Thursday, September 28, 2017

Variación sobre un texto amante de 1988: 13, Grafton Villas

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Porque lo leo y me acojono de pensar que así pensaba. Ni diecisiete tenía sino veintisiete. Pobre Violeta que quiere volver atrás, al 17, cuando yo trato de evitar regresar incluso al día de ayer. Pero, cómo no, un instante de tus piernas cubiertas de medias negras, esa Inglaterra que se hace tan blanca en tus nalgas y que el espejo no quiere creer el contraste. Los pintores de enfrente espían, no pintan, se masturban, porque ante el sol de Cochabamba que viene desde el cerro de San Pedro te desnudas y muestras. Comes indiferente llauchas rojas que venden en la avenida San Martín. Descansas las piernas, les quitas las medias de lunares porque el día eyaculó y al tiro se desmaya.

Parece que al pubis le pasaron aceite, brilla. El pintor Martínez, al frente, en esa ventana con ojos de sexo, peca como Onán. Ya murió. Con él tu recuerdo, el suyo de ti mirándote a quince metros de distancia, envidiando que te tenga yo y no él, yo que ni pinto ni escribo.

Llega agosto y te marchas. Quiero, me dices, que vivamos juntos en Inglaterra, que viajes a mi lado, te acuestes a mi lado, mueras conmigo. Menciono un rastro de sombra en mi texto de entonces: la sombra del alcohol que pone alas en mi espalda y me vuela desde pisos arriba hacia la muerte. Deseo impresionarte con mi cuerpo roto y apenas el doctor da diez puntadas y sonríe. No va a morir hoy, aunque quiera.

Para entonces ya perdí el pasaje. Un avión cruza el cielo en silencio. No te nunca veo más jamás.

13, Grafton Villas, tu casa, la dirección postal. Leeds. Los ebrios corren festejando el triunfo del Leeds United. Este borracho se recuesta en un tronco de molle que huele a orines y llora. Te busco, no te encuentro y sin embargo te quiero, dice una canción del folklore de aquí. Aquí es Bolivia y agosto ha puesto coto al cuerpo, lo ha privado de sangre, de piel, de carne, del rosa de tus pezones ingleses.

Dedicas, luego de tu único retorno, sobre un cassette de los Kinks: To the kinkiest man I ever known...

Copio ahora el epílogo del lamento que publiqué un mes después que secuestraste un avión para huir de mí y me avergüenzo: "Son las once de la noche, las cuatro tuyas. Casi en un sollozo (pensando en Evtushenko), el perro, los árboles, los amigos, la noche y yo te decimos en voz muy queda: duerme, amor...".

2017

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Imagen: Sonia Delaunay, 1908

Wednesday, September 27, 2017

Chejov/EJERCICIOS DE MEMORIA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

A Anton Chejov le gustaba jugar con miguitas de pan mientras nadie lo veía. Olvidaba que Gorki era muy detallista y que habría de contarlo. Chejov, el gran hacedor de diminutas pelotas de pan.

Ricardo, un amigo antiguo, me pidió que escribiese sobre este autor. Como no soy buen crítico, me situaré en sus anteojos y relataré las cosas que va (o iba) viendo Chejov en su diario trajinar.

El campo ruso es intensamente amarillo. Trigales crecen sin medida. La silla de mimbre, fuera de la casona, mueve el horizonte de arriba abajo.

Cuando graznan las cornejas trae mala suerte. Graznan todo el día. Un caballo cansino trae fatigosas visitas y no queda otra opción que aburrirse. El centeno se mueve al son de la brisa.

Soy los ojos de Chejov.

La noche ha caído. La bujía enciende un sol opaco. Letras y tinta se entremezclan como fantasmagóricas figuras venidas del bosque. El ventanal da a la luna. Es cuestión de memoria, escribir: la visita al médico que enloqueció entre sus pacientes; el soldado francés y el beso a un fantasma; todos los cuentos posibles, todas las argucias, presunciones, presagios, males, bienes humanos. Yo, Chejov, como Dios voy inventando el mundo.

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Publicado en TEXTOS PARA NADA (OPINIÓN/Cochabamba), 13/04/1988

Leonard Cohen/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

No conocía las canciones  de Leonard Cohen. Una noche, en el bar de Ronald, lo escuché. La oscuridad llovía, y con el agua se derretían los avisos luminosos de la capital. Solo nosotros en el bar cerrado.

Hablábamos de Che, de Nueva York…

Cinco de la mañana. La voz del hombre en la máquina. Sueño. Miro las piedras en medio del agua que corre abajo. Amanece.

Cuando oigo a Leonard Cohen me viene memoria. Veo a Ronald, la luz de los faroles, la humedad brillosa de la capital.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 27/12/1991

Las Colinas Negras/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Meses atrás leí en CITY PAPER un artículo que hablaba acerca de las reivindicaciones de la tribu sioux sobre las Black Hills, su tierra sagrada. El autor hacía un seguimiento de la historia del lugar antes de la llegada de los colonizadores blancos. Encontró que los sioux habían arrebatado esas tierras a sus ancestrales enemigos, los crow. Estos, a su vez, lo habían hecho con los arapahos. Si bien reconocía las demandas indias como comprensibles y justas, ya que el gobierno norteamericano no cumplió los tratados, se preguntaba a quién se debía retornar las tierras ¿A los sioux? ¿Crow, Arapahos? Porque aceptar el derecho de conquista de unos significa aceptar el de todos.

He amado la memoria de los sioux, De Nube Roja, Toro Sentado, Caballo Loco, Oso Pequeño, pero el artículo me hizo pensar cuán relativa es la justicia.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 20/12/1991

Tuesday, September 26, 2017

Corea del Norte, otra guerra del fin del mundo/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Retórico ya esto de la guerra del fin del mundo. Sucedió con el imbécil de “W” (George Bush) y continúa con el “cretino” (lo llama Charles Blow en su columna del NYT hoy, 25/09) Donald Trump. El bruto ataca en diferentes frentes, en el fútbol profesional, en los ahora 7 países vetados para visado a los EUA (añadió Corea del Norte y Venezuela), en cómo obvia el drama de Puerto Rico porque son latinos en su mayoría los que sufren, y ellos no valen. Todo, todo, para distraer acerca de la investigación sobre Rusia que se le acerca más y más. No sé hasta qué punto los investigadores querrán desprestigiar al presidente, hasta donde debiera, que incluye posiblemente traición, o tratar de salvaguardar las apariencias y dominarlo o dejarlo ir sin mayor escándalo.

Lo cierto es que mientras se retrasa lo trillado y sabido, que Trump está en la boleta de pago de Putin y que este lo tiene acojonado no solo por el dinero que le debe sino por el vicio, filmado, explícito, del millonario, tratará, hasta desatando la guerra nuclear, de evitar su expulsión e ignominiosa caída. Trump se juega la vida porque ¿cuánto quedaría de él como comerciante revelados los secretos? Nada. Tendría que huir, suicidarse o refugiarse en la odiada tierra de Kim Jong-un, el enemigo.

Leyendo el libro de David Eimer, The Emperor Far Away, viajes por la China, aprendo que lo de Corea no es tan simple como lo presentan los políticos, esa oposición entre bien y mal, entre comunismo y libertad, entre hambre/sociedad de consumo.

