Sunday, December 14, 2025

Bailen gitanas de Eslovaquia


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

 

Polvosos caminos de Eslovaquia. Bailan los gitanos. Un vestido rojo vientre y cadera. Una mujer acostada con juventud igual a música. Sus muslos un crucifijo. Toda la tarde pasé pensando. La mente derivó hacia la cordillera cochabambina, me situó a orillas de Los Molinos, previo a la subida a los verdes papales de las cumbres, la escasa trucha moteada dentro del líquido helado. Recoger agua del río en el silencio. Hervirla, echar el modesto café instantáneo en tazas de metal. Cuentos de aparecidos, la noche miles de ojos ávidos, titilantes. Desde mi ventana contemplo luces, barriadas que desconozco, encima de colinas que fueron bellas y sucumbidas hoy al arbitrio de cierto peculiar horror urbano. No suena música gitana en estas ocho penumbra de Cochabamba. Cohetes, como siempre, no cesa de haber aquí algo que festejar. Manejamos por las barriadas pobres de Belgrado, allí deshacen la basura y la van clasificando según el interés. Niños de pupilas oscuras, muchachas en flor. Pasos de nivel, graffitis, el dejo triste de la pobreza. Violín y acordeón. Que si hay similitudes en cada región de los Balcanes, las hay. Rom llevando con lentitud caballos cargados de trozos de metal. Marcado contraste con el bello tono austrohúngaro. Torres medievales, estrechas calles de sosiego en la actualidad, de pesadumbre y fatalidad ayer.

 

El viento susurra por en medio de las plantas de papa. Nuestra hoguera resulta mala broma ante la inmensidad. Me pregunto si es así la esperanza, apenas sollozo de luz. Si así el amor. Pero, de igual modo, se ve desde lo lejos su presencia. Hay sombras que bailan entre destellos, un leve rumor anuncia que la trucha ha salido a respirar. Luego se calla, tiempo de los karisiris. Mejor nos retiramos a la intemperie cerrada de la escuela rural y nos calentamos uno al otro, hombro a hombro, sin quitarnos las botas que el frío mata. Sucias pieles de oveja encima. Bajo el esplendente sol eslovaco cantan los  gitanos. Y bailan. Ellas bailan y después se acuestan, vientres de bronce, arroyos, llovizna de mar en tierra.

 

Fogata en Chapisirca.

 

Atún en lata y papa hervida. Más del espantoso café. Bueyes como abandonados pastan el yermo. Nosotros mugrientos, las maestras rurales también. Locura bañarse acá, mejor la muerte. En una semana redescubriremos el agua, mimados por el café con leche de madre y pan tortilla llegado de la panadería de a la vuelta. Música romántica norteamericana de los años cincuenta, principios de los sesenta. Época del auge y la gloria y dónde están, maltrechas losas en el piso con nombres deshechos, flores secas, flores negras. “Oh! Carol, I am but a fool”… Nada más cierto. Real como las cartas que voy recibiendo de una amante obsoleta que se niega a perecer. Mira, no soy aquel (casi como una canción de Raphael) desde hace mucho. Ni un trago tomaste conmigo, dice, y a decir verdad ese horrible brebaje azul alcoholizado lo bebí solo, color de veneno medieval. Y sin embargo te quiero, digo, y siempre hasta el fin de los cantares pero ya no estoy, ves aquel bus de color plata que se adentra en la frontera entre Croacia y Bosnia, pues voy allí, creyendo que llegaré a remojar los pies en el mar más profundo, que me mirarán los rodaballos desde el fondo y que desconocerán todos por dónde ando y si ando. Entiéndelo.

 

Ditirambos.

 

En el nuevo lenguaje te comunicas por figuras que se me hacen extrañas. Puedo intuir el significado de algunas pero no de todas. Mientras más letrado más analfabeto, no voy al ritmo de las invenciones. Y eso está mal. Me doy cuenta de que lo que hojeo pertenece a otra esfera pero es que tampoco sé qué leer. Las acepciones del lenguaje han cambiado. Hay neologismos, extranjerismos, palabras cortadas y otras compuestas. Pareciera que a cada instante la brecha de las generaciones se agranda. Frenético ritmo de las redes mientras continúo analizando los errores estratégicos de Stalingrado. Universo de tetas, simples valorizaciones que conforman una nueva literatura, corteza de barniz burdamente aplicado. Parafraseando de algún modo a César Vallejo me preguntaré si así voy a leer a Kierkegaard. Si cuando me arrojen virtuales pezones gratuitos sobre el rostro pensaré en Spinoza. Sin embargo, la vida es válida en todas sus formas, tanto en las complejas como en la más elemental. Ni juicio ni prejuicio.

 

Suena el teléfono con otro mensaje. Al parecer un hombrecito tapándose el rostro. No entiendo. Reproche. O desatino. Es que la vi en la fiesta de sábado bebiendo ron y me acerqué a saludar sin saber que el licor de las Antillas quería cargarse de presagios. Eludí el conjuro y al rato me fui a acostar, acomodarme entre sábanas bermellonas y contar rusitos muertos en Ucrania como quien cuenta carneros.

 

Libros de Kenzaburo Oé, de Ferrufino y Cendrars apilados del lado derecho. Discos de los Bee Gees en el izquierdo. Imagínote sugiriendo salud al vacío. A ratos me voy en bus, o a pie como ahora desaparezco por la bocacalle de la Juan de la Rosa, al lado de la masa celeste del estadio de fútbol. A qué volver canta la zamba, a qué, a qué, repite el eco.

 

Largos y tiznados yaguarundíes se esconden entre las matas de subida, y zorros grises y conejos sin cola salvajes. Arribo a Belgrado. Sava y Danubio se han vestido de sombra. Llego al hotel de la calle que lleva el nombre del asesino de Sarajevo, compro una botella de agua, yogurt y paquetito de galletas. Duermo pensando en la iglesia de aquella primera ciudad de marzo. Dormitorio 6 segundo piso. Hombres hindúes rascándose los pies calzados con chancletas me saludan. La conserje es una hermosa serbia que practica su inglés conmigo y pregunta de las ciudades de USA. Describo mi formidable trío: Nueva York, San Francisco, Nueva Orleans. Pero fui muy feliz en la capital, Washington DC, bellísima e inolvidable. Magia de los museos del Smithsonian, retrospectiva de Lee Miller. Botellas vacías de licor por doquiera, casas de crack, las putas de la calle 14 más la cerveza inagotable. Página tras página de Henry Miller. Estoy aquí y lo sé.

14/12/2025

 

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Imagen: Modigliani

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