a Edward E. Roberts
De niño leí la historia de Lewis y Clark. Sentado en el fondo de la casa, expuesto al sol, soñaba con ser un jefe Flathead. Heroico en batallas, fui el guerrero más estático de relato alguno. Mi hermandad con la madera del banco aquel, tiene sangre de ilusiones que no coagulan.
Montaña, pradera, desierto, me colmaron de armas y hazañas. Las noches se tejían alquitranosas, espesas, y recorría en memoria trechos más largos que la geología toda.
En mi traición inanimada podía a ratos graznar como un Crow, o hundir en el graznido un hacha Blakfoot ¡Si habrán rodado cuerpos sobre despojos y ensueños! Ahora no sé quién habla. Si este joven de bigotes del espejo o Sitting Bull. No puedo asegurar su identidad. Mis papeles vuelan con alas propias hasta un mundo de sequoias, tierra de la que tanto conversamos, Ed, en dos sillas enfrentadas.
Pienso en un día de 1868. Los Cheyennes calientan el aire con hogueras y mentes. El tiempo anuda la blancura de lo aciago a los árboles. Quiero estar allí, en el río Wichita. Lo quiero. La niebla debe transportarme. Es tanto mi deseo y tanta la tensión que no tengo otro remedio que dormir para alcanzarlo. Parto hacia la vergüenza de los blancos.
Podrán encontrar esa noche en cualquier página histórica. Cansancio y dolor me arrastran a tomar aliento a orillas de un lago, lejos de Custer.
Callé veinticinco años. En el fondo de mi garganta seguían lanzas y plumas. Hablar de Crazy Horse, de los Modoc, era como aventar blanca cal en superficies negras. Viví rodeado de silencio y hombres silenciosos. El sonido norteamericano huyó de mí como de maligno espíritu. Los cuentos de la tierra arriba parecían no haber existido. Supuse que lo había imaginado.
Pero hay días venturosos, y apareciste, amigo idólatra de Tecumseh. Salieron en marcha y decoradas las mil tribus de mi infancia. Mi regocijo consiguió dinero para comprar cerveza. Tuve un momento en que cacé bisontes montado en bibliotecas. En el horizonte crecieron tus lentes de hermano. Detrás de tus ojos azules, y más atrás, acechaba el bravo Pontiac, de tiempos pretéritos.
octubre 85
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Publicado en ACRACIA 2, 1986
Fotografía: Cazador de alces (Cree)
Friday, May 31, 2013
Wednesday, May 29, 2013
Nieve
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Jacques Brel canta Jojo. Nieve sobre los techos de Aurora. Arboles desnudos de hojas asoman brotes que crecerán en verde en unos meses. Jacques Brel: La ville s'endormait. Todavía nieve sobre los tejados, tan distinta -la nieve- al invierno del noventaiuno en Sarajevo, a Amiens que se hundía en la sombra a las cinco de la tarde, como si la tristeza ocupara veinte horas de sus veinticuatro, como si las calaveras de la catedral bajaran de sus hamacas y deambularan por los meandros del agua en medio de las casas de maderos entrecruzados. Parecía Delft, parecía Amberes.
Mediodía; domingo. Hay tormenta. La nieve ataca cruzada. Los limpiaparabrisas apenas pueden con sus delgados brazos. Afuera el viento dobla los cuerpos, las plantas; el auto se desliza, parece que va a estrellar los arbustos, que destruirá los postes de luz. Las ruedas trazan senderos que de inmediato se pierden. Las luces de las casas, ajenas, pertenecen a otra dimensión. Afuera estamos tú, tormenta, y yo, y una máquina que me arrastra a destino, a pesar del hielo, de los trozos que parecen cristales de roca, que se rompen ante el peso como cristales de roca, que suenan igual a petardos de carnaval, o muelas que se trizan, vidrios, ventanas.
Pensaría que en momentos así nace el desespero, que se recuerdan los amores, los hijos, el sol de Cochabamba, el de Vinto, los ojos azules de Francine, el moreno vientre de Dalia, eucaliptos, molles, airampos, arropes. Y no, hay cierta pasión enfermiza en esta brega singular, en el movimiento calculado del volante, en la ambigüedad del frío. Desierto... un desierto donde olvido o intemperancia invitan la muerte.
Casi en baile solitario, el automóvil se escurre calle Forest abajo. Si viene cruzado un carro, el choque sería inevitable, pero en esta temperatura de diecisite bajo cero ya la nieve se ha convertido en lluvia de hielo, y los pasos fuera del coche para controlar el trabajo cuestan como aquellos lentos en un purgatorio mordaz y desconsiderado.