Después de visitar el problemático desierto de los uighurs, al oeste, de deambular por la también conflictiva, y contradictoria, región del Tibet, el sureste de selvas y minorías selváticas, el autor enfila hacia el norte, la frontera con Corea del Norte. Revela la historia, el conflicto ruso, la aceptación por su descollante papel en contra de la invasión japonesa de la etnia coreana en China, y su reconocimiento de territorio autónomo para ellos, conformando este lo que él denomina la “tercera Corea”. Luego de leer su vasto, sociológico, económico, étnico detalle vamos a la retórica de Trump que reduce el asunto coreano a álgebra simple, suponiendo en ello que la aceptación china de participar junto a Estados Unidos en el estrangulamiento del régimen coreano es cosa simple.

Eimer es claro: Corea del Norte prácticamente pertenece a China, como si fuera otra provincia de su geografía. Implica que no permitirá ni a Trump ni a nadie poner en riesgo su propiedad. Dejando hacer, estaría atacándose a sí misma, a la apertura de consenso en cuanto a la reunificación coreana en torno a Seul, arriesgando que incluso la Prefectura Autónoma de Yanbian y la gran región de Jilin en su propio territorio cayeran bajo este embeleso. Sus diplomáticos pueden votar por sanciones (que no cumple) o declarar lo que satisfaga a EUA; hasta ahí llega. La solidez del Partido Comunista chino no se pone aún en duda y sin embargo nada está comprado con garantía de eternidad. Un asunto conflictivo, bélico, hoy en Corea podría desequilibrarla. Tienen que evitarlo. China sabe, además, que es cuestión de muy poco tiempo, que defenestre a los Estados Unidos de su lugar de líder mundial y se posesione allí. Sus islas fantasmas del Mar de la China, y la misma Corea del Norte, son puntales de una política que lleva las de ganar, en cada ámbito, mucho más en el momento en que un cretino desalmado y vanidoso ejerce de mandatario de un país cuya credibilidad va en aparatosa caída.

Está por verse hasta dónde avanza la retórica. Si se llega, dudosamente, a las armas, la primera y más grande víctima, tal vez no en vidas humanas, será Estados Unidos. De allí no se ha de levantar.

25/09/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 26/09/2017

Imagen: Afiches antinorteamericanos de Corea del Norte

Monday, September 25, 2017

Noche

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Noche de salamandras.

Negroamarillasviscosasylargas apenas se mueven sobre el concreto, y se asombran si les toco el vientre con papeles. Mueren solas lejos del estanque; se han perdido en la oscuridad en la que difícilmente sobrevivimos los dos.

Una mujer grita en la noche; la golpean detrás de las paredes y no la veo. En vano la busca la luz policía, no aparece. El país se acaba sin remedio: todos se matan y desconfían.

Escucho a Neil Young. Me retorna veinte años a la madre. Miro alrededor y no quiero haber crecido, regresado. Es tarde: los asesinos caminan las calles o las aguardan para salir. Los observo, salvo porque mi piel es obscura y me inunda de noche, de barro, de fantasma.

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Publicado en la PRIMERA ANTOLOGÍA PROSA, Unión Nacional de Poetas y Escritores, 1993.



Wednesday, September 20, 2017

Connotaciones bíblicas del gobierno de Donald Trump: Sodoma y Gomorra

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Steve Bannon, el ultraderechista de la Casa Blanca, a quien el New York Times llamó en un editorial President Bannon, ha salido del gobierno, lo han echado en el reflujo del drama de Charlottesville, Virginia, con una activista muerta y los nazis marchando con antorchas y armados para la guerra.

Facciones, lucha de facciones dentro del palacio presidencial. Por un lado los conservadores, nazis incluidos, y por otro los “liberales”, familiares y judíos, entre otros. Cuando comencé este texto el aire olía a caldosa. Luego, paradójico porque hay desastre y tragedia en medio, se calmó. Nada mejor para Donald Trump, en términos políticos, que los huracanes Harvey e Irma. Si bien ellos es posible que le costaron el muro del sur, al menos por un par de semanas alejaron la cada vez más pesada sombra de Rusia.

Ya pasó el agua, la drenan. Se habla de billones, reconstrucción, años. Con más énfasis, hay que anotarlo, que cuando Katrina, ese otro huracán mujer, barrió con los negros pobres de Nueva Órleans. Esta vez fue la rica ciudad de Houston y la no menos rica de Miami y los Cayos. Del Caribe menor, a no ser que fuesen posesiones norteamericanas, no se dijo mucho. La desolación del otro no es nuestra desolación.

Pero estos son tema de un espectro más amplio. Ahora quiero centrarme en el ambiente infecto y decadente que existe, o parece existir, en el círculo íntimo del magnate. Vimos ya videos donde míster Trump habla de agarrar genitales femeninos como si se tratase de peras. Se pueden comprar, supongo, o disculparse si se tocan de improviso. El pecado cubierto de dinero suele no serlo, se convierte en juego de muchachos. Siendo que montón de gente no lo comprendió así, y que media docena de mujeres declaró en cámaras que el niño Donald las había abusado con su ímpetu táctil o más, la desenmascarada sociedad norteamericana igual lo votó. Y hoy es rey, príncipe consorte al menos, de la novia aterrada, la estatua de la libertad, según dibujó un caricaturista denunciando el estupro de Norteamérica.

Charles Blow es un comentarista negro del New York Times. ¿Por qué aclarar el color de la piel? Porque Trump ha llegado con pinceles y Blow lo ha tomado como desafío. Este periodista fustiga al autócrata como creo ningún otro. Desnuda su impostura, su mitomanía. Cuenta además cosas que debían haber sido utilizadas en la sucia campaña presidencial del 2016 por los demócratas, como el hecho del señor Trump haber participado en al menos dos filmes porno, softcore, de la revista Playboy. Si uno piensa que en el pasado hubo candidatos presidenciales que tuvieron que renunciar por habérseles encontrado amante, cuesta creer que la moral calvinista del país se revirtió tanto como para aceptar el vicio como virtud. Pero… parece que sí. Bueno, sabemos en muchos casos, de la vida privada de los santones, Jimmy Swaggart como ejemplo.

El encono político se ceba también en el chisme, y allí leo, en blogs anarquistas o irreverentes, detalles cuasi pornográficos del medio presidencial. A raíz de la declaración de Bannon que Jared Kushner, yerno del presidente, era un cornudo, las redes explotaron. Una hablaba de cómo al rico judío que es bastante callado y dicen que no inteligente, le gusta contemplar a su esposa Ivanka, la princesa de esta historia cenicienta, en coito común con descendientes de esclavos, negros  bien dotados en la mitología sexual popular. Cierto o no, cosas semejantes corren como arroyos de verano. Llevando casi tres décadas en este país y calándolo hondo en todos sus aspectos, temería en dudarlo. La soledad de una nación sin afecto y que se desespera por dar una imagen de comunidad, que no encuentra aunque se esfuerce, es dramática. Mala consejera sobe todo. Para hallar sosiego en la desesperación uno suele rebuscar en lo recóndito, lo oscuro, hasta lo -tal vez- ignominioso. Por supuesto que de oírlo Donald Trump enloquecerá. Que la joya de su corona, la fingida y bastante rústica Ivanka, con aires de virgen de Filippo Lippi, sea seducida, mejor dicho tomada, por negros agarrados de la intemperie, sería demasiado. Pero, ya lo dijo un nazi, equiparando al millonario Kushner, por ser judío, con los negros, era demasiado para la raza blanca que un asshole hebreo la tuviera. Crisol de razas.

Y no olvidemos el famoso Dossier (en manos del Fiscal Especial), que cuenta los versos de The Donald en el puterío moscovita, con prostitutas orinado sobre la cama e imaginaciones seguramente más lascivas y todavía secretas.

