Sunday, September 29, 2019

Genio, egoísmo, empatía y muerte


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Comencé a ver el filme Genius a las 10 de la noche; continué a las 3 y la terminé a las 5:30. En medio: sueño, pensamiento, lectura, café, galletas, internet, Ucrania, Rusia, Moldavia.

El genio es Thomas Wolfe, o su editor Max Perkins. Título con ansia de ambigüedad, o simplemente homenaje a dos hombres notables, cada uno en su campo. Suele ser que el editor, con tino, inteligencia y talento, puede realzar una obra que se pierde a sí misma en sus vericuetos. Difícil labor porque siempre enfrenta la vanidad del creador, quien no necesariamente y a pesar de cualquier grandeza, sabe discernir acerca de volumen, espacio, pausa, interés del lector y tanto detalle. Perkins “creó” a Thomas Wolfe, le dio un estrado, comprendió el brillo de su prosa. De las 5000 iniciales páginas de On Time and the River, Perkins obligó a Wolfe a trabajar dos años en su pulido y recorte para imprimir una obra maestra.

Aparece Hemingway por instantes, desmereciendo la obra de Wolfe. Un alicaído Scott Fitzgerald, con Zelda demente, rumia acerca de sus imposibilidades como escritor. La caída es dura mientras más alto se esté. Solo cinco años después de su éxito, camina desesperado. Cuenta que tal año (no sabemos cuál) sus regalías por El gran Gatsby fueron de dos dólares y centavos. El olvido es más seguro que la inmortalidad.

Me gustó la película, excede la existencia de sus personajes. Hay diálogos en donde la señora Bernstein, amante de Wolfe, da consejos que equivalen a filosofía. Las digresiones acerca del éxito y la gloria podrían extenderse a cualquier ámbito. No hay moraleja, sin embargo. Incluso la enfermedad repentina de Wolfe (tuberculosis militar que avanzó hasta el cerebro), su exacerbado ego, y la muerte a los casi 38 años, le da connotaciones bíblicas. Lo eterno es lo más efímero.

Leí a Wolfe en mi juventud. He de hacerlo de nuevo. Jazz en las letras. Tom Wolfe lleva a Max Perkins a un club de jazz de la negra Baltimore, la de Poe. Explica a su recatado y serio editor sobre la ruptura de  esquemas. Nada más ejemplificador que el jazz. Aquí está mi obra, parece decir, el origen de mi obra. En las caderas negras, el ritmo; desfachatez y erotismo. Putas negras. Bourbon. De por allí vienen los Stones, y Bob Dylan.

Hasta que se abre una boca devoradora en el piso y se traga hasta el gris cielo y la lluvia. Necesitamos estar solos para comprender lo que es vivir en colectivo. Nadie es imperecedero, nadie único. Bailar la vida como bailar la muerte, al son de trompetas y tetas sudadas.

Domingos de la calle Clarkson, Capitol Hill. En la terraza tose un marihuano. El olor a mota es lo primero que se siente al entrar. Mi departamento huele a jazmín japonés y guarda calma de nicho. Hasta que despierto y me entristezco con Mozart, o bailo un solo con el taarab de Zanzíbar. Nunca escribiré una obra maestra, pero escribo. Lo que quede, fuera del papel impreso, perdurará un par de años después del silencio. ¿De qué valió el dolor, las dentelladas de las divas? Ellas envejecen, como yo. Y lo que fueron pezones como aceitunas se convierten en guijarros pequeñitos a los que llaman cascajo. A vivir, que nos morimos, y a crear para justificarnos. Trombones y saxofones, que el baile elude el reloj. Cumbia y vallenato, kaluyo.
29/09/19


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Fotografía: Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Tuesday, September 24, 2019

La Chiquitanía y la elección/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Nada evitará el fraude. Si no se detiene al individuo este, los sueños de los estupradores de quedarse para siempre tendrán asidero. Se habla de la economía, pero un país hambriento, mendigo, informal, puede aguantar mucho. Sin contar con el síndrome del pongo tan arraigado en todas sus clases sociales. La manada, la recua, donde imperan los tuertos y manda quien golpea más fuerte. Con la ayuda, claro, de intelectuales abyectos que doran la píldora para la historia, a pesar de que ya no embaucan –tanto- a los gringos tontos que elevaron al tirano al pedestal donde está.

La mala conciencia europea, la inventadora de paraísos sociales, creó al monstruo. Muchas oenegés se hicieron ya a un lado, pero nos dejaron la carga. Recibo cada día estudios, ensayos, acerca del indigenismo, pluriculturalidad y etcéteras. Gente pensante, seguro, e interesantes los temas; vitales, diría, pero sostenidos por la gran mentira de que se ha llegado al nirvana indigenal con el cacique encaramado. Mentira porque Morales ni indio es. La piel no cuenta cuando se manda. El poder empalidece la oscuridad, lo hace blanco, convierte al esclavo en patrón. Regalar, además, un territorio al crimen organizado extranjero borra cualquier logro que se hubiera obtenido con la tortilla volcada. ¿Volcada?, ni soñarlo. Patrones son patrones y retórica, retórica.

