Saturday, June 30, 2012

Tango: olor a vino y gusto a muerte

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

a Alicia Coqueugniot Espeche, mi madre

Así rezan unas líneas de La cumparsita en la voz del uruguayo Julio Sosa, el "Varón del tango". Esta canción tiene una especial historia. Inicialmente compuesta por Rodríguez Matos para una comparsa estudiantil en Montevideo, fue alcanzada al director Roberto Firpo que la incluyó en su repertorio. Décadas después, Firpo alegaría que cuando la recibió le añadió aditamentos que le dieran cierta sofisticación, incluso algo de Verdi. Luego Pascual Contursi le puso la letra que la haría tan famosa, aquella que Gardel cantó bajo el nombre Si supieras. Todo ello dio lugar a la gran controversia sobre la autoría, los antecedentes, derechos legales y etcéteras. Rodríguez Matos recibió muy mal el hecho de que el Zorzal Criollo la cantara con el título cambiado. Una y otra versión se inmortalizaron, aunque la de Contursi es la que más comúnmente se acepta como la original. Rodríguez Matos continuó componiendo y después se lo olvidó, mientras que Contursi ha quedado entre los mayores exponentes del género.

El tango fue baile de cafisios, danza de putas. De origen incierto, se han tejido historias de diversa naturaleza. Tango sería una derivación de Xangó, el dios de los yorubas, todavía venerado en Brasil y entre la sobreviviente población negra del Río de la Plata. No hay que descartar esa opción; la música negra ha influido de manera notable las expresiones culturales de América. Sin África, el continente tendría distinto rostro.

Mucho del tango proviene del folklore criollo, lo que reconocería herencia española y también una subyacente -y sugerente- herencia india. El folklore del norte argentino nace de la mixtura de lo ibérico con lo nativo. Carlos Gardel, Ignacio Corsini, Agustín Magaldi, Gabino Ezeiza, comenzaron cantando zambas y gatos. En el caso de Ezeiza, precursor del tango, puede considerársele payador, igual a aquellos que en el Martín Fierro, de José Hernández, tocaban guitarras y cantaban tristezas alrededor del fogón. Corsini interpreta La pulpera de Santa Lucía, cuyo texto habla de épocas de la frontera sur antes de la expedición al desierto y el posterior genocidio indígena que tan bien relatara Lucio V. Mansilla, general y escritor del ejército argentino. Magaldi, quien hacía giras por el interior de la provincia de Buenos Aires y la nación, donde conoció a la fatídica Eva Duarte-Perón, tiene en su repertorio ancianas canciones que todavía rememoran a Lavalle y su lucha contra la Restauración. Música que se cantaba en el siglo diecinueve, mucho antes de la masiva inmigración europea a la Argentina. Sin embargo hay rastros de Italia en el tango. Compositores como Firpo, el poeta Caruso, Juan "Pacho" Maglio, el cantor Alberto Marino, provenían directamente de allí, en general del sur, Calabria y Sicilia, o eran descendientes directos.

El tango es un cúmulo de culturas que se afincó en la Argentina. Decir que es francés implica un error que refiere únicamente al supuesto lugar de nacimiento de Gardel (Toulouse), sin negar la presencia de Francia en la música bonaerense, y recordando además que grandes orquestas y cantores argentinos comenzaron o vieron su mayor éxito en París, incluido el gran Morocho.

Volviendo a la raíz criolla del tango, no hay que olvidar que el dúo Gardel-Razzano hizo su fama cantando con dos guitarras. La orquesta es posterior y el tango canción se afirma como tal recién a partir de los años cuarenta. Si obviamos grandes nombres como los mencionados, que practicaban el tango-canción, las grabaciones muestran que los vocalistas previos a esos años se limitaban a entonar estribillos y no la letra completa. De ahí se los conoce con el nombre de "estribillistas", muchos de los cuales, caso Charlo, Alberto Gómez y otros, se integrarán a la nueva modalidad de gran orquesta con cantor de inmediato. Del baile de cuchilleros al gran salón, la música de Buenos Aires se expandió en todas las clases. Un señorito como Borges quedará fascinado con la leyenda de taitas y malandrines. Escribirá, dentro de su innegable y feliz europeismo, tangos y milongas. En Borges, lo popular, lo gauchesco y su secuela urbana de villas pobres y compadritos, tendrá, como afirma Ricardo Piglia, una especial importancia. El fino escritor será el albacea del léxico popular argentino, una de sus grandes pasiones. De Jorge Luis Borges, con música de Astor Piazzolla, alguien le dice al tango: Tango que he visto bailar/contra un ocaso amarillo/por quienes eran capaces de otro baile/ el del cuchillo (...). Un similar ocaso que viera mi padre, Joaquín Ferrufino Murillo, cuando dejaban para siempre un pueblo del Valle Alto -donde su progenitor ejercía de subprefecto- y sobre el aire flotaba el bellísmo tango de Pacheco Huergo y Virgilio San Clemente, El Adiós...

Borges, en Evaristo Carriego, decide que el argentino es un individuo y no un ciudadano. en relación al tango, de origen negro y festivo inicialmente, su afirmación traduce la intrínseca alegría africana, a pesar de las vicisitudes de la esclavitud, en melancolía europea, en la desgraciada carga que significó América, en particular la Argentina, para millares de inmigrantes. Así anota José Lino Grünewald en su Carlos Gardel, Lunfardo e Tango. Allí sintetiza la historia de este baile, conjunción de culturas y danzas, de habanera y vals, de percusión esclava y adiciones multirraciales, de Andalucía y el tanguillo, del fandango. Música esencialmente citadina con trazos de marca rural. Grünewald comprime una historiación que detalla sus elementos. Dice: "Gardel criou as formas cantáveis do tango, como disse Horacio A. Ferrer. Pascual Contursi inventou o tango com letra. Vicente Greco e Juan Maglio 'Pacho' 'socializaram' o tango das orlas. Pedro Maffia desenvolveu a execução do tango com o bandoneon. e Enrique Santos Discépolo antecipou o modus de sua filosofia. O tango, neste sentido, está longe do folclore. Nunca a sua origen é colectiva ou anônima, pórem vivida e individual. A catarse é individual, nisso não há dúvidas."

En esta catarsis personal como escribe el autor brasileño, el tango se desarrollará en innúmeras sensibilidades, no variedades, y será tan extenso en su difusión como producción que tratar de señalizarlo bajo un par de nombres, notablemente el de Gardel, peca de ingenuidad ignorante. Que el Zorzal fuese lo más representativo de esta expresión cultural es probable, o que Magaldi disputase a Corsini una segunda ubicación en esta troika imperecedera de artistas, también; incluso que Canaro fuese mejor compositor que Lomuto se podría aceptar, pero no que el tango "son" ellos; equivaldría a olvidar un espectro en extremo profuso y, a pesar de su individualidad, colectivo.

Podría existir un origen muy antiguo en el lundu portugués, prohibido en el siglo XV. Siguiendo con Grünewald y sus anotaciones, Mario de Andrade reconocería en esta forma de canto-danza el origen asimismo del fado. Y en América del Sur, en variantes que originarían la zamba, la cueca, la zamacueca, y, seguramente y con anterioridad a las mencionadas, la marinera peruana, con añadidos y originalidades venidos de la forzada inmigración de los negros de Angola.

Hay multitud de escritos y autores de tango. Casi todos subyugantes. Se debe por supuesto a la universalidad que alcanzó, gracias a su condición de fenómeno urbano, en detrimento de otros tipos de música y canción de raíces también sugerentes y misteriosas, cuyo aislamiento geográfico no compartió la mística de la canción bonaerense ejemplificadora en su tiempo, principios del siglo XX, -mejor que ninguna otra ciudad del planeta- el cambiante mundo que se avecinaba. La muriente Europa quiso reflejarse en la rutilante, y altamente contradictoria, urbe del Plata. Su rival, New York, no produjo algo similar. No salió tango de las calles de Manhattan; otra era la dinámica del norte.

Hablar de tango es reunir una síntesis riquísima de experiencia humana. Anarquistas como Juan de Dios Filiberto se integraron con burgueses opulentos a quienes la diáspora, el spleen, la inventiva y modernidad de un nuevo siglo y un nuevo continente, que ya era antiguo pero inexplotado o desconocido en las orillas platenses, les produjo la misma sensación de angustia y abandono, la lujuria por destruir la pena en la sensualidad movida de los cuerpos.