Siguiendo en el panorama sexual del mandatario norteamericano más proclive al vicio, dicen que su amigo -y creador- Roger Stone, siempre elegantemente vestido con un look de los años 30, pone avisos en publicaciones del Distrito de Columbia para conseguir jóvenes y encamarlos con su esposa, mientras él filma, contempla, y finalmente participa. El chisme, que es la información del pueblo, puede ser denigratorio, malintencionado, parcial, odiador, clasista, pero siempre guarda un fondo de verdad, porque allí donde habla el pueblo, aseguran que habla Dios.
14/09/17

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Publicado en INMEDIACIONES, diario digital, 19/09/2017

Connotaciones bíblicas del gobierno de Donald Trump: Sodoma y Gomorra

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Steve Bannon, el ultraderechista de la Casa Blanca, a quien el New York Times llamó en un editorial President Bannon, ha salido del gobierno, lo han echado en el reflujo del drama de Charlottesville, Virginia, con una activista muerta y los nazis marchando con antorchas y armados para la guerra.

Facciones, lucha de facciones dentro del palacio presidencial. Por un lado los conservadores, nazis incluidos, y por otro los “liberales”, familiares y judíos, entre otros. Cuando comencé este texto el aire olía a caldosa. Luego, paradójico porque hay desastre y tragedia en medio, se calmó. Nada mejor para Donald Trump, en términos políticos, que los huracanes Harvey e Irma. Si bien ellos es posible que le costaron el muro del sur, al menos por un par de semanas alejaron la cada vez más pesada sombra de Rusia.

Ya pasó el agua, la drenan. Se habla de billones, reconstrucción, años. Con más énfasis, hay que anotarlo, que cuando Katrina, ese otro huracán mujer, barrió con los negros pobres de Nueva Órleans. Esta vez fue la rica ciudad de Houston y la no menos rica de Miami y los Cayos. Del Caribe menor, a no ser que fuesen posesiones norteamericanas, no se dijo mucho. La desolación del otro no es nuestra desolación.

Pero estos son tema de un espectro más amplio. Ahora quiero centrarme en el ambiente infecto y decadente que existe, o parece existir, en el círculo íntimo del magnate. Vimos ya videos donde míster Trump habla de agarrar genitales femeninos como si se tratase de peras. Se pueden comprar, supongo, o disculparse si se tocan de improviso. El pecado cubierto de dinero suele no serlo, se convierte en juego de muchachos. Siendo que montón de gente no lo comprendió así, y que media docena de mujeres declaró en cámaras que el niño Donald las había abusado con su ímpetu táctil o más, la desenmascarada sociedad norteamericana igual lo votó. Y hoy es rey, príncipe consorte al menos, de la novia aterrada, la estatua de la libertad, según dibujó un caricaturista denunciando el estupro de Norteamérica.

Charles Blow es un comentarista negro del New York Times. ¿Por qué aclarar el color de la piel? Porque Trump ha llegado con pinceles y Blow lo ha tomado como desafío. Este periodista fustiga al autócrata como creo ningún otro. Desnuda su impostura, su mitomanía. Cuenta además cosas que debían haber sido utilizadas en la sucia campaña presidencial del 2016 por los demócratas, como el hecho del señor Trump haber participado en al menos dos filmes porno, softcore, de la revista Playboy. Si uno piensa que en el pasado hubo candidatos presidenciales que tuvieron que renunciar por habérseles encontrado amante, cuesta creer que la moral calvinista del país se revirtió tanto como para aceptar el vicio como virtud. Pero… parece que sí. Bueno, sabemos en muchos casos, de la vida privada de los santones, Jimmy Swaggart como ejemplo.

El encono político se ceba también en el chisme, y allí leo, en blogs anarquistas o irreverentes, detalles cuasi pornográficos del medio presidencial. A raíz de la declaración de Bannon que Jared Kushner, yerno del presidente, era un cornudo, las redes explotaron. Una hablaba de cómo al rico judío que es bastante callado y dicen que no inteligente, le gusta contemplar a su esposa Ivanka, la princesa de esta historia cenicienta, en coito común con descendientes de esclavos, negros  bien dotados en la mitología sexual popular. Cierto o no, cosas semejantes corren como arroyos de verano. Llevando casi tres décadas en este país y calándolo hondo en todos sus aspectos, temería en dudarlo. La soledad de una nación sin afecto y que se desespera por dar una imagen de comunidad, que no encuentra aunque se esfuerce, es dramática. Mala consejera sobe todo. Para hallar sosiego en la desesperación uno suele rebuscar en lo recóndito, lo oscuro, hasta lo -tal vez- ignominioso. Por supuesto que de oírlo Donald Trump enloquecerá. Que la joya de su corona, la fingida y bastante rústica Ivanka, con aires de virgen de Filippo Lippi, sea seducida, mejor dicho tomada, por negros agarrados de la intemperie, sería demasiado. Pero, ya lo dijo un nazi, equiparando al millonario Kushner, por ser judío, con los negros, era demasiado para la raza blanca que un asshole hebreo la tuviera. Crisol de razas.

Y no olvidemos el famoso Dossier (en manos del Fiscal Especial), que cuenta los versos de The Donald en el puterío moscovita, con prostitutas orinado sobre la cama e imaginaciones seguramente más lascivas y todavía secretas.

Siguiendo en el panorama sexual del mandatario norteamericano más proclive al vicio, dicen que su amigo -y creador- Roger Stone, siempre elegantemente vestido con un look de los años 30, pone avisos en publicaciones del Distrito de Columbia para conseguir jóvenes y encamarlos con su esposa, mientras él filma, contempla, y finalmente participa. El chisme, que es la información del pueblo, puede ser denigratorio, malintencionado, parcial, odiador, clasista, pero siempre guarda un fondo de verdad, porque allí donde habla el pueblo, aseguran que habla Dios.
14/09/17

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Publicado en INMEDIACIONES, diario digital, 19/09/2017

Monday, September 18, 2017

La Momia y las incongruencias plurinacionales/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Alvarito García, vicepresidente quizá también eterno (terrible drama el de ser siempre segundo, cola de perro) viaja a Nueva York al “Foro de la Izquierda”, centrado este no ya en la toma del poder como hubiera sido décadas antes, sino en la supervivencia de la especie en un ambiente socialmente justo, ecológico. ¿Pues qué hace este feroz depredador de terno y peinado impecable en un lugar así? Habría discrepancias en cuanto a la política de extinción de especies, incluida humana, por la superexplotación de recursos naturales y destrucción de hábitats, si se contemplara la “revolución boliviana” en su realidad y no en la lírica, característica de las izquierdas, falaz y tóxica. Peor sabiéndose que el asunto no está referido a políticas que apunten a beneficiar al colectivo sino a hacerlo de manera personal, para enriquecimiento de las cúpulas y las mafias que las apuntalan. Lo triste que hay izquierdas en el norte, y europeas también, que se niegan a escuchar el discurso veraz de lo que estos tipos, Morales, Linerita, y etcéteras, representan.

Ahora bien, la izquierda depredadora siempre existió. Su presencia se manifiesta en el desierto que es hoy el Mar de Aral, ejemplo palpable de la demencia soviética. O la política del imperio chino en la vasta provincia sureña de Yunnan donde, para beneficiar a la multitudinaria etnia Han, está destruyendo las últimas selvas tropicales y sus numerosas minorías, reemplazando los bosques con granjas de producción de goma. Ahí caería perfecto el tonto de capirote, alias genio, que funge como vicepresidente, entre sus congéneres viciados y delincuentes, aprovechadores del dolor, místicos del dólar y apóstoles de una prostituida miseria.