Los ya cuatro millones, sugieren, de hectáreas incendiadas –adrede- debieran ser suficientes para enviar al dúo dinámico a galeras, para chicotear, como tanto les gusta, a pillos del intelecto que alaban las malévolas andanzas del curaca, para condenar a trabajos forzados a tantos “hermanos” que se aprovecharon de la abarca para medrar, del sombrero (español) para jugar al pobre indio, pobrecito, y poder robar como si dinero de Alasitas se tratase.

El ekeko, esa figura carismática y querible, se ha trasformado en la imagen del diablo. La vieja y simple controversia entre el bien y el mal parece haber tocado fondo. Si el cáncer no se cura, mata. La abundancia del españolísimo mestizo aymara (dios, qué embrollo) ha hecho que los otrora humildes “deregentes”, y el amo en el trono, hayan perdido todo decoro y estén en abierto pillaje. Repito, el cáncer mata si no se lo bombardea con químicos. Y en el sanatorio no habrá suficientes camas para todos porque se viene el desastre, a pesar de la mendicidad, de la miseria, del aguante de un pueblo especial e incomprensible.

Cuánto más podemos tomar. Hay límites para todo, incluso para los semidioses. Una oclocracia no puede vivir eternamente. A los sans culottes franceses los pararon luego de un par de años de violencia. Bolivia no es una revolución, no se ha visto sans culottes hambrientos de venganza. Aquí de la tienda se apoderaron los comerciantes. Los pobres siguen con las mismas migajas del pasado. O, si se les mejora la calidad de vida, es a costa de elementos como el medioambiente que son de interés general. Poblar la Chiquitanía, el oriente, con gente de occidente es algo que García Linera siempre pregonó. ¿A costa de destruir el futuro colectivo? No les importa. Total, vivirán 10, 15 años más, ricos hasta donde se pueda. Ellos y sus socios capitalistas, incluidos los del lado oscuro, desean dinero y lo obtienen. El cómo no cuenta. Pues tampoco el cómo debe contar al momento de frenarlos.
23/09/19


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 24/09/2019

Sunday, September 22, 2019

Hey, Jude


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Fue la última canción que el pianista tocó. La gente gritaba. Dos de la mañana. Varias cervezas Guinness y un ruso blanco en el estómago. La mente mareada. Ofuscada. Hey, Jude… no me dejes caer. Ya caímos, Jude, hasta el fondo de la memoria, donde los sueños se confunden con las pesadillas. Narices semitas, judías o árabes, hombros color leche y canela con leche. Pestañas, brassiers, un universo de mujeres y hombres gay. La pareja del lado, en la barra, mujeres. Tatuada una, que me muestra a Frida en el antebrazo y hablamos de Coyoacán donde nunca fui pero miento. Hablamos del sapo, Diego Rivera, de cerámicas precolombinas, de la tinta sobre la piel. Tinta que llevo en el alma, le digo. Alma tatuada de esperanzas e inmisericordia.

Cumpleaños de Viktoria Anatolieva. Pensar que esa muchacha de 31 pudo ser mía, con los cabellos tirados sobre la almohada como marejada de algas castañas. Adobarlas con aceite de sésamo y ajo. El amor es como un plato de comida, un sabor que encoge, amedrenta, gusta; y un recuerdo. ¿Conoces cómo huele una mujer de verdad?, preguntan por carta. Ases fuera de la manga, todo en la mesa, hasta una pistola presta a descargarse, una bala que busca un cuerpo, una muerte que ansía redención.

Peleé por aquel amor con todo lo que tenía. Y nada tenía. Perdí de antemano. Me confiscaron al foso profundo, relleno de figuras goyescas y duendes de voz gutural. Bajos profundos. ¿Chaliapin?, pregunté en la oscuridad, y se rieron de mí. Despierta, que si no estás atento Lilith devorará tus piernas. Sin piernas no puedes correr. Sin nada no sueles ganar.

Domingo acompañado de la bella pesadez de Gainsbourg, de Juliette Greco. La canción de Prévert, las hojas muertas… Ayer comenzó el otoño. Muchas hojas muertas habrá sobre el barrio arbolado. Noches más oscuras; silencio más silencio. Una casa que tenía rosales  en el pasillo revuelve el pensamiento. Pregunto si los padres están en los ladrillos removidos, si no los estamos desgajando con cada pieza que se va. Vivo, sin embargo, creyendo que los voy de nuevo a encontrar, en ese sexto piso sobre la tierra que cavaron. Mirando la montaña, esperando la nevada de la Asunta, la del Carmen, con piezas de un almanaque Bristol que anunciaba las cosas como sabiendo que se perderían. Cubierta naranja, me acuerdo, al lado de la Enciclopedia Británica de la que iba traduciendo mi padre textos extraños. Mi madre hacía ravioles; yo los haré hoy. La baraja no se mueve, no hay interlocutor para abrirla y jugarla. Reyes y reinas, monas y palos de diamante, de trébol, de corazón y espada. Casinos, se llamaba aquel juego. Será otra cosa extinta como tantas. Dinámica, no otra cosa. La pena no sirve para detener el movimiento. Los grillos encadenan pero no matan.

