Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Cantaba
Pablo Milanés acerca de Santiago de Chile devorada por chacales. Ahora Kiev,
Odessa, Kharkiv, están asediadas por un espantapájaros aterrorizado por el
COVID, pérfido enano de tacos altos con devaneos de diva y que vive en una
burbuja de plástico para evitar el contagio, que pone a Macron al otro lado de
una mesa gigantesca para no recibir dañinos efluvios franceses… y demás. Rostros
del fascismo: Pinochet, Putin, a cuál peor. Este último con mucho más
peligroso, con agenda calcada de las huestes hitlerianas. Llegará el día,
espero, en que cuelgue de un poste como un muñeco de esos que ponen en los
barrios cochabambinos para espantar supuestos ladrones.
Paradójico
ver, entre la escoria, juntos en defensa del genocidio putinista, a Nicolás
Maduro y Donald Trump, a los cocaleros del Chapare y los elegantes racistas de
los Estados Unidos, a la extrema derecha mundial, para quienes Putin es el gran
representante de la superioridad racial blanca, y al “sandinista” Daniel
Ortega. Maduro, delincuente, y Trump, también maleante, quien puso quince
millones de dólares de precio por la cabezota del chofer, haciendo empanadas.
Yo pisaré
las calles nuevamente
De lo que fue Santiago ensangrentada
Y en una hermosa plaza liberada
Me detendré a llorar por los ausentes
PABLO
MILANÉS
También me
detendré, otra vez, en las arboladas calles de mi amada Odessa, en el parque
Gorky de Kharkiv, a orillas del magno Dnieper en la capital de Ucrania, país
siempre sufrido, vejado, antiguo, de quien hablan con verborrea analfabeta los
incapaces de aprender. Cultura de la desinformación, análisis superficial, historia
pervertida, aprovecharse de las ignaras recuas que pueblan los números del
fascismo, eso es, balen o rebuznen pingajos como Pablo Iglesias o el que
tenemos vecino acerca del proletariado mundial y la ultraderecha que en
realidad son ellos. Que Putin arrasará Kiev, cierto y posible. Ucrania aguantó
por siglos a la Horda ¿no aguantará ahora a un hideputa cuya vanidad lo obliga
a refrescarse el ano con gotas de Chanel? Estamos hablando, en parte, de la
nación cosaca, aunque hay cosacos del lado de este Vladimiro, aquella que en el
famoso cuadro de Ilya Repin escribía una jocosa e insultante carta al sultán,
los mismos que en la isla de la Sich, tierra rebelde, decidían un día tomar sus
botes y entrar a sangre y fuego en Istambul, al otro lado del oscuro mar.
Hombres libres. Y libre será Ucrania, todavía mellada por la brutal memoria del
sovietismo, andando a tientas, pobre, para encontrar camino fuera de cualquier
padrinazgo.
Claro que
pisaré sus calles nuevamente. Adoquines lavados de sangre por centurias, esos
de Kiev sobre los que, en recuento de Viktor Shklovski, rebotaban los obuses de
los blancos. He caminado por esos adoquines de piedra, negros por el tiempo; he
subido y bajado las colinas de Kiev llenas de árboles y arte, de la memoria de
Isaak Babel y Anna Ajmátova. No lo impedirá Vladimir Putin, mal hijo de la gran
madrecita Rusia, tan querida por mí como Ucrania. Duele ver que de la bella
Belgorod, a un lado del borde, salgan luminosos misiles hacia la bella Kharkiv,
al frente. ¿Se ha olvidado cuánto sufrieron juntos? Kharkiv fue ciudad muy atacada
durante la invasión nazi. Aparece ahora este duende, que parece el Petiso
Orejudo de los anales del crimen argentino, para querer reinar sobre el
recuerdo. ¿Él, el jefe de la mafia más grande del mundo? Mientras en Novgorod
la Grande mi amiga Milana, maestra de escuela, gana menos de trescientos dólares
al mes. No es Rusia contra Ucrania sino otro megalómano contra el universo, de
los que a uno y otro lado gustan de embolsillarse el dinero colectivo con alharacas
progresistas. ¿Un planeta con Vladimir Putin y su consorte Donald Trump en traje
de novia? Mejor el fin del mundo.
Son días
trágicos, oscuros. Lo peor no se ha visto. Con el triunfo vendrán atrocidades,
es lo común en nuestro reino animal. Pero pasará, como la Horda de Oro y los
señores feudales, como los grotescos empalados y los sangrientos decapitados.
Unos desean volver al pasado del poder absoluto pero no han de lograrlo. Y
caminaremos de nuevo, por donde querramos, maldiciendo su infecta memoria. Y
esto no significa, valga aclararlo, dar crédito a nefastos poderes de un
occidente cobarde. No se trata de uno o el rival sino de nosotros.
Cuando
escuches el trueno me recordarás
Y tal vez pienses que amaba la tormenta...
El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
Y el corazón, como entonces, estará en el fuego.
Esto sucederá un día en Moscú
Cuando abandone la ciudad para siempre
Y me precipite hacia el puerto deseado
Dejando entre ustedes apenas mi sombra.
ANNA
AJMÁTOVA
Hay una
hora que hace del polvo tu escolta,
de tu casa en París, lugar de sacrificio de tus manos,
de tu ojo negro, el más negro ojo.
Hay una
estancia donde un tiro de caballos se detiene para tu corazón.
Tu cabello quisiera ondear en el viento cuando te vas - eso le está prohibido.
Los que quedan y hacen signos de adiós no lo saben.
PAUL CELAN
Caminaremos,
otra vez y siempre, a pesar de todo y todos. Nos sentaremos a leer a Celan y
Ajmátova, a Tsvetaeva, al gran
Shevchenko en el parque de su nombre, subiendo dos cuadras por la calle de León
Tolstoi hacia la universidad de Kiev. O tomando chocolate con pasteles en la
calle de Pushkin, cerca del mercado de Odessa. Pronto.
25/02/2022
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Imagen: Kiev desde el parque Shevchenko, 2018