Retorno al tema, a la exquisita belleza del combate. Recuerdo a Shklovski y el dulce ruido de las bombas sobre los adoquines en las noches de Ucrania. Un paso en falso, un volante mal acomodado, y ahí quedas, expuesto al fracaso, a la pálida anonimidad del invierno, escondido de la supuesta patrulla que no ha de pasar, porque solo los locos se animan con este tiempo; solo los locos, no -aclaro-, locos y trabajadores.
A mediodía arrecia la borrasca. Blizzard, se dice en inglés, y esas dos zetas imitan el cortante sonido del viento helado. Aceras y caminos han desaparecido; se avanza a tientas. Los hogares encendidos apenas imitan pupilas de animal en la oscuridad, titilar de luces como vanos poemas de Neruda, insólitos en esta brutalidad natural.
Apago la música porque no ha de permitirse distracción. A cada paso vehículos hundidos en la cuneta, cubiertos hasta los vidrios. Si alguien está allí, su vida ha de durar la del motor.
Paradójicamente, al rugir de la tormenta se opone un silencio impresionante, extrañamente hermoso, solitud plena, guerra donde los obuses caen con ramas excedidas por el peso del frío, donde no queda huella, como que nadie existe.
3/1/08
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Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Chuquisaca), 2008
Fotografía: Invierno del 2006 en Colorado
Jacques Brel canta Jojo. Nieve sobre los techos de Aurora. Arboles desnudos de hojas asoman brotes que crecerán en verde en unos meses. Jacques Brel: La ville s'endormait. Todavía nieve sobre los tejados, tan distinta -la nieve- al invierno del noventaiuno en Sarajevo, a Amiens que se hundía en la sombra a las cinco de la tarde, como si la tristeza ocupara veinte horas de sus veinticuatro, como si las calaveras de la catedral bajaran de sus hamacas y deambularan por los meandros del agua en medio de las casas de maderos entrecruzados. Parecía Delft, parecía Amberes.
Mediodía; domingo. Hay tormenta. La nieve ataca cruzada. Los limpiaparabrisas apenas pueden con sus delgados brazos. Afuera el viento dobla los cuerpos, las plantas; el auto se desliza, parece que va a estrellar los arbustos, que destruirá los postes de luz. Las ruedas trazan senderos que de inmediato se pierden. Las luces de las casas, ajenas, pertenecen a otra dimensión. Afuera estamos tú, tormenta, y yo, y una máquina que me arrastra a destino, a pesar del hielo, de los trozos que parecen cristales de roca, que se rompen ante el peso como cristales de roca, que suenan igual a petardos de carnaval, o muelas que se trizan, vidrios, ventanas.
Pensaría que en momentos así nace el desespero, que se recuerdan los amores, los hijos, el sol de Cochabamba, el de Vinto, los ojos azules de Francine, el moreno vientre de Dalia, eucaliptos, molles, airampos, arropes. Y no, hay cierta pasión enfermiza en esta brega singular, en el movimiento calculado del volante, en la ambigüedad del frío. Desierto... un desierto donde olvido o intemperancia invitan la muerte.
Casi en baile solitario, el automóvil se escurre calle Forest abajo. Si viene cruzado un carro, el choque sería inevitable, pero en esta temperatura de diecisite bajo cero ya la nieve se ha convertido en lluvia de hielo, y los pasos fuera del coche para controlar el trabajo cuestan como aquellos lentos en un purgatorio mordaz y desconsiderado.
Retorno al tema, a la exquisita belleza del combate. Recuerdo a Shklovski y el dulce ruido de las bombas sobre los adoquines en las noches de Ucrania. Un paso en falso, un volante mal acomodado, y ahí quedas, expuesto al fracaso, a la pálida anonimidad del invierno, escondido de la supuesta patrulla que no ha de pasar, porque solo los locos se animan con este tiempo; solo los locos, no -aclaro-, locos y trabajadores.
A mediodía arrecia la borrasca. Blizzard, se dice en inglés, y esas dos zetas imitan el cortante sonido del viento helado. Aceras y caminos han desaparecido; se avanza a tientas. Los hogares encendidos apenas imitan pupilas de animal en la oscuridad, titilar de luces como vanos poemas de Neruda, insólitos en esta brutalidad natural.
Apago la música porque no ha de permitirse distracción. A cada paso vehículos hundidos en la cuneta, cubiertos hasta los vidrios. Si alguien está allí, su vida ha de durar la del motor.
Paradójicamente, al rugir de la tormenta se opone un silencio impresionante, extrañamente hermoso, solitud plena, guerra donde los obuses caen con ramas excedidas por el peso del frío, donde no queda huella, como que nadie existe.
3/1/08
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Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Chuquisaca), 2008
Fotografía: Invierno del 2006 en Colorado
Tuesday, May 28, 2013
¿Algo de bueno?/MIRANDO DE ABAJO
Cada mañana, al
despertar, si no tuve el insomnio trabajador que me ha consumido ya 23 años,
enciendo el televisor para saber si por la noche se nos cayó el cielo encima.
