Thursday, May 15, 2025

Era Galicia


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

 

Manu Chao canta: “Si yo fuera Maradona”. Si fuéramos tantas cosas. Misteriosos caminos estos de la España primigenia: molinos, botes pintados y estáticos, extraños polvos o felpa blancos encima del agua estancada. Un cormorán oscuro abre las grandes alas y nos mira. Diría que sonríe, parece estatua con rictus. Ruido de jabalíes corriendo en la selva y el solitario lobo que captas, gris oscuro sobre gris claro. Aquí el crepúsculo se pinta de inenarrable y los seres celtas de piedra acostados de frente a las estrellas se levantan y crecen cabellos y sólidas piernas capaces de alcanzar las entrañas de la tierra.

 

Galicia en bruma, aspas de viento con sonidos sordos pero a la vez estridentes. Galicia que no se ve pero siento. Acantilados escondidos a la vista humana, cómo volver atrás si no se puede. Los pasos de viaje son sin retorno. Sentado debajo del Obelisco de La Coruña contemplo altos edificios que albergan museos, músicas y algo más. Nada que no sea normal y perfecto en este vaivén de tiempos y días. Exhibición de Irving Penn; había visto sus retratos del Cuzco y aquí estaban de nuevo, al lado del mar. Mi acompañante explica detalles técnicos que desconozco. Me prometo llevarme el afiche de la exhibición y al final no lo hago, un periplo demasiado largo me espera como para cargarme más. Los niños del Cuzco pobres y sonrientes, dientes como perlas chafas, ropa que ya entonces era mísera y que con el paso de las décadas se ha convertido en trapos.

 

Crosby, Stills, Nash & Young están con Our House. Quiero creer que era parte del filme Melody (Waris Hussein, 1971). Escribo en un ambiente de estridencia imposible, de referencias sexuales y gente contando historias que pueden o no ser ciertas pero que no debiesen ser habladas. Me cuesta concentrarme. Pienso en Wild Horses, de los Stones, en el poema de Nezval que decía: “El beso, el pañuelo, la sirena, la campana marina, tres o cuatro sonrisas, para luego quedarme solo”, cosas que me permitan distraer el intelecto de la bazofia. No me he quedado solo después de dos semanas; por el contrario, muy acompañado y eso sirve para ir levantando babilonias, jardines flotantes, jardines de edenes entre plantas acuáticas en los pantanos de Basora. Pero recupero a Vítězslav Nezval a quien leía a mi gentil amante francesa que cedía el aliento al aroma de eucaliptos, hojas lanceoladas que atravesaban tus senos sin tú querer emular siquiera al santo Sebastián.

 

Vaya si he recorrido Galicia, como nunca lo hubiera imaginado. Jamás habría sido mejor que cómo pasó. Hay detalles de viajes que merecen ser recordados y sin embargo no ser contados. No son los de acá fantasmas balcánicos según Robert D. Kaplan; no, los de Galicia huelen a flores amarillas de al menos dos nombres distintos aunque parezcan iguales. Me dieron los detalles pero si no anoto ya tanto que veo lo olvido. En realidad no lo olvido, oblivion es palabra que no cabe en lo vivido en este lugar. En la cama de hotel rememoro. Al no haber luces exteriores no sé si el día ha llegado o la noche vino. Me recuerda las cinco cárceles en las cuales intenté pasar la cabeza entre gélidos barrotes frotados con desinfectante. Miro el teléfono y descubro la hora. Me apresuro al bus a Betanzos. Por cinco euros tomo desde el Obelisco un taxi hasta la estación. Del carril 11 partimos. Ya conozco los recodos, hasta la gente que toma el vehículo, dónde sube y desciende. Masco una barrita de chocolate rellena de mora y al ver los eucaliptos sé que comenzamos a bajar al bello pueblo.