Pero el tango nació pobre; a principios del ochocientos se hablaba de lugares de tango o tambo para negros donde se ejercitaban bailes reprochables. El gran Francisco Canaro cuenta en Mis memorias como bailaban los muchachos lustrabotas, vendedores, entre hombres, al ritmo de un organito popular, en la calle. Canaro, como Filiberto y muchos otros, sufrió las penurias de la miseria. Vendía periódicos con sus hermanos en las esquinas y se agenció con una vieja caja el oficio de embetunador. Fabricó su primer violín con una lata vacía de aceite y alegraba las fiestas de la barriada con tangos como El llorón, su primer aprendizaje. El mismo Canaro que creció hasta el limbo y educó a un público internacional con la belleza de su música. Compositor, ejecutante, director, su nombre ilustra las páginas memorables del sonido porteño, aunque fuese nacido en Uruguay de padres italianos. Cultor de un tango por decir clásico, añadió al repertorio el valsecito criollo (Desde el almaCorazón de oroSoñar y nada más), que se propagó por el continente americano y fue la esencia musical romántica hasta la irrupción del bolero.

Personalmente, me adhiero al tango de principios del novecientos, extendiendo mi gusto hasta mediados de la década del treinta. El tango instrumental con un paulatino desarrollo hacia el tango cantado, atravesando la deliciosa época del estribillismo, que presagiaba el imperio de la voz sobre el ritmo pero que aún se equilibraba con él.

Tengo la dicha de una madre argentina y un padre cochabambino, ambos de profunda afición al tango. De ellos me viene la pasión mas no las piernas. Soy escucha, no bailarín. Acumulo datos e historias de algo que presumiblemente llega a su fin, aunque vanguardias como la de Piazzolla intentasen -sin éxito- recuperarlo. En las tardes de verano, cuando el calor esfuma los misterios con su ramplonero espectro, me acuno en la soledad del tocadiscos y sueno y resueno a dos grandes orquestas: la Víctor y la Brunswick (las grandes compañías disqueras guardaban orquesta propia, para grabación, no para el público: la RCA, la Odeón). La Orquesta Típica Víctor (1925-1945), de notables músicos, Cayetano Puglisi y Elvino Vardaro entre ellos, con una cronología que pasa del instrumento al estribillo y del estribillo a la gran orquesta, y la efímera Brunswick (1929-1932), dirigida en inicio por el soberbio bandoneonista Pedro Maffia.

El listado es infinito. Extraigo unos nombres al azar, como en tómbola, y caen D'Arienzo, el rey del compás; Ada Falcón, Imperio Argentina, Ferrazzano, Edgardo Donato, Rufino, Príncipe Azul, Irusta y Demare; Alfredo de Angelis, Rosita Quiroga... Y sobre el crepúsculo, como en aquel adiós del valle cochabambino, se recuestan las figuras de mis padres bailando en la fanfarria de carnaval tangos con Antonio Bisio, mientras los hijos, seis, hasta las diez con permiso, contemplábamos un encuadre fascinante y majestuoso.
11/07/2006

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Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Chuquisaca), 07/2006

Imagen: Cubierta de la partitura de La Cumparsita (Rodríguez Matos), circa 1916.


Wednesday, June 27, 2012

PEN respalda a escritor Ferrufino-Coqueugniot


El PEN-Bolivia, filial de la Organización Mundial de Escritores, mediante un comunicado, expresó públicamente su apoyo al escritor cochabambino Claudio Ferrufino-Coqueugniot , miembro del PEN-Bolivia, en el impase acaecido por la intervención del Viceministro que le acusa de racismo por su novela ganadora del Premio Nacional de Novela Alfaguara 2011.


La acusación ha sido hecha basándose en textos de opinión publicados por el autor en la prensa nacional y no en la novela misma. El Presidente del Jurado calificador del Concurso Alfaguara, Wilmer Urrelo, ya ha señalado en una nota pública, que no es posible encontrar racismo en la obra literaria premiada. La nota asegura que PEN-Bolivia considera que un escritor de la talla de Claudio Ferrufino-Coqueugniot —ganador del premio internacional Casa de las Américas, en la Habana, Cuba, con la novela “Exilio Voluntario”, y que ha sido invitado por la misma Casa de las Américas para integrar el Jurado Calificador del concurso del siguiente año— no puede ser tipificado de racista.


“Su talla literaria va más allá de prejuicios localistas y de lecturas sesgadas, por lo que el PEN-Bolivia respalda plenamente al escritor cochabambino. El PEN-Bolivia considera que nuestro país debe estar orgulloso de contar con un artista como Claudio Ferrufino-Coqueugniot y que es la oportunidad de ponerse a reflexionar sobre lo que es ‘racismo’ verdaderamente, posición con la que se ha querido excluir anteriormente del sistema escolar las más valiosas obras literarias con que cuenta el país”.


“El crecimiento intelectual de un país se da por amplitud, comparación, inferencia de muchas lecturas y no por censura”, concluye el comunicado.

Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), 28/02/2012

Tuesday, June 26, 2012

La línea del horizonte/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Lo que aparenta ser una suprema cualidad de supervivencia (del gobierno), quizá se trate más bien de ciertas características que nos hacen aceptar todo e impiden el cambio. En ese caso no solo habría que efectuar acciones de descolonización, sino también otras que nos liberen de la pesada herencia de la esclavitud y del pongueaje.

Labor titánica que ha de tomar varias generaciones. Porque de tal espíritu servil estamos contaminados hasta muy adentro. Sus trazas pueden encontrarse en las mínimas expresiones individuales como en las llamadas grandes de los estamentos de poder. Comienza con la voz, con el lloriqueo incesante con que suele expresarse quien ha sido victimizado por siglos. También en el detalle mendicante que nos refleja bien, no importa dónde, con la mano extendida para conseguir lo que se pueda. Pobres y ricos, blancos e indios por igual.

Se intenta insuflar, desde arriba, orgullo étnico, racial, nacional, plurinacional, con patrañas que inventan los tristes pensadores, desde Goebbels hasta Choquehuanca. Es posible que tengan su efecto, pero no cambian el panorama. Un factor cosmético. De la manga sacan milenios de antigüedad cuya falta de pruebas no hace otra cosa que ahondar el fraude sin atacar el problema. El orgullo no se impone, se desarrolla. Porque en estas farsas de ilusionistas no se destaca el valor individual, la rebelión, el disentimiento, la crítica. Al contrario, siempre hay reyes, curacas, patrones, amos, que hacen y piensan por sus subordinados, manteniendo la abyección de espíritu por siempre jamás. ¿O dónde están en esta historia aquellos a los que el trono importa un comino, los igualitarios que desean hacer tabla rasa con las jerarquías? Necesitamos un Graco Babeuf, alguien que represente el alma contestaria; sobran los Napoleones y los Mussolinis, los que dan dádivas al pueblo hambriento y le hacen creer que con ello están mejor. La campaña de Rusia o el bono Juancito Pinto, imágenes de un similar esquema que sobrepone lo falso a lo real, la ambición al progreso

Los sociólogos del poder, sirvientes como la masa a la que intentan sojuzgar con falsía, diseñan constituciones, crean leyes, emiten decretos, a la manera que lo hacían sus sosías de la derecha, con único ánimo de preservar el status quo que les permita reproducirse. Hay suficiente terminología a mano para dorar la píldora, pero poca vergüenza para cubrir la verdad: que aquí nada ha cambiado, y que es lo mismo con Goni que con Evo, porque en sustancia se unen. Así, con políticas semejantes, no llegaremos a destino. Nunca. Continuarán riéndose en nuestra cara. Proseguiremos con la carencia casi absoluta de ideas y de personas. Un pueblo que acepta que se lo trate como niño, o como discapacitado, no tiene opciones. Lo complicado es cómo salir de ello. Nosotros, sin que nos lo redacten los románticos “de izquierda”.

Se multiplican los líos, las protestas. Cada uno guarda su presagio, aunque Bolivia continúa tan previsible que no se debe esperar mucho. Que hay aspectos circunstanciales que modifican la historia, claro, y sin embargo no es el asunto. Las manifestaciones y etcéteras del país conservan un fin anunciado: solución a medias. Hablamos de parches, de regalos, comisiones, coimas, que no modifican la sustancia. Allí nos manejamos, en esa idolatría de pongos (no es peyorativo sino explicativo), sin visible meta. Puede ser Morales, Sánchez, Paz, cualquiera arriba. Sucede lo mismo, una y otra vez. Cuando pase este gobierno, estaremos con el siguiente en las exactas mismas condiciones. Se grita, se pelea, se acusa, pero nunca hay propuestas serias, educativas por supuesto, para ir saliendo de a poco de la esclavitud mental en que vivimos, de mentirnos a diario a nosotros mismos.
23/06/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 26/06/2012 

Entre la historia y el mal



Por Alejandra Hubner

Continuamos con la revisión de los 12 libros más destacados del  2011. Ahora es el turno de la novela Diario secreto.
Una de las críticas más simplistas, quizás, que se le hace a Friedrich Nietzsche es la de ser el bastión lógico-filosófico sobre el cual nace el nacional-socialismo en la Alemania de los años veinte. Básicamente, se ha leído en su obra la reivindicación de la eliminación sistemática de los débiles. Sin embargo, estas lecturas suelen estar hechas fuera de contexto y esquivan el tema principal atacado por la filosofía nietzscheana, el cristianismo.