Airam Goizeder, poeta, lee desnuda sobre un árbol, mojados los pies por la borrasca. Dice del amor, enrosca los cabellos en ilusión de hombre. Mientras tanto come cerezas, negras como las guindas de Colomi. Su color sobre el papel es el mismo de la sangre. Escribamos con cerezas que sangre ya no queda. Sin guerra la perdimos. Se fue por los poros como con envenenamiento.

Hey, Jude, ya caí. En vano te ruego, en vano, en vano. Los griegos de Salónica cantan rembétika. Uno creería que el matar te vuelve inmune al amor. No, para nada, ni siquiera eso sirve para curar la enfermedad. Déjalo así, Jude, que para nosotros terminó la música. El baile ha comenzado sin invitarnos. Melancólico como el klezmer de los judíos en Rusia Blanca. Me nutro de música: Alessandro Scarlatti, el llano venezolano, el de los centauros, el terror que todavía me causa pensar en las páginas de Doña Bárbara. He ahí, quizá de ella me viene todo, de que de niño en esas páginas se presentó Eva más violenta que en el paraíso. No es para la pena. Para el olvido, para saborear un tinto como coágulo, aunque de muerto siga probando el sabor del raviol, de si me pasé en la amargura o añadí demasiada azúcar.

Muchas mujeres me llaman esposo y ninguna está, Jude. Hey, Jude. Escucha. Hey, hey, Jude.

Carajo que canta mal el pianista. No disparen al pianista, contaba Oscar Wilde de un cartel en el saloon de Leadville, sí, ese pueblo minero donde pasé la noche preso. Hey, Jude, ¿por qué me envías a la cárcel? No me dejes caer, que si pierdo la escalera te pierdes también. Nick muestra los pechos, varias muestran los pechos. Los maricas causan estruendo, gritan, levantan los brazos y aúllan: hey, Jude, hey, Jude. Parecen felices. ¿Lo estoy? No yo, tengo una pena guardada muy dentro del corazón decía una canción en algún espacio del recuerdo. Hey, Jude, ya no cantes esa tristeza. Trata de hacerlo mejor, de convertirla en otra cosa. Que brille como naranjas de Valencia, como limones sutiles. Esposo, me susurran en la noche vacía, en un lecho de desarregladas sábanas y películas alrededor.
22/09/19

Wednesday, September 18, 2019

Lord Dunsany/ECLÉCTICA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Entre tanto Irak y Michael Jackson encuentro un artículo (Minor Magus) sobre Lord Dunsany, escrito por cierta Laura Miller en ocasión de publicarse una nueva selección de sus relatos en Penguin. El texto es de gran interés y destaca aspectos de la vida de Edward John Moreton Drax Plunkett, décimo octavo barón Dunsany, escritor de literatura fantástica de origen irlandés cuyo nombre, mientras reviso, no está siquiera anotado en mi Biographical Encyclopedia de The Cambridge. Sugiere Miller que su supervivencia literaria se debe más al rescate de los amantes de la nueva literatura fantástica, que lo consideran un predecesor, que a la extravagante y rica en anédotas existencia que llevó, a su amistad con Yeats y Kipling o a su perdurable influencia en Lovecraft.

Ya antes, pero mucho después de que el cine destapara a J.R.R. Tolkien al gran público, la literatura fantástica en lengua inglesa se ha ido desarrollando a pasos desmesurados. Quizá se deba a una inconsciente angustia existencial, del norteamericano sobre todo, de sentir la falta de raíces y tratar de recuperarlas en la rica mitología celta o en las variaciones que su imaginación fermente en jóvenes autores de ficción. Hay hoy una profusión de libros, películas, comics, figuras coleccionables, juegos de computadora o de mesa que hablan de reinos fabulosos, reyes, monstruos, lugares de ortografía seductora y misteriosa. En sus "Días de ocio en el país del Yann" Dunsany cuenta, a través de su protagonista, del hallazgo, en una de esas ciudades de ensueño, de una gigantesca puerta de marfil que muestra al acercársele ser de una sola pieza. Aterrado, el hombre se aleja sabiendo que aquel material sobre el cual se ha tallado la portada no puede ser de ningún animal que el hombre pueda matar; se debe, sin duda, al colmillo perdido por un ser de excepcional grandeza que volverá a buscarlo. El horror se detiene allí, Dunsany no explica ni describe a la criatura, sólo anota que sus presunciones eran ciertas viendo "lo que sucedió después".

