Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Altemar Dutra y tristísimas canciones. Último viernes, últimos sábado y domingo, ese prurito trágico del fin. La pobre espiritualidad de los beatos me atiborra de bendiciones que ni pido o quiero.
Anoche
volvía de Trojes. Habíamos hablado de Berna, de Ixiamas, de un pueblito llamado
Florida a orillas del parque Noel Kempff Mercado, de São Paulo, Campo Grande. Avatares de la vida. Caídas, sobre todo, unas
que hieren, otras que discapacitan. Las que matan. De Corumbá a São Paulo; de
ahí a Suiza. Era en los años ochenta y me tomaron una foto en la frontera, a
orillas del río Paraguay. Los niños se bañaban en pozas llenas de pirañas.
En Florida de Bolivia, no la de Ponce de León, las veredas son de
concreto y las calles de pasto. Podría ser el paraíso. Lo es, en realidad, para
cierta élite delincuente de sombrío tráfico. Corumbá tenía su belleza peculiar.
El gran río al fin de las escalinatas. Mujeres negras de colorido traje, casi
un souvenir. Pescado frito, galletas de chocolate. Meticuloso el tren por sobre
los pantanos, gritos de parabas que quizá son caimanes embaucando víctimas.
Llegué allí en un vagón que pendulaba de lado a lado porque las vías se habían
hundido en tierra suave. Roboré y cuánto más. Lo recuerdo. Cervezas bebidas y
botellas vacías arrojadas al monte.
Berna majestuosa y fría. Inmensos policías con ametralladoras. A ratos
pienso en cómo planeé ir después a Basilea, a Ginebra a ponerle una piedra al ignoto judío
Borges; por Acevedo, digo, tal vez, quizá no sé. Tiempo de proyectos y sueños,
del lago de Constanza y de la conjunción del Mosa y el Mosela si es que existe
porque creo que la inventé. La imaginé en Lucerna. Bebí, en París, helados,
vinos del Rin y del Mosela. Y cerveza alsaciana. Todavía hoy repaso ese
trayecto que nos llevaría, a ti y a mí, desde Poltava a Kiev, a Budapest, a
Varsovia, Zürich o Munich hasta París, al Marais o Malakoff, no importa.
Refleja otro viaje de la capital francesa a Estrasburgo y Singen. Hoy los
actores arrastran piernas de fallida vejez. La juventud se retiró como espuma
de las Kronenbourg en la Gare du Nord, cuando la ciudad se hizo tristeza para
homenajear a César Vallejo. No me moriría en París, yo, ni “anclao” estaría,
con guitarra criolla, para emular a Gardel. Me fui a llorar a los interminables
bosques canadienses en ruta a Chicoutimi, pero me dije que lo hacía por la
fuerte cebolla de la sopa francesa con un centímetro de queso arriba. Alces
cruzaban la carretera como monstruosos fantasmas. Qué iba a lamentarme más si
ante mí se abrían las puertas del infierno. Cruzaban bramando alces diluidos en
la tormenta, tan claros están en mi mente como ayer. Mugen roncos ahora y no
abro la puerta porque temo que se filtre el invierno y ya no abandone. La lámpara
de mi escritorio tiembla; desde que dejamos Montréal y nos internamos en la
selva no para de nevar.
Monte de Ixiamas. El Trío Oriental canta: “Buenaventura, provincia de La
Paz”. “Un panorama que tiene mucha fama”. No podía faltar en la conversación si
cerquita está: Rurre. Paradójico salto hacia Europa. Navego en el pico de larga
canoa la inundación del año 2006. Otra vez, ¿cuándo la tristeza puede ser mayor
que la inmensidad? Nunca. Río Mamoré.
Me presté de Boris Pilniak el primer título de su gran novela de la
revolución. Leo en la red: enterrado en el campo de fusilamiento de Communarka.
¿Él y cuántos? Deseo volver a leerlo. Ya hay un libro ruso en mi mesa de noche,
junto a una biografía de Tolstoi y Goethe por Thomas Mann. Debiera tener el Año aciago aquí en Cochabamba pero está
perdido, el vicio lo secuestró como a buena parte de mi biblioteca. Creo que
hace años lo volví a comprar en Denver augurando lo peor. El tiempo dirá,
cuando a cuentagotas vaya abriendo tantas cajas que dejé atrás. Grandes libros
de arte de Taschen. Me deshice de la mayoría de aquellos en inglés, no por
canibalismo colonial sino porque tenía que decidir. Siempre podré comprar más,
a no ser que un misil del interminable terror moscovita anule el deseo.
He decidido que este texto cierra otro libro de compilaciones. Cubre el
año 23, parte del 22. Ars simia naturae
retrata el estrés del gran cambio, el spleen, los partes diarios de guerra. Lo
quiero como a todo lo que escribí, por malo o mediocre que resultase. Intuí de
nuevo la poesía en varias de sus páginas. No escribo poemas por treinta años al
menos, los leo muy pocos, tengo mi media docena de nombres favoritos pero igual
lo hice, ensayé jugar con imágenes y hacer del verbo plastilina azul. Vi a mi
sobrina nieta Renata forjar en sus manos inverosímiles figuras y decidí que
valía la pena intentar en texto la flexibilidad de la forma.
Decía que retornaba a mi departamento desde la otrora rural Trojes. No
lejos de donde se ubicaba el malhadado Bombohuasi me detuve a comer un
trancapecho. El nombre dice todo de esta bomba de carbohidratos que sabe
deliciosa como un purgatorio. Pan, papa, arroz, huevo frito, apanado frito,
abundante locoto picado. Nada mejor, esto es Cochabamba, la demasía, el plato
surreal. A la vez que bucolismo, inercia, aire tieso, ni brisa ni viento, como
contaban los marinos de aquel silencio en el Mar de los Sargazos.
Hablábamos. La noche olía a barato ron colombiano. Pedro contaba de su
Tarbes, en el Alto Pirineo. Conté de mi experiencia breve en Figueras con la
Guardia Civil. Como ya dije, continuamos con el Pantanal, aviones van y vuelan.
Champaña rosado en primera clase entre Asunción y Madrid. Te he comprado un
tipoy azul que nunca voy a verte usar. Eras madura pero joven. Hoy vestido tal
vendría como esperpento. Niños se bañaban con pirañas que después paraban en el
asador. Ajusté un claro cinturón de cuero crudo. No podía no reflexionar acerca
del doctor Francia. Mi madre nos leía del tambor de Tacuarí y Tabaré de Juan Zorrilla de San Martín.
La epopeya guaraní en el crepúsculo de las vinchucas. Alto cielorraso con
sábanas y no con yeso.
Penumbra. Llueve. Aires de Henry Purcell.
Discurren el Mosela y el Paraguay, el Paraná y el Vorskla. Génesis sobre
las aguas. También asesinato. El vino y tu blanco pecho digno de orfebres
gitanos.
29/12/2023
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Imagen: Rembrandt van Rijn