EL PSICÓPATA MODERNO. El personaje central de Diario secreto de Claudio Ferrufino-Coqueugniot parece surgir en medio del debate acerca de las relaciones entre el nazismo y una filosofía que propugna la institución de la sociedad a partir de un ideal de hombre. Cualquier lector más o menos interesado en el cine no podría evitar encontrar en el personaje de Ferrrufino un homenaje, una parodia (deslucida) del psicópata yuppie Patrick Bateman. Bateman, personaje de la novela American Psycho (1991) de Bret Easton Ellis (encarnado por un aséptico Christian Bale en la adaptación cinematográfica de 2000), nos entrega una lúcida imagen del psicópata moderno. Lejos de ser un marginado, Bateman es el epítome del éxito: adinerado, envidiado por los hombres y codiciado por las mujeres. Parecería ser que el perfil del asesino moderno es justamente el que se sostiene en la admiración de su entorno. De hecho, en Diario secreto recibimos no sólo la perspectiva del psicópata, sino también la de su entorno familiar y social; en ambos casos, si no trasluce la admiración ante la perversidad del joven, al menos existe una profunda fascinación hacia ésta.


LOS ORÍGENES DEL MAL. El psicópata que nos interesa aquí proviene de una familia acomodada de origen extranjero afincada en Cochabamba. Una gran parte de la narración se aboca a reconstruir su historia desde la infancia. Quizás uno de los episodios más sintomáticos de esta tensión entre el fuerte y el débil se encuentra en la tortura metódica que el niño inflige a sapos que se encuentran en los alrededores de donde vive. Si bien se nos relata las distintas formas de matar que practica con estos animales (los cuelga, les tira piedras), el cénit de este proceso mortuorio llega cuando decide empalar a un montón de ellos y verlos morir. Al mismo tiempo, el niño, ya de viejo, compara este recuerdo con lo que lee acerca de ciertas prácticas nazis en el campo de exterminación de Treblinka. Estamos ante una suerte de limpieza genérica, de limpieza de especies a favor de los más fuertes. No por nada las víctimas del narrador serán no sólo animales débiles, sino mujeres con discapacidades (particularmente las cojas) y en general cualquiera que afecte la sensibilidad del narrador. “Por coja tiene que pagar. Todos los cojos son perversos, malos; las deficiencias representan mutaciones malignas del cerebro”. En todo caso, parece ser que desde niño el personaje desarrolla esta intensa actividad depurativa estrechamente relacionada con el contexto del nazismo; entierra, por ejemplo, a unos sapos en una caja en la que dibuja una cruz gamada. Sin embargo, este interés no es tanto de origen ideológico, sino, más bien, histórico. Su fascinación hacia el nacional-socialismo surge por lo que lee en libros de historia. Por algo dirá, en algún momento en el que se ve imposibilitado de matar: “La Historia suplía mi falta de mal.” La historia lo obsesiona. “Creo que tengo un sentido trágico de la vida. De orígenes dudosos, pero tal vez el mal se encuentre en los libros de la infancia, ávidos de encajarme mensajes réprobos e incompletos, como dejando en mí la responsabilidad de resolverlos”.


EL SENTIDO DE LA HISTORIA Y LA MUERTE. Hacia el comienzo de la novela, el narrador nos refiere a unos grabados que encuentra sobre unos indios Sioux ahorcados en montón. No son Nietzsche ni el nazismo los precursores de la eliminación del débil, sino que la que construye y justifica esta idea es la imagen misma que teje la historia de la humanidad. El progreso se hace a costa de los demás. Cuando asesina a todos los sapos de su entorno, el narrador recrea el mismo gesto, que pasa por la desaparición de lo que no nos es favorable. Esta desaparición implica, obviamente, no sólo una desaparición física, sino histórica: “si no me puedo acordar, no existe”. Esto se encuentra en relación con lo que el narrador le dirá a su madre sobre las razones de sus actos. “No he de negar que disfruto, no, mas el quid está en la investigación, en la búsqueda de esa gran verdad o mentira que significa Dios. Si en algún momento tiene que hacerse palpable su presencia, es en la muerte”. Esta afirmación anuncia que, lejos de ser un psicópata ilógico, el psicópata de Diario secreto es, muy al contrario, el buscador de un sentido trascendente en el curso de la historia, de una presencia divina que pueda o no insuflarle alguna dirección a nuestros actos. Es, en otras palabras, el que desgarra su existencia en la premisa de Los hermanos Karamazov: si Dios no existe, todo está permitido.

*Estudiante de la Carrera de Literatura

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Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 24/06/2012
Imagen:William Wegman/Psycho, 2008 

Monday, June 25, 2012

La lucha por la tierra/MONÓCULO


Los últimos acontecimientos en Paraguay, con la muerte de 17 personas, entre campesinos y policías, nos revierten a la larga historia de explotación y lucha por la tierra en América Latina. El periodista Damián Cabrera amplía el espectro a los intereses multinacionales, Brasil y la soya en este caso. Anota en uno de los párrafos de su texto sobre Curuguaty, que “En apariencia, para el autodenominado ‘sector productivo del Paraguay’ el bosque retrasa el progreso.” Palabras que podrían bien ser extraídas de su contexto para plagiarlas en el contexto boliviano, donde un sector que no es productivo en el sentido de industrias pero sí en el de dinero, intenta destruir el bosque mojeño, en aras de intereses foráneos, Brasil de nuevo, y de otros oscuros y altamente rentables aunque efímeros.

Efímera es palabra representativa del conflicto por la tierra en Bolivia. El desmedido cultivo de coca en el Chapare ha cansado el terreno. Ha creado un monstruo que se devora a sí mismo mientras engulle al resto -la elite cocalera, ignorante y soberbia-, que para no asfixiarse y reproducir sus malevolentes crías busca nuevos territorios en lo más cercano y accesible: el Isiboro Sécure, únicamente punto inicial de un gigantesco proyecto que acabará con el Madidi y lo que se necesita conservar para al menos guardar una esperanza como país. Efímera ha sido la ilusión chapareña, las ciudades de cristal de Shinaota y hoy Chimoré; efímera sería la explotación del Tipnis, y así, escalón tras escalón, para en el plazo de unas décadas quedar como la Isla de Pascua, viendo como los camuflados gamonales huyen hacia la ostentación y el dispendio, dejando a los que creyeron en ellos en la barbarie demencial que producen el hambre y el desierto.

Por supuesto que en Paraguay la llamada derecha aprovechará la ocasión de desbancar a la llamada izquierda. Estos son sustantivos direccionales, porque de ideológicos ya no tienen nada. Ni allí, y menos aquí, existen una y otra; lo que hay son bandas de saqueadores, de dirigentes y “deregentes”, como los retrataba premonitorio el novelista Hugo Ferrufino Murillo en un gran libro inédito, que medran, lucran, malgastan, derrochan. La lucha, la guerra, se da entre quienes desean vivir de su trabajo, entregar a sus hijos seguridad y futuro -hasta donde alcance-, estudios, y un entorno en lo posible no contaminado; al otro lado está la canalla, que puede ser banquera u originaria. La piel no hace al hombre, lo hacen sus actos. Y ponerse o sacarse corbata cae en el ámbito de lo absurdo. Ella, la canalla, no cejará en su intento de avasallar, a través de corrupción financiera o por decreto, para poseerlo todo, pese a quien pese, caiga quien caiga: gentes, regiones, países.

La IX Marcha está por terminar, recién comienza en realidad. Lo que se juega en la zona del Isiboro Sécure se extiende muy por encima de su circunscripción geográfica. Esta batalla no se puede perder. Existió siempre; el expolio étnico y territorial viene de inmensa data, con el gobierno Melgarejo y el actual como los hitos máximos donde se quiere estrujar al indígena y su tierra hasta dejarlos secos. El siglo XIX está lejos, y entonces poca podía ser la voz que se opusiera. Ahora los panoramas se han ampliado, el mundo funge como ventanal de exhibición, y aunque no se pueda confiar en la buena fe ni en la solidaridad de nadie, sabemos que la lucha por la conservación pertenece al colectivo. Si no la damos, perecemos.

