Monday, December 31, 2012

La reformulación del mundo/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Colin Powell, hijo de inmigrantes jamaiquinos y Secretario de Estado por razones que deben incluir a un hombre de color en la cúpula gobernante, está en Siria. Ahora que un nuevo orden se ha impuesto por la sangre en el Oriente Medio, los tentáculos del vencedor quieren extenderse por todos los rincones que sean o puedan ser un riesgo para Israel. Las armas imponen condiciones y lo más posible es que gobiernos como el sirio y el del Líbano cedan a su presión.

Resulta ahora que el nuevo imperio, alimentado por los seguidores de Leo Strauss, pensador sionista de Chicago, se han convertido en los defensores de Occidente en la antigua y futura guerra entre ambos extremos del planeta -mientras China sonríe impasible ante la debacle de sus contrarios.

Adolf Hitler consideraría jocoso que gente a la que él catalogaba de asiática presumiese de ser el portaestandarte de valores por los que el propio nazismo alegaba pelear: la defensa de la cultura occidental.

Los inteligentes judíos norteamericanos que manejan este país utilizan a los serios y temerosos conservadores protestantes para sus fines. En menos de cincuenta años pasaron de ser ciudadanos de clase inferior a fabricantes de marionetas. En un análisis de la verborrea hitleriana de Mein Kampf, agresivo relato producto del temor, se presume que los judíos se adueñarían de Alemania de la forma en que lo han hecho en los Estados Unidos. Eso no valida las consecuencias de aquel razonamiento, pero tampoco justifica la excesiva apropiación del bien general por unos y no por todos.

Parece difícil creer que los intereses de Israel prevalezcan sobre los del mundo árabe. El resultado a no muy largo plazo de la aventura norteamericana en Irak será haber cambiado un gobierno no religioso -aunque tiránico- por una dinastía clerical con mucho más peligrosa, al estilo de Irán. Hasta Turquía, purgada de las taras sacerdotales por Kemal Ataturk, recaerá en su búsqueda del Islam y de la reunión de la iglesia con el estado. 

Los supuestos logros alcanzados en el último conflicto se irán revirtiendo para mal. Casos similares pueden ser los de Siria, Líbano, y Arabia Saudita también, para reemplazar la farsa creyente de hoy por una ortodoxia real. ¿Qué es Hamas sino una creación de Israel para eclipsar a Arafat? Lo que se hizo en pequeña escala se magnifica, y Yasser Arafat no es tanto de temer como los fundamentalistas de Gaza. Igual con Bin Laden. Historia repetitiva de gente que cava su propia tumba.
04/05/03

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 05/2003

Imagen: Pieter Brueghel el Viejo/Hope from the World of Seven Virtues, circa 1560


Sunday, December 30, 2012

Pueblo belicoso y belicista


La tragedia de Newtown, Connecticut, ha despertado disparatados comentarios entre nuestra gente. El usual: que los gringos son gente enferma, sociedad podrida; entre líneas se lee un falso “no como la nuestra, bucólica, deliciosa, tranquila”. Hay más agresividad en las calles bolivianas, mayor irrespeto y extrema prepotencia que en las de Estados Unidos. En Bolivia el Otro, a pesar de ser un pueblo amistoso a decir verdad, es el Enemigo. Pan de cada día, observable a simple vista, de fácil detección e imposible entendimiento. Con ello no doro ni quito culpas al asesinato en los Estados Unidos donde matar no es una de las bellas artes, según el viejo De Quincey, sino una costumbre.

La Segunda Enmienda, nacida a raíz de la guerra de 1812 contra los ingleses solo corrobora una práctica bien acentuada, o dos que podrían hacerse entender como una: autodefensa y avasallamiento. El hombre, con la venia de la escasa -en inicio- sociedad que lo rodea crea su propio bienestar, no se lo entregan. No espera que el gobierno vele por él, toma las cosas. Decisión trágica que moldea un país en el empeño y el tesón de su gente, y en la desgracia de quien se cruce con él.

Octavio Paz analiza las masacres en Norteamérica y las piensa como última expresión individual en una sociedad en que el individuo va perdiendo esa identidad. Sí y no, porque a pesar de ser una tierra regida por leyes muy duras, castradoras, en aras, se dice, de mejor convivencia, mantiene dentro de los límites de una casa, hogar o comunidad, un férreo individualismo, mayor mientras más rural y menos educada su gente.

¿Qué podía hacer para defenderse un individuo en el pasado, un inmigrante europeo por ejemplo, aislado en medio de la nada, del bosque horrísono e infinito? ¿En quién confiar, en el gobierno? No, su única seguridad era su rifle, la capacidad de activar el gatillo cuando necesitase sobrevivir, o decidiera ampliar sus posesiones. Práctica dual y antigua en la que hay que buscar las respuestas de hoy. La única defensa era la propia y en Estados Unidos, muchas veces o casi siempre, esa defensa se ha confundido con ataque.

Va desde la más humilde casa de Apalachia, donde hay hambre, escasos recursos, pero sobran Dios y armas, como en la crónica americana de Joe Bageant, Deer Hunting with Jesus, útil para entender la idiosincrasia de un pueblo todavía joven cuyos soportes han sido estos dos: religión y armas de fuego. De allí hasta las grandilocuentes expresiones de la Casa Blanca a tiempo de destruir objetivos que atentan contra la seguridad nacional. Derecho a protegerse, a reaccionar por cualquier medio ante la amenaza. A eso se añade una pizca de situación patológica y ya tenemos otra vez Newtown, el asesinato de los niños. Pero, deseo ser objetivo y afirmar que Estados Unidos, así no lo parezca, y los norteamericanos, son país y pueblo de profunda autocrítica. Queda esperanza.
24/12/12

Publicado en Séptimo Día (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 30/12/2012

Friday, December 28, 2012

Tortillas/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Bajo el título de "This Little Mexican Flatbread Gets Around", el Denver Post de la edición de abril 17 publicó un interesante artículo de cómo la tortilla, esa alternativa mexicana al pan, se ha establecido como uno de los productos alimenticios más exitosos en los Estados Unidos.

En Denver, Colorado, hay muchas pequeñas compañías que producen tortillas -de maíz y de harina- para cubrir la inmensa demanda de una población en desmesurado crecimiento como la mexicana, además del mercado anglosajón tanto o más numeroso en término de consumo de tortillas que el originario del sur.

Dicen que las tortillas saben mejor cuando se las prepara con manteca de cerdo. Las leyes norteamericanas, que obligan a los productores a detallar qué cosas contiene el alimento ofrecido, disminuyen las posibilidades de comercio de aquellas en favor de otras con aceites vegetales, mientras que -todavía- se vende a los paisanos cualquier cosa, lo que se refleja en el alto índice de obesidad, diabetes y problemas cardíacos de la población hispana.

La variedad de usos de la tortilla se ha extendido de acuerdo a la imaginativa de los chefs. Se hacen postres de tortilla rellena de plátano y queso cremoso, bañados en miel de batata. Se la utiliza de base para caviar o salsas de hongos; la tortilla ha dejado de ser exclusivamente plato popular para convertirse en parte del recetario gourmet. Aseguran que su venta excede la de cualquier otro tipo de pan étnico en los Estados Unidos, incluidos los bagels que son tan requeridos.

