Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
¿Es Evo
Morales el nuevo Henri Christophe? ¿Sus yatiris maestros de vudú, sus ministros
zombies? Y la mujer esa, la Hiena, la senadora, la sacerdotisa de este
aquelarre. Todo puede ser en el palacete indomable del narco. Indomable por
ahora. Otros fueron más poderosos y les metieron pistola por la oreja. Nada
permanece en este universo dinámico y los achachilas del amo serán desnudados
como las momias incas del Coricancha que acabaron por el suelo y en la basura. Nada
detuvo a Santiago entonces, debajo de su caballo reventó cabezas indias. Nada
detiene la historia, menos un ekeko apellidado Morales y de nombre Eva.
Que Almagro
con su sonrisa izquierdista vendiera sus nalgas al narco poco importa. Es
obvio, ante la ausencia de oposición, que el individuo se quedará algo más en
la presidencia de Bolivia, que pensará que es propiedad de la delincuencia
inmunda chapareña ad eternum. Hasta que les tiren agente naranja en la cabezota
y paran sus hembras cocaleros de dos cabezas. Mundo cruel, mundo enfermo. Un
sonriente Linerita frota sus delicadas manitas porque el negocio marcha. No se
da cuenta de que es peón de un monstruo gigantesco, que su destino bien puede
jugarse en Calabria y que lo ahorquen con su corbata. Pero ¿qué se le puede
pedir a un idiota sino que sonría? Sonríe, Dios te ama, y si no Dios, te aman
los mafiosos que te poseen.
La soberbia
del masismo, su versatilidad para manejar los hilos con recursos mal habidos,
su mesianismo entre la tercermundista intelectualidad del país parecieran
garantizarle larga vida. Larga ya la ha tenido para los patrones bolivianos.
Intenta ahora reconstruir la fatídica enseñanza de los hermanos Castro Ruz, la
de enriquecerse sobre el lomo de la patria. No se ha llegado a lo de Cuba y
nunca se llegará porque hay una burguesía chola que lo mantiene en el poder y
que lo destronaría de inmediato si sus intereses se ven afectados. No es
Venezuela tampoco. Lo sabe Morales y es bastante astuto como para saber sus
límites. Lejos quedó su revolución de boca para afuera, hace mucho se
descubrieron como lo que básicamente son: primero delincuentes comunes, luego
comerciantes. La guerrilla aymarista es un pretexto útil para lucrar con todo
lo que destruye a un país: narcotráfico, corrupción, contrabando, y un sinfín
de listados necesarios para caracterizar un país como criminal.
Ahora las
culpas no recaen solo sobre esta cáfila de bandidos sino también sobre quienes
se les oponen, gente que no ha sabido enfocar su mirada en los asuntos de
importancia y que pendula alrededor sin detenerse a marcar la hora fija. De
nada sirve una retórica que ha demostrado ser feble ante las arremetidas del
curaca, que no ha logrado siquiera convencer al secretario de la OEA para que
no viniera a ejercitar genuflexiones. Caro les ha de costar, y a todos, para
soportar los desmanes del mandarín.
¿Cuánto ha
de durar el reinado de Evo I, príncipe de Orinoca y de la tola? Durará lo que
les cueste a los gringos frenar los aviones nocturnos de Chimoré. Que todo se
sabe, seguro, pero con los norteamericanos eso no garantiza nada. Primero
velarán por sus intereses y cuando los vean afectados actuarán. Contar con la
oposición implica perder el tiempo. La carencia de líderes es enorme. Lo que
hay es, lo menos, borroso sino es mancha. Y así ningún cambio resulta. Tómbola,
es a lo que jugamos. Evo Morales solo juega suerte sin blanca. Pero un día no
ganará un país, sino un monito de peluche y una patada en el trasero que lo
ponga entre rejas junto a su compinche. Ya aparecerán fiscales tipo Perú,
aunque Bolivia se caracteriza por ser especialmente permisible. Pero también
por ser traidora. Y si hablamos del ejército, peor. Que aparte de saber correr
en desbandada en la guerra son duchos en deslealtad y traición.
26/05/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 28/05/2019