Poco importa si a Lugo en Paraguay lo mandan a procrear por los caminos. Las revoluciones no pasan por las individualidades; hoy en Bolivia la realizan los indígenas de tierras bajas por el territorio, por la vida, la libertad. Para eso van poniendo sus muertos, ellos que son minoría, tan pocos, donde cada uno pesa siendo los últimos. Si no se comprende, se acaba.
21/06/12

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 25/06/2012
Publicado en El Potosí (Potosí), 25/06/2012
Publicado en Semanario Uno 468 (Santa Cruz de la Sierra), 07/2012

Imagen: Campesinos sin tierra chilenos

Alegrías por Claudio Ferrufino

IGOR QUIROGA

Mi amigo Claudio Ferrufino ha ganado el Premio "Casa de las Américas" 2009 con una novela que lo coloca en relieve. Me alegra. Y mucho. No tanto por el premio sino, incluido el mismo, porque constata que su prosa ya era un camino seguro: es una prosa sobria, casi seca, de oraciones breves pero evocadoras -lo mismo de imágenes que de sensaciones-: el suyo es un arte de recreación de la memoria. Testimonio vivencial y propio de un tiempo común, que -singularmente- es el estilo de tiempos que se autorrefieren de ese modo. Y más, sus narraciones tienden a la reflexión: y al retrato. Un escritor maduro e incómodo. Visceral en el sentido pleno de lo escatológico: una afirmación doble de lo físico: tripa de digestión y tripa sensual; ambas comulgan en una liturgia exultante: el placer físico se superlativiza en placer espiritual y estético. F-C es un escritor extraño.

Me explicaré. Claudio F-C pertenece a la generación de escritores bolivianos que, para serlo, puede prescindir de "lo boliviano", pues su horizonte es el idioma castellano. Un idioma que florece al incorporar artes disímiles y temperaturas de narración de tradiciones ajenas a la castellana. Si bien es cierto que su temática es local, digamos, su lenguaje es universal. En el sentido alemán del término. Lo universal deviene boliviano.

Dije que el premio me alegra, no porque sea un aumentativo del valor de su aporte literario, sino porque es una constatación. La canalla literaria de escaparate tiene bastante que rascarse bajo la luz que ahora atiende una literatura asentada y vigorosa, no un fenómeno escritural que pondera la figuración y la fama que proporcionan los medios de comunicación, hijos de la publicidad y sirvientes de lo erróneo.

Trashumante por condición no cochabambina sino constitucional, CFC nos proporciona un mundo que siendo suyo es extrañamente nuestro. Y de todos los hombres.

Alegrías hay. Y esta es una de ellas.

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Inédito, Cochabamba, junio 2009
Foto: Hannah Starkey/Hotel La Solitude, 2001

Tuesday, June 19, 2012

El barco ebrio/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

No, no el poema de Rimbaud, ni Borges recitándolo con dormidos ojos de ciego. La nuestra es una nave que da botes en un cañadón cada vez más estrecho, donde, al igual que en la marina de casa, ninguno sabe nadar y menos dirigir.

Ebrios los mandamases, y ebria la oposición, dando tumbos que a ojos vista del mundo serían inverosímiles. Cuando relato lo que sucede aquí, nadie me cree. Como esta aventura de la coca y la justicia. Sugieren que lo narre en un  drama neandertal, porque tal vez así la comprensión vendría más fácil. ¿O todo es un montaje naïf, para pintar cuadros? Pero el panorama alrededor dista mucho de tener el bucolismo salvaje y exagerado de las selvas del aduanero Rousseau. No podemos jugar con el asunto, porque día a día nos desgajamos peor, alejándonos de los límites básicos de lo que podría llamarse país.

Seamos justos, esto no lo inventaron los plurinacionales; Bolivia fue siempre igual. La diferencia está en la magnitud, lo amplificado y demencial que despertaron ellos, abusiva y tontamente, calculando -mal- que no escaparía a su control. En Bolivia ya ni se necesitan dos, basta un tipo que con machete derribe un árbol y cierre una calle en protesta por su dolor de cabeza. Comienza. Al rato se reunirán tres, y luego una multitud, donde el inicio se olvide y cada uno proteste porque le da gana. Bloquean las fuerzas del orden en una esquina mientras desbloquean en la otra. Los oficiales corren de un extremo al otro, de la huelga de hambre a la represión. O será que el fatídico magistrado, el vidente, ya lo leyó en coca y manipula los acontecimientos en este nuevo milenio que los tiene de elegidos e inmortales.

Algún diputado por ahí rebuzna que porque ellos marcharon, ahora todos quieren marchar. Cada minucia es privativa suya, pero azuzan a los demás a alzarse, no importa contra qué, porque es su manera de gobernar, de nutrirse mientras todos están distraídos. Hasta que se les vuelca la tortilla y entonces sacan a relucir el garrote. La revolución, dicen, termina cuando el pueblo se da cuenta. Sugieren las páginas sagradas de coca que si se da el caso hay que recurrir a cualquier medio para acallar a los distantes. La democracia les pesa demasiado; lo que quisieran es vestirse de prendas chinas que imiten la anciana y pronta a perderse tradición textil, y declararse hijos del sol eterno, eternos ellos. Falacias; reman en aguas turbias, o en arenas inmóviles. O, con mayor claridad, paja, masturbación, onanismo concentrado y febril que en el fondo sabe que las manecillas del reloj no se detienen y la hora siempre llega, hasta para Jesús Cristo, a la diestra del Señor.

Mientras tanto, mientras dure, el adagio nuevo que es tan antiguo como las dictaduras y reyezuelos de siempre: todo para mí, mío, nada tuyo, a no ser que eches loas o tires los calzones. Derecho de pernada, feudalismo, esclavitud, fascismo, nazismo, paramilitares, encapuchados, linchamientos… ya lo hemos visto. ¿Y el mundo? No le interesa. Lo que no nos damos cuenta es que hoy más que nunca no importamos, somos un pueblo de salvajes, desnutridos, criminales y corruptos obsesos para los observadores de afuera. O, peor, doradas las opiniones con palabras políticamente correctas para no ser criticados en su propia tierra, apuntan a nosotros como a un pueblo discapacitado, una piara, un rebaño. Nada raro que en las oscuras sesiones de los dueños del mundo se esté decretando que no podemos ya existir, que tienen que entregarnos, particionados, al arbitrio de seres humanos alrededor. El veto de Simón Bolívar parece aproximarse como una recidiva: pueblo incapaz de gobernarse. A quién le importa, no a los plurinacionales que aprovechan su corto verano, no a los de antes que expoliaron la tierra y a nosotros del mismo modo. En Bolivia se habla de patria, se cantan himnos con unción, pero lo que en Bolivia no hay son patriotas. Ebrios están los pasajeros; ebrio el transporte.
17/06/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 19/06/2012 
Publicado en Semanario Uno 467 (Santa Cruz de la Sierra), 07/2012

Monday, June 18, 2012

Zidane/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Las páginas de la prensa se cubren de notas sobre la final de la Copa Mundial 2006. Entre las imágenes la de Zinédine Zidane, capitán de la escuadra francesa, tumbando de un cabezazo a un alto defensa italiano. Se extienden los periodistas sobre la mayúscula estupidez que (en términos posibles únicamente) quitó el título a Francia.


Conducta antideportiva sin duda, pero de seguro jamás sabremos qué lo motivó a reaccionar así, sobre todo hoy, en un mundo donde se ha estigmatizado lo musulmán, donde el bufón de la Casa Blanca, entre incoherencias y sonrisas, ha declarado la nueva cruzada. La relación con Zidane sería que quizá el insulto viniese por allí, por la condición religiosa, por la herencia étnica -siendo Zidane argelino- o por la conjunción de ambas. ¿Qué cabe allí, una escultura en oro macizo que en realidad nada significa, o justificar el orgullo, culaquiera que fuese? Además, según mi criterio, la copa mundial de fútbol en medio de otros deportes es un espacio de manipulación política, de corrupción y racismo. Es elogiable que por primera vez se hubiera hablado en público del asunto, pero hablar no implica cumplir y menos pensar. Mientras el capitán de Brasil, Cafú, leía su declaración igualitaria, la cámara captó a otro jugador, Roberto Carlos, quien a raíz de una derrota de Brasil ante Paraguay quiso vejar al arquero guaraní Chilavert mentándole su indianidad. Chilavert no lo dejó pasar y le arrojó el esputo de su desprecio.


Lo de Zidane imagino que es igual; si lo fuese, bien puesta estuvo esa cabeza en el pecho del adversario; mejor que en un gol. Y si ello costó la copa, bien sea, que el triunfo lo festejan más y a otros niveles los que detentan la riqueza y el poder, aquellos a los que Maradona combatía. El fútbol es más que un juego bonito, es un negocio donde los gladiadores son pagados con exceso en orden de preservar los frutos de esta combinación económica sin precedentes.


El fascismo francés no reconoce como suya a esta selección francesa. Creen que hay demasiado africano, y cómo les ha de pesar que el mejor de todos resulte un árabe, a ellos que supuestamente poseen las virtudes todas de la raza.