Dice Borges, y lo consigna Miller en su artículo, que Dunsany prefigura a Kafka en su cuento "Carcasona" donde un grupo primero, y luego de intensa tragedia dos personas: un bardo y un rey, envejecen en vano intento de encontrar la mítica villa de mármol rodeada de murallas. El tiempo cíclico, infinito, horror que principia pero que no tiene fin, un cuerpo enterrado en el cieno del Támesis, sin digna sepultura, deshecho por las mareas y reconstituido por las tormentas y eternamente devuelto a su lecho inmundo, con la plena conciencia del muerto que siente y ve lo que sucede con sus despojos. Finaliza -felizmente- cuando el hombre despierta y comprende que ha estado soñando.

En su Biblioteca de Babel, Borges alega, prologando a Dunsany, que "Matthiew Arnold, en 1867, había declarado que lo esencial de la literatura celta es el sentimiento mágico de la naturaleza; la obra de Dunsany confirmaría espléndidamente esa aseveración". Tema que sin embargo lo puso en las primeras décadas del siglo XX no en oposición pero sí en diferencia con los literatos irlandeses que hallaban que debía existir un compromiso entre lo literario y la independencia de Irlanda. Mientras lo onírico, y profundamente irlandés, primaba en Dunsany, otros como Yeats se afirmaban en sus convicciones políticas en un tiempo decisivo para el país, con la rebelión del año 16 y la fundación del estado libre el 22. Razón que posiblemente pesó para que Dunsany no fuese invitado en calidad de privilegio cuando Yeats fundó la Academia Irlandesa de Letras en 1932.

Pedro Henríquez Ureña lo conoció en Nueva York y habló de su "conmovedora necesidad de ser admirado". Tuvo una vida fácil, de riqueza y bienestar, tal vez por eso, por oposición o consecuencia, se juntó al peligro: soldado en las guerras boer y en la Primera Guerra Mundial, cazador de leones, quiso también matar un tigre cara a cara en una de sus aristocráticas visitas a India. Estudiante de Eton y buen ajedrecista, escribió sobre ajedrez y obligó tablas a José Raúl Capablanca.

Sus relatos carecen de argumento, fluyen como los sueños. Lo que en Tolkien adquiere solidez en la novela, queda en Dunsany como un vaho nebuloso pero bello y trascendente.
03/02/05

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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), febrero, 2005
Imagen: Fotografía de Lord Dunsany


Tuesday, September 17, 2019

Cansancio/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

No sé. Pensar, escribir. El mundo es tan ancho, tan intenso, variado e interesante. Y uno tiene que perder el tiempo con un par de jumentos coronados porque alguien tiene que hablar. Pesa que las horas se vayan detrás de los pasos inmundos del cabezón aquel y su sílfide acompañante.

Solo un asno, un imbécil, puede querer pasarse la vida gobernando y robando. ¿Dónde queda la esencia humana, la intimidad, la delicia de saberse y estar solo? Consigo mismo… ¿Qué tipo de animalejo tiene uno que ser para desear sirvientes? No son los millonarios los que permanecen en la historia, no son los tiranos. Quienes dan forma a la humanidad son los hombres simples, los artistas, los individuos, no cualquier caballo que no tiene otra cosa para llenar su vacío que la idolatría ajena. El mismo robo… ¿Cúal es el fin? Lujo, mujeres, hombres, eunucos, transgénicos, fetiches, vicios, todo lo puede comprar el dinero. No sirve si en la cabezota no hay otra cosa que excremento, si el tipo cree ser más de lo que es, si construye museos para sí, si incendia como Nerón y abusa como Trujillo.

Triste el país que tiene un monstruo encima. Extraño metabolismo ese, de digerir mierda. Como siempre trato de evitar pensar en las opiniones despectivas acerca de los pueblos, pero llega a ser casi imposible no imaginar que si el pueblo traga mierda, mierda es.

Vanidad… Bolívar vanidoso. Páez y Santander, que eran lo suyo, lo acusaban de emperador. Pero Bolívar era un hombre de grandeza tal que se lo permitía. No quiso ser rey, no; al leerlo se ve claro lo que quería. Y ahora lo emulan bufones de la peor especie. Lumpen bolivarianos, rateros, delincuentes, pedigüeños, desde el tuerto y cornudo Kirchner, pasando por el ladrón Lula, el saltimbanqui Chávez, el marica Correa, y este par de especímenes en casa, lombrosianos dignos del museo de Ripley.

Escucho música venezolana. Ahí viene Montilla… un hombre tan valeroso y a Montilla lo han matado… Pienso en los “valerosos” gobernantes de Bolivia. En primer lugar no sirven para nada; buenos para lo malo, no en el sentido inteligente de Lucifer, sino en el de la angurria ingobernable de los estúpidos. No se rebelaron contra nada. Jugaron con las coyunturas, reunieron lambiscones para que amamantaran de sus pequeños testículos y pare de contar. Ni ideología ni programa. Muestran, sí, que para que Bolivia progrese, hay que deshacerse de mucho. Sonará hitleriano, otra noche de cuchillos largos, pero parece que las opciones se terminaron. Si tuvimos taras pues se acentuaron. Estos nos han convertido en un pueblo tarado, país fallido, cobarde, nauseabundo, detestable y despreciable. Si queremos seguir así, valga, pero hasta para las decisiones tontas hay límites. Se darán en lo económico, en la desintegración social. Pagaremos bien largo. Aceptarlo o evitarlo. En medio no hay nada. No pasa por la elección sino por la reacción.