Nueva York le viene al pelo, porque el odiado capitalismo tiene delicias a las que él y Evo Morales pueden acceder sin problemas. Su amplio bolsillo y un avión particular para ser rellenado de contrabando, hace la cosa práctica. Por unos días serán las estrellas de la Quinta Avenida. Viendo su vestuario, no dudo que visite Gucci y adquiera calzoncillos de a 300 verdes. La recua revoltosa, mugrienta y vanidosa que los sigue, se animará con la vista de lo que el futuro será para ellos con dólares mal habidos y escaso esfuerzo. Dicen que el crimen no paga, pero la revolución sí. Mientras haya idiotas que creen en fantasmas.

El fantasma del comunismo recorre el mundo… cargado de billetes. “Comunismo”, “izquierda”, “revolución”, letras ya sin fundamento ni peso.

Ahora seguimos, supongo por el título del texto, hacia el panorama de la lucha libre: la Momia contra el Santo. Lo quisiéramos así, un espectáculo que adoraba Monsiváis y que refleja un aspecto de la mexicanidad. No, no es lucha libre. Nuestra Momia es el presidente. Hoy que anda de viaje no crítico –viaje de placer- en los Estados Unidos, tratará de conseguir paños lubricados en carísimos bálsamos para su porvenir de esperpento faraónico. ¿O no lo saben, que decidió no solo permanecer de mandatario eterno sino de semidiós en la pirámide que ha de construir en su memoria? Me recuerda a sus, y nuestros, antepasados que adornaban el salón de oro del Qoricancha del Cuzco en calidad de momias. Ellos creyeron, igual que el abanderado del paraíso terrenal, el Dalai Lama de Orinoca, en la eternidad. Bastó un puñado de bestiales extranjeros para desbaratar sueños, veleidades, privilegios. Mientras los soldados de Pizarro arrancaban láminas de oro de las paredes del templo, arrojaban los despojos de los reyes incas, desprovistos ya de joyas y vestimentas, al suelo. El poder no pasa de dudoso hálito. Quien elucubre en su intemporalidad, alucina.

Tendremos mañana, en las Naciones Unidas, a Evo Primero balbuceando la misma cháchara. Como siempre, ante un escenario casi vacío. Luego a probarse las vendas que bañadas en jazmín y aceite preservarán por los tiempos a venir su poco elegante humanidad. Quizá sobre tela, ojalá, para que decoren a Alvarito y lo conviertan en momia menor.
18/09/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 20/09/2017

Imagen: Guamán Poma de Ayala


Sunday, September 17, 2017

A solas con mi cultura

JORGE MUZAM

El mundo es tan vasto y ajeno. Intento caminar sin tanta prisa. Meter la ansiedad en una bolsa de cemento. Las metas consensuadas no me importaron mucho y el resto es un círculo vicioso de noches y días.  Mi única meta, la novela del tiempo, es algo difusa. Es decir, puede y no puede escribirse. Quizá ya está lista y sólo hay que pegar el mosaico. No soy un bebedor solitario, o no lo era hasta hace tres días. Pero el sol primaveral sobre el huerto parece incitar al descorche de un Concha y Toro. Mozart en los audífonos, cerezas que maduran, letras de Ferrufino y Nabokov, un perro hinchapelotas que me muerde la pantorrilla, vendedores de verduras por el camino, el celular que vibra incansable, un chorlito ladrón espantado por un escopetazo.

Soy lento para leer. Fácilmente me desvío hacia tangentes extraliterarias. A veces me quedo en la ventana de Potocki y no vuelvo a lo que estaba haciendo. Cada frase de un buen autor me conduce a reflexiones anexas o a puertas mohosas de la memoria. Mi mente es pródiga en fabricar ucronías, en dramatizar sobre un tablero de cedro los eventos insolucionables de la historia. Boludear, diría una mujer práctica.

Imagen: Karl Schmidt-Rottluff

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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor), 17/09/2017

Compañero Onfray

JORGE MUZAM

Hay escritores que considero necesarios. Compañía de tramonte solar. Diálogos de sobremesa. Exposiciones tardías. Soliloquios de borracho madrugador. Entre ellos Joseph Roth y Nabokov. Bashevis Singer y James Joyce. Sánchez-Ostiz y Cerezal brindando con una copa de Malbec. Ferrufino y Cingolani como compañeros de batallón. Latido justiciero. Bibliotecólogos de Alejandría. Fusiles aceitados. Sombra trémula de hoja de bambú. Rodríguez de este lado de la colina. Y en especial Michel Onfray. Por libertad de pensamiento, por cultura amplia y puntillosa, de arriba y abajo. Por desconfianza de gato arrinconado hacia el halago. Academia medieval y sabiduría de sobrevivencia digerida de una forma absolutamente personal. Sin descontar el desdén hacia el institucionalismo ancestral, el resentimiento hacia las clases privilegiadas, asco hacia las derechas, poesía inevitable en la narración, reescribidores de la filosofía a partir de la extravagancia lingüística, el dolor personal, las llagas de época, la empatía por todos los hombres y mujeres que vivieron y murieron sin importarle a nadie más, oprimidos desde la cuna, avasallados por sistemas que no eligieron, pero que igual se deleitaron ante una luna musulmana, el primer sol de primavera, las estrellas viajeras que no concedieron ningún deseo, ante los hijos que nacieron y crecieron y murieron alimentados con un soplo de brisa.

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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor), 17/09/2017

Saturday, September 16, 2017

El Héroe/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Tren subterráneo. Septiembre.

En una estación suben dos personas, y otra, solo mitad, en silla de ruedas. Esta última viste traje y gorra de soldado, con medallas. Piernas y brazos plásticos. Le queda el tronco.

Lleva insignia de Vietnam. Sus viejos padres lo guían. El hombre parece muerto, no habla ni gira la cabeza. En sus brazos ortopédicos, en las muñecas, tiene adheridas ciertas cosas útiles: un cepillo de dientes y un tenedor, en una; una cuchara y un lapicero en la otra. Los ancianos lucen orgullosos. El hijo, con la cabeza quemada, sonríe. No es ejemplo de valor.

Descienden. Silencio. Nada vale un precio así.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 14/02/1992

Imagen: George Grosz/El héroe, 1936

Thursday, September 14, 2017

"La Jungla"/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Viajo en metro. Anochecida tarde de Vienna, Virginia. Muy pocas personas. Un hombre gordo, joven, me pregunta por mi país. Dice que, como miembro del ejército salvadoreño, vio videos de cómo se derrotó al Ché en Bolivia. Entrenamiento de contrainsurgencia. Se define como hombre de D’Aubuisson, el asesino. Su grupo se llamaba “La Jungla”.

Sonríe al contar que en la noche sacaban a la gente de sus casas. La llevaban al “Pozo” y allí la martirizaban. Después de decapitar reunían las cabezas en bolsas grandes para cocos. En la mañana, en camionetas por los mercados, arrojaban las bolsas en medio de la multitud. En un principio la gente corría a ellas, pensando que llevaban fruta. Luego se acercaban a reconocer los muertos…

En tres años de Estados Unidos encontré muchos exsoldados de El Salvador, “refugiados”. Casi todos eran criminales y se preciaban de serlo.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 21/01/1992

Fotografía: Escuadrones de la muerte de la Guardia Nacional de El Salvador 

Tuesday, September 12, 2017

9/11/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Estos números hacen referencia al ataque a las torres gemelas. “El nueve-once”, basta decir, y sabemos acá a qué se refieren. Además que de frente, costado o por detrás nos costó a todos. A partir de allí cambió la economía, se intensificó la seguridad (con los males asociados a ella en países de diversidad étnica), subieron las casas, se estacionaron los sueldos, viajar dejó de ser un placer. Gracias a unos árabes locos.