Zinédine Zidane, rebelándose contra su imagen creada, rechazando las loas finales a su retiro y las medallas, desmoronando el escenario tan ardua y conscientemente preparado, ha vuelto a ser el que fue: un muchacho árabe en un ambiente hostil, otro del montón discriminado. Solo toma un imbécil, el defensor italiano en este caso, para recordarlo.

10/07/06

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 07/2006


Foto: Zidane

Sunday, June 17, 2012

Del buen fútbol y vainas de solitario




Claudio Ferrufino-Coqueugniot


Casualidad, pero hoy, en el zapping que depara siempre sorpresas, pasaban la historia del Independiente campeón de la Libertadores, 1984. Noté los ridículos shorts, muy cortos, demasiado pegados, no dudo que ajustándoles los huevos tanto a los jugadores que las viejas cochabambinas les dirían, sentenciosas, que no habrían de hacer parir.

Bochini. De él, un gol magistral en los partidos previos contra Estudiantes de La Plata. Recordé que obtuve a la entrada del estadio Capriles, de Cochabamba, una firma suya sobre un artículo en El Gráfico. Me pregunto qué habrá sido de ella, tanto gitanismo y malabares para vivir más o menos en paz. Pero eso fue antes del 84, antes del mundial argentino incluso. Todavía estaba Pavoni, sobrio y carismático atrás, el uruguayo.

Llegan las tres B, me avisó mi padre, alcanzándome los pesos para comprarme una entrada. Asegúrate, dijo, que sea en Preferencia. Sol, como le decían al otro lado, servía para la plebe alcoholizada, donde la chicha corría en arroyo por las escalinatas; sobre la calle, entre polvo y palmeras, se desataban escenas dantescas de tipos con la linga al aire echándose sonoras meadas en medio de vendedoras con suculentos sándwiches de chola. Domingo en la tarde, cayendo el crepúsculo, aquella cuadra de la Avenida Libertador se hacía impasable, y húmeda. Muy cerca, en los frontones de pelota vasca, los q’ajcheros seguían la rutina nacional, esta vez con cerveza Taquiña, y festejaban la vida, no el deporte, o qué elementos oscuros de su psiquis, vaya uno a saber. El canchero, don Q’aspa, y los q’aspitas, sus hijos, hilaban parsimoniosos las bolas que vendían para el juego. Hilo y goma, ligas de hule, una tras otra, dando forma redonda casi perfecta. Luego las cubrían con cuero de colores, unas más grandes, para la q’ajcha, otras menores para la recién introducida raqueta de madera, duras como piedras. Rompían las manos, les sacaban “clavos”, lesión típica del juego que requería cirujano.

Las tres B eran Bertoni, Bochini y Balbuena. Menotti probaba a los dos primeros para lo que sería la selección campeona del mundo el 78. Quedó Bertoni, el que más me gustaba. Al Bocha, lo decían por su apellido y su inteligencia, lo descartó por gente más aguerrida como Valencia, o el barbón Villa, sin hablar del mejor 10 de todos los tiempos que fue Beto Alonso. Seguí esa controversia en las revistas especializadas. La televisión todavía representaba lo último de la tecnología, y la fatalidad boliviana solo permitía ver lo que se podía piratear. Las imágenes del fútbol de entonces me venían de la literatura, la deportiva y la “seria”. Con holgura podía cuestionar la necesidad de Piazza, entonces en el Paris Saint Germain o el Olimpique de Marsella (no estoy seguro), a quien reclamaban en reemplazo de Gallego o Passarella, sin nunca haberlo visto jugar.

Hoy la cosa cambió. Hay tanto que prefiero no encender el televisor. O son los monstruos de río, del magnífico programa de ese nombre, o porque el canal del Tecnológico de México pone un recordatorio de Monsiváis, mientras el de CONACULTA tiene a Silvia Lemus entrevistando a alguna joven autora. Ni hablar de las peleas de la UFC, que me mantienen pegado a sus rounds hasta que alguien se desmaya, le rompen el brazo o muere. El circo romano en casa, mientras devoro una hamburguesa cuyo costo humano y medioambiental aterra. Y el fútbol, creciendo hasta el infinito como fenómeno de masas, sin descanso: campeonato español, Libertadores, eliminatorias, la Copa de Campeones, y esta semana y la otra el torneo europeo de selecciones.

Ya vi a Rusia, Grecia, los checos, Ucrania versus Suecia, Dinamarca derrota a Holanda. No pude por asuntos de trabajo presenciar Francia-Inglaterra, pero no estaba Rooney, o sea que dio igual. ¿Qué diferencia, me pregunto, con los partidos imaginados de la infancia y juventud, de las jugadas maestras, taquitos y goles olímpicos, de la galera y el bastón de Branko Oblac? Hoy ni siquiera cabe la duda de un offside o un penalty. Ya va la computadora y te desmenuza todo, en fracción de segundos. También me gusta, da lugar a otro espacio de imaginación, da constancia viva del batallar sudoroso de los polacos contra los rusos, en un encuentro que representa guerras, pueblo contra pueblo, odio contra odio, Iván el Terrible, el falso Dimitri, Ucrania 1648, las divisiones, los Potocki, Kattyn, más anciano aún en tiempos del Gran Casimiro, o los Jagellones, cuando Rusia no era madrecita ni nada, sino un despojo mongol. Pobre Eisenstein, que lo dijo, a su modo, para evitar la ira de Josif, el malhechor.

Los miro en la mañana, luego de descabezar un sueño por lo general interrumpido. Entre los cronistas deportivos que traen muchos canales aparecen Mario Kempes, algo separado de su propia leyenda, Quique Wolf, el lateral argentino. Invitados, famosos, o exfamosos ya que la dinámica perniciosa del presente no aguanta iconos. Las estadísticas, que antes se hacían a mano, tan precisas que abruman. Eligen a Pavlichenko, por ejemplo, del fútbol inglés y la selección rusa, y rescatan hasta la aguja del pajar de su existencia.

Que quién saldrá campeón me pregunto. Y me respondo que está por verse. Hay varios candidatos. En ese instante se entremezclan literatura y balón, y mis gustos en patadas los deciden los otros de lecturas. Rusia por Solzhenitsin; Polonia por Kapuscinski; Francia por Lautréamont e Inglaterra por Auden. Gogol, claro, así quisiera Ucrania campeón. Pero también Dinamarca donde nació Karen Blixen, llamada Isak Dinesen.

De a ratos la cámara sale de los estadios y atisba la belleza anciana de las cúpulas de Kiev, la humedad industriosa de Breslavia. Se juega en Polonia-Ucrania. Una polaca de Silesia, en el trabajo, me comenta que sus compatriotas siempre desean ganarle a Rusia y terminan llorando por las callejas, anclados en botellas de vodka, que unos reclaman como bebida propia, y los otros también.
12/06/12

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Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 16/05/2012

Foto: Hinchas checos en la Eurocopa 2012

Saturday, June 16, 2012

El tesoro de las guerras

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Homero Carvalho ha retomado el camino de la literatura-historia, donde -a semejanza de las extraordinarias series de la Guerra de Secesión norteamericana, de Ken Burns- se ataca el proceso histórico desde la perspectiva de sus inmediatos convivientes, en cartas, notas, documentos personales.

Ya lo hizo en cierta manera en La ciudad de los inmortales. Prosigue en esta novela en medio de situaciones pendulares entre el pasado y el presente, refrescando la memoria y deduciendo las posibilidades de una controversial Bolivia.

El tesoro de las guerras es el tesoro de las palabras olvidadas. Y la Historia en sí, cuando no parte de la base fundamental que es la crónica de sus actores primarios, suele ser pintoresca mentira. Belzu contra Velasco en Yamparáez; la batalla del Alto de la Alianza en la meseta de Inti Orko; los violentos habitantes de Pacajes (que crean a su vez los más exquisitos textiles del país), sirven de pretexto para una introspección de la historia, novelar una nación que parece no ser nación, con características que se renuevan y recrean a cada instante. Evo Morales que queriendo seguir los pasos del Willca terminará como él. Un señorito, García Linera, sin corbata pero de traje (lo mismo que nada), viñetas de una Bolivia que no quiere aprender, resumida en el trágico destino de Eusebio Guilarte, que desde una tierra que ya no es, Cobija en la costa pacífica, proclama el destino de un país nuevo y muere a manos de sus adláteres en un sino endemoniado.

Una novela en la que no se desdeña la esperanza y que, sin embargo, tiñe sus páginas de melancólica tristeza. Bolivia que se desgaja, lo continúa haciendo, y cuyo tesoro, ya que los otros se han perdido, habita en su recuerdo de sus incontables, incansables también, guerras internas.

aurora, colorado, septiembre del 2007

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Foto: Homero Carvalho Oliva

Friday, June 15, 2012

El sueño del olvido, de Mario Lara López

En Mario Lara López el verbo es rigor. Como en la gran poesía española, en él la palabra se hace seria y busca, en sus instancias más perfectas, ejemplificar que verbo es trabajo, y que lo bello, pulido y esmerilado como si fuese metal, adquiere brillo.

