Los últimos
acontecimientos en Paraguay, con la muerte de 17 personas, entre campesinos y
policías, nos revierten a la larga historia de explotación y lucha por la
tierra en América Latina. El periodista Damián Cabrera amplía el espectro a los
intereses multinacionales, Brasil y la soya en este caso. Anota en uno de los
párrafos de su texto sobre Curuguaty, que “En apariencia, para el
autodenominado ‘sector productivo del Paraguay’ el bosque retrasa el progreso.”
Palabras que podrían bien ser extraídas de su contexto para plagiarlas en el
contexto boliviano, donde un sector que no es productivo en el sentido de
industrias pero sí en el de dinero, intenta destruir el bosque mojeño, en aras
de intereses foráneos, Brasil de nuevo, y de otros oscuros y altamente
rentables aunque efímeros.
Efímera es
palabra representativa del conflicto por la tierra en Bolivia. El desmedido
cultivo de coca en el Chapare ha cansado el terreno. Ha creado un monstruo que
se devora a sí mismo mientras engulle al resto -la elite cocalera, ignorante y
soberbia-, que para no asfixiarse y reproducir sus malevolentes crías busca
nuevos territorios en lo más cercano y accesible: el Isiboro Sécure, únicamente
punto inicial de un gigantesco proyecto que acabará con el Madidi y lo que se
necesita conservar para al menos guardar una esperanza como país. Efímera ha
sido la ilusión chapareña, las ciudades de cristal de Shinaota y hoy Chimoré;
efímera sería la explotación del Tipnis, y así, escalón tras escalón, para en
el plazo de unas décadas quedar como la Isla de Pascua, viendo como los
camuflados gamonales huyen hacia la ostentación y el dispendio, dejando a los
que creyeron en ellos en la barbarie demencial que producen el hambre y el
desierto.
Por supuesto que
en Paraguay la llamada derecha aprovechará la ocasión de desbancar a la llamada
izquierda. Estos son sustantivos direccionales, porque de ideológicos ya no
tienen nada. Ni allí, y menos aquí, existen una y otra; lo que hay son bandas
de saqueadores, de dirigentes y “deregentes”, como los retrataba premonitorio
el novelista Hugo Ferrufino Murillo en un gran libro inédito, que medran,
lucran, malgastan, derrochan. La lucha, la guerra, se da entre quienes desean
vivir de su trabajo, entregar a sus hijos seguridad y futuro -hasta donde
alcance-, estudios, y un entorno en lo posible no contaminado; al otro lado
está la canalla, que puede ser banquera u originaria. La piel no hace al
hombre, lo hacen sus actos. Y ponerse o sacarse corbata cae en el ámbito de lo
absurdo. Ella, la canalla, no cejará en su intento de avasallar, a través de
corrupción financiera o por decreto, para poseerlo todo, pese a quien pese, caiga
quien caiga: gentes, regiones, países.
La IX Marcha está
por terminar, recién comienza en realidad. Lo que se juega en la zona del
Isiboro Sécure se extiende muy por encima de su circunscripción geográfica.
Esta batalla no se puede perder. Existió siempre; el expolio étnico y
territorial viene de inmensa data, con el gobierno Melgarejo y el actual como
los hitos máximos donde se quiere estrujar al indígena y su tierra hasta
dejarlos secos. El siglo XIX está lejos, y entonces poca podía ser la voz que
se opusiera. Ahora los panoramas se han ampliado, el mundo funge como ventanal
de exhibición, y aunque no se pueda confiar en la buena fe ni en la solidaridad
de nadie, sabemos que la lucha por la conservación pertenece al colectivo. Si
no la damos, perecemos.
Poco importa si a
Lugo en Paraguay lo mandan a procrear por los caminos. Las revoluciones no
pasan por las individualidades; hoy en Bolivia la realizan los indígenas de
tierras bajas por el territorio, por la vida, la libertad. Para eso van
poniendo sus muertos, ellos que son minoría, tan pocos, donde cada uno pesa siendo
los últimos. Si no se comprende, se acaba.
21/06/12
Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 25/06/2012
Publicado en El Potosí (Potosí), 25/06/2012
Publicado en Semanario Uno 468 (Santa Cruz de la Sierra), 07/2012
Publicado en El Potosí (Potosí), 25/06/2012
Publicado en Semanario Uno 468 (Santa Cruz de la Sierra), 07/2012
Imagen: Campesinos sin tierra chilenos
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