La historia es larga con la traición de los comunistoides, los vividores del legado de quien fue tal vez un gran filósofo: Marx, que poco tiene que ver con los vendedores actuales. Sobre Rusia se decepcionaron Gide, Istrati y Jorge Amado. Faltan dedos para contar la decepción ante la gran mentira socialista. Peor ante la mentira del falso socialismo, del llamero y el sacristán, y de los que los rodean, comenzando con el ojoso y la lacra campesino originaria y no sé qué otra adjetivación que ni interesa.

Papini hacía decir a Vladimiro Ilich que diez millones de campesinos valían lo que un obrero. Bolivia vale entonces uno y medio ¿será? Hay que terminar con subjetivismos y ver la realidad. Ni ilusiones ni inventos. Hoy se muestra lo que cada uno es. Y cada uno debe recibir por lo que hizo, de abarca o de corbata. Tábula rasa.
15/09/19


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 17/09/2019

Tuesday, September 10, 2019

A defenderse/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot 

Siguen los fuegos. Bolsonaro tiene más estrado que Evo Morales y lo opaca. Esta vez le conviene al vanidoso. Porque hasta los alemanes dicen que el curaca está quemando la Amazonía para dar hamburguesas a los gringos. Con sus aliados banzeristas, la extrema derecha cruceña, los millonarios, a los que no les importa si se destruye un país porque con su dinero pueden vivir donde quieran. Pero a nosotros sí nos interesa, aquí vivimos y vivirán nuestros hijos. Mataría al que quiere joder la vida de mis hijos para dar beneficios a los suyos.

Hay que saber visualizar al enemigo, no dejarse dorar la píldora. Hay una casta de delincuentes ricos, comenzando con el presidente y el vicepresidente, que creen ser dueños de esta tierra. Pues no, no es suya. Quizá les concedamos dos metros por uno, bajo tierra, pero nada más. Hay que defenderse. Quieren rifar al país. Es tiempo de atacar, de confiscar, de encadenar. Para eso se hicieron las revoluciones, para defender el pan. Morales no tiene derecho alguno a ceder el territorio y sus riquezas a China, a Trump, a la agroindustria ni a nadie. Si quiere ser rico que trabaje, no que pague a los puchuchuracos para que lo defiendan. Con esos hay que arrasar de igual manera, volcarles las gorras como en el 52. Ya ni correr pueden porque no se meten en guerra. Los paraguayos descalzos los corretearon a chicote. Emboscados. Hay que secuestrarles las armas y hacer escuelas. O mandarlos a Chile a pelear, que son buenos como vocingleros. A ver. En una semana los chilenos estarían haciendo parrillada en la frontera con Brasil. No hablo de los soldados, hablo de los puercos.

Me escribe un hombre de 71 años, desde La Paz. Dice que vivió una cómoda vida clasemediera siempre. Que se preocupó de sí y de los suyos. Pero ahora se le ha rebelado la sangre. Quiere luchar. No soporta ver lo que está sucediendo en Bolivia. ¿A qué se tiene miedo? ¿Al machete cocalero? Para eso hay balas, y viendo la terrible experiencia europea tal vez ha llegado acá el tiempo de la sangre. De revitalizar lo que fue alguna vez un pueblo indómito. La corrupción ha cegado el entendimiento. Los dos de arriba, los sodomitas, han maleado como nunca y como nadie el aire que respiramos. Están en carrera hacia la luna, se creen el hombre en la luna. Su dinero no trabaja para el país, está afuera, escondido, para el momento de la fuga. Hay que agarrarlos antes de que lo hagan, que sufran un Nuremberg local, que sigan el camino de Saddam Hussein, otro que se creyó Dios y bailó como cualquier pelagatos en la cuerda.

El límite llegó con el fuego. Y si nada sucede después de esto, pues quizá habremos perdido el derecho a sobrevivir y que nos cargue la pelona. Los sabios sociólogos hablarán de coyunturas y tratarán de explicar con esmero y condescendencia lo que pasa, aunque esto es tan claro que no necesita análisis. El señor de 71 tiene razón: o nos levantamos o quedamos baldados. Morales se entusiasma con que se quedará en el poder hasta la muerte (del país). Está por verse. Y el intelectual de turno, el supuesto cerebro de la revolución no es más que un pobre diablo. Recuerdo a mi padre cuando miraba por unos minutos su cháchara en televisión. Era tajante: este es un cojudo. Y cojudo es, no cojonudo. Hábil “bolsiquero”, o “bolsiqueador”, de esos que meten mano en el bolsillo ajeno. O ni siquiera eso, porque no necesita maestría para ejercitar su arte, solo tomar lo que está al alcance o aceptar lo que le dan. ¿Quiénes? Lo sabemos…
08/09/19

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 10/09/2019

Sunday, September 8, 2019

Fiestas patrias


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Mexicanas…

Comienza la semana de la independencia de México. El domingo, en casa de Laura y Frank, festejaremos de nuevo, con la presencia de un sui géneris cura Hidalgo y mucho grito.

