Saturday, April 22, 2023

Axolotl


Claudio Ferrufino-Coqueugniot 

 

Dios del fuego en el agua. Recuerdo a Cortázar, pero estas líneas no tienen que ver con él. Sí con los mercados mexicanos por los que he transitado. Tijuana, quesos y chiles, color, olores, sabores, Nahui Olin y alebrijes enanos.

 

En los apartamentos Coventry, de la avenida Florida, se paseaban encima del concreto negras y viscosas salamandras. Quería atrapar una pero apenas desviaba la mirada habían desaparecido. Parecían tan lentas siendo más rápidas que el ojo. No eran ajolotes, tal vez salamandras tigre, pero, igual, seres de una mitología perdida, de dioses antes de los dioses, como Nereo en la mitología griega.

 

¿Seguirán allí? Debiera, casi treinta años después, ir a comprobarlo. Los humedales han desaparecido, seguro. Habitaban también cerca, en construcciones del estado para gente pobre que tenían suertes de piscinas con vegetación. Policía y salamandras. Inquilinos negros. Luego llegarían los mexicanos y quizá se comerían los bichos, rememorando las ferias culinarias de Tenochtitlán, el barroco del mundo nuevo. Bernal Díaz del Castillo comentaría, creyéndose todo, mentiras por el asombro.

 

El ajolote de Xochimilco y Chalco era una delicadeza. Maravilla natural que donde pierde una extremidad inventa otra, con aureola de carnes alrededor de la cabeza, Medusa en miniatura en el agua tibia de las chinampas. “Del plato a la boca… el ajolote a la sopa”. El michmole que hoy se prepara con pescado blanco, carpa o bagre, se hacía con ajolote, ranas o atepocates (renacuajos). La protección de este anfibio casi extinto ha privado a la historia de continuar aquella tradición prehispánica. Enhorabuena. No dudo que en los islotes de las lagunas que quedan, de cuando en cuando, en rito primigenio, se devore a este que fue Xolotl, dios del fuego azteca, mimetizado como axolotl para escapar al peligro.

 

Los he visto en exhibición, en Denver ha mucho. Ni un palmo de materia viscosa y universo de mitos. Carita de ángel endemoniado, ora blanco ora prieto, pesadilla para los pescadores en la ciénaga que luego asaban y doblaban en tortillas de maíz el cuerpo helado. Bien adobados en chile de árbol molido y con el verde profundo del epazote, insumirse en el pretérito, en las desesperadas voces sacrificadas y en los cantos de gente decorada en piel con tonos de fiesta, que la muerte es una y la otra la misma.

 

Suena, casi como bolero de caballería, la banda de Totontepec en tierra mixe de Oaxaca. Española en su forma pero con decorados sonoros de donde crecen cruces verdes y en las iglesias santos mutilados. Trashuma todavía por allí la sombra de la grande Rosario Castellanos. Tres Marías se llama esta marcha fúnebre en el sur idílico y sangriento. Escucho en una hamaca de henequén, a la sombra de un mango felpudo, el ritmo pausado y triste de clarinetes trompetas y trombones, bajo platillo y tambora. Memoria de la niñez de mi padre, desde la prefectura en la que el inmenso tonqorazo que fue Armando, abuelo, ejercía autoridad. Los domingos sonaban esto mismo, calmosos y luctuosos boleros de caballería. Los penitentes detrás del que ya no camina, a quien llevan acostado al descanso. Pueblo de Punata, adobes recalentados al sol, paredes color de chicha. En la playa de ganado quedan impertérritos los animales mientras la lúgubre música crea espacio camino de las cruces. Hay más gente en la orquesta que dolientes. En Punata se hacía entre el polvo sabor de caca y en Oaxaca atravesando muchedumbre de niños descalzos pelando plátanos. Paro de escribir, esta marcha es demasiado hermosa y requiere mi atención, trae imágenes, inventa cuentos. Los indios mixe (“gente del idioma florido”) se esmeran golpeando los platillos, invocan en el bronce metálico la frialdad de la muerte, el calor de la sangre, la pena que emborracharemos para olvidarla y recordarla sin olvido.

 

Rayos de carne fría alrededor de la cabeza del ajolote. Raíces de la espalda de Frida que en tonos describen la sofisticación del dolor. En la sopa que hierve el anfibio sigue nadando, es finalmente témpano divino. Más que masticarlo se lo absorbe, carne con textura de moco. Vive en la barriga llena hasta que se esfuma, forma parte de ti. ¡Ay, Kahlo, por qué tuviste que enviar tus cuadros a Denver, que al verte me contagié de tu martirio! Pido a mis hijas que encarguen a la banda tocar las Tres Marías el día que lleven mis cenizas a los altos de Puka Puka, por encima del valle de Cochabamba que d'Orbigny comparó con la campiña francesa, y los arrojen al viento donde revolotearé hecho un ángel, carita de axolotl. “Me voy de aquí, de esta casa, me voy a gozar mi gloria”, líneas de Despedida de angelito por el mariachi de Trinidad Ríos.

 

En la Isla de las muñecas, sombrío piso flotante, se ha cebado el crepúsculo. La brisa agita los desvencijados juguetes. Del idilio suele nacer la tragedia. Risas de niños terminan colgadas en un silencio que de a ratos trae sutil chapoteo de los todavía presentes axolotls; el dios no ha muerto, sigue por entre las algas y los líquenes que abrevan en el pantano. Nietzsche afirma rotundo el fin de dios y, en banda, zapotecos emigrados dicen que no, que Dios nunca muere, sin aclarar si aquel es el arameo con blondo inventado o los oscuros renacuajos. Flauta, saxofón soprano, saxofón alto, saxofón tenor, voces de lo oculto.

 

Comencé con un ser que se agitaba en las aguas, como el Verbo, y termino con procesiones de muertos, ángeles que endulzan pesares. Me asocié a la paleta de Nahue Olin según la vi en Tijuana; la Frida me clava garras de jade en el lomo, escribe cartas de despedida, el transparente vidrio se ha transformado en opaco alabastro, bueno para carmelitas descalzas. Me tomo la presión cada dos minutos. En el quinto ya, cuando a doscientos llegue, me sumergiré en la alberca de los ajolotes. Allí dudaré si aquella estrella que brilla tanto es Venus o Júpiter Tonante que desde las páginas de la Ilíada asoma para contarme la debacle de Ilión. Mientras tanto que suene el fandango y arome la sopa este aire que me envuelve y es todavía invernal.

22/04/2023

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Imagen: Alebrije oaxaqueño

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