Tuesday, March 6, 2018

Mundo de autócratas/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La movida del presidente Xi, chino, para perpetuarse en el poder tiene profundas raíces históricas en su país. Lo mismo Rusia. El nuevo zar, Putin, refleja que ni con el bolchevismo cambió nada, que ellos tuvieron los propios: Lenin y el zar rojo, Stalin. Pero las consecuencias del caso no competen solo a China sino al mundo entero. No en vano reporta el New York Times que Europa no sabe cómo reaccionar. Creyó la Unión Europea que el gigante del Asia reemplazaría la falta de liderazgo mundial que ha sido la consecuencia inmediata del desastre Trump. Dicen los que saben que la jugada es política, y que China a través de su poderío económico querrá imponer sus reglas. Parece esfumarse el obvio acercamiento hacia occidente; ahora se revuelve sobre sí misma, apela a los arcanos de su nación, y promete influenciar como ejemplo político al resto del mundo. Divide para reinar, quiere escindir la UE en los Balcanes con un montón de dinero. Desafío, afrenta, peligro para la democracia occidental que pobremente se debate entre luchas intestinas y aberraciones como las de Polonia y Hungría, ya totalmente volcadas a la derecha, la intolerancia, el racismo.

Graban a Donald Trump en una conversación privada alabando a Xi, la majestad del poder absoluto. Y bromea -no bromea- que los Estados Unidos debieran también intentarlo. Nada quiere más el magnate nuyorquino que convertirse en semidiós y vivir sentado en el trono para siempre, rodeado de sicofantes y putas cuya boca no sirve para hablar… está hecha para felación y punto.

Dudo, aunque luego de casi treinta años viviendo en los Estados Unidos ya no creo nada, que Trump consiga su objetivo. Sin embargo el Partido Republicano ha demostrado que para ellos la democracia es y ha sido una simple figura retórica, que quisieran disponer del poder y del oro a su arbitrio, convertir la constitución norteamericana, cuna de muchas cosas positivas, en papel higiénico de reyezuelos entusiasmados y viciosos.

Si al norte y al este los vientos soplan así, qué decir del sur, ese patio trasero bueno para criar bananas y negritos candomberos, para incas e iluminados. Ya apenas comenzada la independencia, en México, aparecía el opulento y maniático Iturbide calcando lo que se quería olvidar. Sigue así, con el chofer de bus Nicolás Maduro en Venezuela danzando el perreo, imitando coito de perros, y rebuznando su inmortalidad. Evo Morales, el fatídico llamero boliviano, simplemente se creyó la narrativa de que proviene en línea directa de Viracocha, y que sus manitas regordetas y el índice gordinflón marcan la historia, una, y hay que ser bien claros, que en idea tuvo bondades y aciertos y que se ha convertido, porque sus líderes nunca pensaron distinto, en un desbarajuste de estupro y latrocinio, de hembras lascivas y condescendientes, que a cambio de ni siquiera treinta denarios imitan el sexo de los animales como en Caracas. Delicadezas de palacio, dirán, casi un filet mignon con quilquiña.

¿Culpa de quién? De los bobos que observan de lejos y hacen fila para votar por quien les dicen que voten. Será que el instinto gregario del hombre lo ha convertido en soez y cobarde, que al perder su individualidad se ha amalgamado con toda laya de fracasados y calla. Que la lengua que tiene apenas le sirve para distinguir lo picante de lo dulce, el sabor del otro género del de la guayaba y el del licor del agua.

Afirmaron que perecieron los dinosaurios, que un inmenso meteoro los cocino o enfrió ad aeternum y no había sido cierto. Células durmientes quedaron y despertaron, por todo lado. Tienen nombres y tuvieron domicilio privado (hoy son dueños de todo). Se multiplican, tal vez por el famoso bailecito caribeño ese, el de los perros, y han decidido quedarse. A cada uno su responsabilidad, su deseo independiente y la libertad. No hay senda contraria, o se va aquí o allá, al Perú o a Panamá, según la lógica brutal y cierta de Francisco Pizarro.
05/03/18

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 06/03/2018

Fotografía: THE GUARDIAN

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