En un tiempo en que la poesía de verso libre ha encontrado tantos grandes cultores como versificadores fáciles, una obra como El sueño del olvido viene a ser algo extraño, la perseverancia del poeta de intentar el verso en su faceta más difícil, la del ritmo. Rimar es una cosa y ritmar otra. Mario Lara López ha hallado una concatenación rítmica similar a aquella de Guillaume Apollinaire. Cuando leemos a éste traducido al español es hermoso; pero en francés es mejor; allí el ritmo puede ser traducido en números, y número es matemática, trabajo, aunque también es cábala...

El poeta ha dividido el libro en ocho secciones. Ocho es el número que sigue al siete, que va más allá de los rumores del azar. En actitud quizá inconsciente, Lara López ha eludido el fatídico número. Su golpe de dados ha de permanecer incólume ante los avatares de la suerte. Al superar el siete, la obra ha optado, con vida propia, por la sobriedad.

En el primer fragmento, el autor habla de olvido. Aun en el imperio de la nada hay movimiento. Y la desmemoria es en realidad memoria, recuerdo. En el olvido, yermo y frío, se acunan la nostalgia y la muerte. Pero se presiente una resurrección. Del olvido nace la búsqueda y en ese trashumar aparece, como en todo sueño lúcido, la imagen de la mujer que caminará, libre y desconocida, por todas las páginas y espacios de este libro.

Ya que hablamos en números: en Dos, segunda parte, el poeta se adentra en el sueño, el territorio recobrado del gris. Se repite, en la perennidad de su memoria, toda la imagen y trascendencia de lo bello que ha visto, amado, besado, tocado. Ella, la mujer sin rostro, es el tiempo todo, la naturaleza toda. Su boca azucena, y su piel brisa, verano, trigal, agua. El sueño persiste, se desmesura frente al olvido, se hace lucidez primaria. Aunque después del sueño nos habite la tristeza, aquél es una lanza enhiesta que desgarra la bruma que ahonda en el amor perdido, recobrado y vuelto a perder.

¿Es el poeta un sueño ajeno, la imaginación de alguien más? ¿Dios soñando? De la amada se va al sueño; en el sueño ella está. Dialéctica que magnifica al sujeto y al objeto, pensador y pensado, sin ubicación precisa. Y sin embargo, en algún instante, el poeta ase al sueño y lo obliga a poseer, en nombre suyo, el territorio amado que bien puede ser cuerpo, o tierra, o flor...

En Tres, olvidar es soñar al revés. Hermosa imagen que bien podría venir de las insólitas obsesiones de Lewis Carroll. Un olvido se olvida a sí mismo, por tanto no existe ¿o es doble olvido? ¿sueño entonces? Dice el poeta que el olvido viene a ser un sueño malo, sueño que se pierde de a poco hasta convertirse en nada, en no sueño.

Y en el infecundo espacio donde no se existe, aparece un intersticio de luz, un rechazo de lo absurdo. Se ha enterrado lo malo en el olvido, se ha desaparecido aquello, y ahora la luminosidad, por minúscula que sea, tiene rostro de esperanza. En el verso XLV, Omar Khayamm parece llamar a los amigos y hacer de sus voces la barrera que destruye la muerte.

El cuarto fragmento pregunta al poeta si sueño y olvido no son hermanos, y si amor no es otro nombre para muerte. Hay palabras de amor sueño, de amor brujo...

En Cinco el amor eterno, luminoso, cercano e intangible de ella semeja una espera de infinito.

Seis representa el espacio interior del sueño. En una recurrencia a Lewis Carroll, otra vez, adentro hay dos lados del cristal, cuando el poeta abre los ojos y está ella, y la misma que se pasea ufana por las pupilas ya cerradas.

Sueñom olvido y vigilia son las palabras del Siete. La extensión del hombre se resume en él mismo. Un ámbito único, visto desde tres ángulos. Tres perspectivas: una esconde a la otra, y dos la descubren. Un juego de cristales movido por una mano, expuestos a veces a luz y otras a sombra. Prisma que en su triangularidad ha ocultado los colores, desde el púrpura tenebroso hasta el diáfano amarillo.

Ocho tendría que ser el epílogo, pero cuando el poeta asume que el sueño representa la semilla, y asume igualmente que al enterrar algo en el olvido lo que hace realmente es plantar. Ocho viene a ser Uno y viceversa y el poema alcanza la perfección del círculo.

Noviembre del 96

Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), 01/12/1996

Imagen: Fragmento de un retrato del poeta

Thursday, June 14, 2012

Cuestión de negros/BAZAAR

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

El folklore de las grandes ciudades norteamericanas presenta un aspecto muy singular, las casas de venta de "crack", o cocaína base adulterada. Sin ser privativo de ellos, dichas propiedades son en buen número regentadas por negros y para negros, sin ánimo peyorativo. Son como fueron las "casas de seguridad" para la guerrilla marxista latinoamericana, y, aunque sea en ínfimo grado, representan el desprecio y la rebelión del hombre joven de color en contra de un medio que siempre le ha sido adverso. Fuera de romantizar el vicio, destructor a la larga de la fortaleza espiritual y física de la gente afroamericana, el asunto va mucho más allá que la simple estigmatización de una raza y sus supuestos o reales vicios.


Las características de la esclavitud en los Estados Unidos tomaron formas horrorosas: un Auschwitz extendido y perpetuado, bendecido y avalado por gobiernos. Un ejemplo: las estadísticas afirman que no hubo mujer negra esclava que arribó al continente que no fuera violada y abusada por el hombre blanco. ¿Qué cultura puede desarrollarse sana y limpiamente si su base inicial es el oprobio?


Por eso, y a pesar de que se sepa el daño que causan las "casas" de las urbes norteamericanas, sería injusto criticar con ignorancia, porque aún hoy el negro no ha llegado a ser un ciudadano como otros; todavía la gente no quiere trabajar con compañeros de color. El negro, "nigro", "nigger", sigue siendo algo no deseado, el tono gris de una sociedad cada vez más avanzada tecnológicamente y que, sin embargo, va buscando los caminos del retroceso en el pensamiento. El racismo creciente de muchas corrientes políticas norteamericanas no inspira confianza en lo que podría ser el futuro del país.


Una puerta se abre de noche; un hombre negro apenas asoma el rostro; otros hombres negros entran y entre negros fuman droga. Y todo es oscuro, nada blanco, es una cuestión de negros.


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Publicado en Opinión (Cochabamba), 26/05/1996

Wednesday, June 13, 2012

Censores/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Un grupo de jóvenes escritores bolivianos me pidió un cuento para un libro-revista que estaban preparando. “No soy cuentista”, aduje, para no adentrarme en materia desconocida. Insistieron, y terminé prometiéndolo en dos días. Cumplí. Páginas con un lindo tema pero con absoluta falta de oficio. Asunto olvidable, a no dudar, si los censores no me hubiesen recordado que por encima de la calidad siempre habita la estupidez.

Hubo un intervalo de silencio, una semana, que me extrañó; parecía que aquello estaba casi listo y solo faltaba rellenar un espacio con un nombre, el mío, porque con el cuento no se llenaría nada. Me sentí embustero. No me gusta escribir con premura y menos por encargo. De esas cosas, a no ser que exista cierta maestría, no sale nada. Luego recibí unas líneas en un chat, que es la forma moderna de sentarse a hablar con alguien, sin la molestia de presencias, mal aliento, calores, olores, smog, ruido de automóviles, críos llorando y perros cagando, que decían que el cuento no sería publicado, pero no por lo pésimo de su entramado sino porque a una autoridad se le ocurrió, todavía hoy, pensar que lo que escribo, así se trate de la historia de un vapuleado boxeador judío en Pavlodar, en tiempos de la URSS, es subversivo, racista y de mal gusto para los cánones plurifaciales de la bienamada revolución.

Le dije que no se preocupara, que su empute debiera convertirse en crítica organizada, que tomara las cosas como de quien venían. El caso es que semejante tontería hizo que me encariñara de mi cuento; terminé viéndolo como un infante huérfano y me prometí esfuerzos para mejorarlo hasta el día en que sí valga la pena mostrarlo. Por otro lado me informé; el fisgoneo puede dar réditos: que lo digan los gobiernos. Supe que la persona que ejerciera censura sobre mi texto no era otra que una muchacha de más de cincuenta, que de joven revoloteaba como mariposa alrededor de las cálidas deposiciones ideológicas de los brillantes de entonces. El proceso, a secas, ya que el de cambio ni existe, le otorgó dividendos burocráticos como hace con muchos. Y no olvidemos que el poder, sea el de amontonar papelitos u otras minucias, corrompe.

