Sunday, July 11, 2021

Madrid-Cochabamba. Cartografía del desastre. Pablo Cerezal y Claudio Ferrufino-Coqueugniot


JORGE ISURY CRUZ

 

“Todo mejorará cuando regrese a casa y me cubra de nuevo con tu latido. Cuando entre en ti, amor, una vez más”. Pablo Cerezal

“Los faroles de kerosén de las anticucheras, el humo negro, guardan un dejo poético” Claudio Ferrufino-Coqueugniot.

Leo este libro en una ciudad donde ya nos dejan salir, ha abierto sus fronteras. Una ciudad de todos y de nadie. Se suele decir que se conoce más a la gente a través de sus amigos, dime con quién te juntas y te diré quién eres. Claudio y Pablo saben rodearse de los suyos, disfrutan las calles que caminan, aunque estas ardan. Llego 6 años después de su publicación, pero sigue siendo actual.

Busco un disco de Antonio Vega que tengo en la estantería, encuentro uno en directo que grabó en el Círculo de Bellas Artes “Antonio Vega, Básico” hace casi 20 años, comienza y me veo tentado a tomar la guitarra y tocar con él la primera canción “Lucha de gigantes” En un mundo descomunal, siento mi fragilidad. Así es la lectura de este libro, como ese verso de Antonio. Remato los detalles de esta lectura de “Madrid Cochabamba”.

Una vez leí una noticia que presentaban a Claudio diciendo “El siempre desconocido, Claudio Ferrufino presenta su nuevo libro“, y así es Claudio con una amplia trayectoria pero siempre en los márgenes. Claudio Ferrufino-Coqueugniot nació en Cochabamba en 1960 y vive, por casi el mismo tiempo que vivió en Bolivia, en Estados Unidos. Un detalle insignificante en un arte que no conoce ni respeta fronteras. La solapa de uno de sus libros dice “ecléctico e irreverente, reclama para sí una herencia multicultural que se refleja en sus letras. Paso los días, afirma, no rememorando lo que fue, sino expectante de lo que vendrá. ¿Dónde o de dónde?, no interesa“. En su producción literaria destacan: Ejercicios de memoria (1989), Años de mujer (1989), Virginianos (1991), El señor don Rómulo (Mención Casa de las Américas, 2002), El exilio voluntario (Premio Casa de las Américas, 2009), Diario secreto (Premio Nacional de Novela de Bolivia, 2011), Muerta ciudad viva (Limbo errante. 2018). También es cocinero.

Quien firma el libro con Claudio es Pablo Cerezal (Madrid. 1972). Quien ha publicado Los cuadernos del Hafa (2012), Breve historia del circo (Chamán Ediciones, 2017), Al-Maqhaa (2017). Ahora acaba de publicar su última novela, ya pedida, Arábica (Chamán Ediciones, 2021). Viajero y amante de la música, esto último queda patente en los textos suyos que aparecen en Hey Bob (homenaje a Bob Dylan) y Lift Off (Homenaje a David Bowie), y es letrista del músico Álvaro Suite.

Madrid-Cochabamba. Cartografía del desastre (Lupercalia, 2015) con edición en Bolivia (Ed. 3600) no es una guía de viajes ni es políticamente correcta, es lo opuesto; MAD-CBBA no son ciudades de cartón piedra y fuegos artificiales, son vivencias personales, intimas. Un lector de cualquier urbe podrá reconocer su ciudad en estas páginas, porque tienen calle y lectura, una tela que cortar y hacer un traje a medida para cada lector que se atreva a abrir cualquier página, no solo de este libro, sino cualquiera que hayan firmado Claudio y Pablo.

Madrid y Cochabamba, a simple vista no tienen nada de parentesco. Dos ciudades, dos corazones. Dos centros de sus respectivos países. Pero ambas están descritas desde abajo, donde tus ojos llegan sin pretender nada, a donde te llevan para presentarte a sus ángeles y demonios. Las penas, tristezas, alegrías y llantos, las mismas que tenemos encima, que se miran cara a cara en la calle Montera o en la calle Aurora, con alegría y melancolía.

Cochabamba, “Cochebomba” la llamó una vez Andrés Calamaro, y Madrid, a donde regresa siempre el fugitivo, dice Sabina, existen como existe un Nueva York de Paul Auster, una Habana de Padura, una Lisboa de Pessoa, una Buenos Aires de Pizarnik, o una La Paz para Jaime Sáenz. Existe un Madrid no solo de Baroja, Lope o Larra, sino también una de Pablo Cerezal, y una Cochabamba no solo de Nataniel Aguirre o de Adela Zamudio, también de Claudio Ferrufino-Coqueugniot.

Viva mi patria Bolivia, una gran nación…No tengo ni vida ni corazón para dar“, dice Claudio. La historia de Bolivia y España se juntan cada vez más, porque ambas terminan mal.