Concesión a mis lecturas juveniles de Asterix y a esa ruda, a veces ridícula, e
infinitamente compleja mentalidad gala que temía que se les derrumbase lo de
arriba. Otra fue la razón de su derrota. Y Gergovia quedó como un consuelo
épico de un mundo al que lo moderno había ya condenado. Como condenado está el
mal llamado “socialismo del siglo XXI”, que reúne a animosos y belicosos
mixturados que tuvieron a bien dorarse de igualitarismo para llenarse las
manos.
Esta mañana, al
encender el aparato, no había tornados, solo el tonto de Nicolás Maduro vestido
de minero, en Cochabamba, y con una wiphala de pechera, balbuceando acerca de
economía y otros deslices, aleteando en busca de apoyo internacional a un
proyecto que muerto el bocón que lo inventó, se desgrana como mazorca vieja.
Analistas de derecha, centro e izquierda concuerdan en lo dramático de lo que
ocurre en Venezuela hoy, con una pugna invisible mas despiadada entre dos
mafias que se disputan el pastel de un país riquísimo donde los ciudadanos
hacen fila para poder acceder al menos a papel higiénico para limpiarse el
culo, siendo que las penas no se limpian hasta que los individuos en cuestión
duerman el injusto sueño de los fusilados por traidores.
Otra imagen
televisiva fue la del acuerdo entre gobierno y las FARC en torno al problema
agrario colombiano, algo para tomarse con pinzas por un lado, y urgente
necesidad por el otro. Con pinzas por el andamiaje político, a favor de las
FARC, no de los campesinos, en que basan sus exigencias. Pero un acuerdo que me
dio a pensar lo que sigue.
En algo tienen
razón los siglosveintiuno y los pluris, en que las cosas nunca se hicieron como
debieron. Y que buena parte de la culpa del desastre actual de nuestros países
está en los desmanes cometidos. No es nuevo, basta leer la compilación de Galeano
en Las venas abiertas…, informando, obviando el detalle por la extensión, pero
enumerando las heridas que nos llevaron a donde sabemos. El socialismo XXI y el
plurinacionalismo, fuera de sus falsos contextos, aparecen en la historia primero
para mostrar que unos como otros son lo mismo, y que ratero es ratero y no
apóstol; pero también para desenmascarar la falsía de los regímenes anteriores,
en teoría contrarios u opuestos, y marcar con el hito de su presencia que la
historia luego de ellos no podrá ser de nuevo la misma. Eso es un avance, y a
pesar del latrocinio, de tantas cosas que sobrepasan el conteo de los dedos,
esperemos que el asunto dé un resultado positivo.
Quizá manera
optimista de ver las cosas, para no seguir con la retahíla de acusaciones que
como me dice un cónsul caen en saco roto. El mal necesario. Se hubiera podido
evitar la aparición de estos juglares grotescos. No fue así y hay que
bancárselos como se pueda. Pero que sirva de lección. Nunca se debe soslayar el
poder de los pobres que hacen el número, porque haciéndolo tarde o temprano vendrán
las consecuencias. Bolivia paga su ceguera, su racismo. Lástima que no existan
líderes idóneos que hubiesen tomado la oportunidad para crecer en colectivo.
Con el tiempo…, con educación y progreso, libertad y democracia, elementos
formativos. Para lo que se viene, inevitable, porque los pueblos se cansan
hasta de los hábiles mentirosos.
27/5/13
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 28/05/2013
Fotografía: Campesinos pobres de Bolívar, Cochabamba (Los Tiempos, 2007)
Monday, May 27, 2013
El otro Plinio
¿Por qué “el otro”? Porque desde un memorable programa del Centro Portales, cuando era niño, acerca de Plinio el Viejo, de quien guardo la figura de acercarse en su bote a la erupción del Vesubio (periodismo al extremo), él era el único Plinio posible.
Me preguntan una
opinión del Plinio colombiano, Apuleyo Mendoza, y respondo que ha pasado una
década desde que lo leí en libro por última vez, en sus memorias de la amistad
con Gabriel García Márquez, autor que lo ha marcado (“el amigo de Gabo”),
opacando en cierto modo su propia obra.