Pero no, no es tan simple, fuera de no compartir fanaticadas con nadie ni acerca de fútbol y menos de deidades, los “árabes locos” tenían sus razones y, en crudo análisis, válidas, en contra de los Estados Unidos. No fue solo Iraq, o no solamente, ni lo que vino después, sino la larga y triste historia del expolio norteamericano, de la intervención y el abuso. Caen en esa bolsa también ingleses, y rusos, y turcos, y vámonos yendo en la historia hasta bizantinos y normandos. Ese el legado de los imperios: monumentos y dolor.

Asurbanipal, Timur, Gengis Khan, pieles desolladas cubriendo fortalezas de piedra. Ante semejante miseria tal vez la religión aglutinante trajo sosiego. Y al sosiego, con la venia y complicidad –siempre- de las castas dominantes, vinieron los imperios modernos. Si se ha perdido todo, supongo, queda Alá y su profeta, o sus, porque también entre musulmanes no se la dan tibia, por decirlo con sorna.

Aparte de árabes: iranios, filipinos, indonesios. Mahoma ha expandido su desconocida –para mí- fe y ha calado hondo, tanto como la violencia y la muerte. No difiere en mucho del martirologio de las demás religiones; cada una machaca al opositor, al otro, al infiel. Cada una se piensa verdadera y los dioses de barro o de papel adquieren características que exceden su (i)realidad.

En el caso de Irán y el visceral odio de los iranios hacia Estados Unidos, que los jerarcas gringos desean presentar como enfermo, hay un mar de sangre. Quizá ya no se escucha hablar de Mosaddeq, pero hay que buscar en su biografía el drama persa que resultó en el arbitrio insensato de los ayatollas. Si existe un cómplice de la teocracia de Teherán son los Estados Unidos. Fue mejor para sus planes, así no salieran exactamente como los pensaron, que los barbados quedaran arriba. Hubo la posibilidad de un Irán moderno, acorde con la época, de uno revolucionario que acabó con la monarquía y se enfrentó a la religión. Ese Irán, el liberal y hasta cierto punto de izquierda no era posible para la Casa Blanca. Al menos, y a pesar de que se les fue de las manos, es más fácil lidiar con fanáticos que con librepensadores.

Manejaba yo por la avenida Alameda, en Aurora, ese amanecer del NueveOnce. En la radio algún clásico del rock se interrumpió con la noticia: un avión se ha estrellado en una de las Torres Gemelas, Nueva York. En cinco minutos llegué a casa y encendí el televisor despertando a esposa e hijas. La historia no aguarda por dormilones. Chocó el segundo avión y dije tenebrosamente: bien tirado. No se sabía nada pero era obvio. Así lo comprendí, era un ataque a lo que los Estados Unidos representaban en el mundo. Y en el centro de su poder. En momentos similares uno no se pregunta por víctimas e inocencias. Cuesta decirlo, pero esos hechos están por encima de vidas. Ya las horas, los años, van humanizando el acontecimiento.

Sobrevino un torbellino. He escuchado cosas entonces (no escuché, sino he escuchado) que nunca más se dijeron. Luego escribió Chomsky y otras miradas a la tragedia se sumaron al sinfín de opiniones. Bailaban en Ramallah los palestinos y creo que tenían razón de bailar. Miren que esto me costó, y a la mayoría inmigrante alrededor, un mundo. Nos costó la bonanza, la calma. Nos abrazó la ira también, y cómo no, pero esta historia de árabes locos y malévolos tuvo su razón de ser. Aún la tiene aunque no nos guste.

11/09/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 12/09/2017

Sunday, September 10, 2017

El ambientólogo. Delicias de la vida palaciega

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Nosotros, los comunistas, lo entregamos todo, no nos quedamos con nada. Algo así dijo Álvaro García Linera, Alvarito, el chico malo del plurinazionalismo. Deducción: no es comunista. ¡Ay, Alvarito, qué será de ti cuándo llegue el comunismo!

Sigo con la sarta de necedades que este individuo escupe. No sé, otra como que la casa que tiene, y que debe, la terminará de pagar el próximo esposo de su esposa. ¿? ¿Casa con mujer incluida? ¿A cuánto, señor? Desde el otro lado mi padre continúa susurrando, igual a cuando nos sentábamos enfrente del televisor y aparecía este payaso: es un cojudo. Tajante. Real. Indiscutible.

No sé en qué momento de odisea alcohólica se supuso que García formaba parte de un exclusivo grupo de genios. Entre la recua tercermundista, populista, que incluía a Chávez, Ortega, la Kirchner, digamos que destacaba, aunque en conjunto presentaban un rebaño de pedantería ignorante y prostituta. En Cuba lo escuché y a ratos daba la impresión de que ciertamente había un bagaje ideológico bien rumiado, hablando de Bolivia, su historia, y el porvenir. Un poeta canoso cuyo único mérito radicaba en haber conocido a Neruda, me dijo en el oído que la oratoria del vicepresidente debiera ser impresa y enseñada en todas las universidades del mundo. Tan grande era que la olvidé, y eso que recuerdo cosas menos leves como un primer amor y el primer desaire. Si la política sucumbe en el recuerdo ante el peso de la inútil pasión juvenil… pues, no vale nada.

Con mi padre -retorno al fantasma lúcido- aderezábamos un café y… a putear y escuchar. No importaba el tema que tocara Alvarito. Gozábamos de lo lindo cuando movía los dedos, imitaba olas de mar, alas de palomita y mariposas. De pronto bajaba la palma casi haciendo que aterrizara un avión. Era manualmente explicativo porque de lo otro, del verbo, al carajo. Suplía la falta de talento con mímica, la de entendimiento con dengues de meretriz de frontera. Pero era el genio boliviano, el Einstein que cinco mil años aymaras y no sé cuántos otros miles de las 36 naciones, más las barbas de los porqueros extremeños, finalmente habían parido, y, cosa extraordinaria, en la misma era mesozoica del caudillo del imperio altiplánico, el audaz, pelucón, verraco, culeador, magnífico y magnánimo Evo, el bienamado.

Hasta el Voyager, cuarenta años trashumando el espacio, vio que dos estrellas se unían para tirar igual a ducha de barrio pobre, un chorro de luz sobre la tierra marchita de los bolivianos, sedientos de tomar agua marina. Haz, o haces, o ases, que recibieran las canas de Alvarito y las mechas de Evito, por los siglos de los siglos, amén. Falta Bergoglio, el otro marica, para la troika perfecta de beneméritos ángeles del infierno. O Diego, el fatídico Maradona.

Vamos ahora al TIPNIS. Este asunto, hace años, mostró las fauces del lobo mejor que nunca antes. Morales se coronó reina del narco. Le pusieron una banda de hojas de coca y en pasta blanca un notorio “Miss Chapare”. Para Álvaro no sé si hubo banda de representación. Supongo que sí, caso contrario se hubiese desatado un conflicto de odaliscas con multitud de desnudos eunucos correteando aterrados. Aves y baldes, demonios, esqueletos, figuras antropomorfas, zoomorfas, animales, monstruos, hoces y alabardas. Cierto domingo por la tarde, en Cliza, creí ver en vivo el infierno de El Bosco, pero aquello no era nada ante las bambalinas del estado plurinacional, con ministros en polleras de chola y violadores de miembro entumecido, frotado en pasta base, buscando el agujero negro por donde vinieron del espacio los líderes de la revolución. Alguna vez escribí una columna que se llamaba Retrato de potencia nuclear con grupo de perros copulando en la calle. Ni más ni menos. Bueno… más.

