Thursday, November 26, 2020

Notas de asueto


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Contradicciones de la vida. Escucho canciones satíricas del siglo XVII y comienzo a escribir hablando del “camino de los huesos”, la carretera de Kolyma que saliendo de Magadan, en el Mar de Okhotsk, iba hasta las minas de oro de Yakutsk. Stalin la construyó con trabajo esclavo, sobre los huesos de miles de prisioneros, igual a los caminos del África congoleña que Leopoldo de Bélgica afirmó con huesos muertos de también esclavos.

Ya quise hacerlo el domingo anterior, luego de leer una magnífica crónica en el New York Times (Road of Bones To the Gulag, Haunted Still/Andrew Higgings) pero no dio tiempo. Domingo, aquí, no es el día en que Dios descansó. Ayer trabajé 18 horas corridas. Así por treinta años. Siempre que me he sentido desfallecer pensé, y he pensado, en el trabajo esclavo. Energía sacada del infinito, de la extraña fortaleza humana. Claro que las mías son 18 pagadas y me considero afortunado en la situación actual; pero me refiero a lo físico, a cuando uno cree haber llegado al límite del aguante, cuando rodillas y hombros duelen como estirados en potro tormentoso. Y vamos, “a huevo” como dice el mexicano, hasta límites que ni se sospechan aunque se sientan.

Varlam Shalamov… Los Cuentos de Kolyma, sobre los cuales escribió mi amigo Jorge Muzam, en Chile. Decía Shalamov, y lo anota Higgins: “un hombre tórnase en bestia en tres semanas, dados trabajo pesado, frío, hambre y palizas”. Quince años pasó el poeta en el campo de trabajo forzado para legarnos aquel gran libro. Para no olvidar, pero olvidamos… Creo, a veces, que la memoria es más frágil que el amor. Y hasta el dolor… Es el olvido, quizá, el recurso mayor de supervivencia. Oblivion. Me gusta la palabra inglesa, tiene dejo de nostalgia. Pienso en Dickens. Londres no es para mí el que veía desde las ventanas del aeropuerto de Harwich sino el de tabernas como escondrijos de lodo en las riberas del río. De soledad y hastío.

Esa fuerza produjo, en medio de lo imposible, literatura. Los Cuentos de Kolyma denuncian, cierto, pero no es ese su objetivo sino el hombre que habla de lo suyo, su entorno, los otros, lo que duele y lo que mata. Decía alguna crítica rusa que donde Solzhenitsin sigue la gran tradición tolstoiana, Shalamov continúa en la del avant garde tan rico de la década del 20 en Rusia. Dos vertientes del gulag, el de los caminos construidos con fémures y de tanta voz extinta e irrecuperable. Hay que ver el filme de Marleen Gorris, Within the Whirlwind, basado en las experiencias de Eugenia Ginzburg. Hay tanto más al respecto.

Cuenta mortal regresiva hoy. Hace poco, en Colorado, había 1 contaminado en 50; luego 49; llega el jueves y son 1 en 35. La lotería se achica y hay pánico. Desde siempre se veía a la gente en China, en Hong Kong, con bozales, barbijos, y uno se preguntaba a qué temían. Pasaron décadas y esa imagen se ha multiplicado. Ya ni las aceras se comparten. Si vas a cruzarte con alguien en la vereda que viene en sentido contrario, casi seguro que se irá al otro lado de la calle. Cuando llego en mi camión de Amazon a una casa los niños corren, las puertas se cierran, la gente pone los brazos sobre nariz y boca. Hay un macabro sentido de dominación, de lo fácil que será arrear a todos como a ratones en Hamelin. Ojo, que no comparto la estulticia trumpista de que el mal no existe, pero que los hombres no son reacios a convertirse en hormigas…

Salté del siglo XVII y los satíricos ingleses e irlandeses al R&B. Observo a los choferes negros con sus audífonos. Mueven brazos, cuello, gesticulan, bailan. Comienzan el día y lo terminan con música. Imposibles mis días sin este constante de ritmos y voces. Muchachos negros cruzan la calle danzando. En Bolivia, donde no se respeta ni ley ni tráfico, estarían todos muertos.

Debo volver a Guerra y Paz, tanto en Tolstoi como en Bondarchuk. ¿Habrá todavía tiempo para leer tantas páginas? ¿O las 1000 de Vida y destino? ¿Las 700 de Shalamov? Por eso sirve el trabajo colectivo, también en el campo intelectual. Me nutro del Paul Celan que comparte mi amiga Diana desde Bucarest, las cordilleras poéticas del Ñuble en Muzam, la Venecia de Bagatin. La indigencia juvenil hace que nos alimentemos sin pausa. Otro el hartazgo de los mayores. La piel en Airam Goizeder…

Ben E. King canta Don't Play That Song (You Lied).

The Shirelles cantan Baby It's You.

La nieve se derrite. No se ha derretido la nieve. No es la manera en que sonríes, pero es tu sonrisa. Eres tú. ¿Qué puedo hacer, si eres tú?

Ya me desvié del todo. O no hubo tema. Notas azarosas. El sol penetra por resquicios. He de tirarme agua encima, enjabonarme y salir a fotografiar árboles. Tengo cartas y besos que enviar. Pero hoy no hay correo. Iba a tender la cama pero la dejo así, como si me hubieran sacado a la fuerza, como hubiera dejado la Triple A la cama de mi hermano. Voy a airear el frío de Kolyma, la angustia de Celan. Nikolai Bujarin, desesperado, visito a André Gide en su hotel para que lo ayudase a salir de Rusia. Otro poeta, Evtushenko, grande, pidió mucho después de Bujarin ya polvo, que se rehabilitara su memoria. ¿Sirve de algo? Oblivion…

Barbara George canta I Know (You Don't Love Me No More)…

26/11/2020

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Imagen: The Mask of Sorrow monument in Magadan commemorating Gulag prison camp victims.

 

 

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