De ser comida "de indios" -su origen se remonta a antes de la conquista, por lo menos al imperio azteca- se apoderó primero de la sociedad colonial convirtiéndose en alimento de siervos y patrones por igual. Emigró a Estados Unidos con los cargamentos de trabajadores, por un lado; por otro, permaneció en las avanzadas poblacionales de México en las vastas tierras que hoy son Norteamérica, arrebatadas o regaladas en el siglo XIX -incluidos pobladores-, hasta establecerse hoy como parte de la cultura culinaria del país.

La historia de la tortilla en Estados Unidos es avasallante: apenas influenciada por los cambios políticos, mejorada por la tecnología, con un abrumador poder de expansión del gusto mexicano sobre el gusto local, puede hasta afirmarse que la mentada "reconquista" de las tierras perdidas ha comenzado por ella.
16/05/05

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 17/05/2005

Foto: Tortillas tejanas

Thursday, December 27, 2012

Los Diez Nuevos Mandamientos/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Extraje partes del discurso del presidente de los cocaleros, Morales, para sustentar con detalle lo que digo. Pero ni vale la pena. Creo obvio saber que estamos ante un caso de megalomanía extrema, de un gobierno levantando una tarima de falsías con el único ánimo del lucro.

Pero este individuo, el presidente de los cocaleros, Morales, parece no tener fin, menos decencia por supuesto, y sigue hablando de pobreza, de cultura ancestral, de socialismo, anticapitalismo, austeridad, protección de la naturaleza (es más: convivencia apacible y respetuosa con ella), etcétera, etcétera. Hasta dónde la desfachatez. Es posible que algunos gringos ingenuos sigan creyéndole. A veces las culpas de los imperio-colonialistas son tan grandes que aceptan cualquier cosa para lavarse las sangres. De los “iluminados”, jóvenes en su mayoría, que creen en el Nirvana ni hablar. El tipo está más cerca del Diablo que de Dios, en los términos convencionales con que los describimos.

Lo inconcebible, lo que sobrepasa cualquier límite de comprensión, es cuando se pone a hablar de la Madre Tierra, él, su gran violador. Luego de la patraña que les salió de reversa, el carnaval este del capitalismo, moqochinchi, fin del mundo, y tonterías que el subrepticio canciller ideó para venderse al público internacional, el cocalero se aviene a hablar de ello, justo ahora que enloquece por meter topadoras al TIPNIS donde adquirirá catos para añadir a los que tiene. Pregunto ¿a quién vende su coca el señor presidente?, esa coca amarga, chapareña, inservible para acullico que produce.

Siguiendo con las preguntas, la de rigor es cuán grande va su tajada. Tres son los beneficiarios directos de la destrucción del Isiboro-Secure y después del país. Primero los narco-cocaleros, cárteles y facinerosos menores; segundo las multinacionales, que “colaborarán”, igual que los primeros, a aumentar la fortuna del mandarín, y tercero, el mayor, él mismo, con las dádivas que caigan de su manto para secuaces de toda laya, color, atuendo, discurso, y sexo que siguen las huellas de sus abarcas de oro. ¿O son italianos los calzados del cocani, como los ternos del vicepresidente que habla de Gramsci aunque pertenezca a los que mataron a Gramsci?

Miré televisión de diversos países, buscando que en algún noticiero saliese el festejo del solsticio en Bolivia. No hubo uno. Simple lógica, los descendientes de los mayas, de México a Honduras, festejaban lo suyo, fuera de las hipótesis y elucubraciones que se hacían. Por ahí se hablaba de cosas serias, de civilización maya, arquitectura, lectura de los astros. Nada, ni una línea, de las fantasías pornográficas de Choquehuanca y los guerreros del arco iris. Estos, los del arco iris, de mejor talante y aguerridos, son los de la comunidad gay que se ha ganado sus derechos a costa de dolor e incomprensión. Los otros, los espurios, los de la Isla del Sol, pertenecen al catálogo de los bufones, los chiwalos, los tarajchis, aves que roban a otras y se apropian de sus nidos. No pueden crear nada por sí solos, son una amañada muestra de retazos mal cortados y peor acomodados.

El tiempo es oro para el gobierno cocalero. Tal vez y en eso tiene razón, el “no tiempo” se arrastra con velocidad hacia sus talones, para moverles el piso dice la malicia popular. Morales ha de lanzarse con furia demente contra la madre tierra en Moxos. Las horas apremian, tiene que cumplir con otros y cobrar su propio salario. El puntal que sostiene a los “albos”, los neofascistas del siglo XXI, los de títulos fraguados como el primo del maricón Correa, los nuevos aristócratas y noveles dinastías, se juegan su destino en una cama de hospital en la bella Cuba, donde agoniza el jerarca.

El presidente de los cocaleros, de urgencia, arroja diez mandatos para el mundo. Hay que ganar los minutos, uno a uno, porque machacan, se acaban, y el único mandamiento que sobrevivirá será el mandamiento de apremio. Vámonos.
24/12/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 27/12/2012

Imagen: Las Tablas de la Ley

Sunday, December 23, 2012

El McRib y los mayas


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Tres de la mañana. Leo una publicación en inglés acerca de la invitación de Bolivia al festejo del fin del capitalismo, del “no tiempo” y otras grotescas excentricidades verbales de Evo Morales este 21. Dos comentarios muy “gringos”, encandilados por la presunta sabiduría ancestral, dan pauta de cuán ignorante es el mundo de afuera acerca de lo que sucede en Bolivia. Cuando se está de paso, se lo escucha o lee, da buena impresión, es el hombre originario protestando por lo que le han hecho, y a su entorno. Lástima no ser cierto, siendo en realidad el presidente “indio” un hábil capitalista. También siguen por millones a Paulo Coelho, y en su tiempo Erich von Daniken solía ser referente. A la gente le gustan paparruchadas así, la filosofía del desgano, el saber común y masticado. Mal le hacen a los mayas estos profetas que minimizan su mundo complejo y oscuro.

¿Y el capitalismo?, bien gracias. Manejando por la vieja Denver, con casas del 1800 que conservan impecables (no es el caso cochabambino), me detengo ante un semáforo justo enfrente de un McDonalds. Esta empresa de comida industrial, cada año, por esta época, presenta por tiempo limitado un sándwich llamado McRib, que no es otro que costillitas de cerdo deshuesadas en una salsa rojo oscuro y que son, quizá vergonzante decirlo, deliciosas. Con tanta propaganda del 12/21, el “fin del mundo”, que también pesa entre la ignorancia local, el gigante hamburguesero optó por una jocosa salida. Su problema radicaba en que el McRib se presenta siempre el 23 de diciembre, previo a las fiestas, y el mundo se acabaría dos días antes, privando a tanta gente del placer de degustar por última vez un cochinito muerto y adobado. Decidieron adelantarlo y ofrecerlo el 17. No tuve ocasión de salir a ver si había colas, pero temprano me fui a comprar dos. No sea que me agarre el no tiempo y el presidente ya no de Bolivia sino del universo me extienda un plato de carne de llama con chuño que afectos no me son.
17/12/12

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Publicado en Séptimo Día (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 23/12/2012

Foto: McRib



Friday, December 21, 2012

Sol de Pando/MONÓCULO

Un nombre suele ser aclaratorio. Lo es en el caso de Sol de Pando, periódico amazónico de circulación nacional, según reza la portada. Sol oposición a tiniebla, como representación del valor individual de unos periodistas amenazados que osan enfrentarse a un gobierno que lo menos podría ser calificado de mentiroso sino de traidor.