Ni sé si los jóvenes preguntaron el por qué. Por lo general cuando un estado se construye con ficciones sus perros falderos ladran sin motivo. Hay que hacerse escuchar; el cómo no importa. Y soltó la bienhechora de los pobres las palabras condenatorias, según un viceministro peleado con las letras, iletrado quiero decir, en contra de un escritor “racista” a quien conoce (ella) no solo en la superficie sino en paños menores, al que escribía poemas de acentuado lirismo en momentos en que la carne de los humanos se alista para el asador, recordando a Martín Fierro.

¿Si me duele? El yermo interminable agita mi corazón con malos vientos. Uno no es patriota, ni nacionalista, ni carga banderas, ni le interesa que Bolivia le gane a Paraguay en fútbol. Pero cuando se ve la tierra donde se ha crecido, asolada por saqueo inenarrable, claro que siento algo mayor a la pena. No cargo guantes como el personaje de mi cuento, ni tengo sparrings ni cuadrilátero o bolsa a donde golpear. Menos un cargo, mal pagado y bien robado, en gobierno alguno que avergüence a mis hijas de su padre.

Los necios imaginan que romperle el lápiz basta para que un escritor se calle. Será visión de analfabetos, no lo sé.
11/06/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 13/06/2012

Imagen: Aleksei Radakov, 1920

Tuesday, June 12, 2012

Tenleytown/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Es el jardín que describí alguna vez; el perro, mi cuarto, paz.

Calle Brandywine, cerca de la Universidad Americana, hermosa de árboles y ardillas. La música y los ojos de Kafka. Tiempo de Raymond Radiguet. Allá me telefoneó una Tracy que nunca conocí, ida en segundos. Alto Washington, hacia Maryland. Estación Tenleytown. Metro. Línea Roja. Si esta noche, sentado en Cochabamba, es como volver, entre las hojas de color, a abrir las puertas, entrar al dormitorio de famosos cuadros y leer hasta que el aire duerma. Recuerdo mis ojos por las ventanas y la espalda del vecino enfrente, sin saber que lo miro y que diré de él esta noche de frío, en mi ciudad.

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 29/08/1991
Publicado en Presencia Literaria (Presencia/La Paz), 01/09/1991

Foto: Calle de Tenleytown


Carta de Pablo Cingolani

PABLO CINGOLANI
12/06/2012

Ojo de Agua… efectivamente allí, luego de las Salinas Grandes entre Córdoba y Santiago, empieza lo que Kusch llamó la “Argentina Andina”, un término que no cuajó –dado el insensato europeísmo y extranjerismo en suma, recurrente y reciclable de las élites del puerto y la pampa-, pero que, por ejemplo, usaba el mayor arqueólogo argentino, el recientemente fallecido Alberto Rex González… esa Argentina Andina, ya lo dijimos, clama por una reivindicación, y sí, como también dijimos, es un solo espacio con la Bolivia del Sur

Voy, leyendo este artículo tan intenso, entendiendo el fondo de tus pensamientos políticos y tu pavor y hastío frente a los impostores del presente… pero esta impostura, Claudio, recorre todos los ámbitos del quehacer local y también el argentino, y en realidad es una marca de la desgraciada Latinoamérica: nos cagamos en el pasado, nos cagamos en nuestros héroes, no honramos a los muertos, despreciamos la historia, somos eternamente niños, repitiendo el versito que nos enseñan en el colegio, y ahora, ni siquiera eso, ya que el vértigo que trae aparejada la TV y los medios, borran cualquier lazo con aquello, con nuestro pasado, con las esencias, con las ausencias que deberían estar siempre presentes…

Esto es historia o mito, o las dos cosas juntas: dicen que Atahualpa se enojó con Perón por lo que fue el trato a los coyas luego de lo que se llamó “el malón de la paz”, el año 46. Y se fue a vivir a Europa, donde triunfó… El 55, Perón fue derrocado y terminó exiliado en España. Una noche, en los 60s, Perón fue a ver un concierto de Atahualpa en el teatro Olimpia de París y tras la ovación de cierre, fue a los camerinos y pidió saludarlo al viejo Ata. Dice la historia o el mito, o las dos cosas juntas, que los dos viejos se abrazaron y lloraron uno en brazos del otro, y se preguntaron por qué ambos estaban tan lejos de lo que más querían…

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A raíz de un viejo texto mío, Reminiscencias, del 2009

Foto: Coyas en Cafayate 


Saturday, June 9, 2012

Falsuri/BAZAAR

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Cochabamba todavía tiene hermosos lugares. Es cosa de entrar por pequeños caminos no muy transitados y héla ahí, casi igual a como era en la infancia. Pero hoy me decepcionó ver la plaza de El Paso destruida... para ser reformada. El bucolismo de sus bancos cubiertos de arbustos, y el viejo quiosco central, incomparable, ya no existen. En la manía estúpida de los alcaldes por "modernizar" se acaba con el espíritu singular de cada pueblo. Hacer arabescos de concreto de mal gusto no hará mejorar a ninguno. Les quita su alma. Lástima que las dirigencias sean siempre suma de banalidad e ignorancia.

Una curva, una subida breve y aparece la iglesia de Illataco, encantada. Medio kilómetro arriba está, a cielo y campo abiertos, el cementerio de Falsuri, lugar de la batalla. Un gran busto del guerrillero José Miguel Lanza hace de anfitrión. Y aunque las tumbas, siguiendo las fechas, son contemporáneas, Falsuri es de gusto arcaico. La muerte ronda todavía, muerte de sol, de amarilla chicha esparcida.

Hacia el cerro, no lejos, se ve la quebrada de Anocaraire y sus ocultos caminos de republiqueta rumbo al cielo. Falsuri sobrecoge más que Suipacha, pero ambos son espectrales. Los jinetes de Suipacha mojan sus caballos fantasmas mientras los infantes de Falsuri mueren espinados. La aridez es virtual para mantener la historia. En el desierto, cuerpo y memoria son incorruptibles. Eso queda en el campo; entre las rocas descansan balas hartadas.

Entierran a un niño en Falsuri, en sábado. Un reducido grupo lo despide. Y Miguel Lanza le hace lugar entre sus profundos soldados. Luego del fragor de la guerra, de cascos animales y eructo de cañón, hay silencio. Cierra los ojos, lector, y no oirás ni los pasos del escarabajo. El ruido se ha puesto bajo tierra donde siguen combatiendo los ciegos.

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 08/1996

Imagen: Busto de José Miguel Lanza

Friday, June 8, 2012

De jerarquías y abusos/MONÓCULO


Ni voy a hablar del tema marítimo. Otra vez el gobierno ha fracasado en reavivar la llama de novedad y esperanza que alguna vez lució ante el mundo. Valga decir que los extranjeros se ven fácilmente impactados por los quehaceres de quienes siempre ocuparon emblema y posición de salvajes: nosotros. Tan pesada viene la carga del pasado colonial que en tiempos contemporáneos los viejos amos optaron por no solo escuchar a los nunca oídos, sino idolatrarlos de una forma insana y cómplice, otro tipo de paternalismo.

Hoy se ataca a las oenegés, desde el poder, cuando la mayoría de sus miembros proviene de ellas, ha sido creada, educada por ellas, en el intento de estos organismos “voluntarios” de fundar países a imagen y semejanza de sus ambiciones intelectuales, insatisfechos deseos y aliviando tremendas culpas. Así diseñaron Bolivia, con elites bien pagas y verborrea revolucionaria. La nueva aristocracia se llamó, y fuera de que alguna surtiese al país con logros palpables, la mayoría se dedicó a entrenar a los que tendrían que ser los rectores del futuro. La deducción es lógica: solos no podíamos, tenían que enseñarnos. Ya ven el resultado.

Tiquipaya II amenazaba ser la apoteosis del masismo. A pesar de que los factores de deterioro brillan de claros, cabía la duda de que los nativos, nosotros, daríamos tal show que los visitantes saldrían bailando disfrazados de chunchos como los diplomáticos europeos en el Gran Poder. El encanto de lo oculto; la magia de los pueblos antiguos; la pureza de las naciones aborígenes. El énfasis estaba en ello, dar al cansado Occidente un hálito nuevo, una esperanza. No hubo –ni hay- tal. A despecho de los colores y las vestimentas se ve que la avidez del despilfarro y la fiebre de la angurria han desde ha mucho alejado la ficción. Como cualquiera, igual a cualquier otra, la Bolivia gobernante ya no puede engañar a nadie, ni siquiera a sus correligionarios –hablo del montón que no goza de favores- que siguen marchando arreados por multas y castigos, manifestando por obligación.