Liberal a
ultranza, continúa luego de décadas publicando en El Tiempo, y denostando hoy
con vehemencia al coronel Chávez y el “extravío” del llamado socialismo del
siglo XXI. Algo de argumento habrá de tener un personaje que conoció de cerca
el nacimiento del socialismo en Cuba y que participó junto a García Márquez y
Jorge Massetti de la experiencia de Prensa Latina. Acusarlo simplemente de
adalid de la derecha no refleja verdad. Es tan crítico del presidente Santos
como del anterior Uribe, a pesar de reconocer en éste aportes fundamentales a
la en apariencia estable Colombia actual. Y mantiene una actitud precavida,
aunque todavía ilusionada, acerca del proceso de paz recién iniciado con la
guerrilla de las FARC. Apunta con dudas al discurso de alias Iván Márquez, en
Oslo, alegando que allí no se apuesta por la paz como la comprendemos, la del
“silencio de los fusiles”, sino por la otra concebida por ellos de aplicación
de sus preceptos ideológicos en un nuevo país que surgiría a raíz de estas
conversaciones.
Delicioso
prosista, Plinio no debiese ser conocido solo por su relación con el en títulos
más notable colombiano. Tiene voz propia, talento incuestionable, y en ensayo y
prensa opiniones personales, inteligentes y por lo común controvertidas.
Su
caracterización de Bolivia, en la entrevista realizada por jóvenes periodistas
bolivianos, es cauta, como debe ser acerca de algo que se desconoce en detalle
y se cuestiona en sus generalidades.
Hijo de un hombre
que estuvo al lado de Jorge Eliécer Gaitán a tiempo de su asesinato, e íntimo
amigo de un notable novelista, Plinio Apuleyo Mendoza parece ser voz
imprescindible de consulta sobre la Colombia de las últimas décadas. Habla con
desparpajo, y alterna carajazos por ahí como mencionan. Lo hace bien.
11/12
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Para la prensa
boliviana, 2012
Imagen: Cubierta
de El olor de la guayaba
Friday, May 24, 2013
El gran poder/MONÓCULO
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Nunca asistí a la famosa entrada del Gran Poder, la mejor expresión indoamericana del capitalismo entusiasmado, o muestra innegable de la pujanza aymara para elevarse por encima de achachilas y vainas o no del supuesto pasado y del exuberante presente. La fiesta, en Bolivia, es la cima de la nacionalidad, más incluso que el carnaval carioca que algunos sociólogos han considerado una revolución social.
Nunca asistí a la famosa entrada del Gran Poder, la mejor expresión indoamericana del capitalismo entusiasmado, o muestra innegable de la pujanza aymara para elevarse por encima de achachilas y vainas o no del supuesto pasado y del exuberante presente. La fiesta, en Bolivia, es la cima de la nacionalidad, más incluso que el carnaval carioca que algunos sociólogos han considerado una revolución social.
En el muestrario
popular, de un autoctonismo comparable con el “Belzu ha muerto, ¿quién vive
ahora?”, está la memoria recordada, quizá inventada, de Hilarión Daza
postergando la guerra para continuar el carnaval. La certeza deja de importar,
porque ambas situaciones, la del Tata asesinado por Melgarejo, o la del
presidente pidiendo chitón para no agriar el jolgorio, nos desnudan a la
perfección, nos dejan culipelados ante la historia y su juicio.
Sentados en la
tarde cochabambina, hace un par de semanas, conversaba con mi padre acerca de
los bloqueos incesantes y multitudinarios por los beneficios de jubilación. Me
aseguraba él, conocedor de sobra de su ganado -como se dice-, que aquello no
llevaría a nada, que pronto el espíritu de festejo postergaría cualquier
reivindicación. Este es el único país del mundo donde se detendría una
revolución para ejercitar pasos de moreno, rugidos de diablo, o azote de
calzones multicolores de las otrora chinas supay, hoy barbies, que dan el toque
sensual y carnal a este matrimonio del cielo y el infierno (no a la usanza de
William Blake sino a la de Choquehuanca).
Cómo podría ser
distinto. Somos la república de la papalisa y el camote, la catedral del trago,
tierra donde los gobernantes se hallan prontos a intercambiar la máscara de
estadistas por el rostro de pepinos. Se culpa a Evo Morales del desmán de ser
tales, cuando en realidad siempre lo fuimos, excepto que el presidente actual,
únicamente emulado por Barrientos, comprende la idiosincrasia de un pueblo
ávido de latapukus y de mentirse a sí mismo. Dotes de político, o solo dotes de
boliviano…
Imaginen a Lenin
en Cochabamba, en Urkupiña; o en La Paz del Gran Poder. Su agenda tendría que
chequear con minuciosidad el calendario. No fuera que justo en la fecha del
golpe bolchevique la nación camba-colla festejase una virgen, o al señor de
Bombori, o al de Mayo, de Junio y de Julio; de Agosto y de Septiembre. El calvo
se estiraría los inexistentes cabellos y se exiliaría de buena gana otra vez en
Sushenkoie, tratando de olvidar la liviandad de los pueblos, el infantilismo atávico.
La historia otra, con nosotros en el timón; seguro.