Wilson García Mérida, su director, tiene detractores que incluso atacan su vida privada para tratar de desmerecerlo, aplacarlo, hundirlo con calumnias e intimidación. Sórdida y triste manera que utilizan los déspotas para deshacerse de aquello o aquellos que con su voz afectan sus intereses. No hablamos de lucha ideológica, que creo ha sido siempre clara para García Mérida; se trata de latrocinio, delincuencia simple y llana que se mimetiza en los distintos estamentos del poder.

Rincón en que se ha acorralado al diario y a sus representantes. No la esquina del descanso, de la silla y la esponja húmeda de que disponen los boxeadores en el ring. Para el Sol de Pando no hay tregua, tiene que tirarse contra las cuerdas y soportar andanadas de gente muy poderosa, y salirse una y otra vez del clinch, el agarre, y disparar jabs directos al rostro, upper cuts al mentón del oponente. Por eso se la tienen jurada, porque este rival no arroja la toalla. Por el contrario se evade de sus garras, atraviesa fronteras y sigue disparando con precisión enloquecedora hacia las huestes oscuras. Si casi suena como un filme de ciencia ficción y la eterna lucha del Bien contra el Mal. A ese punto se ha llegado, impidiendo que este diario que nació para desentrañar ante nuestros ojos una parte de la tierra que consideramos nuestra pero obviamos, continúe con esa labor justa y necesaria, imprescindible en situaciones como la de la casi extinta etnia pacahuara, expoliada y eliminada desde la antigua tradición de derechas de usurpar la tierra, hasta la más moderna -e igual infame- de la nueva izquierda, no muy diferente de su antecesora.

Las denuncias de Sol de Pando y su staff, siendo un periódico pequeño y vulnerable, lastimosamente no llegan al gran público. Es labor titánica la suya y por tanto el doble de valiosa. Acerca de los pacahuara fue explícito y duro: el fin de este grupo selvático ha de pesar en la conciencia de todos. Ningún otro medio hasta ahora los ha defendido, y menos con esa tenacidad, desnudando que nos falta mucho para considerar que avanzamos a paso firme y correcto de progreso, integración y respeto. Y no es que no haya interés; mucho se desconoce. Una larga explicación sobre la tragedia de ese pueblo, publicada en el Sol y que incluí en un blog personal, ha tenido cientos de visitas, de seguro asombradas de oír por primera vez, y ver fotos, sobre y de esos bolivianos desprotegidos en las fronteras de la ignorancia, la nuestra.

Tuvo que ser Humberto Vacaflor, en la entrega del Premio Nacional de Periodismo, quien mencionase al Sol y sus periodistas, informando con ello que sabemos de su existencia y lucha. Mucho se habla del ataque del gobierno a diarios grandes y poderosos, en cuyo interior existen también periodistas afianzados en la lambisconería a diestra y siniestra como medio fácil aunque detestable de supervivencia. Pero no se denuncia que Sol de Pando, Wilson García Mérida, Silvia Peggy Antelo y muchos más son perseguidos, advertidos, con riesgo incluso de sus vidas. No es la distancia que separa a Pando del resto de la nación. La verdad y la valentía de destapar el estupro de Bolivia los pone en la mira. Tanto que ha tenido que ser la organización de Reporteros Sin Fronteras la que levante su voz apoyándolos.

“Expulsemos a la muerte de Pando, que retorne la vida”, dice Sol. Una muerte que ya se cargó, entre muchos, al dirigente Vicente Rocha, hace poco. Defendamos el periodismo veraz; es lo que nos queda en este embrollo de sicariato y extorsión, de filosofía del miedo y coima. En páginas como las de este periódico en los límites del fin del mundo nos jugamos todos.
20/12/12

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 21/12/2012

Thursday, December 20, 2012

Herencia santiagueña/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Escucho, de la gran tradición musical santiagueña -por Santiago del Estero-, canciones de Los Carabajal. Ya con Juana Azurduy, de Luna y Ramírez, me dan ganas de escribir algo sobre la intensa relación que Bolivia, y Cochabamba en mi particular caso, tiene con aquella región argentina.

Si trazáramos líneas que de alguna manera definieran sectores geográficos hermanados por la historia, las fronteras de los países actuales, ficticias y malintencionadas, tendrían que desaparecer. Habría un país que partiendo desde el norte de la provincia de Córdoba, con una recta hacia Catamarca, con Santiago y Tucumán, y otra que atravesara Salta y el Chaco para adentrarse hasta Santa Cruz de la Sierra y de allí a Cochabamba, con una diagonal hacia el sur que incluyese en su interior los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Tarija, llegaría a cubrir gran parte del norte de la República Argentina más el centro y sur de Bolivia. Líneas sin duda especulativas y no necesariamente precisas; no hay que olvidar que los ejércitos auxiliares argentinos llegaron hasta Huaqui, al Desaguadero. Sin embargo, el territorio incluido entre estas coordenadas ideales por llamarlas así mantuvo, a lo largo de toda la guerra independentista, sólida relación cultural, política, militar.

Los Carabajal entonan ahora Tradiciones santiagueñas, de Carabajal y Trullenque, que habla en parte del esfuerzo santiagueño en los campos del Alto Perú. Dicen que Santiago quedó mermada en su población después del despliegue bélico de los años que van entre 1811 a 1815 mayormente. Suipacha, Vilcapugio, Ayohuma, las dos batallas de Sipe Sipe, llamadas de Amiraya (Hamiraya) y Viloma, cargaron con buen número de ellos. El flujo humano de Santiago hacia la guerra en el norte persistió incluso después de que la provincia de Santiago del Estero ganara su autonomía en 1820. Se siguió combatiendo junto a Martín Güemes, en una frontera que no era como hoy una línea definida sino que fluctuaba entre las poblaciones de Jujuy y Tarija y se internaba hasta los valles de Potosí, a Cotagaita y a Tupiza. El manipuleo político posterior eligió dividir en lugar de ampliar y naciones que debían haber permanecido juntas se separaron en merma del futuro mutuo.

El hecho de que Manuel Belgrano y Gregorio Aráoz de LaMadrid se reuniesen en el pueblo de Yuqalla (entre Oruro y Potosí) para dar pelea a España, o que Rondeau, pésimo estratega, se asociara con Lanza, Uriondo, Camargo y Padilla en las rojas quebradas de Wilauma no es casual, forma parte de un todo.

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Publicado en Opinión, ¿?

Foto: Chichas, Bolivia

Tuesday, December 18, 2012

¿Chavismo?/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

El chavismo no existe, es una abstracción. La intentona de fundarlo como corriente política, escuela de pensamiento, socialismo novedoso, cae por su propio peso. ¿Qué es lo que inventó este individuo? Nada. El decorado marxista con el que se cubrió mucho tiempo fue avasallado, revolcado, cuando un cáncer retornó a estas ovejas (y ovejos, ya que a los socialistas de nuevo cuño les encanta poner todo en ambos géneros) a la senda de Jesús. Parece que los barbados revolucionarios de otrora no tienen mayor crédito a tiempo de salvar vidas y por ello se recurre al viejo y trillado Cristo, enhuevado con tanto bocón que cuando le toca llama a las puertas del cielo aterrorizado de privarse de aquello que más anheló: riqueza y poder.

Nicolás Maduro discursea día a día. Que el comandante aquí, el chavismo allá. Pero sus ojos desmienten las notas de mejoría, recuperación del casi occiso. Mienten. Para eso son buenos. Y encima de mentir mojan sus bragas porque los salvadores del pueblo no habían sabido siquiera morir. Este apego a la existencia y desesperación por el destino solo se comprende por el inmenso caudal acumulado. Debe ser duro pasar a peor vida dejando la opulencia de esta.