Hay más. Se suponía que siendo el anfitrión, poniendo la mascarada, el presidente nuestro ocupase el sitial protagonista. En los noticieros extranjeros no se nombraba a Evo Morales para nada, o como elemento adjunto a lo sumo. Rafael Correa, de Ecuador, arrasó con el rating. Se lo vio, escuchó, leyó, planteando el formato que tendría que seguir la reunión. ¿Cuestión de jerarquías? Es posible. Pero la pirámide del ALBA no tiene por qué ser acatada y menos seguida por el conjunto de la población. Se acepta que con el inesperado retiro de su creador, Hugo Chávez, la sociedad necesita nueva testa. Se hace evidente que el nombramiento recayó sobre el insufrible individuo que lidera aquel pequeño país. Nombrado a dedo por el cantor de boleros o avasallando como el chico malo que aparenta ser por sus dotes de bravucón, no lo sabemos y poco importa, lo cierto es que fue la figura y que su voz determinaba los patrones del resto, incluido Morales y Bolivia. Gran menoscabo, diría.


Pero Correa se excedió. Vilipendió a los indígenas bolivianos. Los llamó “lobos con piel de corderos”, y etcétera. Quisiera contemplar su reacción y la del Ecuador, si Morales va y lanza exabruptos en contra de los ecuatorianos. Discretamente, o a patadas, lo obligarían a salir. Pero nosotros agachamos la cabeza, siempre firmes en eso, y lo llenamos de elogios y palmaditas fraternas. ¿Dónde queda el discurso, presidente? Porque no importa que hablara de los marchistas del TIPNIS, sus insultos caen sobre toda la nación india, sobre todos nosotros. Y la vergüenza que compartimos debiese ser sobre todo suya. ¿O es Rafael Correa el nuevo mandatario de Bolivia y no lo sabemos? Quizá se instauró una tómbola “bolivariana” a espaldas nuestras y nos cambiaron de dueño.

Pésimo precedente. Falta de orgullo que no salvan sahumerios ni yatiris.
6/6/12

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 08/06/2012

Imagen: Bufón de corte

Thursday, June 7, 2012

Breve opinión sobre Carlos Fuentes


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Uno de los libros que me impactó en la juventud fue La región más transparente. Creo que es un punto de giro en la literatura latinoamericana. Luego vinieron otros, y un par de fructíferas décadas que catalogaron a Carlos Fuentes entre los grandes. Luego ese hálito revolucionario se fue perdiendo. No existe senilidad en las letras, pero Fuentes dejó de gustarme. Quizá perdió contacto con la realidad y fantaseó. No es el único. Es, sin embargo, una ausencia notable. 

Muchos bebimos de su prosa y sus libros quedan como vestigio vivo de la gran literatura americana. Un erudito, además, y perseverante cinéfilo. Concibió Gringo viejo como un filme, aunque la película que se hizo lo desmereció.
Aurora, 2012
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Publicado en El Deber, 05/2012

Foto: Carlos Fuentes


Wednesday, June 6, 2012

Mujeres que cantan/BAZAAR

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Siempre las hubo. Joan Baez, Miriam Makeba, María Bethania, Violeta Parra... Pero, quizá a partir del gran éxito de los coros de mujeres búlgaras, a fines de los años ochenta, las vocalistas femeninas han crecido, tanto en música contemporánea, alternativa, como en étnica, que es la que me interesa mayormente.

A pesar de las diferencias culturales que pueden existir entre cantantes escocesas y brasileras, o una y sin fin comparaciones, parece que hay un espíritu conjunto, general, que aproxima sus músicas; algo como la certeza de compartir un espacio único e indivisible. Me animaría a decir que si es que va a haber cambios importantes en el nuevo milenio, serán las mujeres las que tengan el papel preponderante.
El tiempo masculino se está acabando, felizmente.

Es hora de escuchar lo que ellas tienen que decir, y mejor hacerlo con música. Angelique Kidjo me dice más de Benin que cualquier fugaz reyezuelo armado. Mozambique se recicla en las voces de sus mujeres. No hay que olvidar que cuando la Triple Alianza destrozó al Paraguay, fueron ellas las que reconstruyeron el país; no habían quedado hombres. Y siempre me suenan las palabras de Belgrano sobre las mujeres de Cochabamba...

Ha aparecido un hito, colectivo, y son las mujeres cantando. Presten atención y verán que estoy en lo cierto. Tori Amos y otras hablan ahora de sexo oral y más como si fuesen hombres. Ya nada es privativo del macho; nunca debió serlo.

Unos nombres: Sophia Arvaniti, Grecia; Amina, Túnez; Riské, Haití; Jacqueline Farreyrol, de las Reunión, y tantas...

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 1996

Foto: Coro de mujeres búlgaras


Tuesday, June 5, 2012

Muertos de cansancio/MIRANDO DE ABAJO



Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Lo dije hace mucho: den el Nobel de todo a su majestad Evo Morales, incluso el de Química a ver si ya nos deja en paz y nos libra de escuchar las eternas peroratas sobre el proceso de cambio, la revolución, el imperialismo, etc. Que fueran opiniones sustanciosas, apuntaladas por un férreo conocimiento de los temas, tal vez valdrían la pena. Pero este cúmulo de generalidades, lugares comunes, bocetos, esbozos, ya pasó de moda. Simples, sí; básicos, también, pero no desinteresados. Detrás de los balbuceos del líder se esconden intereses muy fuertes, y no de los pobres.

Le hicieron creer que era el Dalai Lama, y se estancó ahí, tratando de ver –en vano- en las estrellas o en los fetiches aymaras su imagen de semidiós redivivo. El gobierno de los míseros, supuesto reflejo de lo que ocurría en el país, ha sufrido transformaciones tan grandes que ha dado una vuelta completa y nos ha puesto ante lo mismo, nada que lo diferenciara del neoliberalismo, de la dictadura, de lo que en teoría se atacaba. Sucede que pasa como con la edad. Cuando comienza el bienestar, el cuerpo y la mente se aburguesan, y resulta que había sido de lo más cómodo, lo más placentero, convertirse en dueño, más si la posesión es el poder. Y Morales no tuvo estructura para hacer valer el voto popular y en verdad proponer algo nuevo, bueno y valedero. La omnipotencia lo abrumó, le hizo perder seso, o le impidió fundarlo. Se concedió a un niño, “travieso” para colmo, las riendas de un mandato que le quedó grande, excesivo. Terminamos así con un gobierno de dirigentes, lo de corrupto ya viene impreso, de prebendalismo y hurto dirigencial. Las bases sirven para votar, para levantar la mano en un pueblo demasiado acostumbrado a caminar en recua. Volver, siempre volver, al caudillo, a la orden, a la imposición, al cuchillo, al chicote, a la horca como alguien dito Colgarico anunció hace poco. Nos quedamos atrás, bien atrás, y seguimos, cangrejos andinos de corteza dura, sin sentir que los chicotazos que nos dispensan solo nos humillan, nos destruyen.

Se reúne la OEA, en la bendita Tiquipaya. El panorama boliviano es desolador. No hay trabajo, no hay producción ni agrícola ni industrial. Nos manejamos en las superestructuras, en el discurso -cualquiera- que se impone a un reino de sordos y mudos, donde el tartamudo y el tuerto imperan. Se le echan (al pueblo abstracto) migajas; en Tiquipaya se le tira la bazofia interminable sobre la reivindicación marítima, extendiendo la mano a los otros, mendigando, obviando que la respuesta para todo, incluso para la costa pacífica, está en un país productor, empresarial, defensor de y cuidadoso con sus recursos naturales, ávido de explotar a través de la educación sus recursos humanos. Eso no quieren los amos; nunca en la historia han deseado que sus sirvientes se ilustren, porque el poder del conocimiento y la palabra los descalifican. El masismo no se distingue de ellos. Gobierno de élites. No hay diferencia alguna entre un capitalista y explotador gringo y uno aymara. Es economía, no pellejo.

La CIDOB se entrevista con el dudoso Insulza, secretario de la OEA. Éste le promete reunión con la Comisión de Derechos Humanos. Listo, basta para que el amo se lance contra ella y despotrique que por qué no se investigan los derechos humanos en el norte. Sigue la lección del moribundo de Caracas, a quien no le conviene siquiera que se hable de DDHH. Estamos de cabeza. 

Por más que lo he intentado, no encontré asomo de anglosajonismo en los descalzos indígenas que marchan para proteger sus tierras, en contra del interés de los millonarios, de los capitales, de los narcos. El fantasma del fascismo se pasea por la América Latina, no el del comunismo. Y para comprobarlo escucho en el alejado televisor la voz de Rafael Correa, el ecuatoriano, mintiendo, mintiendo, y… sufriendo parece, porque habla como mater dolorosa, no como varón.
04/05/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 05/06/2012
Publicado en Semanario Uno 465 (Santa Cruz de la Sierra), 16/07/2012