TIPNIS, la tierra del agua, la intemperie húmeda, la vida o la muerte, la gloria o la sed. Sobre este pedazo de aire, desde mucho ha, quieren Álvaro y Evo, Evo y Eva, hincar el diente. Les habrán puesto caninos de oro ya que no saben en qué gastar la robada plata comunista. En su momento, a tiempo de la marcha más famosa, la que llegó a La Paz y obligó al presidente y al vice a orinar sentados, hubo hasta un jesuita que hoy aparece glorioso y bonachón, predicando violencia para domeñar a los irredentos indígenas que protestaban. Hoy calza boina y sonríe muy parecido a Satanás en máscara de diablo. Ese TIPNIS que quieren regalar a las petroleras, mineras, narcotraficantes, cocaleros; total no será a ellos ni sus crías que les afecte la sequía eterna. Ellos, dada la estupidez de los gringos que los inventaron, capaz que terminen dando cátedra en la Sorbona acerca de la rebelión mundial, mientras redondos y jóvenes culitos europeos respiran como pescados, ardientes de deseo proletario. Triste mundo de tartufos.

Dice el licenciado, doctor, periodista, analista, pensador, filósofo, matemático, versificador, prosista, matador, guerrillero, mesías, apóstol, amante, preso político, vendedor de libros usados, impoluto marido, dadivosa pareja, Álvaro García Linera, que lo del medioambiente lo inventaron los gringos. Claro, cualquier cosa, ya que si no puede lucrar con el parque Isiboro-Secure tendrá un soponcio de película, de esos de novelón venezolano, y entre sus rabietas feminoides y las del otro fémino de palacio (sin insultar a las mujeres), estamos jodidos. Cuidado, que nos derriban ciudades para construir mitos. Lo que es peor, viendo una exhibición de museo, es que hasta el ekeko se ha transformado. Estaba en un pedestal su figura desprovista de atuendos. Ni bolsas de arroz, ni camioncitos Isuzu; ni dólares ni cholet ansiado. Solo erección en su pequeña verga lampiña anunciando al mundo que a partir de hoy, del tiempo del mocochinchi y el reloj volcado, discutiríamos a calzón quitado, a algunos quitado por fuerza y de otros, al revés, dispuestos al estupro.

Un título más para el genial linerita, el de ambientólogo, similar al de ambientador de baño, olor de lavanda.
07/09/17

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Publicado en ADELANTE BOLIVIA, periódico digital, 09/09/2017

Imagen: Arte: Roberto Unterladstatter. Fotografía: Ibelisse Guardia Ferragutti


Saturday, September 9, 2017

Elena detrás de la cesta de flores en Kharkiv

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Una cesta de flores entre tus piernas, traídas a Kharkiv desde el Dniester. Te dicen Elena y tienes 42. No cocinas, aunque todo este embrollo de mi viaje a Ucrania ha sido para comer catliets. No hay tiempo para puerco entremezclado con res. Ni eneldo tirado al descuido sobre el borsch que humea. Ahora guardas tus piernas abiertas detrás de una cesta de flores. Me has convertido en botánico y quito pétalos una a una y las describo como flor de salón o salvaje.

Tu cabello es del color de la mies detrás. Verano, o casi muerte de verano. Bien pronto el lodo cubrirá de oscuro este dorado. Y tu vientre de ombligo vertical de un centímetro se acostará de pieles y mantos calurosos. Así el fin del amor. Cómo el fin, me pregunto, si nunca existió, si hubo, sí, una canasta de flores que te cubría el sexo. Y aunque la canasta era azul, más azules las florecillas de largos tallos y poco pétalo. Tu camisa ucrania, levantada hacia las piernas, deja ver medias marrones. Darle un poco de sofisticación a nuestra fiesta campesina.
09/09/17

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Imagen: Natalia Goncharova 

Thursday, September 7, 2017

La egipcia y la beniana/MADRID-COCHABAMBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Un aficionado belga le sacó una foto desnuda con ánimo de arte. Si la poseyó o no, está fuera de lo que me incumbe. Solo sé que vino con el fastidio aquel de creerse más que nosotros, y que con una Nikon en mano se convertía en artista singular. La colonia nunca nos dejó, y el belga acumulaba culos cochabambinos como para el record Guinness; culos, debo decirlo, que nos estaban vedados a pesar de nuestras también veleidades creativas. Cómo compararnos a un flamenco o un valón si apenas despertábamos al sueño de creernos libres. Quedaba la paja, esa inmisericorde compañera de los pobres. Y en ella, la egipcia, porque era bella y lejana como árabe, decorando arabescos de mil y una noches. La tenía ahí, virgen desesperada en el altar de mis desmedidas lujuria y virilidad. El miembro semejaba ariete espantoso y se ejercitaba ante un espejo sin lucecitas de escena.

Cuando conocía a una mujer, seguro ya de haber sido desvirgada, cosa que no importaba, tropezaba siempre con la sombra del belga. Al menos tres que amé tenían mostrados los pechos a la mediocre lente del tipo. Creían, sin embargo, que las eternizó. Dónde están esas fotos, me pregunto, sin arte ni magia. Pero no podía hablar de él, criticar su falta de talento. No era Edward Weston, no, pero ellas eran más lindas que la Modotti. Lo defendían a ultranza; cosa extraña, siempre me ha pasado, feministas defendiendo a individuos carentes de todo, moral en primer lugar, moral de mostrarse como eran. Estaban, como perras, protegiéndolos de mí, que iba a ser, al fin, quien las llevaría a la cama, y lloraría por todos los ojos agua y esperma.

La egipcia perdía la mirada en lontananza. Seguía su vista creyendo que miraba el cerro, pero no. Vivía en una segunda dimensión, y cuando al fin la tuve cerca muchas veces sentí el ridículo de estar acariciando un cuerpo celeste, de esos que nunca serán putrefactos. Celeste pero marrón ya que su piel se mimetizaba febril con la tierra. Y, a pesar de ese insomnio que nunca entendí, de sus pupilas somnolientas, sentía sus jugos al mis dedos tocar la vulva. La miraba debajo del vestido amarillo, y el carmesí mojado nada tenía que ver con otros mundos.

Tocaba, la besaba, chupaba sus teticas de pezón negro con dos centímetros de sombra alrededor. Pero al arrastrarla gentilmente al lecho siempre venía el No. Entonces, en casa, frente al espejo con manchas de humedad, soñaba que la penetraba y eyaculaba en ásperos papeles higiénicos que tragaba el lavabo.

Era un sábado, no me equivoco, y me hallaba sentado en un banco de la Facultad de Lenguas. Leía a Raymond Roussel. Se acercó. Vi los jeans antes de levantar la mirada, sus piernas de contorno firme. He leído el cuento con el que ganaste el concurso, me dijo. Me gustaría bailar para ti una canción de los Doors. La constancia pagaba, la insistencia, la obsesión. La conocía toda, en una cascada rural, en nuestra primera salida, se había desnudado y metido al agua helada. Quise desvestirme y lo impidió. Tocarla, y lo impidió. Un beso, un poco, una palma en la cadera húmeda. Una erección dolor de cabeza.