Maduro habla, como hasta hace poco el bufón mayor, y si se desmenuza el texto vemos que la revolución se les olvidó. Ni una mención al Che, menos al de Tréveris; Lenin no existe. “Dios” y “amor”, las palabras más utilizadas. “Combate” ha sido cambiado por “oración”, “clases” por “rezos”. De pronto, la República Bolivariana de Venezuela, la que acusaba a quien fuere de menjunche, judío, puerco, etc., a los que se oponían a la soberbia (y no hablo de Capriles Radonsky que no me interesa), se halla transformada en la república del amor, el Flower Power del siglo XXI. Hagan el recuento. “Dios es amor”, se lee en los muros de las iglesias, y hoy en palacio también. El amor les llegó a los perros y tienen tanto en sus corazones que quieren compartirlo.

Carajo, sea hombre y muera con los pantalones puestos. Mi abuelo, instantes antes de irse pidió los pantalones porque así se recibe a la muerte, no besando crucifijos a los que se despreció mientras había salud e impunidad, ni acariciando en papel el supuesto rostro de la virgen de Coromoto o las once mil vírgenes. Carajo, tengan vergüenza. ¿El negocio se les va de las manos? El negocio, porque no otra cosa es el fatídico mal llamado socialismo que pregonan ustedes, el histérico de Ecuador, el embaucador de Bolivia.

El “chavismo” arrasó en las elecciones para gobernadores, dicen las noticias. Números, porque la gente se maneja así, por lástimas y miedos, además del incesante bombardeo de retórica cristiana. Ortega, el de la piñata sandinista (otra burla hacia tanto dolor y tanto muerto), convoca a los nicaragüenses a orar en masa por Hugo Chávez, el titiritero mayor de este teatro. Los Castro tendrán que mendigar hacia Miami. No ha de quedarles otra si quieren guardar sus insultantes prerrogativas. Creí haber visto todo, pero esta payasada no: comandantes con faldas negras de vieja beata. No extrañará ver a Qananchiri, no muy comandante, con escapulario y camino de Cotoca. Pobres tipos.

Los aviones cargados de droga seguirán saliendo del estado Apure hacia Centroamérica y de allí al norte. Lo que pasa es que caudillos como el Bolívar de barro, Chavívar, creen ser más de lo que son. Rateros de amplio bolsillo, pero delincuentes al fin, aunque cerca del fin crean que desgarrándose las vestiduras e imitando al pequeño fakir, Gandhi, hallarán salvación. Se esfuman, y cuando se esfuman desaparece la puesta en escena. ¿Qué viene después? Está por verse, pero será sin ellos.

“Pronto llegará el día de mi suerte”, cantaba Héctor Lavoe. Comandante, solo cambie una palabra, que pronto llegará el de su muerte. Váyase a la vera de Dios, usted que volvió al redil, y déjese de joder en este mundo. Que con usted se irán los otros, más temprano que tarde.
17/12/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 18/12/2012

Imagen: Alfred Kubin/ Buddhist im Walde, circa 1907

Monday, December 17, 2012

Lobos


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Lo que no comprenden los gobernantes totalitarios es que si no disponen de vástagos políticos para legar el poder, la ineficacia de haber dominado por terror y avasallamiento resulta inútil: un castillo de naipes que barre el soplido de cualquier lobo, ni siquiera de uno feroz como en la antigua fábula.

La Venezuela de Chávez -personalizada porque su aporte a la historia social ha sido nulo- sin Chávez es un crío abandonado a la intemperie, hambriento y a merced de todos. En este caso, descartando por el momento a la oposición que si sabe manejarse podrá menguar con la debacle que se asoma, de dos personajes y quizá un tercero. Maduro, canciller a costa de lealtad perruna y todavía posible vicepresidente, y el peligroso Diosdado Cabello, fascista a ultranza arropado en discurso socialista; militarista y supuestamente apuntalado por las fuerzas armadas, que no permitirá al viejo chofer subírsele sobre los hombros para quedarse con la silla presidencial. El tercero, Elías Jaua, no se descarta que se arrime a uno de los dos nombrados para alcanzar la cómoda posición de segundo a la que se ha acostumbrado. Dudo, aunque tenga ambiciones mayores, que Jaua se anime a terciar en la contienda.

La oposición luego de hacer campaña para las elecciones del domingo debiera replegarse y, considerando la muerte o inutilidad definitiva del comandante, dejar a las huestes amedrentadoras devorarse entre sí. Porque eso es lo que va a ocurrir. Ambas facciones utilizarán la trillada fórmula de la revolución, el chavismo, la continuación de un supuesto legado, mintiendo ambas. No descartaría incluso que en situación desesperada, Nicolás Maduro transase con los norteamericanos para afianzar un poder que de todos modos sería breve y transitorio.

El riesgo está en si se desboca la población, los pedigüeños y también los míseros, para quienes Chávez significó una mejora. Algo que ninguno de los dos podrá continuar y menos controlar. Lo único que Hugo Chávez llevará a la tumba es vanidad; no deja herencia.
10/12/12

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Publicado en Séptimo Día (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 16/12/2012

Dibujo: Pablo A. Castro, grafito


Sunday, December 16, 2012

Inusual Miguel Hernández


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Veinte años buscando quien me corte el cabello en el exilio y veinte de fracaso. Hasta que encontré en un modesto barrio de Aurora, Colorado, una peluquera sinaloense que supo amoldar su tijera a mi descompuesta cabeza. Yo que juré nunca hacerme tocar el cabello con mujeres, he tenido que ceder ante el oficio.

La visité semanas atrás, en la peregrinación bimensual acostumbrada. Hablamos de Sinaloa, de la sierra, de lo húmedo y verde de la zona en relación a Sonora. Pregunté qué le parecía el nuevo presidente de México, y respondió: Ay, no sé, dicen que es alfabeto. ¿Alfabeto?, respondí, supongo que eso es bueno. No, prosiguió, porque los alfabetos no saben nada…

Mientras me ponía de lado, que cabeza arriba o agáchese, observé en la silla de fórmica, en medio de revistas de chisme y entretenimiento como hay en esos lugares, un libro de color crema cuyo lomo rezaba “Poemas”. Alargué el brazo y lo tomé. Eran poemas mixturados, entre sociales y de amor, en obvia edición pirata, de Miguel Hernández.

Me trasladé a la juventud, donde Apollinaire y Miguel Hernández fueron mis poetas guardaespaldas, íntimos cómplices de aquella debacle del amor. ¿Dónde lo consiguió?, dije a la mujer. ¿Lo ha leído? Me gustan las poesías del señor Hernández; se ve que ha sufrido y amado, contestó; le duele cuando escribe. Cuánto me gustaría que alguien me escribiese así, un hombre que a pesar del sufrimiento sea capaz de sugerir cosas bellas. Es tan romántico. ¿Cómo las novelas de televisión?, continué. No, cómo decirle, diferente. No he leído mucho pero en esta obra que olvidó un albañil de la raza cuando vino a cortarse el pelo, y a pesar de que no entiendo todas las palabras, me siento hermanada, comprendida, dice cosas que yo podría decir. En ese momento le comenté que varios de los versos dispuestos displicentemente allí, habían sido escritos en la cárcel. Ya ve, esa es la razón, la respuesta. En Sinaloa vivimos una cultura de armas, de violencia. De antiguo. Mi abuelo y mi padre lo contaban; cada familia guarda memoria de un muerto al menos, asesinado, torturado, ejecutado, desaparecido. ¿Sabe de lo que hablo no?, los cien mil cadáveres del presidente Calderón no son nada.