Leyendo el Madrid de Pablo vuelves a echar de menos esa ciudad donde ocultabas la litrona cuando una patrulla municipal pasaba a tu lado. Madrid era eso, odiar a los pijos que sí podían salir ya borrachos del bar donde la copa te costaba 15 euros. Madrid, colmena de avispas desorientadas por el alcohol y los estupefacientes.

Con ellos volví a comer buñuelos en el mercado, cocido madrileño (Un pecado como boliviano es que no me gusta el api, y como madrileño es que no me gustan los callos), escuché a mis padrastros Neil Young, Tom Petty, me volví a enamorar, pisé barrios cercanos y lejanos a la vez, y volví a Paco Umbral, el poeta de Madrid.


Miguel Sanchéz-Ostiz que escribe el prólogo, conoce bien ambas ciudades y también a sus dos amigos. Escribe sobre las ciudades “Las relaciones del escritor con la ciudad en la que vive o en la que ha nacido, y lleva como una carga en la memoria, son complicadas, raras, azarozas”, dice. Sobre Madrid comenta: “Madrid tiene muchos Madrid dentro, depende de dónde vivas y de la fortuna de la que goces“. Cochabamba “tiene cielos que dan ganas de zambullirse en ellos” dice. “Ambos escriben como forzados de vidas propias y ajenas, sin darse tregua, en el combate necesario con la época que les ha tocado vivir consigo mismos“.

Concebido después de la muerte de “El yonqui del rock and roll”, “El poeta eléctrico”, Lou Reed, cuando ambos lloraban su muerte y leyeron sus obituarios, así la literatura se hizo realidad. Este libro, al igual que sus ciudades, es una puerta para su literatura, porque ambos tienen letras, arriesgada y sin fisuras, compleja pero accesible. A través de “Madrid-Cochabamba…” podemos intuir “Exilio Voluntario” y “Muerta ciudad viva” de Claudio, y “Breve historia del circo” de Pablo.

No conozco Cochabamba, pero tampoco conozco Lima, y la he recorrido con Vargas Llosa, tampoco París, pero tenía a Modiano, tampoco Sucre, pero para eso estaba Matilde Casazola. Pero la he visitado con Paz Soldán, con Rodrigo Hasbún, Rocha Monroy, y también con Claudio. Y aunque viva en Madrid, la lectura de las crónicas de Pablo sobre Madrid, me hacen conocerla mejor, cómo era y también cómo es.

Paseamos Madrid, ya digo, como quien pasea un mapamundi de sabores. El mundo encerrado en esa breve cartografía que nos vio nacer”, “Entre país y país, entre selva y cordillera, entre océano y caudal, caminamos Madrid como quien camina un sueño fase REM para darse cuenta de que ignora si es mejor soñar o permanecer despierto“, escribe Pablo Cerezal.

Música, comidas, muertes, literaturas, alcoholes, mujeres, se muestran en estas 300 páginas bien logradas. Pablo y Claudio son sobre todo sinceros, aunque la verdad a veces incomode. Ambos escuchan a los “heartbreakers” por algo, porque ellos tienen el corazón lleno de caminos hechos con bisturí y por ahí nos hacen caminar. Quienes leemos a Claudio y a Pablo somos unos afortunados, tomamos sus libros entre la jauría literaria que nos avasalla, tomamos la decisión de acompañarlos en el viaje, comiendo, bebiendo, riendo y aprendiendo, somos unos valientes. Insisto, esto no es un simple libro más que una vez leído se queda en la biblioteca a empolvar, es un libro al que hay que volver, como a misa los domingos, o mejor que a misa, como volver al Rastro cada domingo.


La escritura da luz a lo escondido y así nos damos cuenta de su belleza, su razón de vivir, y nos sentimos obligados a rescatar lo oculto. ¿Por qué cartografiar el desastre? Porque ahí han vivido ambos, el desastre los ha formado. Exilios, aunque voluntarios, no deja de ser exilio y destierro. El libro es un acto de amor que une artes. A este libro lo acompañó el director José Ramón da Cruz, cuando lee Madrid-Cochabamba, le apasiona y decide hacer arte visual, no solo es un relato de esta aventura, también saca a flote la relación entre el hombre y su ciudad.

Hay algo que queda por encima de todo, consiguiendo una de las cosas más sagradas de este mundo: La amistad. Antonio Vega se despide antes de cantar el himno madrileño “Chica de ayer“, “Son ellos y vosotros“, dice apuntando a su músicos y al público. Son ellos, Pablo Ferrufino-Coqueugniot y Claudio Cerezal. Un libro de dos autores y una sola voz.

PD: Desde aquí también agradezco al taxista que llevó a Pablo a su casa, previa amenaza de Claudio si no lo regresaba sano y salvo. Sin él este libro no hubiera sido posible.

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De NAVAJA DE PAPEL, blog del autor, 17/06/2021

 

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