¿Lo leíste? Sí. Bendita literatura. Lo que arrebatos de macho no habían conseguido en meses parecía que las letras lo traían en bandeja. Arcanos hechizos. Vamos, sugerí, sabiendo que mis padres salían a esta hora de “día de Cancha” y que volvían tarde oliendo a cebollas.

La metí al “cuarto rojo” (mis hermanos saben cuál es), cerré la puerta y puse a Jim Morrison en el tocadiscos: L. A. Woman, mujer de Los Ángeles. Tiró el jean; debajo llevaba medias oscuras que le regalaron en París. Tiró el sostén después de la blusa. Si habría chupado intermitentemente como becerro esas tetas. Sentado en el sillón azul que compramos en una maestranza del Cero, al sur de la ciudad, acariciaba la carne con la bragueta abierta. Quedó en medias, calzón también, y movía el cuerpo tratando inútilmente de hallarle el ritmo. Puta, yo ni pensaba en Morrison y sus cascadas cadencias. Quería penetrarla, tanto que apenas abrí la camisa, bajé el pantalón hasta las rodillas, saqué el miembro y desgarré las medias. Con esfuerzo quité el calzón, forcejeando con sus pies medianos y oliváceos. El vello de su sexo parecía brotar de una fuente y esparcirse a ambos costados. Una fuerte línea negra al centro y volutas desperdigadas hacia afuera. Ombligo no mayor que una moneda de diez, irregular, mal cosido. Me perdí en detalles con un lunar en la corva casi pintado. Me distraje, ese lunar no era redondo sino ovalado, de superficie plana sin disgustantes terrones. Los vellos brillaban; se diría que los remojó en aceite. A la vez me puse a traducir mentalmente la letra de la canción, contradiciéndome en la acepción de alguna palabra. Para entonces mi miembro colgaba como liquen en el tendido eléctrico. ¿Qué sucede?, inquirió la egipcia, y no supe qué contestarle. En el momento en que se vestía, enojada, Jim comenzó a cantar Jinetes en la tormenta y la dejé ir.


La beniana... Una noche en el Mirador, fiesta de chicha con los Rolling Stones, Beatles y Doors, sentí que la amaba. No había iluminación, vale como detalle de entorno, y la bebida conseguida en Tupuraya no era de la mejor. Un solo casete daba vueltas. En el lado A, los dos grupos ingleses, en el otro los californianos, una y otra vez. A Álvaro Antezana se le cayó el diente postizo en medio del baile y se arrastraba entre las piernas buscándolo. La esposa de un actor famoso que salió a tomar aire de eucaliptos quiso entablar conversación. Callé, le agarré la mano y se la puse detrás del zipper. Sentí sus dedos helados quemando una barra candente de acero. Huyó. Voló como golondrina nocturna hacia los árboles y sollozaba hecha un alma en pena. Volví a la fiesta. La egipcia bailaba agitando los brazos. Miré hacia el rincón más oscuro. Ella, la beniana, cuya piel tenía efluvios de noche, apenas se veía. Andaba escondiéndose de su maestro de francés que habíale declarado su amor. Miré y la deseé, arrancarle la camisa celeste a rayas. Sudaba; el agua de su cuello se sumía entre los pechos con destino incierto. Felizmente estaba oscuro y nadie podía observar la desgracia de unos pantalones que no aguantaban la presión de mi verga inflada.

Caí, ebrio, rompiéndome un canino. Me acurruqué para despertar con los pájaros horneros marchando militarmente sobre la barda. En el cuarto contiguo había un revoltijo de piernas y nalgas velludas. Hans Bellmer, pensé, y abrí el candado para irme.

“Pasaron meses, pasaron años”, dice la letra de un huayño. No fue tanto. Algo, pero no tanto. Esperaba el micro D, a la salida del correo para ir a casa. Ella, la beniana, apareció. Qué haces, nada, y tú, nada. Lo típico. Qué hacemos entonces. Vamos a Quillacollo, propongo, te llevaré a una chichería en Villa Moderna, “La cholita milagrosa”, te gustará.

Qué piel oscura y linda, Dios mío, mientras miraba su trasero subir las gradas porque le cedí el paso. Nueve de la mañana, no más, u ocho. Era mi día de suerte. Con su amiga egipcia seguíamos hablando, pero el fracaso de nuestro coito aéreo la había molestado tanto que ya ni siquiera besos de mejilla se permitían. Le pregunté por el lunar, si mantenía el color. No contestó.

Visitamos a un amigo. Comimos chorizos con picante. Jugamos rayuela. Entró la tarde. A las tres el amigo se fue y le tomé la mano para llevarla hacia el norte, camino del cerro. En una callecita lateral de tierra desvié. Seguimos la huella y en un bosquecillo al lado del descampado me acosté. Hice que tirara de mis pantalones y agachara su rostro hasta tan cerca de mí que rompí su boca. Luego se desnudó. Tez de café centroamericano. El pubis, de escasa cabellera, no resaltaba, pero el cuerpo en su totalidad estaba bien, sabroso, un poco magro y huesudo pero delicioso. Encima, ejercitaba taquiraris, movía las caderas como un tiovivo. Eres mi segundo hombre, confesó. El primero fue River, por River Plate; es fanático del fútbol argentino. Y si cuentas esto, te mataré.

Nos frotamos con nuevas hojas de eucalipto para eliminar el olor. Bajamos por la avenida principal de la Villa. Miramos por si acaso dentro del local. La dueña, la cholita milagrosa, nos dijo que el amigo regresó y se fue. En la plaza Bolívar tomamos un colectivo hasta Cochabamba. No hablamos, o poco. Nos despedimos con un beso de amigos y yo enfilé hacia una casa donde una alemana esperaba sin ropa solo para escuchar su confesión de que aquella tarde me engañó… con el fotógrafo belga.

04/11/14

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Publicado en MADRID-COCHABAMBA, Cartografía del desastre (con Pablo Cerezal), La Paz, 2015; Madrid, 2016

Imagen: Christian Schaad

Tuesday, September 5, 2017

El Mallku y la desesperación opositora/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Achacachi. Tanto hemos escuchado. Bastión del masismo, de los degolladores de perros. Eugenio Rojas, de deslumbrante carrera política en la corte de Evo Morales y líder de semejante odisea, hoy se disculpa y habla con suavidad de damisela. Difícil creer que un matarife cambie hasta convertir la sangre en oro. Fue lo que es y así ha de seguir.

Anoto a raíz de los bloqueos de Achacachi y de la inerme oposición boliviana que busca en cualquier detalle algo que le pueda dar sino gloria al menos un resquicio por donde poder filtrarse. De pronto, un masista primario como el Mallku, Felipe Quispe, pareciera plantear la remoción del ilustrísimo Evo a quien acusa de desmanes que él ayudó a consolidar.  Tan débil es el sector opositor, carente de imagen y peor de imaginación, que se adhiere a lo que puede con intento de avanzar su ¿ideario político? y sus escasas posibilidades frente al rodillo gubernamental, y, cierto, al carisma del cacique que retoña en el país lo más recóndito (muchas veces lo más oscuro) de las contradicciones indias y mestizas que nos marcan.

La pregunta es si vale hacerlo.