Lunes por la tarde el negocio baja, se pone lento. Luego de espolvorear la nuca con talco, y de frotar alcohol en las sienes, me ofreció una Coca-Cola caliente y espumosa. El peluquero siempre es un confidente, lo querramos o no, y pudimos sentarnos treinta minutos a hablar del poeta de Orihuela. El nombre no le decía nada, España para ella eran los gallegos mal afeitados de la comedia mexicana, con boina y tontos; o los gachupines de la historia patria. Ni noticia de la guerra civil, de la República, Franco o los Borbones.

Mientras hablaba supuse que aquello ni importaba. El énfasis en los acontecimientos, el aura trágica de la que se rodeó al poeta por las vicisitudes políticas, quedaban rezagados ante aquella mujer a simples adornos de ribetes dolorosos. Ella lo leía, ajena a su entorno, comprendiendo a medias que cuando el poeta decía “sed con agua en la distancia, pero sed alrededor”, la prisión le pesaba como un mazo descargado sobre su alma. Obligatoria soledad, certeza del alejamiento final de la familia, desazón por la derrota sentida como privación de alegría.

Karina, así se llama, o ha adoptado el nombre, la dueña-trabajadora de este establecimiento de corte y tintura con tres sillas de las cuales dos permanecen cubiertas de plástico, percibía la tristeza del encierro, la necesidad del poeta por los suyos, en una ambigüedad que incluye a sus cercanos y a los hermanos que su credo ha adoptado y que se hace humanidad; angustia por lo perdido, sin entrar en detalles del por qué y menos en los hechos que desconoce, presintiendo en las líneas más fuertes de Miguel Hernández poemas de amor. Enseñándome, a mí que indagué la historia y la sociología, vano en la creencia de mi perspicacia y análisis, los instantes en que el poeta dice dos cosas o muchas a la vez, que mientras narra el tormento también afirma amor por la mujer que habita en algún lado, afuera, pero con una presencia tan real que su presunción de sombra desaparece.

Llegamos a compartir al Miguel Hernández nacido en Orihuela o quién sabe dónde, tal vez Sinaloa, quizá Cochabamba, en su esencia. De amante, esposo, padre, hijo, amigo, combatiente, soldado, sin caer en -llamémoslo subjetivismo ya que hablamos de una verdad desnuda- aquello de si pensaba de una manera o de la otra. ¿Podría un fascista, un hombre de derecha, leer y amar a Miguel Hernández? No lo dudo. Lo difícil en el tiempo tecnológicamente tan modernizado, donde el conocimiento general yace en la sencillez de un teclado, es que por uno o cualquier sendero nos enteramos de las cosas y discriminamos de acuerdo a las propias experiencias. No había tropezado, en cincuenta años, con lectura semejante. Tal vez la de un niño, un joven, que en el caso de Miguel no comprendería su dolor por el escaso conocimiento y quizá no llegase a comprenderlo, no el total. Pero esta era una mujer de cuarenta años, emigrada, vivida, escapada y sobreviviente de un mundo de machos armados hasta los dientes, de falsas interpretaciones de hombría, y sobre todo de la miseria que hace a las personas dejar su casa y su madre padre para comer, o comer mejor, o comer un poco. Cómo no podría entender ella los versos del poeta, desarraigado a la fuerza, violentado, y sólido como el hierro. No necesitaría averiguar siquiera que militaba en el Quinto Regimiento de acero para percibir la inamovible montaña de este hombre humilde y solitario. ¿Lectura descarnada, intelectual? No, plena de sangre y de besos.

Encendí el auto. Hasta la próxima, me despedí, dejando un billete de a diez en el mostrador. Me sentí ignorante pero reconfortado. Había aprendido algo nuevo. “Beso soy, sombra con sombra, Beso, dolor con dolor”, recité de memoria. El crepúsculo invernal se teñía de rojos y naranjas, inusualmente feliz.
12/12

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Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 16/12/2012
Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Chuquisaca), 01/2013

Imagen: Miguel Hernández por Antonio Buero Vallejo

Saturday, December 15, 2012

Yo te puse ahí.../MIRANDO DE ARRIBA

Parece que se resquebraja la "unidad monolítica de la revolución". A un plazo muy corto...

Cuando Alvaro García Linera, el vice-Inca, con gran modestia, dice que ya se aseguró un lugar en la historia, como los evangélicos se aseguran "casitas en el cielo" antes de asegurarse las de acá, se sospecha que las papas queman. Cómo no han de quemarse si hasta el palacio ya se quemó (bien lo dice su nombre). Y tan codiciado espacio en los libros y en la memoria del futuro se debe, según él, a haber logrado su propósito de poner un indígena en la presidencia.

Mucho no debe haber gustado al presidente Morales tal deuda; es demasiado grande para un individuo de su (in)extensa vanidad. Cómo pagar al vice entonces. Ahí está la pregunta que valdría para Hamlet. No es tan simple como la tanda de reyezuelos del MNR en su momento, que ya te toco a ti y ahora me toca a mí -como si de un juego se tratase-. Hoy son dos personalidades que si bien cupieron juntos en la silla, ahora, al engordar, ya no caben, y uno de los dos tiene que salir. ¿Quién? ¿El ideólogo o el carismático? Terrible duda si se suponía que Evo moriría en el trono convertido en amauta silencioso (imberbe, eso sí; allí no podría emular a Fidel) -ya esmirriado-, setentón u ochentón, luego de dictaminar sabiamente normas y leyes fundamentales para algarabía de la especie humana.

Largas son las ambiciones y triste el destino. Alvaro, que ya tiene un puesto en la posteridad, quiere ampliar su posición. Sus miras apuntan a la presidencia, pero sus decisiones están condicionadas por los "movimientos sociales", esa interesante abstracción de la no menos interesante coyuntura. ¿En qué quedamos? ¿Tendrá que permanecer en su cargo cuando ya la hidra de la arrogancia, la envidia, el rencor, todos elementos suficientes para un novelón, se han infiltrado en los salones de palacio? ¿Cuando pronto la intriga llegue hasta los aposentos celibales de uno y de otro y corroa cojines, sábanas, almohadas, utensilios de cuidado diario, talcos, esponjas y perfumes? Situación difícil, más difícil que asunto de estado si consideramos las circunstancias. Hay un rey y un delfín. Lo que deben aclarar entre ellos es quién es quién. El país necesita relajarse, acomodarse en la butaca de este gigantesco cinema de Bolivia y evaluar las posibilidades.

Quizá se dé en capítulos y deje al público expectante. ¿Qué hara después? ¿Cómo reaccionará el otro? Tal vez se dirima más al estilo griego que al mexicano, con mayor prontitud, y será tiempo de catalogar el evento entre sus dos únicas opciones: comedia o tragedia.
24/11/08

Publicado en Opinión (Cochabamba), 11/2008

Wednesday, December 12, 2012

Los nombres de Cochabamba



Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La infancia fue feliz. En el viejo Volkswagen íbamos cada fin de semana al campo. Mamá y papá fueron grandes caminadores, y así salimos todos. Recuerdo el ejemplo que siempre mencionaba Joaquín, mi padre, acerca de cuántos kilómetros al día caminaba un soldado del ejército japonés, algo como los campeones del mundo, por decirlo. Lo emulamos, en la medida de las posibilidades y, en tal entrenamiento samurai, conocimos de memoria el valle cochabambino; exhaustivamente el valle bajo, y en menor grado el alto. Hoy, la invocación de cualquiera de esos nombres de pueblo o región asocia tantas imágenes, olores, sabores, que trae la sonrisa de mi madre en medio del aroma de retamas, y el vozarrón de mi padre con el rumor del cascajo de los ríos en avenida.

