Un nombre suele
ser aclaratorio. Lo es en el caso de Sol de Pando, periódico amazónico de
circulación nacional, según reza la portada. Sol oposición a tiniebla, como
representación del valor individual de unos periodistas amenazados que osan
enfrentarse a un gobierno que lo menos podría ser calificado de mentiroso sino
de traidor.
Wilson García Mérida,
su director, tiene detractores que incluso atacan su vida privada para tratar
de desmerecerlo, aplacarlo, hundirlo con calumnias e intimidación. Sórdida y
triste manera que utilizan los déspotas para deshacerse de aquello o aquellos
que con su voz afectan sus intereses. No hablamos de lucha ideológica, que creo
ha sido siempre clara para García Mérida; se trata de latrocinio, delincuencia
simple y llana que se mimetiza en los distintos estamentos del poder.
Rincón en que se
ha acorralado al diario y a sus representantes. No la esquina del descanso, de
la silla y la esponja húmeda de que disponen los boxeadores en el ring. Para el
Sol de Pando no hay tregua, tiene que tirarse contra las cuerdas y soportar andanadas
de gente muy poderosa, y salirse una y otra vez del clinch, el agarre, y disparar jabs
directos al rostro, upper cuts al
mentón del oponente. Por eso se la tienen jurada, porque este rival no arroja
la toalla. Por el contrario se evade de sus garras, atraviesa fronteras y sigue
disparando con precisión enloquecedora hacia las huestes oscuras. Si casi suena
como un filme de ciencia ficción y la eterna lucha del Bien contra el Mal. A
ese punto se ha llegado, impidiendo que este diario que nació para desentrañar
ante nuestros ojos una parte de la tierra que consideramos nuestra pero obviamos,
continúe con esa labor justa y necesaria, imprescindible en situaciones como la
de la casi extinta etnia pacahuara, expoliada y eliminada desde la antigua
tradición de derechas de usurpar la tierra, hasta la más moderna -e igual
infame- de la nueva izquierda, no muy diferente de su antecesora.
Las denuncias de Sol
de Pando y su staff, siendo un
periódico pequeño y vulnerable, lastimosamente no llegan al gran público. Es
labor titánica la suya y por tanto el doble de valiosa. Acerca de los pacahuara
fue explícito y duro: el fin de este grupo selvático ha de pesar en la
conciencia de todos. Ningún otro medio hasta ahora los ha defendido, y menos
con esa tenacidad, desnudando que nos falta mucho para considerar que avanzamos
a paso firme y correcto de progreso, integración y respeto. Y no es que no haya
interés; mucho se desconoce. Una larga explicación sobre la tragedia de ese
pueblo, publicada en el Sol y que incluí en un blog personal, ha tenido cientos
de visitas, de seguro asombradas de oír por primera vez, y ver fotos, sobre y
de esos bolivianos desprotegidos en las fronteras de la ignorancia, la nuestra.
Tuvo que ser
Humberto Vacaflor, en la entrega del Premio Nacional de Periodismo, quien
mencionase al Sol y sus periodistas, informando con ello que sabemos de su existencia
y lucha. Mucho se habla del ataque del gobierno a diarios grandes y poderosos,
en cuyo interior existen también periodistas afianzados en la lambisconería a
diestra y siniestra como medio fácil aunque detestable de supervivencia. Pero
no se denuncia que Sol de Pando, Wilson García Mérida, Silvia Peggy Antelo y
muchos más son perseguidos, advertidos, con riesgo incluso de sus vidas. No es
la distancia que separa a Pando del resto de la nación. La verdad y la valentía
de destapar el estupro de Bolivia los pone en la mira. Tanto que ha tenido que
ser la organización de Reporteros Sin Fronteras la que levante su voz
apoyándolos.
“Expulsemos a la
muerte de Pando, que retorne la vida”, dice Sol. Una muerte que ya se cargó,
entre muchos, al dirigente Vicente Rocha, hace poco. Defendamos el periodismo veraz;
es lo que nos queda en este embrollo de sicariato y extorsión, de filosofía del
miedo y coima. En páginas como las de este periódico en los límites del fin del
mundo nos jugamos todos.
20/12/12
Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 21/12/2012
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