Fuimos con mi hija Aly y Álex. Cerveza Estrella de Jalisco, tacos de carne asada y chile de fuego. Luchadores pequeños, chaparros, con máscaras de diablos. Un metro cincuenta, un poco más. Barrigas. Pensé en Monsiváis. Pensé en Wilmer Urrelo.

Llueve. Dormí dos horas de siesta. A las 12 mostré el food truck a un posible comprador. Los sueños desaparecen fáciles como milanesas. Los engulle la bestialidad. Queda el sabor, el día que los denveritas comieron asado con chorrillana, choripán y sándwich de chola. Permanece en el mito.

Pink Floyd: Blue sky… Sigue lloviendo. Llueve. Cocino el arroz blanco y al enfriarse se lo puede sacar en piezas. Se junta como el de los japoneses, no se desgrana. A veces blanco blanco, a veces con puntos de pimienta negra, de perejil. Con huevo disuelto estilo cantonés. El mito del sabor. El verde camión que corría por las calles con la morsa pintada. La de los Beatles, la de Lewis Carroll. Literatura en el chimichurri, como que se puede versificar sobre las papas fritas y resaltar el poema de un sushi enroscado en arco iris. Leo a Humberto Quino. Pink Floyd: Pretty woman. Sky, el cielo. Gris si estaba azul. El amor pasa del rosa al sangre, del coito a la mortaja. En Jorge Amado se cortan penes para la memoria; en Madagascar se comen sus muertos.

Cine: Bulgaria, Kazajistán, España, Rusia, Dinamarca hoy. Maurizio que me deja atarantado con Guerra fría, ese magnífico filme polaco sobre el poder, el amor, el arte, lo popular, la rebelión y la satisfacción. Kristina de vestido rojo; Cristina sin vestido. La magia y tristeza del porno en Bella Diamond, que dicen que es lituana, que es checa. Checa es Nicky. Sus piernas checas, su culo checo, sus tetas checas. Sus tatuajes. Mis manos que ilusoriamente la tocan en silueta pero solo los ojos viven. Ojos vivos, manos muertas.

Los pequeños luchadores mexicanos burdamente se derriban para alegría de la crueldad infantil. Lo bruto, lo doloroso, hacen reír. El público ríe en los cines cuando lloran los actores. En Bolivia ríe. La tragedia se trata de comedia, no se convierte en ella. Será que hay filosofía en eso, o nada más que temblor de gallina clueca. Monsiváis. Ya no lo leo porque lo recuerdo demasiado. Urrelo que camina con bastón por La Paz llevando bajo el brazo la obra más ambiciosa de toda la literatura boliviana.

Si he de morir que sea en tus brazos. No los tuyos, los de otra. En esos. En las piernas blancas y largas de mi acompañante casual en el bar. En las pierna negras y largas de las bellas etíopes. Le pregunté a mi amigo Marhawi si no tenía hermanas, tías, abuelas, que quería esposa etíope y se rió. Que él quería carne blanca, dijo, y no me hizo caso cuando afirmé que los ojos etíopes no los tienen las blancas. Tal vez las momias egipcias, o los retratos de las momias. Nubia, la mítica, la de Memnón y sus huestes marchando a enfrentar a Aquiles en la desesperación de Troya. Nubia. Dónde una nubia para mí. Las hijas de El Negus. La guerra civil española, un tanque en el frente de Aragón. José María Gironella.

Vacilo, divago, los espectros de mis lecturas parece que se confunden pero no, se complementan. El mundo es uno, diverso, claro, y gracias, pero uno, como los perros de todas las razas son perros. Así nosotros. Y las mujeres. Eva, Lilith, la vida y la matanza. La flor y la sangre. Quizá quiso decirlo Frida, pintarlo. Ella sabía quién era, hembra despampanante y dolida ante renacuajos. Que tenemos cola, seguro, y que la movemos de un lado a otro para avanzar con ojillos tenebrosos. Pero el agua, el charco, el río, laguna y mar son ella. Estrado donde el macho juega a gallo catalán y llora como Magdalena.

Talking Heads. Por una mujer casada. Lorca y el Charro Avitia. Dispongo de mis horas, soy dueño de mi tiempo luego de treinta años. Me he deshecho de la madre, de Venus, hasta de Minerva. Domingo. Paró la lluvia. Se detiene la vida. La casa de los padres cae en pedazos pero no hay que llorar. Hay una dinámica que permite sobrevivir. A no ser que seamos tortugas y nos enterremos para siempre. Clarividentes antediluvianos.