Tiquipaya, Pairumani, Suticollo… la explicación del origen aymara de esta tierra a donde llegaron los quechuas en explosión de dominio. Aunque nebuloso es el pasado, y peor la historia cuando no ha sido escrita, buscamos con afán de exploradores el camino más antiguo del lugar, por donde habían invadido los incas: el Tupuyán. Para ello tuvimos que subir a la falda de la montaña, buscar en las inmediaciones de Liriuni, imaginando la bajada por las empinadas quebradas que suben hacia Morochata. Luego, hacia el oeste, inclinándonos por Anocaraire y la ancha apertura del río de La Llave. Esa quebrada es con mucho más suave. Años después, con amigos, reeditamos el anciano viaje; lo había hecho mi padre en la década del cuarenta, a pie, por herraduras, desde Cochabamba hasta Independencia o Palca. Nosotros fuimos escasos, con la ruta trepando por la vertiente izquierda del río, atravesando tres apachetas, hasta vislumbrar desde la cumbre, a lo lejos, la ansiada Morochata. La idea era seguir: Yayani, Chinchiri, Independencia, Sanipaya, a la tierra de los orígenes de mi abuela paterna. La chicha lo impidió. Nos pusimos a jugar rayuela con los hombres del pueblo y terminamos vomitando el gentil alojamiento que las monjitas nos cedieron. Al día siguiente nos expulsaron; justifico el por qué.

Buscamos el mítico camino, alegres como niños que éramos. Y, según noticias que los progenitores reunieran, decidimos que una polvosa senda, que la lógica indicaba como mejor para quien viniera del Ande, era el Tupuyán. Lo habíamos hallado y nada que yo recuerde, me impresionó más: con él venían hordas de guerreros con pectorales de oro, plumas ofrendadas en el Cuzco desde las vírgenes selvas del oriente. Venía de leer a Homero; tenía nueve años, y en el instante, sumadas a la memoria de Héctor, Aquiles, Menelao, Paris, Ayax Telamonio, Diómedes, acariciaba figuras más cercanas, hombres de tez cetrina, altos porque yo era pequeño, en disciplinada fila, hacia la lujuria del maíz. No existían muros como los de Ilión, pero sí maraña de molles, un valle extendido sin fin, arbolado, oloroso, soleado y bucólico. El Tupuyán llevaba a los guerreros a domeñar su ira. Estos eran terrenos para recostarse y soñar.

El Tupuyán, nada antes que él de la herencia quechua, habrá sido ya destruido. Escucho camiones de coca que no veo, precursores, ácidos, lavadoras para la nueva sofisticación casera de la droga. He sabido que el verde, más verde que el de Llewellyn, se esfuma. Los eucaliptos que trajo España hierven en hornos para siempre. A nadie le interesa saber por dónde arribaron las huestes de Túpac Yupanqui. La paradoja actual se debate entre el rescate del ancestro y la globalización brutal que conlleva el narcotráfico. Si pregunto hoy ¿Tupuyán?, pensarán que me burlo. Pero nosotros lo hemos visto, borroso, casi invisible, y hemos seguido su huella por donde nos llevara, por la Paucarpata que subyugó al cronista Polo de Ondegardo, por El Paso, y en cada rincón de lo se ha hecho pretérito.

Tal vez mi generación fue el último nexo colonial. Perdimos los idiomas originales que todavía hablaban los padres, resultado de la crianza en manos de niñeras indígenas. Pérdida que carga en sí no necesariamente el olvido del lugar del que venimos, pero alejamiento. La abuela Neptalí, crecida en los tremendos paraísos de Ayopaya e Inquisivi hablaba, aparte del castellano, aymara y quechua. Mi padre heredó el quechua en las casas solariegas que habitó, con criados y sirvientes. Nosotros, urbanos, nacidos después del 52, solemos comunicarnos en español, hemos cortado el vínculo con los que todavía están, desde siempre, allí. Sentirme proficiente en inglés y francés no quita la pena de no haber aprovechado unas lecciones de mi padre en la nativa lengua.

Arqueología familiar, y arqueología aficionada en familia. Muchísimo antes de que los silos de Cotapachi se hicieran famosos, detrás de la colina de Cota, sitio de la aparición de una virgen, la de Urkupiña, extrañamente en un lugar que sin duda fue sagrado por su potencial agrícola, ya buscamos en la infancia las ruinas. La referencia venía de un tío, Antonio Iriarte, erudito en asuntos precolombinos y rescatista de tesoros. Entonces había, en las márgenes de un río putrefacto, un cuartel militar. Horas de dictadura. Preguntamos si sabían algo al respecto y ni soldados ni oficiales tenían idea. Caminamos al borde de la laguna y buscamos entre los cerros, plenos de espinosos arbustos y áridos. Al fin, en un descanso, aparecieron las bases redondas de lo que había sido un granero incaico en tiempos de Huayna Cápac. Estaban ocultos, y había muchos, ninguno que se elevara más que la base de piedra que alguna vez los sustentara. Movíamos las plantas con cuidado porque el lugar estaba infestado de víboras con dos tonalidades de café, de cabeza triangular, venenosas. Hacían reminiscencia a las temidas copperhead de Norteamérica; quizá fuesen una variedad. Mi hermano Armando aplastó una, para llanto mío. Pero, el hecho de descubrir aquellos monumentos derruidos, ignorados, fue suficiente para olvidarlo.

Nombres, vocablos aymaras, luego quechuas, después hispánicos, cada uno guarda secretos que ya nadie puede dilucidar. Y a medida que avanza la cronología, el rodillo de la desesperanza, la corrupción, la cocaína, irán hundiendo los vestigios hasta donde ya no se los pueda encontrar.

Esto hablando de un pequeño sector del valle inmenso, a distancias no mayores a veinte kilómetros alrededor. Porque en cruz, disparándonos hacia los cuatro puntos cardinales, encontramos lo mismo, nombres que son invocación, ritual, melancolía y demencia.

En Lequepalca, donde fungí por meses breves como administrador del proyecto carretero Oruro-Confital, luego de la cena en grupo, y antes de acostarme en la sala comunal donde dormíamos todos mientras no se construyera campamento, salía a la noche oscura impresionante. Rodeaba los muros de su sombría iglesia, de los nichos sobre tierra en el patio religioso; me sentaba en la explanada que hacía de mercado en día de feria y sentía, no pensaba, el bullir de las sangres escondidas. Alguna vez me escapé a cenar a Caracollo, o más lejos hasta Patacamaya, a tomar ese profundo café concentrado que sirven en vasos de aluminio, y comer un rebalsante asado con arroz y mixtura de tomate con cebolla.

Contemplar a los achinados aymaras conversando en idioma asiático, ajeno a sus vivencias. Beberme el café, y a medianoche, porque nunca cierran, “agarrar” un camión de regreso a Lequepalca, escuchando las tontas o a veces atractivas historias del chofer. Llegando, bajar por el lado derecho y quedarme solo, sin ver a dos pasos, presintiendo la torre espectral a mis espaldas, los agujeros del cerro -minas caseras de azufre- y la tierra roja del lugar que se extiende hasta casi Oruro, hasta Paria, que en aymara quiere decir bermellón.

