Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Bennet Miller/Estados Unidos, 2005. Con Philip Seymour Hoffman, Catherine Kenner.
Después de la escuela vamos a la librería Barnes & Noble a buscar "In Cold Blood" (A sangre fría) de Truman Capote. Se debe la excursión a que anoche, ya tarde, salimos en familia a ver el filme de Bennet Miller, "Capote", de muy buena crítica. La hija menor, impresionada por la cinta, decide que es algo que debe leer, y la lectura es necesidad imposible de posponer. Ya en el recinto, aprovecha la hija mayor para asegurarse una edición de "Drácula" de Bram Stoker y yo para deambular entre las novedades y las ofertas. Cierto que hay recelo a todo lo que implique Hollywood, pero allí todavía se hacen algunas de las mejores películas, se quiera o no; "Capote" es un fino ejemplo de buen cine, película que a pesar de cierta lentitud jamás cansa al espectador, acentúa más bien un angst que ni siquiera se alivia al final. Para comprenderlo hay que entrar en los detalles.
Basada en un libro de Gerald Clarke, "Capote" abarca sólo un espacio de la vida del grande y controvertido escritor norteamericano. Se enfoca en el momento en que Truman Capote piensa sobre qué va a escribir para el New Yorker. Encuentra entonces en el diario la noticia de un cuádruple asesinato en Kansas y le parece haber hallado el tema. Escritor y reportero mimado, prepara su viaje pagado a un estado que semeja su rural Louisiana natal. Con él va Harper Lee, autora luego de la célebre "To Kill a Mockingbird", clásico de la literatura en Norteamérica. Se inicia uno de los más importantes logros de la novelística moderna, la novela de no-ficción. "A sangre fría" es el relato novelado de los hechos que sucedieron a aquel noviembre de 1959, donde en el pequeño poblado de Holcomb, Kansas, una familia es ejecutada sin motivo aparente.
Lo que en inicio quería ser un reporte para el New Yorker se transforma en idea de libro y se consolida en trescientas cuarenta y tantas páginas llenas de emotividad humana y de empatía. La relación personal que establece el novelista con uno de los asesinos, Perry Smith, medio indio y medio artista, logra una poderosa amalgama que aparte de sacudir la literatura moderna transformó para siempre la vida de Capote. La relación de estos personajes fundamenta la obra. Truman ayuda a los convictos con abogados y apelaciones. La condena a muerte por ahorcamiento se cancela tres veces. Mientras tanto el libro, que ya se ha hecho leyenda en el medio literario, no termina. La historia que comenzó con un Capote dispuesto a escribir sobre un tema de interés se ha alargado en exceso.
Hasta entonces, y sólo muy cerca ya del epílogo del proceso, Perry Smith no confiesa a su amigo las motivaciones del crimen. La novela queda trunca mientras no suceda. Bennet Miller, el director, maneja con sutileza la labor del literato, quien a ratos parece benévolo humanista y otros, cínico interesado en el éxito latente del desenlace. Utilización mutua que finaliza en la horca, en el bamboleante cuerpo de Perry delante de un lloroso Capote que lo contempla. "A sangre fría" comienza allí. Hasta entonces era un drama interminable. Cuando Perry narra los pormenores brutales del hecho, Capote resiente en algo su simpatía por el criminal y se aleja. Harper Lee le pregunta si se ha enamorado. No hay respuesta. Y si la hubiese, sería intrascendente.
La sentencia se lleva a cabo en 1965. Han pasado cinco años. La magia del cine compacta el tiempo cronológico de tal forma que parece detenido, lento como los extensos cielos de Kansas, tierra sin fin que fotógrafo y camarógrafo han captado con precisa sensibilidad. Uno de los logros técnicos de "Capote" está allí, en las tomas de ángulo amplio, a distancia, sean un bosque, un cielo o un tren que atraviesa la inmensidad de la pradera. ¿Quiso Miller impactar al espectador con sentimientos de abandono y solitud? Tanto Truman Capote como Perry Smith son hombres solitarios. En una escena, y luego de oír la historia íntima del reo, Capote afirma que le parece que él y Perry han crecido en la misma casa, una que él dejó saliendo por la puerta de adelante mientras Perry lo hacía por la de atrás. Ambos con familia de suicidas, con historia de alcohol y desesperanza, con reacciones de niño asustado. Uno homosexual y el otro criminal; pertenecen a una raza de hombres desposeídos, a vacíos donde únicamente se pueden manejar solos.
Capote rechaza con evasivas las indagaciones de Perry acerca del libro. Para Perry pueden esas páginas tal vez significar la libertad o la vida. Capote dice que es su trabajo y como trabajador es perfecto. No permite que sus inclinaciones afectivas intervengan en el proceso creativo, ni que éste se convierta en estandarte de ninguna lucha. Es aséptico. Para aprendices de escritores -como para consagrados- el cineasta Miller presenta una magnífica muestra de seria labor literaria. Uno de los muchos temas que se pueden desgajar de esta bella cinematografía.
Magnífica la actuación de Philip Seymour Hoffman, Truman Capote redivivo. Mientras Aly, mi hija, pasa las páginas de su nuevo libro me comenta que al leerlo no puede su mente deshacerse de la chocante voz de Seymour Hoffman -del fantasma de Capote-.
Lo mejor que he visto de este actor, aunque lo recuerdo en "Happiness" (Todd Solondz/1998), "Magnolia" y "Boggie Nights" (Paul Thomas Anderson). También en "Almost Famous" (Cameron Crowe/2000), "Cold Mountain" y "El talentoso Mr. Ripley", ambas de Anthony Mingella.
Éramos seis personas en el cine: Emily y Alicia, Ligia y yo, un extraño encapuchado, joven, y un anciano que hacía comentarios a oscuras y daba un hálito siniestro a la sala.
08/02/06
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Publicado En
Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), febrero, 2006
Imagen: Afiche del filme
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