Entre mandarines
hasta inicios del siglo XX, o entre organizaciones tribales desperdigadas,
encontramos efusividad semejante. Un ejemplo cercano, el de una boda virreinal
en Chuquiago, con trajes de opereta plurinacional que detestaría Chimpu Ocllo,
Garcilaso el Inca, pero que empalma de maravilla con un tiempo en que el
parlamento onomatopéyico se ha convertido en el zoo del emperador Moctezuma II.
Pocos lugares, repito, tal vez ni en Kosovo, en que un coito oficial guarda
protocolo de ajtapi.
Volvemos a la
deliciosa tarde cochabambina, con pukacapas para el té, donde un sentencioso progenitor
augura el fin de marchas y bloqueos. Por lo que somos, pero, y también sobre
todo, porque se acerca la fiesta y nadie quiere perdérsela. Ni el déspota ni
los desposeídos. Mejor lo hacemos mañana. Mientras tanto los de arriba juegan
fútbol, incluso con el gringo tonto. Pasear la camiseta así es casi como mear
los perros, marcando territorio.
23/5/13
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Publicado en
Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 24/05/2013
Fotografía:
Morenada, Bolivia
Thursday, May 23, 2013
Este asunto del mar/MIRANDO DE ABAJO
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Leo, al pasar, acerca de la subida de aprobación de Evo Morales en el país. Puede ser una encuesta tendenciosa, de las que abundan. Es clara mi opinión del por qué de su popularidad: encarna los sueños bolivianos de parecer todo sin serlo; el mito sobrepuesto a la realidad.
Leo, al pasar, acerca de la subida de aprobación de Evo Morales en el país. Puede ser una encuesta tendenciosa, de las que abundan. Es clara mi opinión del por qué de su popularidad: encarna los sueños bolivianos de parecer todo sin serlo; el mito sobrepuesto a la realidad.
Tal vez tenga que ver con el asunto del mar, la obsoleta
idea de que ahí radica nuestro freno al progreso. Como lo de Misicuni, en Cochabamba, que seguirá vivo e incompleto
incluso cuando el autor de este texto fallezca, igual a como estaba cuando
nació. Vivir de sueños; vivir de mentiras.
Pero este pueblo intranquilo, y paradójicamente momificado y
estático, necesita de esas grandes falsías, para continuar, para hervir
constantemente en el caldo extravagante de la política criolla y provincial,
donde el Estado como ente superior semeja reunión de compadres en el
corregimiento.
Rimbombantes declaraciones, rejuntadas notabilidades del
medio, aquellas que se agacharon ante el insulto y que temen más el castigo de
sus supuestas (o no) malas acciones que la vergüenza. Detalles de
incompetencia, falta de profesionalismo, cautivadoras y carnavalescas
opiniones, eso es lo que Bolivia va a presentar en La Haya; nimiedades a las
que Chile opondrá juristas de peso, historiadores, para otra notable derrota de
esta tonta inercia que nos domina.
Aseguran que nos bañaremos en el mar. Doble falacia.
Cada cual desea obtener beneficio personal con el asunto.
Saben, de antemano, que no conseguirán nada. Divagan sobre la futura presencia
de Bachelet que ilusoriamente abrirá las puertas del Pacífico. Mientras el
presidente de turno espera osificarse en el cargo, los expresidentes del comité
marítimo, aparte de congraciarse con el poder, apuestan a cargos promisorios,
hasta el más alto, en movidas típicas de nuestra venal estructura política.
Mientras tanto recurrimos, como ya es tradición, al país
bloqueado. La discriminación laboral ha despertado iras que casi seguro serán
calmadas en el estrado de las eternas promesas y las acciones incumplidas.
La compra del país mediante las armas es una estrategia que
no dio resultado ni en la URSS. Basta ver el dramático fracaso del patético
líder coreano, con un pueblo en prácticas de canibalismo bajo el sonido de los
tanques y la fanfarria pervertida. Mimar a la fuerza armada da resultados
parciales. La lealtad de las armas es como un espejismo mañanero. Y separarlos
del resto del pueblo con garantías y dádivas, jubilaciones extraordinarias a la
vez que se ataca al resto resultará curación inversa.
Volvemos a la situación marítima, y su enlace subterráneo con la fuerza armada. Cierto que nadie piensa, no abiertamente, en una guerra en la que nos quedaríamos con medio país, pero la latente deuda mantiene la esperanza imposible de entablar combate y ganarlo. Las argucias de los leguleyos reemplazan el estruendo de los cañones; en el momento en que estas se desmoronen no faltará cháchara bélica sin ningún asidero real. Cuando los ejércitos sirven como apoyo para sostener gobiernos, comienzan a convertirse en inservibles. Y ya tenemos larga tradición de ello, como para que la confianza se haya esfumado.