Combinar las palabras, las letras hasta pronunciar un nombre, parece, en la penumbra invernal de Aurora, casi un hechizo primitivo, y yo en calzoncillos de chamán iluminado, juego con ellos buscando el de dios, tal vez el mío.
2012

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Publicado en La ciudad de Cochabamba vista a través de viajeros y cronistas. Siglos XVI al XXI (Selección y prólogo de Mariano Baptista Gumucio), 11/2012

Texto incluido en el libro Crónicas de perro andante (2013), coescrito con Roberto Navia Gabriel, La Hoguera, Santa Cruz de la Sierra.

Foto: Portada del libro


Tuesday, December 11, 2012

Bienvenido futuro/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Mientras Evo Morales baila en España y agita su manita saludando exactamente como lo hacía Laura Bush, en ciento ochenta grados con los dedos en abanico, se pasa una premeditada y mentirosa Consulta sobre el TIPNIS, se destapa una red de extorsión y robo que va mucho más alto que los detenidos actuales y que quedará en nada; El canciller prepara un happenin’ de alucinaciones como describe Díaz Arnau en una columna hoy; los pastos sintéticos de las inservibles canchas de fútbol que el presidente levanta en el yermo se secan de antemano y etcétera, etcétera, en el país más surreal del planeta, de ministros verborrágicos cuando se trata de atacar a los rivales y extrañamente mudos cuando el vicio señala a sus puertas no muy transparentes.

Tal vez es tiempo de dejar hacer. Que el castigo natural, ya que no divino, caiga encima de una tierra que no se respeta, donde todo se compra y todo se mata, la nación depredadora por naturaleza, ambiciosa, febril, mísera, ignorante, y no hablo con los fantasmas de Alcides Arguedas sino de una realidad que nos persigue de antiguo. Dejar hacer, permitir destruirse, suicidarse Bolivia, dorar la píldora con dinero fácil del narcotráfico, no crear ni fundar nada, impedir la industria, acabar con los cultivos, excepto el de coca, en fin, lo que se hace y no va a dejar de hacerse hasta que no quede nada y el hambre asole ya libre de obstáculos.

¿Pesimismo? Tal vez. Falta de confianza, otra experiencia. No faltará quien despotrique, gente que escribe para que le paguen el almuerzo, que alabe los notables y falsos avances del proceso de cambio e idolatre la figura del mayor estafador hasta darle ribetes de dios. A ello estamos acostumbrados, por algo pesa con aire de insulto el vocablo “altoperuano”, preciso para definir lo que somos, la izquierda, la derecha, el centro, cualquiera y doquiera, de un estado donde los últimos patriotas parecieran haber perecido doscientos años atrás. Sé que soy injusto con gente valiosa, quizá muy poca para presentar un equilibrio, cada vez más hundida y solitaria, atenazada, amenazada y distraída con la falacia de las construcciones, el dinero en movimiento, cosas que no explican per se que el lugar progresa; muy por el contrario, implican lo otro, la sentencia que tarde o temprano ha de ser ejecutada, cuando sea demasiado tarde, o cuando se haya convertido a la población en un hato de bestias al que se tirará un mendrugo y se fiscalizará hasta el aceite que usa para cocinar, donde no se necesite trabajar porque el gobierno “provee”, y el socialismo de la miseria extrema y compartida materialice el paraíso tan nombrado.

Lo que sí, si queda conciencia, y hay atisbos de planificar una Bolivia mejor, y si logramos levantarnos de la ruina en que ha de quedar el paso del terremoto masista por la tierra, expoliados y robados al extremo, tenemos que recordar, no olvidar los nombres, de arriba abajo para de acuerdo a la ley hacer que paguen sin falta sus fechorías.

El bandidaje, cuando es individual y dadivoso, se torna incluso romántico. No existe crimen mayor que el bandidaje oficial, con esquema organizado de saqueo. La patria, un término ambiguo en mi opinión, sale a flote en casos desesperados como el de ahora, retoma su significado y tal vez sirva para recuperar. No sé.

Cuando las topadoras derriben los primeros árboles del Isiboro-Sécure, a pesar de que ya ha sido invadido hace mucho por la lacra cocalera, entraremos en otra etapa, la del cáncer terminal. Un paso e irán detrás el Madidi y otros refugios de esperanza. ¿Para qué? Para llenar la ambición desmedida de millones que tienen los “revolucionarios” de la bandera azul. Saben que esta es la última y la única y le sacarán el jugo, olvidando ya incluso su retórica ideológica. Agarren lo que más puedan y luego nos vamos. Porque saben, aunque sueñan con lo eterno, que de una manera u otra, tal vez porque ya no quede nada, se irán, dejando un Haití, una Somalia detrás para los ingenuos que se quedaron o no tuvieron a dónde huir.
10/12/12

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 11/12/2012

Imagen: Juan Zivico/Miseria humana

Monday, December 10, 2012

Marihuana recreativa


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Con los estados de Colorado y Washington aprobando enmiendas que legalizan el consumo médico y recreativo de la marihuana, las reglas del juego han cambiado. El escollo difícil es la ley federal que puede borrar aquellas estatales que la “contradigan”. Una de ellas es esta despenalización, ya activa en cuanto al uso medicinal de la planta, pero muy controversial en su aspecto que le daría un estatus parecido al del alcohol.

Recurro a mis hijas, de veintiuno y diecinueve, para indagar sobre un tema que la edad convierte en tabú, y me desayuno con los alcances; positivos, por cierto, aclarando que la marihuana, que hoy comparte con las drogas heroicas y duras el Schedule 1, no es cocaína ni heroína, que deben ser tratadas en diferente plano.

17 son los estados de la Unión Americana que permiten el consumo en casos de salud. Y dos ahora que intentan liberarla para uso personal, una iniciativa no sorpresiva porque desde hace 50 años se discute el tema, pero insólita al saberse aprobada, sobre todo en un lugar como Colorado no caracterizado por su liberalidad.

Se permitiría a personas mayores de 21 años la posesión de una onza (28.350 gramos) y el cultivo personal de hasta seis plantas en predios privados. Los que la requieran para tratamiento disponen ya de una tarjeta especial para adquirirla en tiendas que se han extendido por las ciudades, en cantidades recomendadas por sus médicos. Venderla a otros la ubicaría otra vez en la categoría de tráfico y pasible de sanciones. El asunto es muy complejo y a pesar de estudios y esquemas serios de cómo hacerlo hay siempre dudas y preguntas a resolver y contestarse.

Quitarle ilegalidad, extraerla del círculo criminal, puede dar beneficios. En términos económicos dotaría al estado de capital extra por someterla a impuestos, amén de menores gastos represivos. Jill Stein, nominada por el Partido Verde, anota que “la marihuana es una sustancia peligrosa porque es ilegal, y no ilegal por ser peligrosa”. Se abre el debate.
3/12/12

Publicado en Séptimo Día (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 09/12/2012

Foto: Cannabis indica

Friday, December 7, 2012

¿Quién es quién en la danza de los millones?/MONÓCULO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

De la danza de la muerte se debiera decir, ya que hay un país al borde de ser suicidado. Matarile para los más, riqueza para los pocos, la paradoja del nombre pluri se ahonda porque es falsa. Ni siquiera hay pluricultivo, pluriminería, plurinada. El estado monoteísta, monototemista, monotrema en el sentido de ubicuo y hábil para camuflarse, el ser peludo que deposita huevos, el esperpento.