 

Creedence Clearwater Revival. Últimas semanas en Denver, otra vez. Quiero leer a Álvaro Campos que me recomendaron con creces, codo a codo con fraternidad de autores de los que no había oído hablar. Riqueza de los viajes, de ulular de búhos y sonido de ruedas bajando a Betanzos casi cada día. Una maleta vacía que necesita llenarse de volúmenes anotados y conversados. Estas canciones de viejos westerns me recuerdan a ella que prometió aparecerse en Denver con altísimas botas rosadas. Sería un sueño, que no he hallado huellas de aquellos puntiagudos zapatos, delgados rastros de pies de mujer ilusoria y real como tornado del callejón de Oklahoma.

 

Guitarra de Jimi Hendrix. Neil Young agacha la cabeza en su guitarra con un pin del maestro negro. Homenaje entre grandes. ¿Qué tocaba Neil Young entonces? Quizá acompañado de Crazy Horse. Norteamérica que se agita ahorita en medio de cervezas ligeras y otras amber que no bebo pero huelo. Asocio estas memorias con las recientes de La Coruña, Betanzos, Cariño, la Torre de Hércules. Listado largo y enriquecedor. Debo organizar los papeles si quiero ser fiel al recuerdo. Lo haré, pronto, antes de que octubre llegue y los aviones de nuevo vuelen a destino conocido. Esta vez viajaré sin maletas, apenas el bulto que va en la espalda, unos libros de encargo, quinua, amaranto.

 

Cien años de Irving Penn en La Coruña, costa de mar bravío. Estoy en Sarajevo y converso contigo. Cuentas que has visitado de nuevo la muestra. Casi casi pido que adquieras el afiche para mí pero callo. Las rutas de los Balcanes no diré que van tornándose polvosas porque mentiría. Pavimento por doquier, no ha lugar la lírica de tórridas tardes en polvareda detrás de la caballería del rey Petar. Esta es ciudad moderna y modernos los pañuelos que cubren el cabello de las hermosas. Petar era serbio, por si acaso, no deseo confundir, me refiero a esta región como un todo.

 

Estuve en Vigo hace mucho, arropado por Julio Verne. Esta parte de Galicia me era desconocida y se me hace de mayor belleza. ¿Cuántos kilómetros condujimos? De la parte central hacia la costa, de esa a colinas y montañas, lugares atractivos y señeros. Vuelta al pueblo, al bus de las diez y media, el último. Ya los choferes me conocen. Cuento las monedas para dos euros treintaicinco. Guardo los pequeños recibos en algunos de los libros que cargo. O en mi billetera. Diez años de acá los observaré pensando en el vuelo aquel que llevó a un hombre a Betanzos, al fin de la tierra para iniciar un inmenso recorrido en mar abierto, tierra se presupone, valles y montañas. Debí haber sido previsor y saber modificar los esquemas débilmente predispuestos del trayecto. No supe evaluar circunstancias y hacer cambios urgentes en el preciso momento. Me lo sugirieron en Belgrado cuando con sabiduría alguien dijo que había errado en los pasos tomados, que la lógica indicaba otra cosa. Tozudo y tonto como buen masculino ni siquiera oí consejos de una conciencia extinguida. Y seguí. Tomé sobre los hombros lluvia en Lyon y niebla en los recovecos bosnios. Vengo de retorno, no vencido ni victorioso, algo más cauto y sabedor. Con miedo de caer en opiniones cursis afirmaré que los días de Galicia no han de pasar al archivo. Tanta geografía, narraciones, frías piedras medievales. Cosas que según los proyectos europeos han de desaparecer de a poco. Semejante campiña no será más. Hay protestas; ya no creo en las protestas. O son otras estas, de un mundo desconocido y de nuevo cuño. Veremos. Hay todavía bastante por ver y el reloj se ha detenido a las diez treintainueve del jueves 15 de mayo. Contando en calendario no se recorrió demasiado. En emociones, ni hablar…

15/05/2025

 

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Imagen: Claudio Ferrufino-Coqueugniot/Betanzos, 2025 

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