Enfría el café. Pan con mermelada de bayas del círculo polar ártico. Me he callado esta semana, no hablo con mujeres. Debo pensar y elegir. Quiero ser Bayaceto pero no soy ni puedo. Que se me conceda una, entonces. Dos, en realidad, que la primera, asegurada, muy infiel pero la más fiel, se llama Parca y carece de ojos etíopes y de piernas sajonas. Semejo un descreído de la yeshiva, Kafka incómodo ante su judería y tan afecto también. Literatura. Lees demasiado, Claudio, y tu mundo es un paradigma irreal, un pique macho de colores y sabores, sublimado y digerido con la angustia de Celan, el olvido de Vallejo, y el optimismo de Evtuchenko. Cocina, pero cocinar, respondo, es escribir. No hay salida.
08/09/19

Wednesday, September 4, 2019

El Pachamamón y la Pachamamada/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Me sorprendió que The Guardian, periódico de la izquierda británica, publicara declaraciones de ciudadanos bolivianos donde acusan a Evo Morales de ser el causante de los incendios del bosque seco chiquitano. Dice, además, de la similitud del accionar económico de Evo Morales y Jair Bolsonaro. Confirma que la parodia boliviana no tiene nada de ideológica; es simplemente un negocio donde el usurpador y su consorte están rifando el país, apoyados por la delincuencia cocalera y la delincuencia militar. Estos últimos mostraron, luego de su inmensa parodia de décadas, que son mercachifles y meretrices fáciles de ser compradas. No extraña que perdieran todas las guerras; en lugar de disparar andaban probándose las bragas. Solo pudieron vencer a media docena de hambrientos guerrilleros. Triste.

A ver si al fin la tonta izquierda europea se da cuenta que míster Morales es una marioneta del capital financiero, el claro y el oscuro, que obedece al patrón gringo y al patrón calabrés. Se le ha dado por lotear el país, destruirlo, plantar coca hasta en el culo de su chola (¿?) para luego, cuando quede Bolivia hecha Somalia, ir a dictar cátedra en la Sorbona y aprovecharse del cuerpito de las abundantes “revolucionarias” de allí dispuestas a darse enteras al chivo este. Chivito y chivato. Y chiva. Porque además de alcahuete es muchas cosas más. Ambidextro, maneja la diestra y también la siniestra. Lo derecho y lo nefando.

¿En qué quedó la famosa Pachamama? Es otra puta más del burdel “moralista”. La compran los chinos a precio risible y la copulan por cada uno de sus poros. El cafisio cobra, vende a la madre para que alumbre chinos. A ver si cuando empiece a parirlos duran los cocaleros en su alcoholizada vehemencia. Los chinos se cogerán también a sus mujeres. Total, entre chinos y aymaras hay etnicidades fraternas. Es un poco devolver la tierra a sus legales dueños asiáticos. El cafisio para entonces estará lejos. Dudo que en otro lado lo dejen abusar quinceañeras, aunque en su gremio cualquier aberración está permitida. Sodomizar es para el masismo como comulgar. Todo parte de arriba, del entorno antinatura de sus líderes. Si Linera fue la chola del Mallku, como este lo afirmó, ya es otra chola, chola de tal. Y así gobiernan, en un puterío íntimo que extendieron al país todo. El fantasma de Muammar Qadafi empalado recorre el mundo, ha reemplazado al fantasma del comunismo. Parecen no entender.

Cuando se le acabe el bosque, el agua, la tierra, cuando la Pachamamada sea puta vieja, qué venderá el baratillero Evo Morales. A sí mismo, tal vez, pero eso despertaría celos con crisis de gabinete. A emigrar. A Corea del Norte… allí será segundo del mandamás. A Rusia… cola del mandamás. A Cuba… esfínter del mandamás. O tendrá que morir como capitán hundiéndose en su barco en la tierra que estafó. Dudo que tenga los huevos para hacerlo. Es bueno para vender y abusar, para humillar y violentar. Si hay karma, como dicen que hay, el suyo le traerá consecuencias funestas. De lo que nos debemos asegurar es que ninguna cría venga a reemplazar a los tiranos. En eso hay que ser muy eficientes. No vaya a resultar como en la pobre Argentina, que la prostituta ladrona de la Kirchner retorne a gobernar. Se habla tanto del fin del mundo pero no hay valientes dispuestos a traer consigo el apocalipsis. Uno nunca sabe. A Tacho Somoza lo liquidó un poeta. El fuego suele venir desde lo inverosímil. Supongo que no hay otra solución. O se acaban ellos o muere el país, así de simple. Hasta a los culeadorcitos les llega la hora. El tic tac no para. Tic tac tictac, boom.
02/09/19


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 04/09/2019

Imagen: Evo Morales, por Pancho Cajas

Sunday, September 1, 2019

Circo


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La ropa estaba lista para salir al bar. El cinturón negro colgado, varios billetes de a veinte. Cansancio. Decirme que de todos modos hay que alistarse e ir, que no conoceré a nadie de no hacerlo. El miedo de quedarse solo. El tiempo que juega con la mente; el cuerpo que se alía con el tiempo.