En Venezuela, Luisa Ortega, exfiscal de la república bolivariana, representa ante el mundo la lucha por la democracia en un país hundido. Ortega, no hay que olvidarlo, fue mastín defensor del fallecido comandantico, Hugo Chávez, muerto de mater dolorosa y ya en el basurero de la historia. Defendió también a Maduro, desacreditando y bloqueando los intentos de la oposición de convertirse en eje del futuro. Hoy, y por razones que tal vez tengan algo de válidas, ya en el exilio, se ha convertido en vocera de una brega a la que se enfrentó desde el poder. Otra vez, igual al caso boliviano, ¿cómo creerle? ¿Se debe confiar?

Pocas son las manillas de las que la oposición de ambas naciones pueda aferrarse e impulsarse en un salto cualitativo hacia el poder. El aparato decisor, y decisivo, está en el ejército, remunerado y en el rol que mejor le cabe, de sirviente. Treinta años pasaron y permanecemos en las mismas, que un miliquito analfabeto decida el porvenir si así le place. No pesa la idea; sí el revólver. Mientras tanto, los civiles como Ortega y el Mallku, en distintas posiciones, contravienen el discurso oficial y causan molestia. No significa que lo suyo no alcance a ser un catalizador de lo que inminentemente tendrá que llegar. Pero.., y repetitivo, hasta dónde son idóneos personajes de tal calaña para dejarnos caer en manos suyas. Perdimos la capacidad de invención o simplemente no hay material humano capaz de oponerse con apoyo masivo al desgaste plurinacional, al robo y la extorsión. Peor en Bolivia que en Venezuela, donde, a pesar de la juntadera de lo más diverso en la Mesa de la Unidad, hay claras voces que podrían subir al estrado político con bastante peso. Nosotros, fuera de la casi mística propuesta del antaño presidente Mesa, no tenemos nada. Entonces confiamos en Achacachi, villa inconfiable y desconfiada, sin mermar su historial de valor y guerra a muerte desde tiempos del cura tucumano Muñecas, antes y después.

Achacachi suele menearse al arbitrio de prerrogativas y coimas. Pieza en venta de un ajedrez corrupto, desmitificado por la historia y que sin embargo aún rutila. No en vano marcharon allí los movimientos sociales codo a codo con sus antiguos enemigos militares, esos a los que mi padre con expresión de asco denominaba “puchuchuracos”, vocablo del que no hallo traducción ni origen pero que sé bien lo que implica. “Ponchos rojos”, se susurra en Bolivia con expresión admirada. No son hoplitas espartanos o el Mallku el gran Leónidas. Estos, bien terrenos y poco épicos en lo que va del siglo, bloquean a diestra y siniestra. La masa sigue al dirigente y el “deregente” a su bolsillo. No ilusionemos a un público expectante y esperanzado con lo que no es y que, tal vez, lo sea un día. Depende.
04/09/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 05/09/2017

Fotografía: Felipe Quispe, el Mallku

Monday, September 4, 2017

Delicias culinarias en la tierra del hambre

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Ground Control to Major Tom
Ground Control to Major Tom
Take your protein pills and put your helmet on
Ground Control to Major Tom (ten, nine, eight, seven, six)
Commencing countdown, engines on (five, four, three)
Check ignition and may God's love be with you (two, one, liftoff)

Esta noche los zorros lloran. Donde empieza el campo, pastos y quinuas salvajes, gritos. Igual a los de niño, de mujer. Lloran los zorros y hiela el alma. David Bowie. Subo la vista a las estrellas, arriba de las luces de neón y cerveza. Vuela el mayor Tom, perdido el ground control. Luego me absorben las casamatas.

Penetro la llave en la cerradura. Tenue a la izquierda. Silencio de máscaras negras, de marionetas indonesias. Zorros del Chaco decapitados en el estante superior; hormigueros, tucanes de bosque seco. Enciendo la luz. Tres y un foco quemado. En la tarde hablé con un eritreo. ¿Sabes de dónde vengo?, pregunta. Y camino por el Djibouti hacia el norte, saliendo de Somalia. Sé que en Nueva York, en restaurante de ricos, pagan las sambusas a muchos dólares. Yo las compro en mi mercado etíope, a dos cuadras de casa, a dólar la pieza, quizá con pisadas de cucaracha. Sambusa de lenteja, cuando la conocí supo como novia de calzones negros y sostenes caídos hasta la oscuridad del pezón. Empanadas somalíes, me dicen. Pregunto a solas, sin abrir la boca ni mostrar los dientes, si todavía queda comida en Somalia. Finalmente, si no la hubiera, y solo harina, se podría rellenar sambusas con gente, con carne humana si otros animales somos, peores y malditos.

Estoy con obsesión de salsas y les voy poniendo nombres. De una versión que mi hija Emily trajo de Quetzaltenango, llamo a una Xela, nombre maya de la dicha villa. Y ya que me sobra cilantro, culantro en Cochabamba, decido un experimento somalí. Eritrea, Somalia francesa, Somalia, Etiopía.

Bizbaz es el nombre y se hace con yogurt sin sabor. Ajo remojado en jugo de lima, lo que en nosotros es limón verde porque la lima nuestra no la conocen y creo que crece en el Líbano. Ajo aplastado y locotos serranos. Se puede probar con habaneros si se quiere jugar con fuego. Cilantro a discreción; el verde combinará el blanco del yogurt y dará un verde claro, casi de musgo. Algo de azúcar, sal y pimienta negra. Licuar, convertir en puré y el bizbaz va bien con verduras y carnes. Y, sí, en Somalia, todavía preparan delicias. Y más en Nueva York. Somalíes abundan por las calles de Denver, y eritreos, y etíopes. Un food truck pasa por la avenida Iliff y se detiene en un fumadero árabe, uno que en cierta esquina de la calle funciona hasta el amanecer de narguiles.

Otra noche. Las mismas estrellas. No las cambiaron. Una lucecita atraviesa el cielo. Supongo que es Tom, el mayor Tom buscando una esposa en el espacio. ¿Somalia es como el espacio? Creo que sí. Detengo el Honda a treinta metros. Decido entrar al fumadero. Hookah llaman al narguile, en derivado del hindu-urdu. Pero a los diez pasos doy vuelta atrás. Otro mundo ante mis ojos, película de aliens donde el cabezón sería yo. Hookahs por todo lado, en la avenida Havana, en la Sheridan, en la Illif y la Leetsdale. A eso de las dos ya hay lío. No sé, siendo musulmanes, si hay alcohol, pero el narguile acepta cannabis y otras hierbas. A las dos llega la policía, la fuerza “chota”, y pesquisan entre morenos de ojos grandes y brillantes.

Tuvimos una guerra fea con Etiopía me dice el eritreo mientras me alcanza una botella de vino. ¿Sabes de dónde vengo? Sí, y de los italianos también. Italia -mira al vacío- lindas mujeres. Italia muerte; soy eritreo, ¿sabes de dónde soy? Las italianas no nos quieren, olor a ajo. Aioli.

Italia de ojos negros. Somalia también.

La última vez que comí sambusas un grupo de cucarachas paseaba por el brillo de la fritura. Las espanté, rasqué con la uña el excremento, di un mordisco, puse bizbaz en cada una; resaltaba el color claro con la oscuridad lenteja, con el café oscuro sambusa.

Luego, a la salida, y a instancias del dueño, cogí una bolsa de arroz jazmín, que no me gusta. Para mi mujer, me disculpo. Y un billete de lotería expedido de manera automática para ganar los seiscientos millones de dólares que nunca podría gastar.
31/08/17


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Publicado en PUÑO Y LETRA (CORREO DEL SUR/Chuquisaca), 04/09/2017

Fotografía: Reuters