Las aguas saladas del mar de Antofagasta sirven de pretexto
para todo. Y hay sirvientes de blasón que se encargan, por órdenes de arriba,
de proseguir la farsa. En la patria, los marchistas, los ahorristas, los
jubilados, los aportantes, los trabajadores, mal, gracias.
12/05/13
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 14/05/2013
Tuesday, May 21, 2013
Cuadro clínico/MIRANDO DE ABAJO
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Conversando con un amigo acerca de un problema de tierras que lo persigue por años, me doy, en los detalles, cuenta de que estamos ante no una acefalía sino una ausencia completa de Estado. Los estamentos gubernamentales, provinciales en este caso, sirven solo para el manipuleo indiscriminado de la ley y las normas por parte de elementos adictos al gobierno fantasma. Libros del INRA que salen fuera de donde deben estar; plebe embravecida y alcoholizada en pos de bienes mal habidos y tantos etcéteras de una situación únicamente sostenible en un ente corrupto y vil.
Conversando con un amigo acerca de un problema de tierras que lo persigue por años, me doy, en los detalles, cuenta de que estamos ante no una acefalía sino una ausencia completa de Estado. Los estamentos gubernamentales, provinciales en este caso, sirven solo para el manipuleo indiscriminado de la ley y las normas por parte de elementos adictos al gobierno fantasma. Libros del INRA que salen fuera de donde deben estar; plebe embravecida y alcoholizada en pos de bienes mal habidos y tantos etcéteras de una situación únicamente sostenible en un ente corrupto y vil.
Si eso en el
agro, lo mismo en el sector urbano, o donde fuere, que la regla y no la
excepción está en latrocinio, jugarreta política, zancadilla para encaramarse
sobre el otro en el mundo del Talión o del todo vale. ¿República, Estado? De
ninguna manera: mercado o mercadillo donde se venden, ofrecen y distinguen los
objetos que no se han producido por trabajo, que vienen de la ilegalidad
-jurídica o no- que es instrumento de abuso como todo el resto.
Encima de ello,
la increíble cháchara de los que mandan, desde lo más alto hasta el fango, con
un idioma que con dificultad podría llamarse castellano, más bien castefallo,
como dice mi padre. Galimatías, trabalenguas, acertijos accidentales tal vez de
la ignorancia y la osadía que la acompaña. Incluso los más renombrados
exponentes de la intelligentsia plurinacional balbucean el idioma, plagándolo
de errores gramaticales y más. Rimbombantes declaraciones de bolchevismo,
jacobinismo, espartanismo, cambio, revolución, para dorar -decorar- un asno con
mapa de país que trashuma por un universo que no parece, para nada, del siglo
veintiuno.
Algo bueno habrá,
sugiere algún iluso. Nada bueno sobrevive en caldo infecto. Acá se cuecen más
que habas, mezcladas con ponzoñas y renacuajos, casi marmita de hechicero,
andino en este caso, para esquilmar una tierra de aguante inverosímil. Como
para creer en futuro, o en océanos que ningún vecino cederá por miedo al
contagio.
Escucho a los
fiscales, más con ánimo antropológico que interesado en sus demandas y
explicaciones. Leo las declaraciones de un senador cochabambino pagado de sí
mismo hasta el extremo y no sé por dónde encarar las oraciones. En primera
instancia me parece que se burla. Luego caigo en cuenta que habla en serio e
imagino ese cerebro enrevesado, lleno de colinas y quebradas pero sin el rostro
que Cesare Lombroso pondría en semejante humanidad.
Siguiendo el víacrucis
boliviano, en un libraco tamaño medieval porque ya no alcanzan las libretas, me
cuentan que un amigo, imbuido del alto espíritu que prima en este momento,
avizora una posibilidad de lucro en un lote en apariencia abandonado. Convoca a
otros conocidos e instruye que llegado el caso deben testificar su presencia
antigua en tal espacio. Acto seguido contrata peones y se lanza a desmalezar y
limpiar. Parece un sencillo usucapión. Pero quien no está ávido al menos está
alerta en el país, y el vecindario sale endiablado previendo la jugada y aleja
al agresor.
Extorsión,
juicios chutos, pruebas plantadas, narcotráfico, contrabando, lavado de
dinero... detalles que se multiplican por mil, con una fuerza armada que se
paga mejor que nadie por si acaso, y los escasos, o tal vez muchos, que
trabajan para comer arañando el centavo, dan un panorama sombrío. El Enfermo,
con mayúscula porque se supone que es un país, permanece recostado, doscientos
años en cama, con fiebre, desarreglos viscerales y un diagnóstico que debiera
decir “terminal” pero que se llena de interrogantes.