No fui. Me quedé a ver Cirkus Columbia, filme bosnio de Danis Tanović (2012). Dos bellas mujeres, madura y joven: Mira Furlan y Jelena Stupljanin. El preámbulo inmediato de la guerra. Los odios y el amor ¿o también es plural el amor? El tiempo, el juego del péndulo, la incertidumbre que desgarra toda seguridad, lo inesperado, la explosión de lo insatisfecho. Horas que se acumulan para explotar en sangre, locura nacionalista, una visión del director de la a veces tonta simpleza que desencadena hecatombes. En la Herzegovina, fuera de lo que se venía, bucólica, pertinaz en la tradición, ajena al cambio, casi estática. La demencia colectiva, el silencio del poblado, de noche, cuando la madre corre pidiendo ayuda, que las milicias se llevaron a su hijo. De qué valen las minucias de la vida conyugal cuando en el cielo vuelan buitres muchedumbre, cuando el horizonte se hace panorama y el drama tragedia.

A veces la vida no es lo que se cree. Damasco nunca será la misma, ni Beirut ni Bagdad. Sarajevo, dicen, es una París balcánica. La suerte la recuperó. Y Dubrovnik bombardeada está llena de turistas. Juego de azar. Como el olvido y el recuerdo: un tiro de dados, otra vuelta de tuerca. Los imbéciles y los egoístas creen tener la sartén por el mango. Nada se tiene por el mango. El odio hace creer en el poder y este no existe, es pésima imaginación. El tiovivo rota mientras suena una triste y hermosa canción bosnia. De fondo las explosiones, como en otro plano. Luego lo que fue no será más pero, y sin ser cursi, lo único que sostiene lo endeble es el amor. Por sobre los obuses y las cargas de caballería, por sobre los incendiarios del fin del mundo.

Debía y quería dormir. He trabajado esta semana dos turnos enteros, como dos hombres. Será eso, lo que me dijo una mujer al saber mi zodíaco: “un pez bueno, uno malo”. Dos.

Desperté. Encendí luces y puse caldera a calentar. Café de medianoche. Decidí no llamar a nadie. Me he cansado de cansar a otros con historias sin fin. Lo incompresible para mí es claro para los demás y andamos desubicados. ¿Por qué esa manía de encontrar flores donde solo hay arena? Así la guerra horrenda despertó del letargo hasta a los amantes. No trajo besos sino muerte. Y banderas, que no faltan para convocar a los orates.

Los refugiados bosnios llegaron a Denver el 92-93. En el periódico les di trabajo. Les enseñé los trucos de la supervivencia en USA. También a los rusos. Ese cariño quedó, casi treinta años después cuando encuentro a alguno. Excepto mi amigo Yefim, de Pavlodar, Kazajstán, que olvidó la mujer que lo dejara y sus amigos. Soy Claudio, Yefim, le digo, y se suelta sin parar en ruso con interjecciones y lamentos. Su mente se fue, perdió la memoria de las cosas y del sentimiento. Olvidó que preparaba borsch y pepinillos para mí, que me daba una cuchara grande con costra negra de décadas. Chorizos eslavos, pan. Patatas flotando en aceite. Encontré a Klava, rusa asiática, ya anciana y pequeñita. Le pregunté por su esposo, mi amigo Semyon. “Semyon”, dijo, e hizo con sus manos como alas indicando que se fue a los cielos. ¿Dónde estará Nikolai, siempre borracho? Semyon lo llamaba Kostia, que es el diminutivo del nombre.

Las lindas bosnias envejecieron. Qué será de aquella gitana de cabello negro con un delicioso olor a axilas no lavadas. Nunca toqué sus manos ni besé sus ojos. Eso ya no vuelve. Me avisaron que otra murió, cuarenta años que terminó el cáncer. Eran jóvenes entonces, de veinte, atolondrados y asustados. Llegaban en grupo de noche y conversaban solo conmigo. Jamal me escuchaba hablar de Ivo Andric, de las tropas napoleónicas en la misma Herzegovina del filme.

Tan estúpidos somos con triste expectación y pobre lectura. Qué poco. Ya fósiles sin haber muerto. Divas de teatro endeble, donde la alharaca no es arte sino estulticia. Y el llanto femenino a cuatro voces deprimente parodia. El filme está ahí, su mensaje está en aquello íntimo, lo que suele -y puede- elevarse por encima de la matanza. Pero pocos lo comprenden. En el show tanguero no cabe reflexión, solo arrebatos tontos de chicas tontas. Premonición y advertencia. Amar porque en los rincones crece ponzoña.

La guerra se alista, siempre. No somos inmunes a ella, aunque parezca. Cantar y escribir canciones que los automóviles vuelan enmarañados y la ametralladora pone un ritmo que acalla el fino y complicado acento del danzón. O perecer.
31/08/19