Claudio Ferrufino-Coqueugniot
El chavismo no existe, es una abstracción. La intentona de fundarlo como corriente política, escuela de pensamiento, socialismo novedoso, cae por su propio peso. ¿Qué es lo que inventó este individuo? Nada. El decorado marxista con el que se cubrió mucho tiempo fue avasallado, revolcado, cuando un cáncer retornó a estas ovejas (y ovejos, ya que a los socialistas de nuevo cuño les encanta poner todo en ambos géneros) a la senda de Jesús. Parece que los barbados revolucionarios de otrora no tienen mayor crédito a tiempo de salvar vidas y por ello se recurre al viejo y trillado Cristo, enhuevado con tanto bocón que cuando le toca llama a las puertas del cielo aterrorizado de privarse de aquello que más anheló: riqueza y poder.
El chavismo no existe, es una abstracción. La intentona de fundarlo como corriente política, escuela de pensamiento, socialismo novedoso, cae por su propio peso. ¿Qué es lo que inventó este individuo? Nada. El decorado marxista con el que se cubrió mucho tiempo fue avasallado, revolcado, cuando un cáncer retornó a estas ovejas (y ovejos, ya que a los socialistas de nuevo cuño les encanta poner todo en ambos géneros) a la senda de Jesús. Parece que los barbados revolucionarios de otrora no tienen mayor crédito a tiempo de salvar vidas y por ello se recurre al viejo y trillado Cristo, enhuevado con tanto bocón que cuando le toca llama a las puertas del cielo aterrorizado de privarse de aquello que más anheló: riqueza y poder.
Nicolás Maduro
discursea día a día. Que el comandante aquí, el chavismo allá. Pero sus ojos
desmienten las notas de mejoría, recuperación del casi occiso. Mienten. Para
eso son buenos. Y encima de mentir mojan sus bragas porque los salvadores del
pueblo no habían sabido siquiera morir. Este apego a la existencia y
desesperación por el destino solo se comprende por el inmenso caudal acumulado.
Debe ser duro pasar a peor vida dejando la opulencia de esta.
Maduro habla,
como hasta hace poco el bufón mayor, y si se desmenuza el texto vemos que la
revolución se les olvidó. Ni una mención al Che, menos al de Tréveris; Lenin no
existe. “Dios” y “amor”, las palabras más utilizadas. “Combate” ha sido
cambiado por “oración”, “clases” por “rezos”. De pronto, la República
Bolivariana de Venezuela, la que acusaba a quien fuere de menjunche, judío,
puerco, etc., a los que se oponían a la soberbia (y no hablo de Capriles
Radonsky que no me interesa), se halla transformada en la república del amor, el
Flower Power del siglo XXI. Hagan el recuento. “Dios es amor”, se lee en los
muros de las iglesias, y hoy en palacio también. El amor les llegó a los perros
y tienen tanto en sus corazones que quieren compartirlo.
Carajo, sea
hombre y muera con los pantalones puestos. Mi abuelo, instantes antes de irse
pidió los pantalones porque así se recibe a la muerte, no besando crucifijos a
los que se despreció mientras había salud e impunidad, ni acariciando en papel
el supuesto rostro de la virgen de Coromoto o las once mil vírgenes. Carajo,
tengan vergüenza. ¿El negocio se les va de las manos? El negocio, porque no
otra cosa es el fatídico mal llamado socialismo que pregonan ustedes, el
histérico de Ecuador, el embaucador de Bolivia.
El “chavismo”
arrasó en las elecciones para gobernadores, dicen las noticias. Números, porque
la gente se maneja así, por lástimas y miedos, además del incesante bombardeo
de retórica cristiana. Ortega, el de la piñata sandinista (otra burla hacia
tanto dolor y tanto muerto), convoca a los nicaragüenses a orar en masa por
Hugo Chávez, el titiritero mayor de este teatro. Los Castro tendrán que
mendigar hacia Miami. No ha de quedarles otra si quieren guardar sus
insultantes prerrogativas. Creí haber visto todo, pero esta payasada no: comandantes
con faldas negras de vieja beata. No extrañará ver a Qananchiri, no muy comandante,
con escapulario y camino de Cotoca. Pobres tipos.
Los aviones
cargados de droga seguirán saliendo del estado Apure hacia Centroamérica y de
allí al norte. Lo que pasa es que caudillos como el Bolívar de barro, Chavívar,
creen ser más de lo que son. Rateros de amplio bolsillo, pero delincuentes al
fin, aunque cerca del fin crean que desgarrándose las vestiduras e imitando al
pequeño fakir, Gandhi, hallarán salvación. Se esfuman, y cuando se esfuman
desaparece la puesta en escena. ¿Qué viene después? Está por verse, pero será
sin ellos.
“Pronto llegará
el día de mi suerte”, cantaba Héctor Lavoe. Comandante, solo cambie una
palabra, que pronto llegará el de su muerte. Váyase a la vera de Dios, usted
que volvió al redil, y déjese de joder en este mundo. Que con usted se irán los
otros, más temprano que tarde.
17/12/12
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Publicado en El Día
(Santa Cruz de la Sierra), 18/12/2012
Imagen: Alfred
Kubin/ Buddhist
im Walde, circa 1907
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