8/5/13
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 21/05/2013
Monday, May 20, 2013
Perspectivas/MONÓCULO
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
La propuesta en Venezuela ha sido clara: No a la democracia. Brasil, en actitud tal vez comprensible pero errada, la apoyó. Golpes de estado institucionales, golpes “democráticos”, dan la pauta de los nuevos procesos políticos que se vienen. Con toda lógica, cualquier militar que considere que se están vulnerando no importa cuáles ni cómo derechos, leyes, constituciones, se creerá con la potestad de, a nombre de defenderlos, interrumpir mandatos que ya de hecho, según se ve, serán dudosos y cuestionables.
La propuesta en Venezuela ha sido clara: No a la democracia. Brasil, en actitud tal vez comprensible pero errada, la apoyó. Golpes de estado institucionales, golpes “democráticos”, dan la pauta de los nuevos procesos políticos que se vienen. Con toda lógica, cualquier militar que considere que se están vulnerando no importa cuáles ni cómo derechos, leyes, constituciones, se creerá con la potestad de, a nombre de defenderlos, interrumpir mandatos que ya de hecho, según se ve, serán dudosos y cuestionables.
Pareciera que a América Latina la democracia le quedó
grande, que de acuerdo a sus respectivas realidades e idiosincracias los países
de la región necesitan de otro tipo de regímenes para gobernar. Uno de ellos es
aquel que se eterniza, mejor si funda dinastía, porque se parte de la premisa
de la imbecilidad o discapacidad del pueblo. El caudillo no ha muerto, con la
salvedad de que los caudillos de hoy, despintados, intrascendentes, carecen de
la épica por absurda que fuera, de los antiguos. El patriarca ha sido
reemplazado por tiranuelos quisquillosos y hasta afeminados, imberbes, indignos
de una novela.
Maduro, al que llaman “Nicolás” los opositores venezolanos,
ha partido en gira. Su primera parada, Uruguay, para ser recibido por un
mandatario supuestamente diferente, por austeridad y modestia, con los
millonarios colegas en derredor. Pero incluso este, Mujica, que sin duda tiene
poderosas razones económicas para no malquistarse con la parodia de Hugo
Chávez, sienta pésimo precedente. A la larga, si comparamos a Maduro con
Bordaberry, veremos que las diferencias no son de fondo. Ambos gobiernos eran y
son apoyados, sustentados por una fuerza armada, con características netas de
corte fascista. Incluso semeja que el izquierdismo, ya sin siquiera tintes
distintivos, forma un gremio que decidió hacer del momento suyo, no para sentar
las bases de un socialismo bastante venido a menos, sino para levantar nuevas
oligarquías cubiertas con el manto de oclócratas con dotes de bufones.
Cuesta creer que luego del desastre institucional
democrático podamos esperar una tranquila continuación en el supuesto de que
los actuales caigan víctimas de cáncer o de desgaste. Debiera bastar el ejemplo
actual para eliminar a la izquierda tradicional de cualquier posibilidad de
mandato futuro. La miseria de la ideología sustentada por sus representantes
quitó toda mística a la revolución. Aura perdida, desperdiciada. A menos que
reformule posiciones y proyectos tiene que ser descartada del proceso electoral
por la no validación en las urnas, por la
ausencia de votos para un proyecto que resultó individualista,
oligárquico, delincuente.
Se hace tabla rasa con las constituciones nacionales. La
idea de la longevidad en el poder, de la pega vitalicia ha calado hondo dentro
de la izquierda latinoamericana. Los barbudos que hablaban de igualitarismo no
habían sido tan radicales como se pensaba. Iguales son, pero a los otros, y
consideran que dar limosna al pueblo, para que coma a medias y se alcoholice
bien, basta. Élites, eso es lo que son y lo que les interesa ser, con floridos
discursos de paz y amor, y los bolsillos forrados. Lo triste es que su ambición ha destruido un espacio que costó
mucho recuperar, porque luego de ellos, y gracias a ellos, la democracia está
en oferta al mejor postor.
Por supuesto que tales sujetos permanecen porque alguien los
sustenta. Las burguesías u oligarcas que van creando a su paso representan un
pequeño porcentaje. Significa que la bonanza irreal que pusieron alrededor ha
de desvanecerse, y pronto. Ahí está la Venezuela del ballenato (no delfín) cuyo
destino se escurre con rapidez por los estrechos de la clepsidra.
09/05/13
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 10/05/2013
Sunday, May 19, 2013
El equilibrio sirio/MIRANDO DE ABAJO
El gobierno
de Assad está condenado desde hace mucho. Sobrevive porque hay demasiado en
juego para terceras –y poderosas- partes. Finalmente pareciera que Israel ha
decidido acabar con la infame balanza económico-política que ha permitido a un
jerarca asesino mantenerse en pie, a pesar de la sangre dilapidada. Ya nadie
llama, por los tremendos errores de la administración Bush, Eje del mal a este
grupo de autodenominados revolucionarios, pero si tal Eje existe, la Siria de
Assad es sin duda uno de los puntales.