Los ministros Linceo y Transparente chocan. ¿Acaso es una tragedia griega en la que el que mira lejos (de ahí viene la expresión mirada de lince), el de los ojos grandes, el argonauta, debe abandonar por el momento sus visiones de tesoros y tierras sin fin para enfrascarse en lucha con una ninfa andina, no etérea como las helénicas, a la que es difícil combatir porque no se ve, o porque lo masivo en términos de poder y ambición de su presencia impide ver nada? El pueblo alelado contempla; el que votó pensando que la derecha jamás volvería, que al fin habría trabajo y bienestar, mira incrédulo la repartija de millones entre los avezados defensores de los pobres. Quiso asistir a la fiesta y le permitieron licor y coca para embriagarlo lo justo, pero a la piñata no, a esa no lo invitaron: pertenece a los jerarcas.

El latrocinio desde el poder es enfermedad común. Ataca por igual a fascistas y a comunistas, y mejor asoma y se adentra en la piel de los que van por un lado y por el otro como los alisios según el hemisferio, vociferantes con el puño izquierdo en alto, mientras con la abierta mano derecha van depositando las ganancias de sus consignas en bolsillos, calzones, o donde las puedan meter.

A esto ¿qué papel jugamos el resto? El de idiotas, no hay duda, bobalicones a los que les cae la baba mientras a los de arriba se les caen los billetes, para los cuales siempre hay un segundón que los recoja y guarde. Es para quedar exhaustos, con un papelito ora rojo, ora azul con un nombre inscrito. Como peleles, arlequines, bufones, tristes pierrots de un teatro fuera de nuestro alcance. ¿No era que se fue la derecha, que estaba enterrada? ¿O no comprendimos la semántica e izquierda y derecha vienen a resultar gemelas?

El caso del judío neoyorquino de Palmasola ha agitado al gobierno. Si no le dio infarto al menos soplo al corazón. Y eso que lo que observamos es solo la superficie. Quizá nunca sepamos a dónde fueron a parar las tajadas del pastel Ostreicher; por cierto que no es asunto únicamente de un grupillo de maleantes con título de abogado. El monto apunta en toda dirección, quizá hasta el mismo Olimpo de Júpiter tonante.

Se preparan con rapidez las coartadas que como final tendrán una gran interrogante. A lo sumo, y lo dudo, el escándalo podría llegar a descabezar un grande, quizá Linceo, tal vez la Transparente; tercia por allí un “inteligente” ex-jefe de diputados. Pero el negocio, esta vez sí plurifacético y multidesarrollado, está tan bien montado y tan extendido, que no se anotarán en rojo los números de pérdida. El saqueo de Bolivia por el MAS anota ganancia, con insignificantes percances.

Mucha gente espera un milagro, la aparición de un cometa que barra con la intoxicación masista. Otra es pasiva y conforme. Se siente bien con las limosnas, que añaden a su dieta un pan, un plátano. Peor les iba antes. Siempre seremos miserables -su razonamiento-; con suerte los vecinos los incluirán en la producción de cocaína que democratizará la fortuna, creen, pero que a la larga traerá más hambre. Siempre abyectos, siempre arreados.

Ya comienzan desde arriba peros y amenazas en la cuestión de los extorsionadores de palacio. De pronto se han puesto serios y hasta los beodos opinan con cordura. Cada quien se protege y afirma alianzas. A ratos parece que va a haber ruedo entre los “ellos” y los “nosotros”, con el tinte racial y a veces jocoso con que lo manejan. Aleccionadores y sirvientes se acomodan de culo a la pared; se sospecha de la sombra, se revisa la memoria.
5/12/12

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 07/12/2012

Imagen: La danza de la muerte/Hans Holbein el Joven

Tuesday, December 4, 2012

Peligrosa parodia/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

“Ultimátum. Evo quiere que Álvaro utilice el portabebé que le regaló para su matrimonio. Por ello, en el acto reconoció que en el departamento en el que vive el vicepresidente hay tantos libros que no hay espacio para un niño. Por eso, en broma, ordenó al ministro de Obras Públicas construirle una casa en tres meses donde entren niños y libros. García Linera tendrá nueve meses para traer un niño al mundo o deberá devolver el regalo”.

Este párrafo extractado de la prensa nacional parece una broma, sin serlo. Es parte de la tragicomedia que se desarrolla en el país. A este paso, el Cacique (lo llamaría el Supremo, pero no hay un ápice de comparación entre el doctor Francia y el doctor Morales) querrá regular pronto hasta el coito de sus correligionarios, amén del populacho que deberá seguir a pies juntillas las instrucciones del amo en cuanto a estilo y calidad, sin siquiera preguntar si sus dotes en el campo a tratar son, o importen ser, de las mejores. Ese es el peligro del despotismo, que comienza casi siempre en temas cotidianos como el del sexo. De ahí al derecho de pernada hay un paso, así sea simbólico, hasta el dominio incluso de la intimidad.

Entre déspotas hay matices, como en todo. Y admitamos que la euforia plurinacional no ha llegado todavía a extremos como los del rey Bokassa en África Central o Idi Amin en Uganda, los referentes más cercanos a “nuestro” presidente, pero algunas cosas suelen ser cuestión de tiempo y no estaremos lejos cuando el inefable Evo vaya por su tercera, cuarta, quinta reelección, tras las huellas brutales del nigromante Duvalier. Allí apuntamos. Para ello se está creando un estado criminal, donde la corrupción, violencia y crimen son azuzados desde las más altas esferas, porque al tirano le conviene una estructura endeble y viciosa, no una educada y sobria. Déjà vu.

La democracia no da derecho de eternidad. Ningún bien le hacen al país los cobardes (incluidos algún director de un matutino “independiente” y sus columnistas) que chillan cuando se explica esto, que la votación no es carta blanca ni concede impunidad. Así piensan los lacayos, los que no han conocido otra cosa que agacharse y lambisconear. Esos son tan peligrosos como los otros. Una sociedad de abusivos y cobardes es la solución perfecta para que Bolivia nunca llegue a nada.

Volviendo a la mofa del párrafo inicial, ¿qué trascendencia puede tener para la gente que los mandatarios visiten el lecho, o no lo visiten, y lo que hagan en él. Y si sus hembras paren o no? ¿Va a cambiar la perspectiva de la nación, incentivar su desarrollo? O, por el contrario, ya que se festeja en grande las travesuras del malicioso amo, amolda a un pueblo ya de tradición esclavo a su perpetua ignominia.

Se habla de trivialidades semejantes para decorar la putrefacción del régimen. Bastó que un buen actor hollywoodense, que no cambiaría su holgura capitalista por el paraíso de Evo, removiese el caldo para que comenzaran a flotar las cucarachas. Como siempre se ejecutará -a medias- a segundones que si bien se benefician no lo hacen con la destreza y magnitud de los por encima de ellos; borrón y cuenta nueva, hasta que aparezca otra hija de ministra transparente explotando al indígena, una modelo con cargado maletín Bond, un zar de narcóticos supervisando las entregas del perico, etc, anécdotas que trazan un claro perfil para la Bolivia que boquea en el fango de lo inenarrable, lo surreal y el vulgar raterío. Larga vida a la revolución social.

Pronto los sacerdotes de la nueva moral (no cuenta para ellos) instituirán el estilo “misionero” como el único aceptable. O tal vez se implante de norma el amor a la manera de Evo y Garcilinera, convirtiendo Tiwanaku en la Las Vegas local donde uno podrá ir a casarse muy fácil en un carro tirado por burros, ya que no abundan los convertibles, y recibir consagración de la mano inmunda de un narcoprofeta en esta avanzadilla de la Arcadia socialista. Amén.
3/12/12

Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 04/12/2012

Foto: Evo Morales