba y mirar
a los saltamontes y el otro que quiere perderse, vivir en el completo exceso
¿Esta es casi una confesión?
Creo que esto es
un lugar común para cualquier persona, pasar de un estado del otro, incluso si
nos adentramos un poco más podemos llegar a esa separación ficticia entre el
bien y el mal. Entonces no veo porque no se puede trashumar de un espacio a
otro casi sin problema.
Hay muchas maneras de tratar a un personaje ¿Les
permites rebeliones o los tienes controlados? ¿Escribes sabiendo exactamente adónde
vas?
Escribo de una
manera muy amplia, la única novela que escribí estructurada por llamarlo así
es Diario Secreto, pero el resto de mis novelas no de ninguna
manera, incluso aunque tenga un tema específico que sepa más o menos donde voy
a ir eso cambia a cada instante, cualquier sensación e impresión inmediata, de
hoy por ejemplo, entra a la novela que estoy escribiendo, aunque aparentemente
no tenga nada que ver con su estructura. Por eso aparecen canciones, puedo
estar caminando por las calles, escucho una y la meto a mi novela y los
personajes se manejan de la misma manera, libremente.
Francisco Umbral dice algo que me recuerda a las
mujeres de tus escritos, menciona este escritor español que las mujeres para
los surrealistas no son las compañeras sino la más electrocutante experiencia
del otro, por ello me interesa saber qué relación tienes tú con las mujeres en
tus relatos.
Sin duda eso que
dice Umbral es muy apropiado, soy hombre muy apasionado y la mujer siempre ha
sido el sujeto mayor de mis pasiones, no de mi pasión hablando solo del amor
sino de muchas otras cosas. Y he arrastrado mis mujeres, casi en plural, a ese
mundo por el que deambulé y que relato en estas mis novelas. Como todo escritor
me apropio de vidas ajenas y las mezclo con la mía.
Dicen que son nuestros olvidos los que nos hacen
escribir la historia, he logrado percibir en tus escritos una especie de
constante, vas del pasado al presente y viceversa, tiempos que dialogan y a
veces no ¿Esta es una lógica andina de narrar la vida?
Has tocado un
punto importante, mi madre que era argentina y veía Bolivia a la que amaba
desde el lugar del extranjero, siempre me dijo que mis novelas eran muy
bolivianas y no se refería a lo que podía tener de tradicionalista, como
en El señor Don Rómulo, pero hablaba de ese espíritu andino y la
yuxtaposición de presente y pasado en la naturaleza del indígena de los andes,
cuya sangre sin duda tengo. Somos mestizos y sabemos de dónde. Mi madre
entendió eso muy bien desde el principio y conversábamos de ello.
¿Tienes algún personaje entrañable?
Todos. Como te
decía el autor roba vidas, es un desenterrador, entonces, incluso en lo
autobiográfico hay mucha vida de muchas otras vidas de las personas, en El
exilio voluntario, hay personajes íntimos y muy queridos, que eran los del
gueto negro, aunque no mencione a un par de ellos, pero todos son entrañables.
¿Es fácil construir diálogos?
Creo que son muy
difíciles los diálogos y los eludo de la mejor manera que puedo. Suelo mezclar
los diálogos con descripciones, entonces así es mucho más fácil que no cometas
errores o que estos pasen desapercibidos.
¿Cómo te llevas con las metáforas?
Me gusta hacer
metáforas de cuando en cuando.
En algún momento te comenté que tengo una
fascinación por el oficio del estibador, supe que tú ejerciste esta labor ¿Este
te ha abandonado o permanece en ti?
Claro que sí
(sonríe). Las fuerzas me han abandonado, no creo que ahora pueda cargar ochenta
o cien kilos con mucha facilidad, pero el espíritu sigue vivo, rebelde,
luchador, agresivo, violento, todo lo que relacionas con un oficio así.
He leído que la crítica te considera una especie
de escritor maldito ¿Qué te produce la crítica?
No creo que sea
maldito, ojalá que no. Soy un escritor que dice y hace lo que piensa y lo
escribe ¿Si me gusta esa especie de maldición privilegiada? Sí, siempre me ha
gustado leer a Baudelaire, a Rimbaud, a todos los tipos de esa laya. Me gusta
leer que alguien diga cosas lindas de un libro mío, por supuesto, todos somos
vanidosos y si dicen algo malo también está bien, eso no va a cambiar la manera
en que yo escribo.
¿Claudio ya escribió su gran novela?
No, no todavía
no, tengo muchos proyectos o ideas de gran novela.
¿Vas a coquetear con el cine en algún momento?
Sí, tengo que
hacerlo, creo que cuando me jubile voy a hacer cine. Eso seguro.
Nos despedimos.
Camino por la solitaria ciudad. La noche se abre.
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De ECDÓTICA,
27/10/2014