Se habla, y
no sin razón, de las jugarretas del imperio, de los dobles estándares, etc.
Pero de pronto, en un mundo en que no se distinguen ya, quizá nunca lo
hicieron, el Bien y el Mal, hay el menor de los males, por diversos motivos que
incluyen estables democracias en oposición a tiranos cuasi medievales,
ambiciosos de eternidad. Sucede entonces que un ataque, supuestamente defensivo
a pesar de los últimos acontecimientos del lado de Israel, sirve. Alegar que
Hezbollah es un bastión árabe en contra de la ocupación judía es argumento que
ha perdido peso. El enemigo se encuentra hoy en los fundamentalistas islámicos
que desean frenar el imprescindible e inevitable avance hacia el futuro,
incluyendo el de su misma gente, o sobre todo de ella; inhabilitarla para el
porvenir. Ellos han devorado lo
que de épico y justificable podían en su momento haber tenido Hamas y la
milicia libanesa. Se acabó, el poder de Irán y los ayatolas desmitifica
cualquier movimiento que tuvo visos de gloria. Quebrar a Siria es quebrarle
parte del espinazo a los iluminados de Teherán.
Ahora bien,
Kadafi fue accesorio para las potencias. Se le perdonó lo imperdonable. Cuando
se transformó por megalómano en inservible, vimos el resultado. Es que quizá
para el hombre común no hay otra forma de ver lograda su ansia de castigo.
Sucedió en Serbia, en Libia, en Bagdad y ha de ocurrir en Damasco. Cuando el
brazo del pobre no alcanza, o no existe el de Dios, bien vale el de los
poderosos y sus razones pasan a segundo plano. Cualquier borrón, si lo que se
borra es un trágico esperpento, se acoge con alegría. Bien sabemos que otro lo
reemplazará, y que mientras sirva a quien domina ha de permanecer. No creemos
en milagros ni en justicia, pero qué bien sabe la venganza así el análisis
sugiera que ni se hable de ello. Básicos son nuestros instintos, básicos los
placeres, y el de dañar a quien nos daña, extático.
Obama, a
quien acusan de suave, calcula. No sabemos si el bombardeo judío a instalaciones
militares sirias forma parte de su estrategia inmediata ante las nuevas
circunstancias. Utilizar a Israel, que a su vez usa a los Estados Unidos,
podría ser la mejor salida. De todos modos, como se dijo en principio, da la
sensación de que el destino de la dinastía en Damasco se ha sellado. Un fin que
tiene que ser drástico, aunque eso no cambie las circunstancias ni las
previsiones del futuro. Los Assad deben ser ejecutados, como lo fue el libio, y
como se ha hecho con otros, recuérdese Tsarkoe Tselo, no porque el acto en sí
solucione nada, pero un precio demandado en el altar de sacrificio al que nos
hemos acostumbrado desde el inicio de la historia, e incluso en el mito.
La sangre
no vale nada; menos si es la de otros. Hay sangrías que semejan eternas, dígase
Corea, y los que carecen de mando se someten a la voluntad divina o al azar
para cobrárselas un día. Grandes juegos de poder en las alturas. Minucias de
sangre y odio en la tierra. La combinación de estos derriba torres e instaura
reyes. En el aire se eleva la piedra de jade del sacrificio, un pacto antiguo y
oscuro, e interminable.
05/13
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 14/05/2013
Fotografía: Soldado leal al régimen de Assad en Homs (AFP)
Thursday, May 2, 2013
Nikolai Dukhonin/Años soviéticos
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
N.
Dukhonin (1876-1917), último de los comandantes del ejército zarista.
Rusia está gris. Sobre la vieja estación de Finlandia el viento barre las hojas de noviembre.
El joven general observa a los soldados. Ellos miran el futuro de Rusia que camina con pesadas botas, esperanzantes y sangrientas. Brillan las medallas pero no hay luz de verano que las dore o las platee más. Las velas tiemblan; en el aire habita el miedo.
Petrogrado inmundo, de esmirriados humos y hambre de pobres. Ciudad donde el río es calle o el río es agua. Frío. Los iconos han perdido sus ojos de interés.
Dukhonin piensa todavía en Alemania, en la guerra. Está dormido en la historia; en bailes, sables y héroes. No cuenta el furor de las masas.
Lo detienen. Le ordenan trasladarse de sus cuarteles a una prisión de Petrogrado. Mientras se prepara, unos brazos lo bajan del tren. Los soldados revolucionarios lo bayonetean y lo aplastan con los pies. Dukhonin, mejor que nadie, ve antes de morir aquellas botas sangrantes de la Rusia que asoma, sin esperanza para él.
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Publicado en HOY (La Paz), 24/05/1992
Foto: Dukhonin
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